Buscar este blog

lunes, 19 de diciembre de 2011

Meditación: Miércoles IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 21-XII

Meditación: Miércoles IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 21-XII
«Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías v saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada ti; que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor». (Lucas 1, 39-45)
1º. Madre, cuando el ángel te da la noticia de que Isabel va a tener un niño, marchas «deprisa» a verla.
Isabel es mayor y seguro que necesitará ayuda.
Nada más llegar te saluda: «bendita tú entre las mujeres», pues ya eres la Madre de Dios.
Pero esto no te lleva a la soberbia, a creer que los demás han de servirte, sino al contrario: eres «la esclava del Señor» y ahora lo dejas todo para servir a tu prima en lo que necesite.
«¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme?»
Eres la Madre de Dios, y vienes a servir.
¿Y yo?
A veces creo que por la posición que ocupo, por la carrera que hago, por la edad que tengo, lo lógico es que otro se ocupe de las tareas más sencillas: barrer, poner la mesa, ir a comprar, hacer un recado.
Madre, enséñame a servir a los demás como lo hiciste tú con tu prima Isabel.
«Bienaventurada tú que has creído. Por su fe, María vino a ser la madre de todos los creyentes, gracias a la cual todas las naciones (le la tierra reciben a Aquel que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre» (C. I. C.-2676).
Madre, aumenta mi fe, ayúdame a creer más y con más fortaleza.
Tú siempre confiaste en Dios, a pesar de las dificultades que tuviste en Belén, en Nazaret y en la Cruz.
Podías haber pedido explicaciones a Dios en esos momentos de sufrimiento; sin embargo, fuiste siempre fiel, amaste siempre la voluntad de Dios.
Que no me queje cuando me cuesten las cosas; que no le eche la culpa a Dios de lo que no sale como esperaba, sino que sepa ofrecer con paciencia aquella dificultad de modo que me sirva para unirme más a El.
2º. «María proclama que la «llamarán bienaventurada todas las generaciones». Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esta esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las gran des heroínas del Viejo Testamento -Judit, Ester, Débora- consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de Maria, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.
¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: «¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor»» (Amigos de Dios.-286).
Madre, quedan apenas cuatro días para el nacimiento de tu Hijo.
¿Cómo no tener fe; cómo dejar que se debilite mi esperanza; cómo no volver a vibrar de amor, al considerar que el mismo Dios se hace hombre y viene a visitarme para no dejarme solo, para ayudarme, para que le pueda tratar como a un amigo?
Jesús, vas camino de Belén, en el seno de tu madre.
Yo también quiero hacer mi camino a Belén: con más oración, con más sacrificio, con más trabajo bien hecho.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

No hay comentarios: