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viernes, 3 de diciembre de 2010

Homilías Domingo II Semana de Adviento. Ciclo A. 5 de diciembre 2010

1.- LA CONVERSIÓN COMO PROPÓSITO Y PROCESO
Por Gabriel González del Estal
1.- Convertirse es cambiar la mente y el corazón y, consecuentemente, la conducta. Es pensar distinto de cómo pensábamos, amar distintamente de cómo amábamos y comportarnos de una manera distinta de cómo nos comportábamos. Pero esto no se consigue en un momento y ya está. En un momento podemos tomar la decisión de convertirnos racional y afectivamente, y de comenzar a vivir de manera consecuente con nuestro propósito de conversión. Esto no es más que el inicio de la conversión, el punto de arranque; a partir de este momento comienza el camino de la conversión. Un camino que puede y debe durar durante toda la vida. Una conversión que no se prolongara más allá del momento de arranque y que no durara toda la vida no sería propiamente una conversión cristianamente ejemplar y paradigmática. Decimos que San Pablo y San Agustín y San Francisco y muchos más se convirtieron porque su propósito de conversión duró toda su vida. Aquí estamos sólo hablando de conversiones al Dios de Jesucristo, de conversiones cristianas. En este sentido se puede afirmar que conversiones iniciadas y no continuadas las ha habido con mucha frecuencia en la vida de muchas personas. Se necesita mucha gracia de Dios para iniciar la conversión, pero no se necesita menos gracia de Dios para recorrer el camino de conversión hasta el final. Es muy probable que la mayor parte de las personas que participan en esta Eucaristía sean personas que ya han tomado hace mucho tiempo el propósito de convertirse. En este segundo domingo de adviento es bueno que todos renovemos nuestro propósito de conversión. Y le pedimos a Dios que no nos abandone su gracia para que recorramos nuestro camino de conversión hasta el final de nuestra vida. Porque nunca hemos terminado de convertirnos, mientras vivimos.
2.- Sobre él se posará el espíritu del Señor. Jesús de Nazaret es el modelo único al que queremos seguir e imitar todos los cristianos. El profeta Isaías, varios siglos antes de Cristo, nos dice cómo actuará ese vástago del tronco de Jesé sobre el que se posará el espíritu del Señor. Los cristianos siempre hemos querido ver retratado en ese descendiente del tronco de David sobre el que se ha posado el espíritu del Señor a Cristo Jesús. Para nosotros, convertirse es acercarse cada vez más a este modelo. Convertirse es, por tanto, dejarse guiar por el “espíritu de prudencia y sabiduría, de consejo y valentía, de ciencia y temor del Señor”. El profeta Isaías nos propone una utopía maravillosa, según la cual los que se dejen guiar por el espíritu del Señor convivirán en una armonía de justicia y paz paradisíaca. Convivirán en armonía de justicia y paz: judíos y gentiles, ricos y pobres, sanos y enfermos, poderosos y débiles. Será un anticipo del verdadero y definitivo Reino de Dios. Hacia este reino de justicia y paz debemos caminar también hoy los cristianos, dejándonos poseer por el espíritu del Señor. Eso es vivir en espíritu de conversión, eso es vivir en espíritu de adviento.
3.- Dad el fruto que pide la conversión. Para poder entrar con buen pie en el reino de Dios que está cerca, el último y más grande de los profetas antes de Cristo, Juan el Bautista, predica la necesidad de la conversión. Se lo dice a la gente pobre y sencilla, y se lo dice, con más fuerza aún, a la gente rica y encumbrada de su tiempo. Nos lo dice también a cada uno de nosotros: si de verdad queremos convertirnos debemos preparar el camino del Señor, derribar los montes de soberbia y limpiar los senderos de mezquindades y bajas pasiones que no dejan al Señor entrar en nuestro propio corazón y en nuestra vida. Abramos al Señor de par en par las puertas del alma, convirtámonos al Señor. Este es el camino de adviento que debemos iniciar y recorrer en estas cuatro semanas que nos llevarán hasta la Navidad, un camino de purificación y esperanza, de justicia, de paz y de amor.

2.- UN NUEVO CAMINO
Por José María Martín OSA
1.- Tiempos nuevos. El domingo pasado se nos pedía una esperanza activa. El Señor viene, pero nosotros tenemos que ir hacia El. Esto exige un cambio de mente y de corazón. Es decir, requiere volvernos a Dios. El mensaje de este segundo domingo de Adviento es la conversión El primer Isaías anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos, en los que brotará un renuevo del tronco de Jesé. Está hablando de la descendencia de David, cuyo padre precisamente era Jesé. Anuncia la llegada de tiempos de justicia y de paz. Es la justicia de Dios, basada en la misericordia y conducente a la paz. En nuestro mundo hay violencia y guerra, crisis económica, paro, miles de inocentes mueren cada día a consecuencia del hambre. El profeta anuncia que llegará un día en que la vaca pastará con el oso. Sólo llegará esto cuando cumplamos las palabras del Apóstol San Pablo a los Romanos, es decir cuando seamos capaces de “acogernos unánimes” todos, sea cual sea nuestra condición, origen o raza.
2.- Volver a la situación de “desierto”. Juan el Bautista aparece en el desierto. El desierto no es un lugar de muerte, sino de vida. Frecuentemente el desierto ha sido considerado como lugar privilegiado de encuentro con Dios. Los Santos Padres se retiraron al desierto buscando allí la presencia de Dios. Hoy, sin embargo, la palabra "desierto" tiene para nosotros otras connotaciones no tan positivas. ¡Cuántos desiertos hay a nuestro alrededor! Desde el que sufre el inmigrante que ha dejado su patria y no acaba de encontrar el trabajo que busca, hasta los hombres y mujeres que viven el desamor de una familia desestructurada, pasando por los niños y ancianos desatendidos porque hay otras prioridades que atender... ¡Cuánta soledad, vacío y desesperación! Estos son los desiertos de nuestro tiempo, quizás también los tuyos. El lugar inhóspito se convertirá en un lugar de salvación gracias a la intervención de Dios. El Señor trae la paz y la justicia abundantemente como proclama el Salmo 71, pero espera nuestra colaboración. En los momentos de dificultades y problemas... recuerda el desierto de Juan el Bautista... ¿Qué situaciones de desierto existen en tu vida?
3.- El camino hacia la paz. Para que se obtenga la paz, valor tan deseado, es necesario primero que los senderos se allanen, dirá Juan el Bautista en el evangelio. Es decir, que se vuelva al orden natural querido por Dios. Mientras no seamos capaces de recrear el mundo querido por Dios no será posible la paz. Es necesario que los poderosos se despojen de su orgullo y los opulentos compartan su riqueza para que estalle la paz en el mundo. Antes que la caridad está la justicia, de lo contrario se trata más bien de "caridades". Millones de personas en el mundo sufren situaciones de injusticia. ¿Dónde están los últimos?, ¿dónde se encuentra hoy la pobreza? Los pobres hoy día son "los excluidos" de nuestra sociedad. Si hay excluidos es porque tú y yo también excluimos. El 1% de la población más rica del mundo tiene una renta anual equivalente al total de lo que percibe el 57 % más pobre de la población del mundo. En muchos lugares el nivel de vida de la población más pobre está empeorando, a consecuencia de la crisis económica y del paro. En la actualidad se considera que la pobreza tiene un claro componente estructural que acarrea la exclusión social. ¿Crisis económica, o crisis de valores?
4. - Prepárate de verdad para la Navidad. En este Adviento tienes la oportunidad de pararte y preguntarte: ¿qué camino estás siguiendo, el falso o el que conduce a la felicidad? Si vives obsesionado por el dinero, el placer, la vanagloria, el pensar sólo en ti mismo, te estás equivocando. Esto no te hace feliz. Tienes la oportunidad de rectificar y allanar tu camino. ¿Cómo puedes preparar el camino que conduce a Jesús, qué piedras son las que te hacen tropezar, qué baches son los que te encuentras? Sólo si tienes ilusión y ganas por llegar a la meta, podrás alcanzarla. No lo harás solo, pues hay otros muchos que te acompañan. Prepárate para la Navidad. No te dejes arrastrar por el desenfreno de las cenas, el gasto inútil, las prisas..... Sólo merecerá la pena esta Navidad si encuentras de nuevo tu camino interior y escuchas al Dios de la misericordia, que viene a regalarte la salvación. ¿Estarás atento a su voz.

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