Evangelio del Viernes IV Semana de Adviento. Ciclo A. 24 de diciembre 2010.
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 67-79)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.
Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.
El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Lucas nos narra el cántico de Zacarías, una profecía que comienza alabando la acción de Dios en la vida de Israel. Zacarías celebra a un Dios que no se queda lejos ni indiferente a la situación que atraviesa el pueblo, sino que viene a él y desde adentro suscita una fuerza de salvación. Es un Dios que cumple sus promesas y se mantiene fiel a su juramento. Su deseo fundamental para con el pueblo es una vida en libertad, sin temor, orientada por la justicia. Juan es un signo de esa promesa de Dios que no se quedó en la historia, sino que continúa vigente. Es el profeta del Altísimo que va delante del Señor a preparar sus caminos, predicando el perdón de los pecados y la conversión del pueblo como condición para la salvación. Zacarías reconoce que la predicación de Juan hará posible que la luz que viene de lo alto (Jesús) se haga presente para guiar a los que viven alejados de Dios. Hoy, en nuestra realidad de violencia y muerte, Dios aún continúa con su promesa de liberación, está del lado del pobre, del oprimido, del excluido, del que no es nadie para la sociedad y reclama justicia.
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