Evangelio del Miércoles XXVII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 5 de octubre, 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11, 1-4)
Gloria a ti, Señor.
"Señor, enséñanos a orar"
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Entonces Jesús les dijo:
«Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino; danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquél que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación».
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Con la oración del Padre Nuestro, Jesús quiere hacer conscientes a sus discípulos de su condición de hijos de Dios. La oración del cristiano es la oración de un hijo que se dirige a su Padre Dios con confianza filial. Al llamar a Dios Padre Nuestro, reconocemos que la filiación divina nos une a Cristo, ”primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8, 29), por medio de una verdadera fraternidad.
Por ello, la santidad cristiana, aun siendo personal e individual, nunca es individualista o egocéntrica: “Si rezamos de verdad el Padre Nuestro, salimos del individualismo, porque de él nos libera el amor que recibimos. En la oración del Señor, a la invocación inicial: “Padre Nuestro, que estás en el Cielo”, siguen siete peticiones. Las tres primeras tienen por objeto la gloria del Padre: la santificación de su nombre, la venida de su Reino y el cumplimiento de su divina voluntad. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida, para alimentarla o para curarla del pecado, y se refieren a nuestro combate por la victoria del bien.
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