Evangelio del Martes XXVII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 4 de octubre, 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (10, 38-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo:
“Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Sentimos la alegría de Marta al recibir a su amigo Jesús en su casa. Jesús se sienta, y María, la hermana de Marta, se pone a sus pies para escucharle. María también está contenta. Las palabras de su amigo le llegan al corazón.
En nuestra vida muchas cosas y actividades son necesarias para vivir, no podemos dejar de preocupamos por ellas y tenemos que realizarlas, al igual que Marta. Los que no conocen a Dios quizás se preocupan más por esas cosas, pero “el Padre de ustedes sabe que necesitan todo eso” (Mt. 6,33). Preocúpense no por la comida de un día, sino por otra comida que permanece y con la que uno tiene vida eterna (Jn 6,27). No conviene descuidar la Palabra de Dios por el servicio de las mesas (He 6,2); tenemos que procurar en gran medida, como lo hace María, escuchar la Palabra, meditarla, hacerla vida y ponerla en práctica. Estamos llamados a luchar diariamente para lograr un mundo donde haya más justicia y menos discriminación.
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