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viernes, 6 de agosto de 2010

Lecturas del Sbado XVIII Tiempo Ordinario. Ciclo C. 7 de agosto 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Habacuc (1, 12—2, 4)
¿No eres tú, Señor, desde siempre, mi santo Dios, que no muere? Tú, Señor, has escogido al pueblo caldeo para hacer justicia y lo has establecido para castigar. Tus ojos son demasiado puros para soportar el mal, no puedes ver la opresión. ¿Por qué miras en silencio a los traidores y callas cuando el malvado devora al justo?
Tú tratas a los hombres como a los reptiles, que no tienen dueño, como a los peces del mar: el pueblo caldeo los pesca con anzuelo, los atrae a su red, los va amontonando y luego ríe satisfecho.Después ofrece sacrificios a su anzuelo e incienso a su red, porque le dieron rica presa y comida sustanciosa.
¿Y vas a permitir que siga llenando sus redes y matando naciones sin piedad?En mi puesto de guardia me pondré, me apostaré en la muralla para ver qué me dice el Señor y qué responde a mi reclamación.
El Señor me respondió y me dijo: “Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 9
El Señor no abandona
al que lo busca.
El Señor reina eternamente, tiene establecido un tribunal para juzgar, juzga al orbe con justicia y rige a las naciones con rectitud.
El Señor no abandona
al que lo busca.
El Señor es refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro. Que confíen en ti los que te conocen, porque tú, Señor, no abandonas a los que te buscan.
El Señor no abandona
al que lo busca.
Tóquenle música al Señor, que reina en Sión, cuenten sus maravillas a los pueblos, porque el Señor pide cuentas de la vida y no olvida los gritos de los oprimidos.
El Señor no abandona
al que lo busca.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (17, 14-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al llegar Jesús a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, que se puso de rodillas y le dijo: “Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques terribles. Unas veces se cae en la lumbre y otras muchas, en el agua. Se lo traje a tus discípulos, pero no han podido curarlo”.
Entonces Jesús exclamó:
“¿Hasta cuándo estaré con esta gente incrédula y perversa? ¿Hasta cuándo tendré que aguantarla? Tráiganme aquí al muchacho”. Jesús ordenó al demonio que saliera del muchacho, y desde ese momento éste quedó sano.
Después, al quedarse solos con Jesús, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera a ese demonio?” Les respondió Jesús:
“Porque les falta fe. Pues yo les aseguro que si ustedes tuvieran fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese monte: ‘Trasládate de aquí para allá’, y el monte se trasladaría. Entonces nada sería imposible para ustedes”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

El Profeta Habacuc presenta una gran queja por el comportamiento de los poderosos e injustos, que han sometido al pueblo a la ignominia del destierro. Ellos son una manifestación de la maldad, no solo por que han cometido injusticia, sino porque han maltratado la fe del pueblo, obligándolo a creer en otros dioses. La respuesta de Dios ante la queja del profeta, es contundente. Él responde con amor y fidelidad a los justos, al contrario, los malvados serán presa de su propio orgullo.
En el evangelio encontramos un episodio bastante fuerte de confrontación con el ser y quehacer de los discípulos, quienes a pesar de haber escuchado todas las enseñanzas del Maestro no están preparados aun para vencer al mal, ahora representado en la enfermedad del joven.
Jesús cuestiona duramente la falta de fe de sus seguidores, y lo hace con justa razón, pues el mal puede estar apoderándose del pueblo. En esta ocasión, cómo en muchas otras, Jesús no hace un discurso, él hace una obra de amor, sanando al muchacho enfermo, venciendo el mal con el poder de su propia fe, esa es la verdadera lección, vencer con la fortaleza que da la confianza en Dios.
Para nosotros también es urgente ese llamado a mantener una fe sólida y crítica ante tantos falsos dioses que hoy se apoderan de nuestra confianza, a veces es el dinero, otras es el confort, en otros casos es la tecnología mal utilizada, en otros es el poder. La palabra de Dios nos invita entonces a fortalecer nuestra confianza en el proyecto de Dios, naturalmente esa confianza ha de ser respaldada con compromisos reales que den cuenta de cuán fuerte es nuestra fe.

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