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sábado, 25 de diciembre de 2010

Homilias para la Misa de la Sagrada Familia. Tiempo de Navidad. Ciclo A. 26 de diciembre 2010

1.- TODOS SOMOS SAGRADOS, TODOS SOMOS FAMILIA
Por Pedro Juan Díaz
1.- Este año el calendario litúrgico nos propone celebrar la fiesta de la Sagrada Familia el día inmediatamente después de la Navidad, el domingo siguiente, el único entre las fiestas de Navidad y Año Nuevo. La Sagrada Familia se ha terminado de completar en Belén, lo celebrábamos ayer, con el nacimiento de Jesús. Hoy esa familia ya pasa por dificultades, como también nuestras familias, donde no todo es tan fácil como parece. Y es que convendría no idealizar demasiado a la “sagrada familia”.
De entrada, María y José se las han visto y se las han deseado para encontrar un sitio donde poder dar a luz, porque nadie les ha dado cobijo. Sólo han encontrado un pesebre sucio y mal oliente, donde viven los animales. Allí han tenido que “apañárselas” para que María pudiera dar a luz. Además, la única ayuda que encuentran es la de unos pastores pobres, que son los únicos que están cerca en esos momentos, y que no pueden hacer otra cosa que mirar.
3.- La noche continúa. José se queda durmiendo y, en sus sueños, es avisado por Dios del peligro que corre el niño. Otra vez hay que salir y ponerse en camino. Y María, recién parida, se tiene que poner a viajar de nuevo. Allí no hay reposo que valga, ni atenciones sanitarias. Todo es deprisa y corriendo. Y Jesús, que es sólo un bebé, no tiene ningún cuidado médico, sólo los de su madre, que le alimente y le protege de todo aquello.
4.- La “sagrada familia” se hace familia emigrante. Jesús se convierte en emigrante al poco de nacer. Tiene que huir a Egipto, “porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. Ese pobre niño que no tiene culpa de nada, esa pobre familia, como aquella mujer que dio a luz en una patera hace menos de quince días, en la Isla de Alborán, muy cerca de Almería. Allí la rodeaban 37 “pastores” compatriotas que también emigraban, que la ayudaron a dar a luz. Y podía haber sido peor, porque en aquella patera iban 7 mujeres embarazadas. Aquello también era una “familia sagrada”.
5.- ¿Cuántas familias hay hoy en situaciones precarias por culpa de la inmigración, de la crisis económica, de las condiciones infrahumanas para vivir, con trabajos precarios, o lo que es peor, sin ningún trabajo y sin ningún ingreso? Dios vino a nacer entre nosotros para que descubriéramos que todos somos “sagrados”, es más, que todos somos una gran familia.
6.- Sólo si somos capaces de mirarnos unos a otros como lo que somos, hermanos, hijos de un mismo Padre, y de que esa mirada despierte en nosotros “misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión” (como decía la 2ª lectura) en suficiente cantidad para cambiar nuestro corazón de piedra, seremos capaces de asumir la tarea que tenemos como hijos “elegidos de Dios, santos y amados”, convertir la humanidad en una GRAN FAMILIA, en una SAGRADA FAMILIA, donde reine la fraternidad. Y esto, como todas las cosas, empieza desde lo más cercano, desde tu familia, desde tu parroquia, desde tu lugar de trabajo, de amistad, de ocio, desde nuestra opción por los empobrecidos de la tierra. Ahí es donde tenemos que demostrar que SOMOS FAMILIA.
7.- La vida es SAGRADA para todos, también para los más pobres. ¡Hagámosela más feliz! Toda persona es “sagrada” y todos estamos llamados a ser una gran “familia”. Al acercarnos a la Eucaristía Dios nos une con unos lazos más fuertes que los de la misma sangre. Son los lazos de la fe, conseguidos con su sangre en la cruz, que nos hizo hermanos a todos, hijos de un mismo Padre-Dios. Esa sangre derramada hizo sagradas a todas las personas. Jesús, nuestro hermano mayor, nos unió a todos como una sola familia. El reto es que seamos capaces de vivir como tales, de ser todos una “sagrada familia”. Que la Sagrada Familia de Belén nos sirva de ejemplo y testimonio.

2.- LA FAMILIA, NUESTRO MEJOR TESORO
Por José María Martín OSA
1.- Un valor universal y de todos los tiempos. Vivimos una época de muchos cambios y transformaciones que han afectado también a la familia. Las encuestas, sin embargo, ponen de relieve que seguimos valorando altamente la familia, que sigue siendo una referencia esencial en nuestras vidas. Pero múltiples peligros acechan su estabilidad: problemas de convivencia, nuevos hábitos laborales, situaciones d riesgo para los hijos, falta de referencias educativas sólidas, malos tratos, crisis del compromiso estable… La familia de Nazaret es un modelo universal para todos los tiempos. Las difíciles circunstancias en las que Jesús creció fueron solventadas con el amor y la entrega mutua. Así lo contemplamos en el evangelio de hoy: María y José no comprendían lo que les quería decir Jesús. A muchos padres les cuesta también comprender a sus hijos, no saben qué hacer con sus hijos adolescentes. El hogar es la primera escuela, la iglesia doméstica, donde el niño aprende lo que observa de los padres, es el lugar privilegiado para la iniciación en la fe. La familia satisface las necesidades básicas de todo ser humano. Todos tenemos la necesidad de amar y ser amado, necesidad de ser válidos, necesidad de ser autónomos y necesidad de vivir en pertenencia. La familia nos da seguridad: necesitamos sentirnos incluidos y que nos lo recuerden. Da la impresión de que muchos hijos de hoy sienten que pertenecen más a las abuelas o a su profesor que a los padres, pues ellos suelen pertenecer a su trabajo más que a nadie. Los abuelos, a su vez, tienen la sensación de que son una carga para sus hijos. El Libro del Eclesiástico recuerda la obligación de todo hijo de honrar a su padre, que incluye no abandonarle.
2.- Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. Nunca ha sido fácil la educación de los hijos, sin embargo hoy parece una tarea más difícil. Hay que predicar con el ejemplo…. A veces se les da todo, sin darse cuenta de lo que implica. Los hijos se creen que todo les es debido. Esto ocurre cuando los padres son demasiado protectores. Ante todo, los padres son los primeros educadores de sus hijos y deben ir con el ejemplo por delante. ¿Qué es educar? Educar es tratar a cada hijo como persona distinta, diferente, independiente y libre. Hay que aceptar la individualidad que es sagrada y permitirle ser él mismo, seguir su camino, su vocación. Educar es estar atentos a reforzar y alentar cuanto de positivo tenga el educando, aunque debe evitarse elogiar por todo y a cada momento, dando la sensación de que se le está juzgando constantemente. Educar es descartar las etiquetas, las frases destructivas (“me avergüenzo de ti, eres un desastre, no serás nada en la vida, cada día vas peor…”). Estos juicios negativos causan verdaderos estragos en la autoestima, bloquean su seguridad y aumentan la culpabilidad. Y educar no es no es pasarse entre los esposos las culpas de la malacrianza de los hijos. Es asumir cada cual su parte de error y poner remedio cuanto antes. Educar no es que un padre consienta todo mientras el otro se muestra intransigente, pues se confunde y desorienta al educando. Educar no es aplicar parámetros distintos según el buen o mal humor del momento. Es asumir valores y tener buenas raíces. Es poner mucho amor, dedicación y entrega.
3.- Pautas para la buena ecuación de los hijos. Reflexionemos detenidamente sobre lo que dice esta “Carta de un hijo a todos los padres del mundo”.
“No me grites
Te respeto menos cuando lo haces. Y me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo.
Trátame con amabilidad y cordialidad igual que a tus
amigos
Que seamos familia, no significa que no podamos ser
amigos.
Si hago algo malo, no me preguntes por qué lo
hice
A veces, ni yo mismo lo sé.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti (aunque sea para sacarte de un apuro). Haces que pierda la fe en lo que dices y me siento mal.
Cuando te equivoques en algo, admítelo
Mejorará mi opinión de ti y me enseñarás a admitir también
mis errores.
No me compares con nadie, especialmente con mis
hermanos
Si me haces parecer mejor que los demás, alguien va a sufrir (y si me haces parecer peor, seré yo quién sufra).
Déjame valerme por mí mismo
Si tú lo haces todo por mí, yo no podré aprender.
No me des siempre órdenes
Si en vez de ordenarme hacer algo, me lo pidieras, lo
haría más rápido y más a gusto.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo
hacer
Decide y mantén esa posición.
Cumple las promesas, buenas o malas
Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un
castigo.
Trata de comprenderme y ayudarme
Cuando te cuente un problema no me digas: "eso no tiene importancia..." porque para mí sí la tiene.
No me digas que haga algo que tú no haces
Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no me lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.
No me des todo lo que te pido
A veces, sólo pido para ver cuánto puedo recibir.
Quiéreme y dímelo
A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario
decírmelo”

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