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miércoles, 5 de octubre de 2011

Evangelio del Jueves XXVII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de octubre, 2011

Evangelio del Jueves XXVII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de octubre, 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11, 5-13)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’.
Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’.
Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.
Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?
Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Jesús nos propone pedir al Padre a través de la oración, movidos por el Espíritu Santo, con fe, con el corazón abierto, con la certeza de que vamos a ser escuchados y con una actitud dispuesta a aceptar su voluntad, aun cuando no nos conceda de forma inmediata lo que hemos pedido. Pero no por eso vamos a juzgarle, ni vamos a sentir rencor contra él, ni tampoco le haremos responsable de nuestros errores. Tenemos que tener confianza y ser perseverantes en la oración, descubrir que la vida que tenemos no es tan absurda y complicada, reconocer abiertamente a través de los hechos el rostro de Dios que nos ama. Él es ternura, compasión, fluidez. Habremos de ser constantes en nuestras oraciones, pedir desde el alma, para tener una mayor comunicación con él como Padre. Ojalá compartamos la convicción de Jesús, de que Dios nunca dará nada que no sea útil y saludable para quienes se empeñan en vivir la Palabra y en seguir por el camino que él nos enseña. Y cuando invocamos a Dios, aún estaremos hablando y él ya nos habrá escuchado.

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