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sábado, 15 de enero de 2011

Moniciones de las Lecturas y Oracion de los Fieles. Domingo II Semana Tiempo Ordinario.Ciclo A. 16 de enero 2011

II Domingo del Tiempo Ordinario
16 de enero de 2011
MONICIÓN DE ENTRADA
Sean todos bienvenidos a la Eucaristía del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario. Iniciamos, pues este primer periodo del Tiempo Ordinario, tras el Adviento y la Navidad. Y llegaremos hasta el 9 de marzo, fecha que celebraremos la conmemoración del Miércoles de Ceniza y así iniciar la Cuaresma. El relato evangélico de hoy nos recuerda al del domingo pasado. Nos habla del Bautismo del Señor y de la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu junto con las aguas del Jordán. Y hoy, también, queremos recordar que la Iglesia Universal celebra la Jornada Mundial de las Migraciones, y hemos de tener muy en cuenta este difícil tema de los emigrantes e inmigrantes. Seamos fraternos y solidarios con todas esas personas que abandonaron sus casas y no precisamente por gusto. Y no olvidemos jamás que Jesús de Nazaret, con sus padres María y José, fueron inmigrantes en Egipto… Iniciemos, pues, con amor y alegría nuestra Asamblea Dominical. De pie para recibir al Celebrante cantando

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- En la primera lectura, del capítulo 49 del Libro de Isaías, escucharemos la profecía del Siervo de Yahvé. Y ella se cumplirá en Cristo, humilde y pacífico, que asume la misión redentora de ser “Luz de las naciones”. Escuchemos
2.- Iniciamos, como segunda lectura, la Carta primera de San Pablo a los Corintios, que leeremos durante varios domingos más. En ella, el Apóstol saluda, con gran sentido profético a todos los bautizados, a los de su tiempo y a los del futuro, a los de todos los tiempos, porque todos hemos sido salvados por Cristo, sin importar el lugar y la época. Escuchemos
3.- El Evangelio de Juan, sobre el bautismo de Jesús, nos muestra como San Juan, el Bautista, da la gran buena noticia de la llegada del Hijo de Dios. Refleja este texto el testimonio fundamental del Precursor, surgido de la comunicación del Espíritu Santo: Nos anuncia, pues, la llegada ungido por el Espíritu, del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y este texto de San Juan, de hoy, enlaza con el de San Mateo que leímos el domingo pasado, en la Fiesta del Bautismo del Señor. Es el principio de la vida pública del Señor, el inicio del camino de la salvación del género humano. De pie para escuchar la proclamacion del Santo Evangelio.

II Domingo del Tiempo Ordinario
16 de enero de 2011
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Los ángeles, la estrella, el Espíritu Santo en forma de paloma y hoy el Bautista nos señalan donde encontrar nuestra salvación. Sólo Él puede quitar nuestros pecados y a el nos dirigimos para presentar nuestras plegarias al Padre:
PADRE AYUDANOS A ACERCARNOS A CRISTO.
1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes para que no dejen de señalar y mostrar al mundo a Cristo Salvador.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2.- Por todos los pueblos de la tierra, para que reciban el mensaje de Cristo y lo acojan como el Mesías esperado.
OREMOS
3.- Y en esta Jornada Mundial de las Migraciones, te pedimos por todos aquellos hombres y mujeres que han tenido que dejar sus casas y países para buscar una vida mejor, para que reciban la solidaridad de todos los hermanos y el aliento humano y cariñoso de nuestro Dios, hecho Hombre.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por todos los que andan desorientados, para que el Señor suscite almas generosas que les señalen al Cordero como hizo Juan con sus discípulos.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por los matrimonios para que poniendo a Cristo en el centro de su hogar, vivan de acuerdo a su voluntad.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por los enfermos para que sientan el alivio de que el Señor está con ellos acompañándolos y confortándolos.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por las intenciones recibidas en la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas, para que el Señor las atienda conforme a su Santa Voluntad.
OREMOS AL SEÑOR
8.- Por todos nosotros que hemos sido bautizados en la fe de Cristo, para que siendo fieles a Él mostremos con nuestro obrar el camino que conduce al Padre.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, acoge estas súplicas y derrama los dones de tu Santo Espíritu sobre todos los confines de la tierra.
Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor.
Amen

Homilias. Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de enero 2011

1.- CELEBRAMOS NUESTRA LIBERACIÓN
Por Pedro Juan Díaz
1. Cordero de Dios.- Cuántas veces hemos escuchado la expresión “cordero de Dios”, pero que poco nos hemos parado a profundizar en su significado. Es la oración que rezamos antes de comulgar, pero no se puede entender si no conocemos el sentido del “cordero pascual” en la vida judía. ¿Qué quiere decir Juan el Bautista con esta expresión? El cordero era el animal que se ofrecía en los sacrificios que hacían los judíos. Era la ofrenda que hacían las personas pobres. Un cordero fue sacrificado en la liberación de los judíos de Egipto, señalando con su sangre las casas de los liberados. Desde ese momento y para celebrar la liberación de la esclavitud de Egipto, todas las familias se reunirán en la noche de la Pascua, y sacrificarán un cordero en conmemoración de aquel día. El cordero se convirtió así en el símbolo de la Pascua, de la liberación.
2.- Los cristianos celebramos otra Pascua, otra liberación. Celebramos la liberación de algo que nos esclaviza y a lo que llamamos pecado. En esta Pascua hay un paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la Vida. Y también un “cordero” va a ser sacrificado para perdonar el pecado del mundo. Jesús es ese “cordero”. Pero además es el cordero “de Dios”, porque tiene la plenitud del Espíritu. Su sacrificio en la cruz nos ha “marcado” para siempre como personas libres del pecado. Con la entrega de su vida ha quitado el pecado que da la muerte, y todo lo que ello conlleva, para que vivamos como hombres y mujeres libres, como hijos de Dios, miembros de su gran Familia.
3. Jornada mundial de las migraciones.- Precisamente ese sentido de unidad de la gran familia humana es el que quiere resaltar el lema de una jornada que estamos celebrando este fin de semana en toda la Iglesia: la Jornada mundial de las migraciones. Su lema es “una sola familia humana”. Nos parece obvio que Jesús, al sacrificarse por nosotros como el “cordero de Dios” no hace distinción en los que salva, ni por su clase social, ni por el color de su piel, ni por en lugar en el que han nacido. La salvación es universal. El gran deseo de Dios está expresado en la primera lectura del Profeta Isaías: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”, para que todas las personas por las que Jesús se sacrificó como “cordero de Dios” podamos formar “una sola familia”.
Entre nosotros, y también en nuestra Iglesia, sigue habiendo “pecado que quitar”, mucho racismo, xenofobia, intolerancia hacia lo diferente, hacia los que no piensan o viven como nosotros. El gran reto de todos es reconocernos hermanos, no sólo en este aspecto de la relación con los inmigrantes, sino en todos los aspectos de nuestra vida, también en las relaciones de cada día entre nosotros. La Iglesia nos propone todos los años esta jornada para recordarnos estas claves fundamentales, y para seguir manteniendo la tensión por construir el Reino de Dios desde las claves de la fraternidad y la igualdad. Todos somos hermanos, todos somos iguales ante Dios. Jesús es el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” para todas las personas por igual.
4.- Semana de oración por la unidad de los cristianos.- En esta misma línea, la Iglesia también nos propone la próxima semana que recemos por la unidad de los cristianos. Del 18 al 25 de Enero celebraremos el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales se han ido incorporando a esta larga marcha de plegarias y oraciones por la recuperación de la unidad visiblemente perdida de la Iglesia, y la oración intensa y ferviente del Octavario es hoy patrimonio de todas las confesiones cristianas. Dios tiene una misión para su “ungido”: reunir, convocar, sanar, recuperar, reconciliar… La misión del profeta es “reunir a Israel”. La misión del “cordero de Dios” es quitar el pecado del individualismo, de la división, del odio, de la falta de unidad.
En el fondo, todo nos lleva a lo mismo. La Eucaristía de cada domingo nos convoca a celebrar con alegría que somos una gran familia, la familia de los hijos y las hijas de Dios, que no conoce fronteras, en la que cabemos todos, y en la que Él, el “cordero pascual”, se ofrece una y otra vez para hacernos libres del pecado. En nosotros está acoger esa salvación. En nosotros está valorar ese “sacrificio” redentor. Para nosotros Él está ahí, en la Mesa, convocándonos, animándonos, llamándonos a la unidad, ofreciéndose por nosotros, por nuestra salvación. Proclamemos juntos nuestra fe en el Dios sin fronteras, en el Dios de todos y todas, en el Dios de la unidad, en el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
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2.- EL PECADO DEL MUNDO
Por Gabriel González del Estal
1.- Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El “pecado del mundo” es más amplio y profundo que los pecados personales que cometemos individualmente cada uno de las personas humanas. El pecado del mundo es un pecado social y estructural que afecta a comunidades enteras de personas: las guerras, el hambre, la injusticia, la desigualdad económica y social, la discriminación, el egoísmo y la ambición sin límites… Es verdad que, aunque no son la misma cosa, sí hay una relación íntima entre los pecados individuales y el pecado del mundo, porque el pecado del mundo se concreta y realiza en y a través de nuestros pecados individuales. Si no hubiera pecados individuales no habría pecado del mundo. Cristo vino a quitar los pecados individuales y vino también a quitar el pecado del mundo. El pecado del mundo es siempre, en definitiva, un pecado contra el amor, contra el mandamiento nuevo que Jesús nos mandó. San Juan, en su primera Carta, lo dice y lo repite por activa y por pasiva. Me limito a repetir algunas de las frases de esta Carta que hemos leído en las eucaristías del día en el que estoy escribiendo esto: “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni el que no ama a sus hermanos. Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros… quien no ama permanece en la muerte; no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad”.
2.- Lo que Cristo quiere es que cada uno de sus seguidores, cada uno de nosotros los que nos llamamos cristianos, luchemos contra el pecado del mundo, contra el desamor, individual y socialmente. Que amemos nosotros de verdad, con obras, a nuestros hermanos, y que luchemos, con amor y por amor, contra el pecado social y estructural del mundo en el que vivimos. Los cristianos no podemos conformarnos con ser nosotros individualmente buenos, debemos luchar activamente contra el gran pecado estructural, contra el pecado del mundo, contra el pecado del desamor. Sí, sabiendo que yo no voy a cambiar definitivamente al mundo, pero sabiendo también que mi lucha es necesaria para que el mundo cambie. De muchos buenos granos de arena se hace una buena playa y de muchas acciones buenas individuales se hace una sociedad buena. Debemos hacerlo todo movidos por el Espíritu Santo, por el Espíritu que Juan vio que se posaba, como una paloma, sobre Jesús de Nazaret. Así también nosotros daremos testimonio de Jesús y así también nosotros, por Él y con Él, estaremos contribuyendo a quitar el pecado del mundo.
3.- Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Esa fue la vocación del “siervo de Yahvé”, esa fue la vocación de Cristo, esa debe ser la vocación de cada uno de los cristianos. No podemos encerrarnos ni en nosotros mismos, ni en nuestro propio barrio, ciudad o Estado; nuestra vocación es universal, católica, como fue la vocación del siervo de Yahvé. Porque el pecado del mundo nos supera y nos trasciende, está en cualquier lugar del mundo donde un ser humano sufre el pecado del desamor. Si actuamos así, también Dios podrá decirnos a nosotros que somos sus siervos, de los que Él se siente orgulloso.
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3.- RECIBAMOS EL ESPÍRITU DEL SEÑOR
Por José María Maruri, SJ
1.- Todos hemos visto alguna vez, o en fotografía o en película, o quizás personalmente, esas multitudes de indios bajando lentamente por las orillas a las aguas del Ganges para purificarse en las aguas sagradas. El agua siempre ha tenido en todas las civilizaciones el significado de purificación antes de entrar en contacto con la divinidad. En el recinto exterior de todo templo shintoista hay una fuente o depósito hecho de piedra con cuya agua se purifican las manos y los pies o se bebe un poco en señal de purificación antes de proceder al interior del templo
2.- Juan el Bautista también tocó el agua, como era costumbre en esos tiempos, como medio de purificación, pero exigía al mismo tiempo la conversión del corazón, sabiendo que el solo meterse en el agua no cambia nada en el interior del hombre si este no ha cambiado a sí mismo. Pero aún así Juan sabía que su bautismo no era lo que debía de ser. Purificarse y morir a la mala vida es un paso aún negativo. Cuando el hombre sale del agua necesita comenzar a vivir una nueva vida.
Y Juan señala a Jesús y le define con aquellas palabras: “ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo”. No basta morir bajo el agua es necesario renacer, como dijo Jesús a Nicodemo: “Yo te aseguro que si no renace el hombre del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de los Cielos”.
3.- Todos nosotros estamos bautizados, y vosotros habéis bautizado a vuestros hijos. ¿Y tenemos conciencia de lo que eso fue y lo que es? Renacer: ese niño que acaba de nacer y tiene un principio humano que le hace actuar como ser humano, todavía, tiene que nacer otra vez. Sobre ese principio de actos humanos, necesita otro principio para que sea capaz de amar a un Dios que “nadie jamás ha visto”, para que sea capaz de admitir un ser que sus ojos no ven, ni sus manos van a palpar. Y ese principio nuevo, sobrenatural, es el Espíritu Santo. Nosotros, vuestros niños en el bautismo, reciben el Espíritu de Jesús, que les va a hacer moverse en un sentido sobrenatural, hacia Dios.
4.- Y ese venir del Espíritu Santo hace que ese niño quede consagrado, dedicado a Dios, como al consagrar un cáliz queda dedicado solamente al culto divino. Ese niño que tenéis en brazos, por ser templo del Espíritu Santo es un ser santificado y consagrado por Jesucristo como dice hoy San Pablo. “Separemos de las tinieblas a la luz.
** A) Esos niños y cada uno de nosotros somos elegidos por Dios desde el vientre de nuestras madres y consagrados, es decir, separados, apartados del mal del mundo (llámesele Satanás), de todo lo que nos aparta de Dios, apartados de odios, y envidias, de egoísmos e injusticias, de violencias y materialismo, de todo lo que nos haga olvidarnos de Dios como puede ser el placer desenfrenado, el dinero o el poder.
** B) A todo esto renunciamos en las promesas del bautismo. Y para significar nuestra dedicación a Dios por el Espíritu que acabamos de recibir se unge al niño con el Crisma, como se ungen los cálices con óleo sagrado para dedicarlos a Dios. Y en ello se simboliza esa separación que hace del cristiano, de todo cristiano, un sacerdote, un profeta y un rey. “Pueblo regio y sacerdotal”, que nos dice San Pedro.
5.- Pero todo esto nos viene de que el Espíritu del Señor vive en nosotros, de que vivimos la misma vida interna de Dios, que por eso nos hace realmente hijos suyos, y por tanto hermanos entre nosotros. Por eso es mucha verdad de que por el bautismo el niño comienza a ser hijo de Dios, por recibir la misma vida de Dios.
Por eso el bautismo no se reduce a que el cura eche agua y a tomar chocolate con churros. En los niños es una semilla que los padres y padrinos tienen que cuidar. Y en nosotros es una elección, una llamada de Dios a la que cada uno de nosotros tiene que responder libremente. Todo esto es totalmente distinto de unas abluciones externas en el Ganges, o un lavado de manos en un templo shintoista, Aquí hay una misteriosa realidad interior por la que es Dios quien transforma al hombre en hijo suyo de verdad.

Oficio Divino. Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Visperas y Completas. Domingo II Semana Tiempo Ordinaio. Ciclo A. 16 de ener 2011

OFICIO DIVINO-TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA II
Del Propio. Salterio II
16 de enero 2011
OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: QUE DOBLEN LAS CAMPANAS JUBILOSAS

Que doblen las campanas jubilosas,
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.

Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.

Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.

Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.

Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

Salmo 103 I - HIMNO AL DIOS CREADOR

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;

pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

Ant. 2. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

Salmo 103 II

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.

Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.

Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.

Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.

Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

Ant. 3. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

Salmo 103 III

¡Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría!;
la tierra está llena de tus creaturas.

Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;

escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.

Cantaré al Señor mientras viva,
tocaré para mi Dios mientras exista:
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

V. Dichosos vuestros ojos porque ven.
R. Y vuestros oídos porque oyen.

PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos 4, 1-25

ABRAHAM FUE JUSTIFICADO POR SU FE

Hermanos: ¿Qué diremos respecto de Abraham, nuestro progenitor natural? Si Abraham fue justificado por las obras, tiene un título de gloria, pero no lo tiene ante Dios. Porque, vamos a ver, ¿qué dice la Escritura? «Abraham creyó a Dios, y Dios estimó su fe como justificación.» El salario del que ejecuta un trabajo no es estimado como un favor, sino como una deuda; pero la fe del que sin hacer obra alguna cree en aquel que justifica al pecador es estimada por Dios como justificación.

Del mismo modo, proclama también David bienaventurado al hombre a quien Dios confiere la justificación, haciendo caso omiso de las obras: «Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.»

Ahora bien, esta proclamación de felicidad ¿recae solamente sobre los circuncisos o también sobre los incircuncisos? Ya que decimos que Dios estimó la fe de Abraham como justificación. Pero, ¿cómo la estimó? ¿Después de la circuncisión o antes? No cuando estaba circuncidado, sino cuando todavía estaba sin circuncidar. Y la señal de la circuncisión la recibió como sello de la justificación por la fe, justificación que, incircunciso todavía, poseía ya. De este modo, viene a ser padre de todos los creyentes no circuncidados, para que también a éstos se les impute la justificación. Y asimismo viene a ser padre de los circuncisos, de aquellos que no sólo tienen la circuncisión, sino que también siguen las huellas de la fe que tenía nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

No se vinculó tampoco al cumplimiento de la ley, sino a la justificación por la fe, la promesa hecha a Abraham y a su posteridad de poseer en herencia el mundo. En efecto, si los sometidos a la ley son los herederos, la fe no tiene razón de ser, y la promesa queda sin valor alguno.

La ley trae consigo la cólera de Dios; que donde no hay ley, no hay transgresión. Por consiguiente, la transmisión de las promesas es por la fe, para que todo sea gratuito. Así las promesas tienen valor para todos los descendientes de Abraham, no sólo para los sometidos a la ley, sino también para los que tienen la fe de Abraham. Él es padre de todos nosotros, como de él dice la Escritura: «Te he constituido padre de muchas naciones.» Es nuestro padre ante Dios, en quien creyó, Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no es.

Abraham, esperando en Dios contra toda esperanza, tuvo fe; y así llegó a ser padre de muchas naciones, según el oráculo: «Así de numerosa será tu descendencia.» Y no flaqueó en la fe, al considerar su cuerpo ya marchito (era casi centenario) y la incapacidad generativa de Sara; y, ante la promesa de Dios, no vaciló, dejándose llevar de la incredulidad; sino que, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios, que lo había prometido, tenía también poder para cumplirlo. Por eso, estimó Dios su fe como justificación.

Pero no solamente por él dice la Escritura que Dios estimó su fe, sino que lo dice también por nosotros. Dios estimará nuestra fe como justificación, creyendo como creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.

RESPONSORIO Hb 11, 17. 19; Rm 4, 17

R. Por la fe, puesto a prueba, ofreció Abraham a Isaac; y ofrecía a su unigénito, a aquel que era el depositario de las promesas; * concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de entre los muertos.
V. Creyó en aquel que da vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no es.
R. Concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de entre los muertos.

SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Efesios
(Cap. 2, 2--5, 2: Funk 1, 175-177)

EN LA CONCORDIA DE LA UNIDAD

Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados. No os hablo con autoridad, como si fuera alguien. Pues, aunque estoy encarcelado por el nombre de Cristo, todavía no he llegado a la perfección en Jesucristo. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad. Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también acerca de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. En efecto, Jesucristo, nuestra vida inseparable, expresa el sentir del Padre, como también los obispos, esparcidos por el mundo, son la expresión del sentir de Jesucristo.

Por esto debéis estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por vuestra unión y concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para que seáis siempre partícipes de Dios.

Si yo, en tan breve espacio de tiempo, contraje con vuestro obispo tal familiaridad, no humana, sino espiritual, ¿cuánto más dichosos debo consideraros a vosotros, que estáis unidos a él como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, resultando así en todo un consentimiento unánime? Nadie se engañe: quien no está unido al altar se priva del pan de Dios. Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con toda la Iglesia?

RESPONSORIO Cf. Ef 4, 1. 3-4

R. Os ruego, por el Señor, que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. * Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
V. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.
R. Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: CRISTO, EL SEÑOR

Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.

Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.

Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.

Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.

Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.

Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.

Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.

Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Ant. 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

LECTURA BREVE Ez 36, 25-27

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

RESPONSORIO BREVE

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Espíritu Santo bajó del cielo como una paloma y se posó sobre Jesús.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Espíritu Santo bajó del cielo como una paloma y se posó sobre Jesús.

PRECES

Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:

Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.

Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.

Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.

No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.

Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Llamé, y él me respondió.

Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ

En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llamé, y él me respondió.

Ant. 2. El Señor guarda tus entradas y salidas.

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor guarda tus entradas y salidas.

Ant. 3. Me he alegrado por lo que me dijeron.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Me he alegrado por lo que me dijeron.

LECTURA BREVE Rm 5, 1-2. 5

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios; y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
R. Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

Salmo 22 - EL BUEN PASTOR

El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

Ant. 2. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

Salmo 75 I- ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA

Dios se manifiesta en Judá,
su fama es grande en Israel;
su tabernáculo está en Jerusalén,
su morada en Sión:
allí quebró los relámpagos del arco,
el escudo, la espada y la guerra.

Tú eres deslumbrante, magnífico,
con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño,
y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!,
inmovilizaste carros y caballos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

Ant. 3. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

Salmo 75 - II

Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti
al ímpetu de tu ira?
Desde el cielo proclamas la sentencia:
la tierra teme sobrecogida,
cuando Dios se pone en pie para juzgar,
para salvar a los humildes de la tierra.

La cólera humana tendrá que alabarte,
los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos,
y traigan los vasallos tributo al Temible:
él deja sin aliento a los príncipes,
y es temible para los reyes del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

LECTURA BREVE Rm 8, 26

De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras.

V. Que llegue mi clamor a tu presencia, Señor.
R. Con tus palabras dame inteligencia.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE 2Co 1, 21-22

Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

V. El Señor es mi luz y mi salvación.
R. El Señor es la defensa de mi vida.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios. HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE 2Co 1, 21-22

Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

V. El Señor es mi luz y mi salvación.
R. El Señor es la defensa de mi vida.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?

¿Dónde está muerte, tu victoria?
¿Dónde está muerte, tu aguijón?
Todo es destello de su gloria,
clara luz, resurrección.

Fiesta es la lucha terminada,
vida es la muerte del Señor,
día la noche engalanada,
gloria eterna de su amor.

Fuente perenne de la vida,
luz siempre viva de su don,
Cristo es ya vida siempre unida
a toda vida en aflicción.

Cuando la noche se avecina,
noche del hombre y su ilusión,
Cristo es ya luz que lo ilumina,
Sol de su vida y corazón.

Demos al Padre la alabanza,
por Jesucristo, Hijo y señor,
dénos su espíritu esperanza
viva y eterna de su amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Ant. 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Ts 2, 13-14

Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Juan, testigo de la luz, dice: «Jesús es el Hijo de Dios.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Juan, testigo de la luz, dice: «Jesús es el Hijo de Dios.»

PRECES

Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres,
que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre
y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz
y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Acoge, Señor, a tus hijos difuntos
y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE

Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

Evangelio del Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de enero 2011

Evangelio del Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de enero 2011.

† Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 29-34)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.
Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo ví y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El evangelio de este domingo, tomado del Libro de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice que detrás de él viene uno que es más importante que él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, por eso da testimonio de él. Y lo hace -y lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace mucho tiempo se quedaron sin base y que hasta han perdido su inteligibilidad. Hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía nuestros pecados, que quita el pecado del mundo con su sangre, que nos «redime»... es hablar en unas categorías que sólo podemos conocer por estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no podemos captar «por sentido común» por una evidencia que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con la Naturaleza.

Para la revisión de vida
“Ser pre-cursor de Jesús” hoy no puede entenderse sino como precursor del Reino, de la Utopía de Jesús. Jesús no necesita que alguien vaya delante anunciándole a él, porque él mismo nunca se anunció a sí mismo. Él vino para hacernos mirar hacia el Reino, no hacia él (lo cual han olvidado muchos y muchas, que se quedan mirándole a los ojos, o al dedo con el que él nos indica el lugar donde debemos mirar: al Reino. Tal vez por eso Juan Bautista, aunque nosotros lo llamemos “el precursor”, él era sobre todo un profeta de la justicia... Seamos “precursores de Jesús”, o sea, de su Causa.

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 16 de enero 2011

= Domingo 16 de Enero, 2011
Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera
Antífona de Entrada
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que todos canten himnos en tu honor y alabanzas a tu nombre.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas los cielos y la tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (49, 3. 5-6)
El Señor me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”.
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 39
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza, él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: “Aquí estoy”.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 1-3)
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 29-34)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.
Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo ví y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Las lecturas de este domingo tienen como eje transversal la invitación de Dios a toda la humanidad a asumir como propio el proyecto del Reino, de retarle, en libertad y sinceridad, a una manera nueva de ser hombre y mujer, de ser creación y sociedad. El texto que leemos en la primera lectura forma parte del segundo Cántico del Siervo (Is 49,1 – 50,7) en el que se identifica al pueblo de Israel como el servidor de Dios; este Israel mencionado aquí no representa la totalidad del pueblo de Dios, sino que, tal vez, se refiera a aquella pequeña comunidad creyente desterrada en Babilonia, a ese grupo reducido que mantiene viva la esperanza y la fe. Ese grupo que, a pesar de estar lejos de su tierra, mantiene su confianza en que Yahvé es el que traerá la salvación a todo el pueblo de Israel y al mundo entero, pues Dios ha puesto sus ojos en él y le ha asignado la misión de expresar a toda la creación su deseo más profundo: salvar a todos sin excepción. El profeta que escribe este cántico marca una gran diferencia en cuanto a la comprensión de la salvación prometida por Yahvé; siendo el tiempo del exilio, el profeta anuncia una salvación para todas las naciones, no únicamente para el pueblo de Israel.
Pablo inicia su carta confirmando la universalidad del Reino de Dios; expresando que el mensaje de salvación es para todos los que en cualquier lugar -y tiempo- invocan el nombre de Jesucristo. Este saludo es dirigido a los cristianos de Corinto; sin embargo, por la manera solemne en que Pablo escribe (a la Iglesia de Dios de Corinto), se puede afirmar que el apóstol se está refiriendo a la única y universal Iglesia de Cristo, que se hace presente históricamente en los creyentes de Corinto. Es decir, que aunque Pablo escriba de manera particular a esta comunidad, su mensaje desborda los límites de espacio y tiempo, adquiriendo en todo momento actualidad y relevancia, pues es una Palabra dirigida a la humanidad entera. Hombres y mujeres hemos recibido la gracia de ser hijos de Dios, por medio de Jesús; hemos sido consagrados por Dios para realizar en nuestras vidas la “vocación santa”, que en nuestro lenguaje correspondería a la “misión” de hacer presente, aquí y ahora, el reino de Dios: hacer de este mundo un lugar más justo y solidario, menos violento y destructor, más libre y fraterno. Quien asume como modo normal de vida este horizonte liberador está invocando el nombre de Jesús.
El evangelio de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice que detrás de él viene uno que es más importante que él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, por eso da testimonio de él. Y lo hace -y lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace mucho tiempo se quedaron sin base y que hasta han perdido su inteligibilidad. Hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía nuestros pecados, que quita el pecado del mundo con su sangre, que nos «redime»... es hablar en unas categorías que sólo podemos conocer por estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no podemos captar «por sentido común» por una evidencia que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con la Naturaleza.

Para la revisión de vida
“Ser pre-cursor de Jesús” hoy no puede entenderse sino como precursor del Reino, de la Utopía de Jesús. Jesús no necesita que alguien vaya delante anunciándole a él, porque él mismo nunca se anunció a sí mismo. Él vino para hacernos mirar hacia el Reino, no hacia él (lo cual han olvidado muchos y muchas, que se quedan mirándole a los ojos, o al dedo con el que él nos indica el lugar donde debemos mirar: al Reino. Tal vez por eso Juan Bautista, aunque nosotros lo llamemos “el precursor”, él era sobre todo un profeta de la justicia... Seamos “precursores de Jesús”, o sea, de su Causa.


Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Demos gracias a Dios que nos da su paz y su salvación, y pidámosle que haga brillar su luz sobre el mundo y en cada corazón para que Él pueda encontrar su complacencia en cada criatura, obra de sus manos.
Digamos:
Escúchanos, Señor.
Para que el Espíritu Santo fortalezca la fe de los cristianos a fin de que podamos dar testimonio de la salvación que nos viene de Dios.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que los pastores de la Iglesia contribuyan a extender el Reino de un extremo al otro de la tierra.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que los que gobiernan las naciones contribuyan al proyecto que Dios tiene de justicia, libertad y paz.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que los matrimonios, los misioneros y los consagrados pongan su confianza en el Señor y secunden su voluntad.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que a los encarcelados, perseguidos o maltratados, se les manifieste el Señor y pongan en Él su esperanza.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que todos los bautizados proclamemos que Jesús es el Señor de nuestras vidas.
Oremos.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Gracias, Señor, por habernos llamado en tu Hijo Jesucristo; escucha nuestros ruegos y haz que tu gracia y tu paz sostengan nuestro vivir.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical II
El misterio de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen; sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte y, resucitando, nos dio vida eterna.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Lectio Divina. Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de enero 2011

Lectio: 2º Domingo del tempo ordinario
Lectio:
Domingo, 16 Enero, 2011
Juan Bautista anuncia a Jesús
como Cordero de Dios
Juan 1,29-34
1. Oración inicial

En esta lectura orante del evangelio de Juan nos podrán acompañar y servir de estímulo las palabras de John Henry Newman, que con estas palabras gustaba dirigirse orando al Señor: “Estás conmigo y yo comenzaré a resplandecer como tú resplandeces; a resplandecer hasta llagar a ser luz para los demás. La luz, oh Jesús, vendrá toda de ti: no será nada mérito mío. Serás tú quien resplandece, a través de mí, sobre los demás. Haz que yo te alabe así, en el modo que más te agrada resplandeciendo sobre todos aquellos que me rodean. Dale la luz a ellos y dame la luz a mí; ilumina a los otros juntamente conmigo y a través de mí. Enséñame a defender tu alabanza, tu verdad, tu voluntad. Haz que yo te anuncie no con las palabras, sino con el ejemplo, con aquella fuerza de atracción, aquella influencia sólida que proviene de lo que hago, con mi visible semejanza a tus santos y con la clara plenitud del amor que mi corazón nutre por ti”. (Meditations and Devotions).
2. El texto
In aquel tiempo, 29 al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. 31 «Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.» 32 Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. 33 Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: `Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo'. 34 Y yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios.»
3. Pausa de silencio orante
La Palabra de Dios exige ser deseada y escuchada por medio del silencio. Hazte callar a ti mismo, vuélvete disponible para acoger la presencia de Dios en su Palabra; un silencio que sabe dejar espacio en el propio corazón para que Dios venga a hablarte.
4. Lectura simbólica
El pasaje litúrgico del evangelio nos presenta a dos animales de alto valor espiritual en la Biblia: el cordero y la paloma. El primero alude a textos significativos en la Biblia: la cena pascual del éxodo (cc. 12-13); la gloria del Cordero-Cristo en el Apocalipsis.
a) El símbolo del cordero:
Dirijamos ahora nuestra atención al símbolo del “Cordero (amnos) de Dios” y a su significado.
- Una primera alusión bíblica para la comprensión de esta expresión usada por Juan Bautista para indicar la persona de Jesús es la figura del Cordero victorioso en el libro del Apocalipsis: en 7,17 el Cordero es el Pastor de los pueblos; en 17,14 el Cordero destruye los poderes malvados de la tierra. En tiempos de Jesús se creía que al final de la historia se aparecería un cordero victorioso o destructor de las potencias del pecado, de las injusticias, del mal. Tal idea es un síntoma también de la predicación escatológica de Juan el Bautista: avisaba que la ira era inminente (Lc 3,7), que el hacha ya estaba puesta a la raíz del árbol y que Dios está a punto de abatir y echar en el fuego todo árbol que no llevase buenos frutos (Lc 3,9). (Mt 3,12 y Lc 3,17).
Otra expresión muy fuerte con la que el Bautista presenta a Jesús se encuentra en Juan 1,29: “Él tiene en la mano el bieldo para limpiar su era y para recoger el grano en el granero; pero a la paja la quemará con fuego inextinguible”. No es equivocado pensar que Juan el Bautista pudiese describir a Jesús como el cordero de Dios que destruye el pecado del mundo. De hecho, en 1 Juan 3-5 se dice: “ El apareció para quitar los pecados”; y en 3,8: “El Hijo de Dios apareció para destruir las obras del diablo”. Es posible que Juan Bautista saludase a Jesús como el cordero victorioso que debería, por mandato de Dios, destruir el mal en el mundo.
Una segunda alusión bíblica es el Cordero como Siervo sufriente. Esta figura del siervo de Dios sufriente o de JHWH es el sujeto de cuatro cantos en el Deutero-Isaías: 42,1-4.7.9; 49,1-6.9.13; 50,4-9.11; 52,13-53,12). Nos preguntamos si el uso de “Cordero de Dios” en Juan 1,29 se coloree del uso de “cordero” para aludir al Siervo sufriente de Jawè en Isaías 53. ¿En verdad Juan consideraba a Jesús el cordero de Dios siguiendo la interpretación de Siervo sufriente?
Ciertamente no hay pruebas reales de que el Bautista haya hecho una tal interpretación, pero tampoco hay pruebas para excluirlo. De hecho en Isaías 53,7 se dice que el Siervo: “No abrió la boca; era como un cordero llevado al matadero y como una oveja ante sus trasquiladores”. Esta descripción se aplica a Jesús en las Actas 8, 32 y también la semejanza entre el Siervo sufriente y Jesús se aplicaba por los cristianos (ver Mt 8,17 = Is 53,4; Heb 9,28 = Is 53,12).
Además en la descripción que Juan el Bautista hace de Jesús en 1,32-34, hay dos aspectos que evocan la figura del Siervo: en el v. 32 Juan el Bautista afirma haber visto al Espíritu descender sobre Jesús y posarse sobre Él; en el v. 34 él identifica a Jesús como el elegido de Dios. Así en Isaías 42,1 (un pasaje que también los sinópticos conectan con el Bautismo de Jesús) se dice: “He ahí mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco” (ver Mc 1,11). He puesto mi espíritu sobre él”. Como también en Isaías 61,1: “El Espíritu del Señor Dios está sobre mí”. Estas alusiones bíblicas pueden confirmar la posibilidad de que el evangelista estableciese una conexión entre el Siervo en Isaías 42; 53 y el Cordero de Dios.
Que Jesús, después, se describa con los trazos del Siervo sufriente lo encontramos en otras partes del evangelio de Juan (12,38 = Is 53,1).
Hay un aspecto interesante que queremos resaltar: se dice que el Cordero de Dios quita el pecado del mundo. En Isaías 53,4.12 se dice que el Siervo lleva o se carga los pecados de muchos. Jesús con su muerte destruye el pecado o se lo carga Él mismo.
Por tanto según esta segunda acepción, el Cordero como Siervo sufriente, Cristo es aquél que se ofrece libremente a sí mismo para eliminar del mundo el pecado y llevar a Dios a todos sus hermanos en la carne.
Una confirmación moderna de esta interpretación de Jesús como “Cordero de Dios” lo encontramos en un documento de los obispos italianos: “El Apocalipsis de Juan, lanzándose hasta las últimas profundidades del misterio del Enviado del Padre, llega a reconocer en Él al Cordero inmolado “desde la fundación del mundo” (Apoc 13,8). Áquel con cuyas llagas hemos sido curados (1Ptr 2,25; Is 53,5)” (Comunicare il vangelo in un mondo che cambia,15)
Una tercera alusión bíblica es el Cordero como cordero pascual. El simbolismo de la Pascua está muy difundido en el evangelio de Juan especialmente en relación con la muerte de Jesús. Para las comunidades cristianas a las que Juan se dirige con su evangelio, el Cordero quita el pecado del mundo con su muerte. De hecho en Juan 19,14 se dice que Jesús fue condenado a muerte al mediodía de la vigilia de la Pascua, o sea, en el momento en el que los sacerdotes comenzaban a sacrificar los corderos pascuales en el Templo para la fiesta de la Pascua. Otro nexo del simbolismo pascual con la muerte de Jesús es que mientras estaba en la cruz, una esponja empapada en vinagre fue levantada hacia Él con una caña (19,29) , y era la caña o hisopo la que se mojaba en la sangre del cordero pascual para rociar las jambas de las puertas de los israelitas (Éx. 12,22). Además en Juan 19,36 el cumplimiento de las Escrituras, que ningún hueso de Jesús fue quebrado, constituye una clara referencia al texto del Éx. 12,46 en el que se dice que ningún hueso del cordero pascual debe ser quebrado. La descripción de Jesús como Cordero está presente en otra obra de Juan, el Apocalipsis: en 5,6 se habla del cordero inmolado; en Apocalipsis 7,17 y 22,1 el Cordero es áquel del cual brota la fuente de agua viva , y también este aspecto es una alusión a Moisés, que hizo brotar agua de la roca; en fin, en Apocalipsis 5,9 se hace mención a la sangre redentora del Cordero, otro motivo pascual que se referirá a la salvación de las casas de los israelitas de la muerte.
Existe un paralelismo entre la sangre del cordero rociada sobre las jambas de las puertas como signo de liberación y la sangre del cordero ofrecido en sacrificio de liberación. Los cristianos muy pronto empezaron a comparar a Jesús con el cordero pascual y, al hacer esto, no dudaron usar el lenguaje sacrificial: “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado” (1Cor 5,7), poniendo el oficio de Jesús el de quitar el pecado del mundo.
b) El símbolo de la paloma:
Este segundo símbolo también contiene varios aspectos. Ante todo la expresión “como paloma” era un dicho común para expresar el lazo afectivo con el nido En nuestro contexto evidencia que el Espíritu encuentra su nido, su hábitat natural y de amor en Jesús. Todavía más: la paloma simboliza el amor del Padre que se establece en Jesús como en una habitación permanente (ver Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22)
La expresión, pues, “como paloma” está en conexión con el verbo descender: para expresar que no se trata del aspecto físico de una paloma, sino el modo de descendimiento del Espíritu (como el vuelo de una paloma), en el sentido de que no impone miedo, más bien confianza. Tal simbolismo bíblico de la paloma no tiene respuesta en otros simbolismos bíblicos; pero una antigua exégesis rabínica compara el aletear del Espíritu de Dios sobre las aguas primordiales con el revolotear de la paloma sobre su nido. No hay que excluir que Juan al usar este símbolo, haya querido decir que la bajada de Espíritu en forma de paloma sería una clara referencia al comienzo de la creación: la encarnación del proyecto de Dios en Jesús es el culmen y la meta de la actividad creadora d Dios.
El amor que Dios tiene por Jesús (correspondiente al movimiento de la paloma al volver al nido) lo empuja a comunicar la plenitud de su propio ser divino (el Espíritu que es amor y lealtad).
5. El mensaje
a) Nuestra salvación es Cristo: El Bautista ha tenido como un deber el de indicar en Jesús “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El anuncio del evangelio, la palabra de Cristo Jesús, permanecen esenciales e indispensables hoy como lo han sido ayer. El hombre no cesa nunca de tener necesidad de liberación y salvación. Anunciar el evangelio no significa, comunicar las verdades teóricas y ni siquiera un conjunto de normas morales. Significa, por el contrario, llevar a los hombres a hacer la experiencia de Jesucristo, venido al mundo – según el testimonio de Juan – para salvar al hombre del pecado del mal, de la muerte. Por tanto, no se puede transmitir el evangelio prescindiendo de las necesidades y las esperanzas del hombre de hoy. Hablar de la fe en Jesús, cordero de Dios que quita el pecado del mundo, significa hablar al hombre de nuestro tiempo preguntándose primero qué busca él en lo profundo de su corazón.
“Si queremos adoptar un criterio oportuno..., debemos cultivar dos atenciones entre sus complementarios..De entrambos es testigo Jesucristo. La primera consiste en el esfuerzo de ponernos a la escucha de la cultura de nuestro mundo, para discernir las semillas del Verbo de tiempo presente en ella, incluso más allá de los confines visibles de la Iglesia.. Escuchar las esperanzas más íntimas de nuestros contemporáneos, tomar en serio sus deseos e investigaciones, tratar de entender qué es lo que hace arder sus corazones y qué es lo suscita en ellos miedo y desconfianza”. Además, la atención de aquello que brota como necesidades y esperanzas en el corazón de los hombres “no significa renuncia a la diferencia cristiana, a la trascendencia del Evangelio...el mensaje cristiano aún proponiendo un camino de plena humanización, no se limita a proponer un mero humanismo. Jesucristo ha venido a hacernos partícipes de la vida divina, de la que ha sido felizmente llamada “la humanidad de Dios” (Comunicar el evangelio en un mundo que cambia n. 34)
b) El Espíritu no sólo viene a posarse sobre Jesús, sino que Él lo posee de modo permanente, de forma que lo puede dispensar a otros en el bautismo. Finalmente, el cordero que perdona los pecados y “la paloma de la Iglesia se encuentran en Cristo”. Traemos a colación una expresión de San Bernardo en la que une así los dos símbolos: “El cordero es entre los animales lo que la paloma es entre las aves: inocencia, dulzura, sencillez”.
c) Algunas líneas operativas:
- Renovar la disponibilidad de colaborar con la misión de Cristo en comunión con la Iglesia ayudando al hombre a ser liberado del mal, del pecado.
- Unirse en el camino de todo hombre y de toda mujer para que vivan en la esperanza en Jesús que libera y salva.
- Testimoniar el propio gozo de experimentar la eficacia de la palabra de Jesús en la propia vida.
- Vivir en la comunicación de la fe dando testimonio de Jesús salvador de todo hombre.
6. Salmo 39 (40)
El salmo expresa la situación de un hombre que libre de una situación opresora, no encuentra una forma más auténtica de respuesta a Dios que la disponibilidad existencial y total a su palabra.
Yo esperaba impaciente a Yahvé:
hacia mí se inclinó
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un cántico nuevo,
una alabanza a nuestro Dios.
No has querido sacrificio ni oblación,
pero me has abierto el oído;
no pedías holocaustos ni víctimas,
dije entonces: «Aquí he venido».
Está escrito en el rollo del libro
que debo hacer tu voluntad.
Y eso deseo, Dios mío,
tengo tu ley en mi interior.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he contenido mis labios,
tú lo sabes, Yahvé.
7. Oración final
¡Oh Padre!, que en el día del Señor
reúnes a tu pueblo para celebrar
a Aquél que es el Primero y el Último,
el Viviente que ha destruido la muerte.
Danos la fuerza de tu espíritu,
para que rotos los vínculos del mal,
te prestemos el libre servicio
de nuestra obediencia y de nuestro amor,
para reinar con Cristo en la gloria.
Él es Dios, y vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por todos los siglos de los siglos .
(De la Liturgia)