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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Meditación: Viernes IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 23-XII

Meditación: Viernes IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 23-XII
«Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se con gratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre del padre, Zacarías. Pero la madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó la lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían lo grababan en su corazón, diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él». (Lucas 1, 57-66)
1º. Hoy contempla la Iglesia el nacimiento de Juan el Bautista.
Varios signos prodigiosos han rodeado el suceso: los padres ya no tenían edad para tener hijos; además, Zacarías se queda mudo en el Templo y sólo recobra el habla cuando le pone a su hijo el nombre de Juan.
Tan llamativo era lo que pasaba que «se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»
Mañana por la noche será la Nochebuena, el momento de recordar tu nacimiento, Jesús.
Eres mucho más importante que Juan.
Sin embargo, nadie se va a enterar de tu venida, a excepción de unos pocos pastores.
José es un simple carpintero desconocido; Zacarías, en cambio, era un sacerdote apreciado en su comarca.
Sin sucesos extraordinarios, sin afluencia de familiares y vecinos, sin comodidades de ningún tipo. Así vas a nacer, Jesús.
¿No me dice nada esto?
¿Por qué estoy siempre empeñado en que me vean, reconozcan lo que hago o, al menos, estén pendientes de mí?
¡Cómo me gusta llamar la atención!
Tu nacimiento me enseña a no buscar el aplauso de los hombres, la aparatosidad, la vistosidad.
Ayúdame a trabajar con perfección, esforzándome en mil detalles escondidos que sólo Tú puedes apreciar y valorar.
2º. «Para ti, todavía joven y que acabas de emprender el camino, este consejo: como Dios se lo merece todo, procura destacar profesionalmente, para que puedas después propagar tus ideas con mayor eficacia» (Surco.-928).
Jesús, no quieres que haga las cosas para que me vean, para que me halaguen.
Pero sí quieres que el mensaje cristiano llegue al máximo de gente posible.
«Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Noticia» (CEC.- 3).
Y para anunciar el Evangelio en el mundo, necesito prestigio profesional.
¿Cómo voy a presentar a mis amigos el camino de la santidad, si luego resulta que soy un mal estudiante o un mal profesional?
Por eso debo procurar destacar profesionalmente, rectificando si hace falta la intención: Jesús, no quiero el prestigio para mí, sino para que tu luz brille desde más arriba y así pueda alumbrar a más gente.
«Y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»
Jesús, hoy más que en ninguna época es fácil comunicar las noticias de un sitio a otro.
En poco tiempo puede saberse un acontecimiento en todo el mundo.
¿Cómo es, entonces, que aún eres tan poco conocido?
Hacen falta personas de prestigio en cada actividad que trabajen con visión cristiana, que te traten, que luchen por ser santos.
Y yo debo ser una de esas personas.
«Porque la mano del Señor estaba con él.»
Jesús, Tú te has metido en mi alma al ser bautizado.
¿Cómo no se va a notar en mi vida?
Por un lado, me pides naturalidad -no buscar el aplauso de la gente- y por otro, me pides prestigio profesional para propagar tu doctrina con mayor eficacia.
Ayúdame a conseguir ambas metas.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

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