IV Domingo del Tiempo Ordinario
30 de enero de 2011
MONICIÓN DE ENTRADA
Les deseamos nuestra más cordial bienvenida a su casa, a la casa de todos, que es la Iglesia, aquí, a su parroquia , que también es la de todos… Hoy Jesús nos va a mostrar su programa: las Bienaventuranzas del Reino de Dios. Y ellas constituyen una autentica revolución de paz y de amor para todos los hombres y mujeres de hoy y de todos los tiempos, revolución muy superior a la de cualquier intento humano de buscar paz duradera y amor de verdad. Y fueron palabras revolucionarias cuando las dijo, por vez primera, Jesús de Nazaret allá, en lo alto del Monte. Y lo son para nosotros, hoy; aunque apenas terminemos de entenderlas, porque, este mundo en el que vivimos, está muy alejado de ellas y del mismo Jesús de Nazaret. Preparémonos para escuchar y aprender. Y no dejemos que Jesús pase de largo sin aprovechar la ocasión que nos enseñe un autentico secreto de felicidad permanente. Por ello iniciemos nuestra eucaristía con júbilo…De pie para recibir al Celebrante
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- El profeta Sofonías nos pide en la primera lectura que busquemos la justicia y la moderación. Es todo un programa de vida que siglos después enseñará a sus discípulos Cristo, el Señor. Y que ocupa la parte fundamental de nuestra celebración. Escuchemos
2.- Pablo hace una buena fotografía de la asamblea cristiana, de ayer, hoy y siempre. Y lo hace en la segunda lectura, sacada de la primera carta a los Corintios. Es verdad que si nosotros miramos a nuestra derecha e izquierda no vemos personajes prominentes ni sabios, ni ricos. Contemplamos gente sencilla y esperanzada que espera aprender a vivir, domingo a domingo, con la doctrina de Jesús de Nazaret. Escuchemos
3.- El Evangelio de san Mateo nos narra el principio del Sermón del Monte con la enumeración, por parte de Jesús, de las bienaventuranzas. Es el gran programa de nuestro Salvador. Nos marca una realidad paradójica, difícil, pero que es camino de la verdadera felicidad, aquí en la tierra y allá en el cielo. Estemos muy atentos para comprender e impregnarnos del mensaje fundamental de Jesús de Nazaret. Nos transmite una fórmula infalible para ser felices, ya en esta vida terrena. De pie, para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.
IV Domingo del Tiempo Ordinario
30 de enero de 2011
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Cristo expone el camino de nuestra Salvación, la humildad ante el Amor inmenso que el trae y que le llevará a ser como nos dijo San Juan: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Hoy pedimos al Padre:
SEÑOR, QUE SEAMOS FIELES A LAS ENSEÑANZAS DE TU HIJO.
1.- Por el Papa, los obispos, sacerdotes, consagrados y todo el pueblo fiel, para que descubran el mensaje de las bienaventuranzas que tiene su origen y fin en Dios mismo.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2.- Por los dirigentes de todas las naciones para atiendan a todas las necesidades de sus pueblos con prontitud.
OREMOS AL SEÑOR
3.- Por todos los que viven perseguidos por la predicación de tu Evangelio, para que su fe se acreciente ante la adversidad y la esperanza nacida de Cristo sea su guía ante el desaliento.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por todos los que sufren en el cuerpo o en el alma, para que llegue pronto a ellos el consuelo que Cristo nos trae.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por los niños, los débiles, los pobres, para que seamos conscientes de que ellos son los favoritos del Señor y vayamos con presteza a consolarlos.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por las intenciones recibidas en la Obra Por Cristo….Mas, Mas, Mas, para que el Señor las acojas en su Infinita Misericordia.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por todos nosotros que nos hemos reunido a escuchar la Palabra y a compartir el pan, para que vivamos siempre bajo el espíritu que nos marcan las bienaventuranzas.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, concede a tu pueblo lo que con humildad y deseo te implora. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor.
Amen
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sábado, 29 de enero de 2011
Homilías. Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011
1.- EL GRAN MOMENTO DE LAS BIENAVENTURANZAS
Por Pedro Juan Díaz
1.- Durante estos primeros domingos del tiempo ordinario vamos recorriendo los momentos iniciales de la predicación de Jesús y hoy llegamos al gran momento de las Bienaventuranzas. En ellas se expresa la opción de Jesús por los más pobres, que también es la opción de Dios. Una opción que resultaba confusa en una cultura religiosa en la que ser rico y vivir bien era un “premio” de Dios y ser pobre un “castigo”.
2.- Todas las lecturas de hoy remarcan esa opción divina por los sencillos, los humildes y los pobres. La primera lectura del profeta Sofonías habla de “un pueblo pobre y humilde” que pone toda su esperanza en Dios, que les da fortaleza para encajar los golpes de la vida. También San Pablo habla en la segunda lectura de un Dios que “ha escogido lo necio… lo débil… lo que no cuenta para anular a lo que cuenta”. Y también en el Salmo responsorial vemos como el Señor está del lado de los pobres.
3.- Las bienaventuranzas hablan de que las cosas pueden ser de otra manera, que Dios quiere que las cosas sean distintas a como son. Las bienaventuranzas hablan de un Reino, el de Dios, en el que se pondrá la historia del revés y los últimos serán primeros y los pequeños, grandes. Pero ese Reino tiene dificultades para crecer entre nosotros, ya que se enfrenta a un ambiente contracultural y aparece como algo utópico para el tiempo de hoy. No obstante, el Señor, que es fiel a sus palabras y a sus promesas, sigue suscitando personas y moviendo sus corazones para que colaboren en esta tarea.
4.- Optar por las bienaventuranzas y por el Reino de Dios supone poner toda nuestra confianza en Dios. Pero también a sabiendas de que vamos a caminar contra-corriente en muchas ocasiones. Optar por las bienaventuranzas supone reconocer a un Dios que está a favor de los empobrecidos, de los más desgraciados de la vida. Optar por las bienaventuranzas es optar por un camino de felicidad que pasa por ayudarnos unos a otros a ser felices, sin necesidad de llenar nuestra vida de cosas y más cosas que nos proporcionan una felicidad pasajera y trivial. Y aunque sea contra-corriente, merece la pena, porque estamos confiados en que el Señor nos lleva a su plenitud.
6.- Vivimos en una sociedad necesitada de referentes, de personas que nos sirvan de modelo a seguir, por su manera de vivir, por su estilo de vida. Y aquellas que más nos llaman la atención son las que han vivido de manera sencilla y pobre, a contra corriente de lo que la sociedad nos marca. Y nos fijamos en ellas, y nos admiramos de cómo han sido capaces de hacerlo. En esas personas, algunas más conocidas por los medios de comunicación, otras más “de andar por casa”, en ellos y ellas vemos realizado el proyecto de las Bienaventuranzas, esta página tan hermosa y a la vez tan exigente del Evangelio de Jesús.
7.- Que al participar hoy en esta Eucaristía salgamos decididos a optar por este proyecto de felicidad de Dios, que pasa también por construir un mundo y una vida más dignas para las personas que menos la tienen. Así estará creciendo el Reino de las bienaventuranzas, el proyecto de felicidad de Dios para todos nosotros. Proclamemos ahora todos juntos el Credo y, con él, nuestra opción por este estilo de vida que Jesús nos propone a través de las Bienaventuranzas.
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2.- CONTRACORRIENTE...
Por José María Martín OSA
1.- Bienaventurado es lo mismo que decir feliz, dichoso o bendito. A mí me gusta más la palabra “feliz” porque se entiende mejor en el mundo de hoy, donde todo el mundo persigue la felicidad. Lo que hoy leemos es la página clave de toda la enseñanza de Jesús. Jesús escoge una montaña encantadora, bella, verdeante, que domina todo el lago de Genesaret. Jesús habla de la auténtica felicidad. ¡Felices, felices, felices!... Felices, ¿quiénes? ¿Los ricos? No... ¿Los que ríen? No... ¿Los violentos y poderosos? No... ¿Los que están hartos de bienes? No... ¿Los que buscan sólo el placer? No... Todo lo contrario… Debemos darnos cuenta de que es más feliz, por ser más libre, el que no está apegado a los bienes de la tierra. En cambio, el que acumula bienes injustos es un desdichado. En alguna edición de la Biblia dice: “felices los que eligen ser pobres”. La pobreza en sí no es ningún bien, pues todo hombre y mujer tiene derecho a unas condiciones materiales que le permitan vivir una vida digna. En el Antiguo Testamento los bienes materiales son considerados como una bendición de Dios. Sin embargo, aquellos que no “se atan” a lo material y conservan la libertad de espíritu son los auténticamente felices. Son felices los que eligen ser pobres, los pacíficos y pacificadores, los limpios de corazón, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que son perseguidos por ser justos. Reciben la felicitación porque su situación cambiará, el Reino de Dios les pertenece y serán saciados.
2.- El Salmo y las bienaventuranzas testimonian que Dios está a favor de los débiles y defiende su causa: “El Señor hace justicia a los oprimidos” (Salmo 145). En cambio, los satisfechos y egoístas que sólo piensan en sí mismos, no son felices, porque han puesto su confianza en sí mismos en lugar de ponerla en Dios. Porque todo lo que oprime al hombre está en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, Dios quiere que luchemos por eliminar del mundo el hambre. Quiere que enjuguemos las lágrimas de muchos ojos. Quiere que trabajemos por la paz….
3.- Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Su mensaje es revolucionario. Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado...... El cristiano debe ser valiente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret. Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de "vivirlas" estaremos más cerca de lo que Dios quiere. Pero no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere. Simplemente, hemos de intentarlo….
3.- LA HUMILDAD DE ESPÍRITU, CAMINO RECTO HACIA LA FELICIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Ya decía San Agustín que todas las bienaventuranzas se basan y se compendian en la virtud de la humildad. Los humildes en lo económico, los pobres en el espíritu, son los que no tienen el corazón pegado a las riquezas. Valoran el dinero sólo como medio necesario para adquirir los bienes necesarios, corporales y espirituales. El dinero es para los pobres en el espíritu sólo un medio, nunca un fin. Por eso, no tienen nunca dificultad en compartir con las personas necesitadas el dinero que no necesitan para ellos. Los pobres en lo económico sólo son bienaventurados cuando son pobres en el espíritu, humildes. Los económicamente ricos que no son pobres en el espíritu, porque tienen el corazón apegado al dinero y no se dejan guiar por Dios, no pueden ser bienaventurados. Los económicamente pobres, si son pobres en el espíritu sí son bienaventurados, porque ponen su confianza en Dios y se dejen guiar por Dios. Es su humildad de espíritu la que les introduce en el Reino de los cielos. También los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia, si lo hacen desde la humildad de espíritu serán consolados, y saciados, y heredarán la tierra, es decir, serán bienaventurados. Porque Dios mira siempre con predilección a los pobres y atiende las súplicas de los humildes. También Dios se hace siempre visible a los que tienen limpio el corazón. Y a los que trabajan por la paz y la justicia desde la humildad y la fortaleza, como el siervo de Yahvé. Dios los llamará hijos suyos, y serán bienaventurados, aunque tengan que sufrir y sean perseguidos y calumniados por defender la causa de Dios.
2.- Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos. El profeta Sofonías dice, en nombre de Dios, que sólo los humildes, el “resto” de Israel, serán bendecidos por Dios. Será un pueblo pobre y humilde, que confiará en el Nombre del Señor y cumplirá sus mandatos, buscando la justicia y la moderación. Dejarse guiar por Dios, cumplir sus mandamientos, buscar la justicia y la moderación, es un programa que también nosotros debemos hacer nuestro, en estos tiempos de crisis económica y de crisis de valores. La justicia moral y social, y la moderación en nuestros gastos y en nuestras costumbres, serán el mejor medio para salir de la crisis actual que padecemos. Nos sobran la injusticia y el despilfarro por parte de ricos y poderosos, y el paro y la miseria por parte de los más pobres y desprotegidos de la sociedad. Si todos nos decidiéramos a vivir con moderación en lo económico y con humildad en nuestras relaciones sociales e individuales, se acabaría la crisis. Ya sé que esto es una bella utopía. No más que la maravillosa utopía de las bienaventuranzas.
3.- El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. San Pablo les dice a los corintios que no se desanimen al ver que entre ellos sólo hay gente pobre y humilde. Los ricos y los soberbios, viene a decirles, no van a la iglesia porque creen que ellos no necesitan de Dios. Pero la fuerza de Dios es superior a la fuerza de los hombres y Dios da su fuerza a los humildes. Esta fuerza de Dios –su sabiduría y su justicia- es la que debemos pedir para nosotros y en la única en la que debemos gloriarnos. Los pobres que confían en Dios tienen la fuerza de Dios, que es superior a la fuerza de los hombres que no confían en Dios. Ser humildes, y bienaventurados, es luchar con la fuerza de Dios contra nuestras propias debilidades y contra las debilidades de los hombres que no confían en Dios.
Por Pedro Juan Díaz
1.- Durante estos primeros domingos del tiempo ordinario vamos recorriendo los momentos iniciales de la predicación de Jesús y hoy llegamos al gran momento de las Bienaventuranzas. En ellas se expresa la opción de Jesús por los más pobres, que también es la opción de Dios. Una opción que resultaba confusa en una cultura religiosa en la que ser rico y vivir bien era un “premio” de Dios y ser pobre un “castigo”.
2.- Todas las lecturas de hoy remarcan esa opción divina por los sencillos, los humildes y los pobres. La primera lectura del profeta Sofonías habla de “un pueblo pobre y humilde” que pone toda su esperanza en Dios, que les da fortaleza para encajar los golpes de la vida. También San Pablo habla en la segunda lectura de un Dios que “ha escogido lo necio… lo débil… lo que no cuenta para anular a lo que cuenta”. Y también en el Salmo responsorial vemos como el Señor está del lado de los pobres.
3.- Las bienaventuranzas hablan de que las cosas pueden ser de otra manera, que Dios quiere que las cosas sean distintas a como son. Las bienaventuranzas hablan de un Reino, el de Dios, en el que se pondrá la historia del revés y los últimos serán primeros y los pequeños, grandes. Pero ese Reino tiene dificultades para crecer entre nosotros, ya que se enfrenta a un ambiente contracultural y aparece como algo utópico para el tiempo de hoy. No obstante, el Señor, que es fiel a sus palabras y a sus promesas, sigue suscitando personas y moviendo sus corazones para que colaboren en esta tarea.
4.- Optar por las bienaventuranzas y por el Reino de Dios supone poner toda nuestra confianza en Dios. Pero también a sabiendas de que vamos a caminar contra-corriente en muchas ocasiones. Optar por las bienaventuranzas supone reconocer a un Dios que está a favor de los empobrecidos, de los más desgraciados de la vida. Optar por las bienaventuranzas es optar por un camino de felicidad que pasa por ayudarnos unos a otros a ser felices, sin necesidad de llenar nuestra vida de cosas y más cosas que nos proporcionan una felicidad pasajera y trivial. Y aunque sea contra-corriente, merece la pena, porque estamos confiados en que el Señor nos lleva a su plenitud.
6.- Vivimos en una sociedad necesitada de referentes, de personas que nos sirvan de modelo a seguir, por su manera de vivir, por su estilo de vida. Y aquellas que más nos llaman la atención son las que han vivido de manera sencilla y pobre, a contra corriente de lo que la sociedad nos marca. Y nos fijamos en ellas, y nos admiramos de cómo han sido capaces de hacerlo. En esas personas, algunas más conocidas por los medios de comunicación, otras más “de andar por casa”, en ellos y ellas vemos realizado el proyecto de las Bienaventuranzas, esta página tan hermosa y a la vez tan exigente del Evangelio de Jesús.
7.- Que al participar hoy en esta Eucaristía salgamos decididos a optar por este proyecto de felicidad de Dios, que pasa también por construir un mundo y una vida más dignas para las personas que menos la tienen. Así estará creciendo el Reino de las bienaventuranzas, el proyecto de felicidad de Dios para todos nosotros. Proclamemos ahora todos juntos el Credo y, con él, nuestra opción por este estilo de vida que Jesús nos propone a través de las Bienaventuranzas.
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2.- CONTRACORRIENTE...
Por José María Martín OSA
1.- Bienaventurado es lo mismo que decir feliz, dichoso o bendito. A mí me gusta más la palabra “feliz” porque se entiende mejor en el mundo de hoy, donde todo el mundo persigue la felicidad. Lo que hoy leemos es la página clave de toda la enseñanza de Jesús. Jesús escoge una montaña encantadora, bella, verdeante, que domina todo el lago de Genesaret. Jesús habla de la auténtica felicidad. ¡Felices, felices, felices!... Felices, ¿quiénes? ¿Los ricos? No... ¿Los que ríen? No... ¿Los violentos y poderosos? No... ¿Los que están hartos de bienes? No... ¿Los que buscan sólo el placer? No... Todo lo contrario… Debemos darnos cuenta de que es más feliz, por ser más libre, el que no está apegado a los bienes de la tierra. En cambio, el que acumula bienes injustos es un desdichado. En alguna edición de la Biblia dice: “felices los que eligen ser pobres”. La pobreza en sí no es ningún bien, pues todo hombre y mujer tiene derecho a unas condiciones materiales que le permitan vivir una vida digna. En el Antiguo Testamento los bienes materiales son considerados como una bendición de Dios. Sin embargo, aquellos que no “se atan” a lo material y conservan la libertad de espíritu son los auténticamente felices. Son felices los que eligen ser pobres, los pacíficos y pacificadores, los limpios de corazón, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que son perseguidos por ser justos. Reciben la felicitación porque su situación cambiará, el Reino de Dios les pertenece y serán saciados.
2.- El Salmo y las bienaventuranzas testimonian que Dios está a favor de los débiles y defiende su causa: “El Señor hace justicia a los oprimidos” (Salmo 145). En cambio, los satisfechos y egoístas que sólo piensan en sí mismos, no son felices, porque han puesto su confianza en sí mismos en lugar de ponerla en Dios. Porque todo lo que oprime al hombre está en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, Dios quiere que luchemos por eliminar del mundo el hambre. Quiere que enjuguemos las lágrimas de muchos ojos. Quiere que trabajemos por la paz….
3.- Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Su mensaje es revolucionario. Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado...... El cristiano debe ser valiente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret. Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de "vivirlas" estaremos más cerca de lo que Dios quiere. Pero no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere. Simplemente, hemos de intentarlo….
3.- LA HUMILDAD DE ESPÍRITU, CAMINO RECTO HACIA LA FELICIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Ya decía San Agustín que todas las bienaventuranzas se basan y se compendian en la virtud de la humildad. Los humildes en lo económico, los pobres en el espíritu, son los que no tienen el corazón pegado a las riquezas. Valoran el dinero sólo como medio necesario para adquirir los bienes necesarios, corporales y espirituales. El dinero es para los pobres en el espíritu sólo un medio, nunca un fin. Por eso, no tienen nunca dificultad en compartir con las personas necesitadas el dinero que no necesitan para ellos. Los pobres en lo económico sólo son bienaventurados cuando son pobres en el espíritu, humildes. Los económicamente ricos que no son pobres en el espíritu, porque tienen el corazón apegado al dinero y no se dejan guiar por Dios, no pueden ser bienaventurados. Los económicamente pobres, si son pobres en el espíritu sí son bienaventurados, porque ponen su confianza en Dios y se dejen guiar por Dios. Es su humildad de espíritu la que les introduce en el Reino de los cielos. También los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia, si lo hacen desde la humildad de espíritu serán consolados, y saciados, y heredarán la tierra, es decir, serán bienaventurados. Porque Dios mira siempre con predilección a los pobres y atiende las súplicas de los humildes. También Dios se hace siempre visible a los que tienen limpio el corazón. Y a los que trabajan por la paz y la justicia desde la humildad y la fortaleza, como el siervo de Yahvé. Dios los llamará hijos suyos, y serán bienaventurados, aunque tengan que sufrir y sean perseguidos y calumniados por defender la causa de Dios.
2.- Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos. El profeta Sofonías dice, en nombre de Dios, que sólo los humildes, el “resto” de Israel, serán bendecidos por Dios. Será un pueblo pobre y humilde, que confiará en el Nombre del Señor y cumplirá sus mandatos, buscando la justicia y la moderación. Dejarse guiar por Dios, cumplir sus mandamientos, buscar la justicia y la moderación, es un programa que también nosotros debemos hacer nuestro, en estos tiempos de crisis económica y de crisis de valores. La justicia moral y social, y la moderación en nuestros gastos y en nuestras costumbres, serán el mejor medio para salir de la crisis actual que padecemos. Nos sobran la injusticia y el despilfarro por parte de ricos y poderosos, y el paro y la miseria por parte de los más pobres y desprotegidos de la sociedad. Si todos nos decidiéramos a vivir con moderación en lo económico y con humildad en nuestras relaciones sociales e individuales, se acabaría la crisis. Ya sé que esto es una bella utopía. No más que la maravillosa utopía de las bienaventuranzas.
3.- El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. San Pablo les dice a los corintios que no se desanimen al ver que entre ellos sólo hay gente pobre y humilde. Los ricos y los soberbios, viene a decirles, no van a la iglesia porque creen que ellos no necesitan de Dios. Pero la fuerza de Dios es superior a la fuerza de los hombres y Dios da su fuerza a los humildes. Esta fuerza de Dios –su sabiduría y su justicia- es la que debemos pedir para nosotros y en la única en la que debemos gloriarnos. Los pobres que confían en Dios tienen la fuerza de Dios, que es superior a la fuerza de los hombres que no confían en Dios. Ser humildes, y bienaventurados, es luchar con la fuerza de Dios contra nuestras propias debilidades y contra las debilidades de los hombres que no confían en Dios.
Evangelio del Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011
Evangelio del Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
Para la revisión de vida
Las Bienaventuranzas no son una teoría, ni siquiera “el programa” que propone Jesús, sino una de las mejores descripciones de lo que Jesús mismo fue y vivió. ¿Ocurre lo mismo conmigo? ¿Me describen las bienaventuranzas? ¿Acaso alguna de las malaventuranzas (Lc 6, 24-26)?
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
Para la revisión de vida
Las Bienaventuranzas no son una teoría, ni siquiera “el programa” que propone Jesús, sino una de las mejores descripciones de lo que Jesús mismo fue y vivió. ¿Ocurre lo mismo conmigo? ¿Me describen las bienaventuranzas? ¿Acaso alguna de las malaventuranzas (Lc 6, 24-26)?
Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011
= Domingo 30 de Enero, 2011
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Dichosos los que trabajan por la paz
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo
Antífona de Entrada
Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria el alabarte.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Sofonías (2, 3; 3, 12-13)
Busquen al Señor, ustedes los humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios.Busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá puedan así quedar a cubierto el día de la ira del Señor.
“Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor.
No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 145
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 26-31)
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura:
El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.
Aleluya
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
La misma lógica propuesta por Mateo, es la que recuerda Pablo a la comunidad de Corinto, donde la fuerza de Dios se concreta en personas que no son fuertes ni sabias en la consideración de la opinión común pero que saben concretar la presencia de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, para que el “que está orgulloso, esté orgulloso en el Señor”.
Para la revisión de vida
Las Bienaventuranzas no son una teoría, ni siquiera “el programa” que propone Jesús, sino una de las mejores descripciones de lo que Jesús mismo fue y vivió. ¿Ocurre lo mismo conmigo? ¿Me describen las bienaventuranzas? ¿Acaso alguna de las malaventuranzas (Lc 6, 24-26)?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, hagamos nuestros los anhelos y esperanzas de todos los hombres, y unidos a toda la Iglesia oremos diciendo:
Padre, escúchanos.
Para que viviendo con pobreza de espíritu, los cristianos descubramos la verdadera riqueza que es Dios mismo.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Dios llene de su sabiduría y de su felicidad a cuantos intentamos vivir como Iglesia las bienaventuranzas del Reino.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jefes de los pueblos renuncien a sus intereses personales y trabajen con entusiasmo y honradez por el bien común.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que el Señor se haga presente en medio de los pobres, de los cautivos, de los hambrientos, de todos los que buscan la felicidad y aún no la conocen.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jóvenes, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas del Reino, sean promotores incansables de un nuevo orden social, trabajando por la justicia y la paz. Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Jesús, hecho alimento para nuestras vidas, nos transforme interiormente y nos haga gustar el secreto de la verdadera felicidad.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Celebrante:
Señor y Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos mostraste el camino que conduce a la vida verdadera y no dejas de atraemos a tu bienaventuranza eterna: inclina tu oído a nuestras oraciones y no permitas que ninguno de los que acudimos a Ti quedemos defraudados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IV
Historia de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque naciendo, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte destruyó nuestros pecados; al resucitar nos dio nueva vida; y ascendiendo hasta ti, Padre, nos abrió las puertas del Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haberte invocado.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir, nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Dichosos los que trabajan por la paz
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo
Antífona de Entrada
Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria el alabarte.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Sofonías (2, 3; 3, 12-13)
Busquen al Señor, ustedes los humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios.Busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá puedan así quedar a cubierto el día de la ira del Señor.
“Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor.
No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 145
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 26-31)
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura:
El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.
Aleluya
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
La misma lógica propuesta por Mateo, es la que recuerda Pablo a la comunidad de Corinto, donde la fuerza de Dios se concreta en personas que no son fuertes ni sabias en la consideración de la opinión común pero que saben concretar la presencia de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, para que el “que está orgulloso, esté orgulloso en el Señor”.
Para la revisión de vida
Las Bienaventuranzas no son una teoría, ni siquiera “el programa” que propone Jesús, sino una de las mejores descripciones de lo que Jesús mismo fue y vivió. ¿Ocurre lo mismo conmigo? ¿Me describen las bienaventuranzas? ¿Acaso alguna de las malaventuranzas (Lc 6, 24-26)?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, hagamos nuestros los anhelos y esperanzas de todos los hombres, y unidos a toda la Iglesia oremos diciendo:
Padre, escúchanos.
Para que viviendo con pobreza de espíritu, los cristianos descubramos la verdadera riqueza que es Dios mismo.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Dios llene de su sabiduría y de su felicidad a cuantos intentamos vivir como Iglesia las bienaventuranzas del Reino.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jefes de los pueblos renuncien a sus intereses personales y trabajen con entusiasmo y honradez por el bien común.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que el Señor se haga presente en medio de los pobres, de los cautivos, de los hambrientos, de todos los que buscan la felicidad y aún no la conocen.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jóvenes, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas del Reino, sean promotores incansables de un nuevo orden social, trabajando por la justicia y la paz. Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Jesús, hecho alimento para nuestras vidas, nos transforme interiormente y nos haga gustar el secreto de la verdadera felicidad.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Celebrante:
Señor y Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos mostraste el camino que conduce a la vida verdadera y no dejas de atraemos a tu bienaventuranza eterna: inclina tu oído a nuestras oraciones y no permitas que ninguno de los que acudimos a Ti quedemos defraudados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IV
Historia de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque naciendo, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte destruyó nuestros pecados; al resucitar nos dio nueva vida; y ascendiendo hasta ti, Padre, nos abrió las puertas del Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haberte invocado.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir, nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectio Divina. Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011
Lectio: 4º Domingo del Tiempo Ordinario
Lectio:
Domingo, 30 Enero, 2011
Las Bienaventuranzas:
Dios piensa de un modo diverso de nosotros
Mateo 5,1-12
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura para las ocho bienaventuranzas:
En este domingo, la Iglesia nos invita a meditar las ocho Bienaventuranzas. Una vez, viendo la gran muchedumbre que lo seguía, Jesús subió a una montaña cerca del lago de Galilea. Sentado en la cima, mirando a la gente, hizo esta solemne proclamación: “¡Bienaventurados los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los que luchan por la paz, los que se preocupan por los pobres, los puros de corazón, los perseguidos a causa de la justicia!”. ¡ Palabras de fuego, que hasta hoy, resuenan en el mundo! A lo largo de dos milenios, ha golpeado a millones de personas. Y nos ha hecho pensar y preguntarnos: “¿Qué cosa es la felicidad? ¿Quién es verdaderamente feliz?
Un consejo: Después de la lectura de las ocho bienaventuranzas, es bueno no comenzar de pronto a estudiar y analizar las palabras de Jesús. En primer lugar, es mejor hacer silencio en el propio corazón por un momento y pensar que estamos en medio de la gente reunida en la ladera de la montaña, cerca del lago, que mira a Jesús y escucha sus palabras.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:
Mt 5,1: El solemne anuncio de la Nueva Ley
Mt 5,2-10: Las ocho puertas que permiten entrar en el Reino de Dios
Mt 5,11-12: Jesús declara felices a los perseguidos
c) El texto:
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acerca-ron. 2 Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 3 «Bienaventura-dos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. 4 Bienaventu-rados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. 5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Biena-venturados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. 11 Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
i) ¿Qué parte del texto te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
ii) ¿Dónde, cuándo y por qué pronuncia Jesús este discurso?
ii) ¿Cuáles son los grupos de personas a los que Jesús declara felices? ¿Cuál es la promesa para cada grupo?
iv) ¿Existen hoy estos grupos de los que habla Jesús?
v) ¿Cómo entender que una persona pueda ser pobre y feliz al mismo tiempo?
vi) Trata de recordar dos momentos en los que te has sentido feliz en tu vida. Tu visión de la felicidad ¿es la misma que la de Jesús?
vii) ¿Qué clase de felicidad busca hoy la gente?
5. Una clave de lectura
para los que desean profundizar en el tema.
a) Contexto del discurso de Jesús:
En el Evangelio de Mateo, Jesús aparece como el nuevo legislador, el nuevo Moisés. Siendo Hijo, conoce al Padre. Sabe lo que el Padre tenía en su mente cuando, en el pasado, dio la ley al pueblo por medio de Moisés. Es por esto por lo que Jesús puede ofrecer una nueva versión de la Ley de Dios. El solemne anuncio de esta Nueva Ley comienza aquí, en el Sermón de la Montaña. En el Antiguo Testamento la Ley de Moisés está representada en cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando al viejo modelo, Mateo presenta la Nueva ley en cinco grandes Discursos repartidos en el evangelio: el Discurso de la Montaña (Mt 5 a 7), el Discurso de la Misión (Mt 10), el Discurso del Misterio del Reino presente en la vida (Mt 13), el Discurso de la Comunidad (Mt 18) , el Discurso del futuro del Reino (Mt 24 y 25). Pero para Mateo, no basta sólo el estudio de la Ley. Es necesario observar bien la práctica de Jesús, porque en ella obra el Espíritu de Dios, que anima desde dentro la letra de la Ley. La descripción de la práctica de Jesús ocupa las partes narrativas intercaladas entre los cinco Discursos y tiene la finalidad de mostrar cómo Jesús observaba la ley y la encarnaba en su vida.
b) Comentario del texto:
Mateo 5,1: El solemne anuncio de la Nueva Ley
En el Antiguo Testamento, Moisés subió al Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. También Jesús, nuevo Moisés, sube a la montaña y mirando a la gente que le seguía, proclama la Nueva Ley. Hasta este momento, sólo eran cuatro los discípulos de Jesús (Mt 4,18_22). Pero de hecho lo seguía un inmenso gentío. Rodeado de discípulos, Jesús comienza a enseñarles, proclamando las bienaventuranzas.
Mateo 5,3-10: Las ocho puertas de entrada al Reino
Las bienaventuranzas constituyen la solemne apertura del Sermón de la Montaña. En ellas Jesús define quién puede entrar en el Reino. Son ocho categorías de personas. Ocho puertas de entrada. ¡No hay otra puerta para entrar en el Reino, en la Comunidad!. Los que desean formar parte del Reino deberán identificarse con una de estas categorías o grupos.
Bienaventurados los pobres de espíritu
No es ni el rico, ni el pobre con mentalidad de rico. Sino el que, como Jesús, vive pobre (Mt 8,18), cree en el pobre (Mt 11,25-26) y ve en ellos a los primeros destinatarios de la Buena Noticia (Lc 4,18). Es el pobre que tiene el Espíritu del Señor.
Bienaventurados los pacíficos
No es la persona pasiva que pierde las ganas y no reacciona por nada. Sino que son aquéllos que están “pacificados” y ahora, como María, viven en la “humillación” (Lc 1,48). Perdieron la tierra que poseían, pero la recobrarán (Si 37,7.10.11.22.29.34). Como Jesús, intentan ser “ mansos y humildes de corazón” (Mt 11,19).
Bienaventurados los tristes
No se trata de cualquier tristeza, sino de la tristeza ante las injusticias y las faltas de humanidad que suceden en el mundo (Tb 13,16; Sir 119,136; Ez 9,4; 2Pe 2,7). Están tristes porque no aceptan la situación en la que se encuentra la humanidad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
No se trata sólo de la justicia que se busca en los tribunales y que muchas veces es la legislación de la injusticia. Sino sobre todo es la Justicia de Dios que se busca, haciendo de modo que las cosas y las personas puedan ocupar el lugar que deben ocupar en el plan del Creador.
Bienaventurados los que son misericordiosos
No es la filantropía que distribuye limosnas, sino que se trata de imitar a Dios, la que tiene entrañas de misericordia por aquéllos que sufren (Ex 34,6-7). Misericordia quiere decir tener el corazón en la miseria de los otros para disminuir su dolor. Quire decir obrar de modo que no nos sea ajeno el sufrimiento de los demás.
Bienaventurados los puros de corazón
No se trata de la pureza legal que sólo mira lo externo, sino que se trata de tener la mirada purificada para asimilar la Ley de Dios en el corazón, que se hace transparente, y permite a las personas reconocer la llamada de Dios en los hechos de la vida y de la naturaleza.
Bienaventurados los constructores de paz
No es sólo la ausencia de guerra. La Paz que Dios quiere sobre la tierra es la reconstrucción total y radical de la vida, de la naturaleza, de la convivencia. Es el Shalôm, la Paz anunciada por los profetas y dejada por Jesús a sus apóstoles (Jn 20,21).
Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia
En el mundo construído y organizado a partir del egoísmo de personas y grupos (como el sistema neoliberal que hoy domina al mundo), aquél que desea vivir el amor desinteresado, será perseguido y morirá en la cruz.
La 1ª y 8ª categorías (los pobres y los perseguidos por la justicia) reciben la misma promesa del Reino de Dios. Y la reciben desde ahora, puesto que Jesús dice “ de ellos es el Reino de los Cielos” Entre la 1ª y la 8ª categorías, hay otros que reciben una promesa que debe realizarse en el futuro. En estas seis promesas aparece un nuevo proyecto. Es el proyecto del Reino, que quiere reconstruir la vida en su totalidad: en relación con los bienes materiales, con las personas y con Dios. La comunidad cristiana, pobre y perseguida, es ya una muestra del Reino. ¡Su simiente!
(1) La primera pareja Mansos y Afligidos, se dice en relación con los bienes materiales. Para el futuro esperan una repartición más justa de los bienes de este mundo entre todos.
(2) La segunda pareja Hambre y sed de justicia y Misericordiosos, se dice con respecto a la relación entre las personas y las comunidades. Para el futuro esperan la reconstrucción fraterna de la convivencia humana.
(3) Una tercera pareja, Corazones puros y Promotores de la Paz, se dice con respecto a la relación con Dios: ver a Dios y ser hijos de Dios. Para el futuro esperan la reconstrucción de la relación con Dios.
Las ocho Categorías
Las ocho Promesas
El Proyecto del Reino
1. Los pobres de espíritu
De ellos es el Reino
La simiente del reino
2. Los mansos
3. Los tristes
Poseerán la tierra
Serán consolados
Justa repartición de bienes
Elimina la desigualdad
4. Hambre y sed de justicia
5. Los misericordiosos
Serán saciados
Recibirán misericordia
Reconstruir la relación
fraterna y justa
6. Los puros de corazón
7. Los constructores de paz
Verán a Dios
Serán hijos de Dios
Dios presente
Presencia amiga y fiel
8. Perseguidos a causa de la justicia
De ellos es el Reino
La semilla es crucificada
Mateo 5, 11-12: Jesús declara felices a los perseguidos
Comunica una palabra de consolación a los perseguidos. En tiempos de Mateo, hacia los años ochenta después de Cristo, este proyecto de reconstrucción de la vida y de la convivencia estaba para ser asumido por las comunidades cristianas, todas ellas pobres y sin mucha relevancia. Y por esto perseguidas. Esta palabra final de Jesús confirma a las comunidades en la resistencia por amor al evangelio.
c) Ampliando la visión sobre las Bienaventuranzas:
* La comunidad que recibe las bienaventuranzas
Mateo tiene ocho bienaventuranzas. Lucas tiene cuatro y cuatro maldiciones (Lc 6, 20-26).
Las cuatro de Lucas son: “vosotros los pobres, vosotros que tenéis hambre, vosotros que lloráis, vosotros que sois odiados y perseguidos” (Lc 6,20-23). Lucas escribe para las comunidades de paganos convertidos. Viven en el contexto hostil del Imperio Romano.
Mateo escribe para las comunidades de judíos convertidos, que viven en el contexto de rotura con la sinagoga. Antes de la rotura, gozaban de una cierta aceptación social. Pero, ahora, después de la rotura, la comunidad entró en crisis y en ella empezaron a aparecer diversas tendencias en lucha entre ellos. Algunos que pertenecían a la línea farisaica querían mantener el mismo rigor de la observancia de la Ley, a la que estaban acostumbrados antes de su conversión a Jesús. Pero al hacerlo, excluían a los pobres y pequeños. La nueva ley introducida por Jesús pide que sean escuchados todos en la comunidad como hermanos y hermanas. Por esto, al solemne comienzo de la Nueva Ley presenta ocho bienaventuranzas que definen las categorías de personas que debe ser escuchadas en la comunidad: los pobres, los mansos, los afligidos, aquéllos que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los promotores de paz, los perseguidos.
* ¿Pobres de espíritu?
Jesús reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Su misión era “anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18). Él mismo vivió como pobre. No poseía nada propio, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Mt 8,18). Y a los que quieren seguirlo Jesús pide que escojan entre Dios y el dinero (Mt 6,24). Pobre en Espíritu es la persona que tiene ante los pobres el mismo espíritu que Jesús.
Cada vez que en la historia del Pueblo de Dios se intenta renovar la Alianza, se comienza también a restablecer el derecho de los pobres y de los excluídos. Sin esto, no es posible renovar la Alianza. Así hacían los profetas y así hace Jesús. Denuncia el sistema que excluye a los pobres y persigue a los que luchan por la justicia. En nombre de Dios, Jesús anuncia un nuevo Proyecto que acoge a los excluídos. La comunidad en torno a Jesús debe ser una muestra donde este futuro Reino comience a plasmarse. Debe caracterizarse con un nuevo tipo de relación con los bienes materiales, con las personas y con Dios mismo. Debe ser semilla de una nueva nación. He ahí el deber más importante para nosotros los cristianos, sobre todo para los jóvenes. Porque el único modo de merecer credibilidad es presentar una muestra bien concreta del Reino, una alternativa de vida que sea verdaderamente una Buena Nueva de Dios para los pobres y excluídos.
* Ser felices hoy
El evangelio dice exactamente lo contrario de lo que afirma la sociedad en la que vivimos. En la sociedad el pobre es considerado un infeliz, y es feliz quien posee dinero y puede gastar a su antojo. En nuestra sociedad es feliz quien tiene fama y poder. Los infelices son los pobres, aquéllos que lloran. En televisión, las telenovelas divulgan el mito de las personas felices y realizadas. Y sin darse cuenta, las telenovelas se convierten en padrones de vida para muchos de nosotros. Estas palabras de Jesús todavía tienen sentido en nuestra sociedad: “¡Bienaventurados los pobres! ¡Bienaventurados los que lloran!”. Y para mí, que soy cristiano o cristiana, ¿quién de hecho es feliz?
6. Oración: Salmo 117
Dios merece alabanza
¡Aleluya!
¡Alabad a Yahvé, todas las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad de Yahvé dura para siempre.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Lectio:
Domingo, 30 Enero, 2011
Las Bienaventuranzas:
Dios piensa de un modo diverso de nosotros
Mateo 5,1-12
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura para las ocho bienaventuranzas:
En este domingo, la Iglesia nos invita a meditar las ocho Bienaventuranzas. Una vez, viendo la gran muchedumbre que lo seguía, Jesús subió a una montaña cerca del lago de Galilea. Sentado en la cima, mirando a la gente, hizo esta solemne proclamación: “¡Bienaventurados los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los que luchan por la paz, los que se preocupan por los pobres, los puros de corazón, los perseguidos a causa de la justicia!”. ¡ Palabras de fuego, que hasta hoy, resuenan en el mundo! A lo largo de dos milenios, ha golpeado a millones de personas. Y nos ha hecho pensar y preguntarnos: “¿Qué cosa es la felicidad? ¿Quién es verdaderamente feliz?
Un consejo: Después de la lectura de las ocho bienaventuranzas, es bueno no comenzar de pronto a estudiar y analizar las palabras de Jesús. En primer lugar, es mejor hacer silencio en el propio corazón por un momento y pensar que estamos en medio de la gente reunida en la ladera de la montaña, cerca del lago, que mira a Jesús y escucha sus palabras.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:
Mt 5,1: El solemne anuncio de la Nueva Ley
Mt 5,2-10: Las ocho puertas que permiten entrar en el Reino de Dios
Mt 5,11-12: Jesús declara felices a los perseguidos
c) El texto:
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acerca-ron. 2 Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 3 «Bienaventura-dos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. 4 Bienaventu-rados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. 5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Biena-venturados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. 11 Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
i) ¿Qué parte del texto te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
ii) ¿Dónde, cuándo y por qué pronuncia Jesús este discurso?
ii) ¿Cuáles son los grupos de personas a los que Jesús declara felices? ¿Cuál es la promesa para cada grupo?
iv) ¿Existen hoy estos grupos de los que habla Jesús?
v) ¿Cómo entender que una persona pueda ser pobre y feliz al mismo tiempo?
vi) Trata de recordar dos momentos en los que te has sentido feliz en tu vida. Tu visión de la felicidad ¿es la misma que la de Jesús?
vii) ¿Qué clase de felicidad busca hoy la gente?
5. Una clave de lectura
para los que desean profundizar en el tema.
a) Contexto del discurso de Jesús:
En el Evangelio de Mateo, Jesús aparece como el nuevo legislador, el nuevo Moisés. Siendo Hijo, conoce al Padre. Sabe lo que el Padre tenía en su mente cuando, en el pasado, dio la ley al pueblo por medio de Moisés. Es por esto por lo que Jesús puede ofrecer una nueva versión de la Ley de Dios. El solemne anuncio de esta Nueva Ley comienza aquí, en el Sermón de la Montaña. En el Antiguo Testamento la Ley de Moisés está representada en cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando al viejo modelo, Mateo presenta la Nueva ley en cinco grandes Discursos repartidos en el evangelio: el Discurso de la Montaña (Mt 5 a 7), el Discurso de la Misión (Mt 10), el Discurso del Misterio del Reino presente en la vida (Mt 13), el Discurso de la Comunidad (Mt 18) , el Discurso del futuro del Reino (Mt 24 y 25). Pero para Mateo, no basta sólo el estudio de la Ley. Es necesario observar bien la práctica de Jesús, porque en ella obra el Espíritu de Dios, que anima desde dentro la letra de la Ley. La descripción de la práctica de Jesús ocupa las partes narrativas intercaladas entre los cinco Discursos y tiene la finalidad de mostrar cómo Jesús observaba la ley y la encarnaba en su vida.
b) Comentario del texto:
Mateo 5,1: El solemne anuncio de la Nueva Ley
En el Antiguo Testamento, Moisés subió al Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. También Jesús, nuevo Moisés, sube a la montaña y mirando a la gente que le seguía, proclama la Nueva Ley. Hasta este momento, sólo eran cuatro los discípulos de Jesús (Mt 4,18_22). Pero de hecho lo seguía un inmenso gentío. Rodeado de discípulos, Jesús comienza a enseñarles, proclamando las bienaventuranzas.
Mateo 5,3-10: Las ocho puertas de entrada al Reino
Las bienaventuranzas constituyen la solemne apertura del Sermón de la Montaña. En ellas Jesús define quién puede entrar en el Reino. Son ocho categorías de personas. Ocho puertas de entrada. ¡No hay otra puerta para entrar en el Reino, en la Comunidad!. Los que desean formar parte del Reino deberán identificarse con una de estas categorías o grupos.
Bienaventurados los pobres de espíritu
No es ni el rico, ni el pobre con mentalidad de rico. Sino el que, como Jesús, vive pobre (Mt 8,18), cree en el pobre (Mt 11,25-26) y ve en ellos a los primeros destinatarios de la Buena Noticia (Lc 4,18). Es el pobre que tiene el Espíritu del Señor.
Bienaventurados los pacíficos
No es la persona pasiva que pierde las ganas y no reacciona por nada. Sino que son aquéllos que están “pacificados” y ahora, como María, viven en la “humillación” (Lc 1,48). Perdieron la tierra que poseían, pero la recobrarán (Si 37,7.10.11.22.29.34). Como Jesús, intentan ser “ mansos y humildes de corazón” (Mt 11,19).
Bienaventurados los tristes
No se trata de cualquier tristeza, sino de la tristeza ante las injusticias y las faltas de humanidad que suceden en el mundo (Tb 13,16; Sir 119,136; Ez 9,4; 2Pe 2,7). Están tristes porque no aceptan la situación en la que se encuentra la humanidad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
No se trata sólo de la justicia que se busca en los tribunales y que muchas veces es la legislación de la injusticia. Sino sobre todo es la Justicia de Dios que se busca, haciendo de modo que las cosas y las personas puedan ocupar el lugar que deben ocupar en el plan del Creador.
Bienaventurados los que son misericordiosos
No es la filantropía que distribuye limosnas, sino que se trata de imitar a Dios, la que tiene entrañas de misericordia por aquéllos que sufren (Ex 34,6-7). Misericordia quiere decir tener el corazón en la miseria de los otros para disminuir su dolor. Quire decir obrar de modo que no nos sea ajeno el sufrimiento de los demás.
Bienaventurados los puros de corazón
No se trata de la pureza legal que sólo mira lo externo, sino que se trata de tener la mirada purificada para asimilar la Ley de Dios en el corazón, que se hace transparente, y permite a las personas reconocer la llamada de Dios en los hechos de la vida y de la naturaleza.
Bienaventurados los constructores de paz
No es sólo la ausencia de guerra. La Paz que Dios quiere sobre la tierra es la reconstrucción total y radical de la vida, de la naturaleza, de la convivencia. Es el Shalôm, la Paz anunciada por los profetas y dejada por Jesús a sus apóstoles (Jn 20,21).
Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia
En el mundo construído y organizado a partir del egoísmo de personas y grupos (como el sistema neoliberal que hoy domina al mundo), aquél que desea vivir el amor desinteresado, será perseguido y morirá en la cruz.
La 1ª y 8ª categorías (los pobres y los perseguidos por la justicia) reciben la misma promesa del Reino de Dios. Y la reciben desde ahora, puesto que Jesús dice “ de ellos es el Reino de los Cielos” Entre la 1ª y la 8ª categorías, hay otros que reciben una promesa que debe realizarse en el futuro. En estas seis promesas aparece un nuevo proyecto. Es el proyecto del Reino, que quiere reconstruir la vida en su totalidad: en relación con los bienes materiales, con las personas y con Dios. La comunidad cristiana, pobre y perseguida, es ya una muestra del Reino. ¡Su simiente!
(1) La primera pareja Mansos y Afligidos, se dice en relación con los bienes materiales. Para el futuro esperan una repartición más justa de los bienes de este mundo entre todos.
(2) La segunda pareja Hambre y sed de justicia y Misericordiosos, se dice con respecto a la relación entre las personas y las comunidades. Para el futuro esperan la reconstrucción fraterna de la convivencia humana.
(3) Una tercera pareja, Corazones puros y Promotores de la Paz, se dice con respecto a la relación con Dios: ver a Dios y ser hijos de Dios. Para el futuro esperan la reconstrucción de la relación con Dios.
Las ocho Categorías
Las ocho Promesas
El Proyecto del Reino
1. Los pobres de espíritu
De ellos es el Reino
La simiente del reino
2. Los mansos
3. Los tristes
Poseerán la tierra
Serán consolados
Justa repartición de bienes
Elimina la desigualdad
4. Hambre y sed de justicia
5. Los misericordiosos
Serán saciados
Recibirán misericordia
Reconstruir la relación
fraterna y justa
6. Los puros de corazón
7. Los constructores de paz
Verán a Dios
Serán hijos de Dios
Dios presente
Presencia amiga y fiel
8. Perseguidos a causa de la justicia
De ellos es el Reino
La semilla es crucificada
Mateo 5, 11-12: Jesús declara felices a los perseguidos
Comunica una palabra de consolación a los perseguidos. En tiempos de Mateo, hacia los años ochenta después de Cristo, este proyecto de reconstrucción de la vida y de la convivencia estaba para ser asumido por las comunidades cristianas, todas ellas pobres y sin mucha relevancia. Y por esto perseguidas. Esta palabra final de Jesús confirma a las comunidades en la resistencia por amor al evangelio.
c) Ampliando la visión sobre las Bienaventuranzas:
* La comunidad que recibe las bienaventuranzas
Mateo tiene ocho bienaventuranzas. Lucas tiene cuatro y cuatro maldiciones (Lc 6, 20-26).
Las cuatro de Lucas son: “vosotros los pobres, vosotros que tenéis hambre, vosotros que lloráis, vosotros que sois odiados y perseguidos” (Lc 6,20-23). Lucas escribe para las comunidades de paganos convertidos. Viven en el contexto hostil del Imperio Romano.
Mateo escribe para las comunidades de judíos convertidos, que viven en el contexto de rotura con la sinagoga. Antes de la rotura, gozaban de una cierta aceptación social. Pero, ahora, después de la rotura, la comunidad entró en crisis y en ella empezaron a aparecer diversas tendencias en lucha entre ellos. Algunos que pertenecían a la línea farisaica querían mantener el mismo rigor de la observancia de la Ley, a la que estaban acostumbrados antes de su conversión a Jesús. Pero al hacerlo, excluían a los pobres y pequeños. La nueva ley introducida por Jesús pide que sean escuchados todos en la comunidad como hermanos y hermanas. Por esto, al solemne comienzo de la Nueva Ley presenta ocho bienaventuranzas que definen las categorías de personas que debe ser escuchadas en la comunidad: los pobres, los mansos, los afligidos, aquéllos que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los promotores de paz, los perseguidos.
* ¿Pobres de espíritu?
Jesús reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Su misión era “anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18). Él mismo vivió como pobre. No poseía nada propio, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Mt 8,18). Y a los que quieren seguirlo Jesús pide que escojan entre Dios y el dinero (Mt 6,24). Pobre en Espíritu es la persona que tiene ante los pobres el mismo espíritu que Jesús.
Cada vez que en la historia del Pueblo de Dios se intenta renovar la Alianza, se comienza también a restablecer el derecho de los pobres y de los excluídos. Sin esto, no es posible renovar la Alianza. Así hacían los profetas y así hace Jesús. Denuncia el sistema que excluye a los pobres y persigue a los que luchan por la justicia. En nombre de Dios, Jesús anuncia un nuevo Proyecto que acoge a los excluídos. La comunidad en torno a Jesús debe ser una muestra donde este futuro Reino comience a plasmarse. Debe caracterizarse con un nuevo tipo de relación con los bienes materiales, con las personas y con Dios mismo. Debe ser semilla de una nueva nación. He ahí el deber más importante para nosotros los cristianos, sobre todo para los jóvenes. Porque el único modo de merecer credibilidad es presentar una muestra bien concreta del Reino, una alternativa de vida que sea verdaderamente una Buena Nueva de Dios para los pobres y excluídos.
* Ser felices hoy
El evangelio dice exactamente lo contrario de lo que afirma la sociedad en la que vivimos. En la sociedad el pobre es considerado un infeliz, y es feliz quien posee dinero y puede gastar a su antojo. En nuestra sociedad es feliz quien tiene fama y poder. Los infelices son los pobres, aquéllos que lloran. En televisión, las telenovelas divulgan el mito de las personas felices y realizadas. Y sin darse cuenta, las telenovelas se convierten en padrones de vida para muchos de nosotros. Estas palabras de Jesús todavía tienen sentido en nuestra sociedad: “¡Bienaventurados los pobres! ¡Bienaventurados los que lloran!”. Y para mí, que soy cristiano o cristiana, ¿quién de hecho es feliz?
6. Oración: Salmo 117
Dios merece alabanza
¡Aleluya!
¡Alabad a Yahvé, todas las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad de Yahvé dura para siempre.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Hablar con Dios. Meditación del Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011
Meditación del día de Hablar con Dios
Cuarto Domingo
ciclo a
el camino de las bienaventuranzas
— Las bienaventuranzas, camino de santidad y de felicidad.
— Nuestra felicidad viene de Dios.
— No perderemos la alegría si buscamos en todo al Señor.
I. Una inmensa multitud venida de todas partes rodea al Señor. De Él esperan su doctrina salvadora, que dará sentido a sus vidas. Viendo Jesús este gentío subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos, y abriendo su boca les enseñaba1.
Y es esta la ocasión que aprovecha el Señor para dar una imagen profunda del verdadero discípulo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran...
No resulta difícil imaginar la impresión –quizá de desconcierto y, en algunos de los oyentes, incluso de decepción– que estas palabras del Señor debieron de causar en quienes escuchaban. Jesús acababa de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de las usuales valoraciones humanas, como la de los fariseos, que veían en la felicidad terrena la bendición y premio de Dios y, en la infelicidad y desgracia, el castigo2. En general, «el hombre antiguo, aun en el pueblo de Israel, había buscado la riqueza, el gozo, la estimación, el poder, considerando todo esto como la fuente de toda felicidad. Jesús propone otro camino distinto. Exalta y beatifica la pobreza, la dulzura, la misericordia, la pureza y la humildad»3.
Al volver a meditar ahora, en nuestra oración, estas palabras del Señor, vemos que aún hoy día se insinúa en las personas el desconcierto ante ese contraste: la tribulación que lleva consigo el camino de las Bienaventuranzas y la felicidad que Jesús promete. «El pensamiento fundamental que Jesús quería inculcar en sus oyentes era este: solo el servir a Dios hace al hombre feliz. En medio de la pobreza, del dolor, del abandono, el verdadero siervo de Dios puede decir con San Pablo: Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones. Y, por el contrario, un hombre puede ser infinitamente desgraciado aunque nade en la opulencia y viva en posesión de todos los goces de la tierra»4. No en vano aparecen en el Evangelio de San Lucas, después de las Bienaventuranzas, aquellas exclamaciones del Señor: ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestra consolación! ¡Ay de vosotros, los que os saciáis ahora (...). ¡Ay de vosotros, todos los que sois aplaudidos por los hombres, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!5.
Quienes escuchaban al Señor entendieron bien que aquellas Bienaventuranzas no enumeraban distintas clases de personas, no prometían la salvación a determinados grupos de la sociedad, sino que señalaban inequívocamente las disposiciones religiosas y la conducta moral que Jesús exige a todo el que quiera seguirle. «Es decir, los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran (...) no indican personas distintas entre sí, sino que son como diversas exigencias de santidad dirigidas a quien quiere ser discípulo de Cristo»6.
El conjunto de todas las Bienaventuranzas señala el mismo ideal: la santidad. Hoy, al escuchar de nuevo, en toda su radicalidad, las palabras del Señor, reavivamos el afán de santidad como eje de toda nuestra vida. Porque «Jesucristo Señor Nuestro predicó la buena nueva para todos, sin distinción alguna. Un solo puchero y un solo alimento: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra (Jn 4, 34). A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén»7. Cualesquiera que sean las circunstancias que atraviese nuestra vida, hemos de sabernos invitados a vivir la plenitud de la vida cristiana. No puede haber excusas, no podemos decirle al Señor: espera a que se solucione este problema, a que me reponga de esta enfermedad, a que deje de ser calumniado o de ser perseguido..., y entonces comenzaré de verdad a buscar la santidad. Sería un triste engaño no aprovechar esas circunstancias duras para unirnos más al Señor.
II. No desagrada a Dios que pongamos los medios oportunos para evitar el dolor, la enfermedad, la pobreza, la injusticia..., pero las Bienaventuranzas nos enseñan que el verdadero éxito de nuestra vida está en amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros. Nos muestran, a la vez, el único camino capaz de llevar al hombre a vivir con la plena dignidad humana que conviene a su condición de persona. En una época en que tantas cosas empujan hacia el envilecimiento y la degradación personal, las Bienaventuranzas son una invitación a la rectitud y a la dignidad de vida8. Por el contrario, intentar a toda costa –como si se tratara de un mal absoluto– sacudir el peso del dolor, de la tribulación, o buscar el éxito humano como un fin en sí mismo, son caminos que el Señor no puede bendecir, y que no conducen a la felicidad.
«Bienaventurado» significa «feliz», «dichoso», y en cada una de las Bienaventuranzas «comienza Jesús prometiendo la felicidad y señalando los medios de conseguirla. ¿Por qué comenzará Nuestro Señor hablando de la felicidad? Porque en todos los hombres existe una tendencia irresistible a ser felices; este es el fin que todos sus actos se proponen; pero muchas veces buscan la felicidad donde no se encuentra, donde no hallarán sino miseria»9.
El Señor nos señala aquí los caminos para ser felices sin límite y sin fin en la vida eterna, y también para serlo en esta vida, viviendo con plena dignidad, como conviene a la condición de persona. Son caminos bien diferentes a los que, con frecuencia, suele escoger el hombre.
Buscad al Señor los humildes que cumplís sus mandamientos (...). Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor, se nos dice en la Primera lectura de la Misa10.
La pobreza de espíritu, el hambre de justicia, la misericordia, la limpieza de corazón y el soportar ser rechazados por causa del Evangelio manifiestan una misma actitud del alma: el abandono en Dios. Y esta es la actitud que nos impulsa a confiar en Dios de un modo absoluto e incondicional. Es la postura de quien no se contenta con los bienes y consuelos de las cosas de este mundo, y tiene puesta su esperanza última más allá de estos bienes, que resultan pobres y pequeños para una capacidad tan grande como es la del corazón humano.
Bienaventurados los pobres de espíritu... Y en el Magnificat de la Virgen escuchamos: Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada11. ¡Cuántos se transforman en hombres vacíos, porque se sienten satisfechos con lo que ya tienen! El Señor nos invita a no contentarnos con la felicidad que nos pueden dar unos bienes pasajeros, y nos anima a desear aquellos que Él tiene preparados para nosotros.
III. Dice Jesús a quienes le siguen –en aquel tiempo y ahora– que no será obstáculo para ser felices el que los hombres os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo12. Así como ninguna cosa de la tierra puede dar la felicidad que todo hombre busca, tampoco nada, si estamos unidos a Dios, puede quitárnosla. Nuestra felicidad y nuestra plenitud vienen de Dios. «¡Oh vosotros que sentís más pesadamente el peso de la cruz! Vosotros que sois pobres y desamparados, los que lloráis, los que estáis perseguidos por la justicia, vosotros sobre los que se calla, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo; sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; sois los hermanos de Cristo paciente, y con Él, si queréis, salváis el mundo»13.
Pidamos al Señor que transforme nuestras almas, que realice un cambio radical en nuestros criterios sobre la felicidad y la desgracia. Somos necesariamente felices si estamos abiertos a los caminos de Dios en nuestras vidas, y si aceptamos la buena nueva del Evangelio.
Y esto, también en el caso de que otras gentes parezcan conseguir todos los bienes que se pueden alcanzar en esta corta vida. No se debe tener al rico por dichoso solo por sus riquezas –dice San Basilio–; ni al poderoso por su autoridad y dignidad; ni al fuerte por la salud de su cuerpo; ni al sabio por su gran elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de la virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en sí mismas, no contienen la felicidad14. Sabemos que, muchas veces, estos mismos bienes se convierten en males y en desgracia para la persona que los posee y para los demás, cuando no están ordenados según el querer de Dios. Sin el Señor, el corazón se sentirá siempre insatisfecho y desgraciado.
Cuando para encontrar esa felicidad los hombres ensayamos otros caminos que no son los de la voluntad de Dios, que no son los que nos ha trazado el Maestro, al final solo se encuentra soledad y tristeza. La experiencia de todos los que no quisieron entender a Dios, que les hablaba de distintas maneras, ha sido siempre la misma: han comprobado que fuera de Dios no hay felicidad estable y duradera. Lejos del Señor solo se recogen frutos amargos y, de una forma u otra, se acaba como el hijo pródigo fuera de la casa paterna: comiendo bellotas y apacentando puercos15.
Son dichosos quienes buscan a Cristo, quienes piden y fomentan el deseo de santidad. En Cristo están ya presentes todos los bienes que constituyen la verdadera felicidad. «“Laetetur cor quaerentium Dominum” —Alégrese el corazón de los que buscan al Señor.
»—Luz, para que investigues en los motivos de tu tristeza»16.
Cuando falta la alegría, ¿no estará la causa en que, en esos momentos, no buscamos de verdad al Señor en el trabajo, en quienes nos rodean, en las contradicciones? ¿No será que no estamos todavía desprendidos del todo? ¡Que se alegren los corazones que buscan al Señor!
1 Mc 5, 1-2. — 2 Cfr. SAGRADA BIBLIA, SANTOS EVANGELIOS, EUNSA, 2ª ED., PAMPLONA 1985, NOTA A MT 5, 2. — 3 FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL, VIDA DE CRISTO, RIALP, MADRID 1987, P. 212. — 4 IBÍDEM, P. 214. — 5 LC 6, 24-26. — 6 SAGRADA BIBLIA, SANTOS EVANGELIOS, CIT., NOTA A MT 5, 2. — 7 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, AMIGOS DE DIOS, 294. — 8 CFR. J. ORLANDIS, 8 BIENAVENTURANZAS, EUNSA, PAMPLONA 1982, P. 30. — 9 R. GARRIGOU-LAGRANGE, LAS TRES EDADES DE LA VIDA INTERIOR, VOL. I, P. 188. — 10 SOF 2, 3; 3, 12-13. — 11 LC 1, 53. — 12 MT 5, 11-12. — 13 CONC. VAT. II, Mensaje a la Humanidad. A los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren, 6. — 14 Cfr. SAN BASILIO, Homilía sobre la envidia, en Cómo leer la literatura pagana, Rialp, Madrid 1964, p. 81. — 15 Cfr. Lc 15, 11 ss. — 16 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Camino, n. 666.
Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
Con licencia eclesiástica. Para uso personal, prohibida su distribución.
Cuarto Domingo
ciclo a
el camino de las bienaventuranzas
— Las bienaventuranzas, camino de santidad y de felicidad.
— Nuestra felicidad viene de Dios.
— No perderemos la alegría si buscamos en todo al Señor.
I. Una inmensa multitud venida de todas partes rodea al Señor. De Él esperan su doctrina salvadora, que dará sentido a sus vidas. Viendo Jesús este gentío subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos, y abriendo su boca les enseñaba1.
Y es esta la ocasión que aprovecha el Señor para dar una imagen profunda del verdadero discípulo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran...
No resulta difícil imaginar la impresión –quizá de desconcierto y, en algunos de los oyentes, incluso de decepción– que estas palabras del Señor debieron de causar en quienes escuchaban. Jesús acababa de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de las usuales valoraciones humanas, como la de los fariseos, que veían en la felicidad terrena la bendición y premio de Dios y, en la infelicidad y desgracia, el castigo2. En general, «el hombre antiguo, aun en el pueblo de Israel, había buscado la riqueza, el gozo, la estimación, el poder, considerando todo esto como la fuente de toda felicidad. Jesús propone otro camino distinto. Exalta y beatifica la pobreza, la dulzura, la misericordia, la pureza y la humildad»3.
Al volver a meditar ahora, en nuestra oración, estas palabras del Señor, vemos que aún hoy día se insinúa en las personas el desconcierto ante ese contraste: la tribulación que lleva consigo el camino de las Bienaventuranzas y la felicidad que Jesús promete. «El pensamiento fundamental que Jesús quería inculcar en sus oyentes era este: solo el servir a Dios hace al hombre feliz. En medio de la pobreza, del dolor, del abandono, el verdadero siervo de Dios puede decir con San Pablo: Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones. Y, por el contrario, un hombre puede ser infinitamente desgraciado aunque nade en la opulencia y viva en posesión de todos los goces de la tierra»4. No en vano aparecen en el Evangelio de San Lucas, después de las Bienaventuranzas, aquellas exclamaciones del Señor: ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestra consolación! ¡Ay de vosotros, los que os saciáis ahora (...). ¡Ay de vosotros, todos los que sois aplaudidos por los hombres, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!5.
Quienes escuchaban al Señor entendieron bien que aquellas Bienaventuranzas no enumeraban distintas clases de personas, no prometían la salvación a determinados grupos de la sociedad, sino que señalaban inequívocamente las disposiciones religiosas y la conducta moral que Jesús exige a todo el que quiera seguirle. «Es decir, los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran (...) no indican personas distintas entre sí, sino que son como diversas exigencias de santidad dirigidas a quien quiere ser discípulo de Cristo»6.
El conjunto de todas las Bienaventuranzas señala el mismo ideal: la santidad. Hoy, al escuchar de nuevo, en toda su radicalidad, las palabras del Señor, reavivamos el afán de santidad como eje de toda nuestra vida. Porque «Jesucristo Señor Nuestro predicó la buena nueva para todos, sin distinción alguna. Un solo puchero y un solo alimento: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra (Jn 4, 34). A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén»7. Cualesquiera que sean las circunstancias que atraviese nuestra vida, hemos de sabernos invitados a vivir la plenitud de la vida cristiana. No puede haber excusas, no podemos decirle al Señor: espera a que se solucione este problema, a que me reponga de esta enfermedad, a que deje de ser calumniado o de ser perseguido..., y entonces comenzaré de verdad a buscar la santidad. Sería un triste engaño no aprovechar esas circunstancias duras para unirnos más al Señor.
II. No desagrada a Dios que pongamos los medios oportunos para evitar el dolor, la enfermedad, la pobreza, la injusticia..., pero las Bienaventuranzas nos enseñan que el verdadero éxito de nuestra vida está en amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros. Nos muestran, a la vez, el único camino capaz de llevar al hombre a vivir con la plena dignidad humana que conviene a su condición de persona. En una época en que tantas cosas empujan hacia el envilecimiento y la degradación personal, las Bienaventuranzas son una invitación a la rectitud y a la dignidad de vida8. Por el contrario, intentar a toda costa –como si se tratara de un mal absoluto– sacudir el peso del dolor, de la tribulación, o buscar el éxito humano como un fin en sí mismo, son caminos que el Señor no puede bendecir, y que no conducen a la felicidad.
«Bienaventurado» significa «feliz», «dichoso», y en cada una de las Bienaventuranzas «comienza Jesús prometiendo la felicidad y señalando los medios de conseguirla. ¿Por qué comenzará Nuestro Señor hablando de la felicidad? Porque en todos los hombres existe una tendencia irresistible a ser felices; este es el fin que todos sus actos se proponen; pero muchas veces buscan la felicidad donde no se encuentra, donde no hallarán sino miseria»9.
El Señor nos señala aquí los caminos para ser felices sin límite y sin fin en la vida eterna, y también para serlo en esta vida, viviendo con plena dignidad, como conviene a la condición de persona. Son caminos bien diferentes a los que, con frecuencia, suele escoger el hombre.
Buscad al Señor los humildes que cumplís sus mandamientos (...). Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor, se nos dice en la Primera lectura de la Misa10.
La pobreza de espíritu, el hambre de justicia, la misericordia, la limpieza de corazón y el soportar ser rechazados por causa del Evangelio manifiestan una misma actitud del alma: el abandono en Dios. Y esta es la actitud que nos impulsa a confiar en Dios de un modo absoluto e incondicional. Es la postura de quien no se contenta con los bienes y consuelos de las cosas de este mundo, y tiene puesta su esperanza última más allá de estos bienes, que resultan pobres y pequeños para una capacidad tan grande como es la del corazón humano.
Bienaventurados los pobres de espíritu... Y en el Magnificat de la Virgen escuchamos: Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada11. ¡Cuántos se transforman en hombres vacíos, porque se sienten satisfechos con lo que ya tienen! El Señor nos invita a no contentarnos con la felicidad que nos pueden dar unos bienes pasajeros, y nos anima a desear aquellos que Él tiene preparados para nosotros.
III. Dice Jesús a quienes le siguen –en aquel tiempo y ahora– que no será obstáculo para ser felices el que los hombres os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo12. Así como ninguna cosa de la tierra puede dar la felicidad que todo hombre busca, tampoco nada, si estamos unidos a Dios, puede quitárnosla. Nuestra felicidad y nuestra plenitud vienen de Dios. «¡Oh vosotros que sentís más pesadamente el peso de la cruz! Vosotros que sois pobres y desamparados, los que lloráis, los que estáis perseguidos por la justicia, vosotros sobre los que se calla, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo; sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; sois los hermanos de Cristo paciente, y con Él, si queréis, salváis el mundo»13.
Pidamos al Señor que transforme nuestras almas, que realice un cambio radical en nuestros criterios sobre la felicidad y la desgracia. Somos necesariamente felices si estamos abiertos a los caminos de Dios en nuestras vidas, y si aceptamos la buena nueva del Evangelio.
Y esto, también en el caso de que otras gentes parezcan conseguir todos los bienes que se pueden alcanzar en esta corta vida. No se debe tener al rico por dichoso solo por sus riquezas –dice San Basilio–; ni al poderoso por su autoridad y dignidad; ni al fuerte por la salud de su cuerpo; ni al sabio por su gran elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de la virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en sí mismas, no contienen la felicidad14. Sabemos que, muchas veces, estos mismos bienes se convierten en males y en desgracia para la persona que los posee y para los demás, cuando no están ordenados según el querer de Dios. Sin el Señor, el corazón se sentirá siempre insatisfecho y desgraciado.
Cuando para encontrar esa felicidad los hombres ensayamos otros caminos que no son los de la voluntad de Dios, que no son los que nos ha trazado el Maestro, al final solo se encuentra soledad y tristeza. La experiencia de todos los que no quisieron entender a Dios, que les hablaba de distintas maneras, ha sido siempre la misma: han comprobado que fuera de Dios no hay felicidad estable y duradera. Lejos del Señor solo se recogen frutos amargos y, de una forma u otra, se acaba como el hijo pródigo fuera de la casa paterna: comiendo bellotas y apacentando puercos15.
Son dichosos quienes buscan a Cristo, quienes piden y fomentan el deseo de santidad. En Cristo están ya presentes todos los bienes que constituyen la verdadera felicidad. «“Laetetur cor quaerentium Dominum” —Alégrese el corazón de los que buscan al Señor.
»—Luz, para que investigues en los motivos de tu tristeza»16.
Cuando falta la alegría, ¿no estará la causa en que, en esos momentos, no buscamos de verdad al Señor en el trabajo, en quienes nos rodean, en las contradicciones? ¿No será que no estamos todavía desprendidos del todo? ¡Que se alegren los corazones que buscan al Señor!
1 Mc 5, 1-2. — 2 Cfr. SAGRADA BIBLIA, SANTOS EVANGELIOS, EUNSA, 2ª ED., PAMPLONA 1985, NOTA A MT 5, 2. — 3 FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL, VIDA DE CRISTO, RIALP, MADRID 1987, P. 212. — 4 IBÍDEM, P. 214. — 5 LC 6, 24-26. — 6 SAGRADA BIBLIA, SANTOS EVANGELIOS, CIT., NOTA A MT 5, 2. — 7 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, AMIGOS DE DIOS, 294. — 8 CFR. J. ORLANDIS, 8 BIENAVENTURANZAS, EUNSA, PAMPLONA 1982, P. 30. — 9 R. GARRIGOU-LAGRANGE, LAS TRES EDADES DE LA VIDA INTERIOR, VOL. I, P. 188. — 10 SOF 2, 3; 3, 12-13. — 11 LC 1, 53. — 12 MT 5, 11-12. — 13 CONC. VAT. II, Mensaje a la Humanidad. A los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren, 6. — 14 Cfr. SAN BASILIO, Homilía sobre la envidia, en Cómo leer la literatura pagana, Rialp, Madrid 1964, p. 81. — 15 Cfr. Lc 15, 11 ss. — 16 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Camino, n. 666.
Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
Con licencia eclesiástica. Para uso personal, prohibida su distribución.
Santoral del 30 de enero. San Fulgencio de Ruspe
30 de Enero
San Fulgencio de Ruspe
Obispo
Año 533
Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.
Fulgencio significa: resplandeciente, brillante.
Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.
Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.
A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.
Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materialds, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.
El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".
Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.
Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.
Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.
Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.
La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.
San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".
Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".
Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.
San Fulgencio de Ruspe
Obispo
Año 533
Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.
Fulgencio significa: resplandeciente, brillante.
Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.
Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.
A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.
Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materialds, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.
El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".
Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.
Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.
Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.
Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.
La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.
San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".
Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".
Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.
viernes, 28 de enero de 2011
Oficio Divino. Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. Sabado III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29 de enero 2011
OFICIO DIVINO-TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA III
OFICIO DE LECTURA-LAUDES-TERCIA-SEXTA-NONA-VISPERAS-COMPLETAS
De la feria - Salterio III. I vísperas del Domingo IV
29 de enero 2011.
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: SEÑOR, TÚ QUE LLAMASTE
Señor, tú que llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes;
Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas;
Señor, tú que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Salmo 106 I - ACCIÓN DE GRACIAS: DIOS SALVA A SU PUEBLO DE LAS CRISIS POR LAS QUE PASA A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despreciando el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos, por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Ant. 2. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Salmo 106 II
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
su vida se marchitaba por el mareo,
rodaban, se tambaleaban como ebrios,
y no les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Ant. 3. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
Salmo 106 III
El transforma los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.
Transforma el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Coloca allí a los hambrientos,
y fundan una ciudad para habitar.
Siembran campos, plantan huertos,
recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican,
y no les escatima el ganado.
Si menguan, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias,
el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarría por una soledad sin caminos
levanta a los pobres de la miseria
y multiplica sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
El que sea sabio, que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.
R. Tus sentencias son como el océano inmenso.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos 11, 13-24
SI LA RAÍZ ES SANTA, OTRO TANTO LO SERÁN LAS RAMAS
A vosotros, gentiles, me dirijo ahora: Mientras yo sea apóstol de los gentiles -y ésta es mi misión-, haré honor a mi ministerio, por ver si consigo despertar la emulación de los de mi linaje, y logro salvar a algunos de ellos. Que, si su reprobación supone la reconciliación del mundo con Dios, ¿qué supondrá su reintegración sino vida que sale de la muerte?
Si las primicias son santas, lo será también la masa; y si la raíz es santa, otro tanto lo serán las ramas. Si algunas de las ramas han sido desgajadas, mientras tú, rama de olivo silvestre, has sido injertado en su lugar y has entrado a participar de la raíz y de la sustancia del olivo, no tienes por qué engreírte contra las ramas. Si te engríes contra ellas, ten entendido que no sustentas tú a la raíz, sino que la raíz te sustenta a ti.
Claro que me podrás replicar: "Las ramas han sido desgajadas para ser yo injertado en el olivo." Muy bien. Han sido desgajadas por su incredulidad; pero quien te mantiene a ti es la fe. No tienes por qué engreírte. Más bien teme. Porque, si Dios no perdonó a las ramas legítimas, tampoco te perdonará a ti.
Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, y bondad para contigo, con tal que te mantengas sumiso a esta bondad. De otro modo, también tú serás desgajado.
En cuanto a los judíos, si no siguen aferrados a su incredulidad, serán injertados en el olivo; que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. En efecto, tú fuiste cortado de un olivo silvestre, al que por naturaleza pertenecías, y fuiste injertado en un olivo legítimo, extraño a tu condición natural. Pues bien, ¿cuánto mejor volverán a ser injertados en su propio, olivo los judíos, que son ramas connaturales?
RESPONSORIO Cf. Rm 11, 23; 2Co 3, 16
R. Los que cayeron, si no siguen aferrados a su incredulidad, serán también injertados; * que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
V. Cuando se vuelvan al Señor, será descorrido el velo de sus corazones.
R. Que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 18. 22)
EL MISTERIO DE LA MUERTE
El enigma de la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte. El hombre no sólo es torturado por el dolor y la progresiva disolución de su cuerpo, sino también, y mucho más, por el temor de un definitivo aniquilamiento. El ser humano piensa muy certeramente cuando, guiado por un instinto de su corazón, detesta y rechaza la hipótesis de una total ruina y de una definitiva desaparición de su personalidad. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no logran acallar esta ansiedad del hombre: pues la prolongación de una longevidad biológica no puede satisfacer esa hambre de vida ulterior que, inevitablemente, lleva enraizada en su corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, adoctrinada por la divina revelación, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz que sobrepasa las fronteras de la mísera vida terrestre. Y la fe cristiana enseña que la misma muerte corporal, de la que el ser humano estaría libre si no hubiera cometido el pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre la salvación perdida por su culpa. Dios llamó y llama al hombre para que, en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina, se adhiera a él con toda la plenitud de su ser. Y esta victoria la consiguió Cristo resucitando a la vida y liberando al hombre de la muerte con su propia muerte. La fe, por consiguiente, apoyada en sólidas razones, está en condiciones de dar a todo hombre reflexivo la respuesta al angustioso interrogante sobre su porvenir; y al mismo tiempo le ofrece la posibilidad de una comunión en Cristo con los seres queridos, arrebatados por la muerte, confiriendo la esperanza de que ellos han alcanzado ya en Dios la vida verdadera.
Ciertamente urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar contra el mal, a través de muchas tribulaciones, y de sufrir la muerte; pero, asociado al misterio pascual y configurado con la muerte de Cristo, podrá ir al encuentro de la resurrección robustecido por la esperanza.
Todo esto es válido no sólo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible;
puesto que Cristo murió por todos y una sola es la vocación última de todos los hombres, es decir, la vocación divina, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo que sólo Dios conoce, se asocien a su misterio pascual.
Éste es el gran misterio del hombre, que, para los creyentes, está iluminado por la revelación cristiana. Por consiguiente, en Cristo y por Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que, fuera de su Evangelio, nos aplasta. Cristo resucitó, venciendo a la muerte con su muerte, y nos dio la vida, de modo que, siendo hijos de Dios en el Hijo, podamos clamar en el Espíritu: ¡Padre!
RESPONSORIO Sal 26, 1; 22, 4
R. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? * El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
V. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
R. El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestras acciones según tu voluntad, para que, invocando el nombre de tu Hijo, abundemos en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO.
Cantemos al Señor con indecible gozo,
él guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso será aquel que siempre en él confía
en horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Los justos saben bien que Dios siempre nos ama,
en penas y alegrías su paz fue su bastión,
la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa
si el alma se acongoja en noche y turbación,
qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza,
que a ti, por Jesucristo y por el Consolador,
dirige en comunión tu amada y santa Iglesia;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
Ant. 2. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Cántico: DAME SEÑOR, LA SABIDURÍA Sb 9, 1-6. 9-11
Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus creaturas,
y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
y lo gobernase con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos
y de tu trono de gloria envíala
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Ant. 3. La fidelidad del Señor dura por siempre.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. La fidelidad del Señor dura por siempre.
LECTURA BREVE Flp 2, 14-15
Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el país de la vida.
R. Tú eres mi refugio.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES
Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien el Señor colocó por encima de todas las creaturas celestiales y terrenas, diciendo:
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre y ejemplo;
santifícanos por su intercesión.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y fuera siempre fidelísima hija tuya,
por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y discípulos de tu Hijo.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo,
por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de alegría con la resurrección de tu Hijo,
por intercesión de María confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios misericordioso, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dure nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos constantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA
El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
Salmo 118, 121-128
Practico la justicia y el derecho,
no me entregues a mis opresores;
da fianza en favor de tu siervo,
que no me opriman los insolentes;
mis ojos se consumen aguardando
tu salvación y tu promesa de justicia.
Trata con misericordia a tu siervo,
enséñame tus leyes;
yo soy tu siervo: dame inteligencia,
y conoceré tus preceptos;
es hora de que actúes, Señor:
han quebrantado tu voluntad.
Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
Ant. 2. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
Salmo 33 I - EL SEÑOR, SALVACIÓN DE LOS JUSTOS
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
Ant. 3. El Señor está cerca de los atribulados.
Salmo 33 II
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor está cerca de los atribulados.
LECTURA BREVE 1S 15,22
¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.
V. El que me ofrece acción de gracias, ése me honra.
R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TE ESTÁ CANTANDO EL MARTILLO
Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 5, 26; 6, 2
No busquemos la vanagloria, provocándonos y teniéndonos envidia mutuamente. Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.
V. Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
R. Allí manda el Señor la bendición.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Mi 6, 8
Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.
V. Mi alegría es el camino de tus preceptos.
R. Señor, no olvidaré tus palabras.
ORACIÓN
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: HOY ROMPE LA CLAUSURA
Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desead la paz a Jerusalén.
Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desead la paz a Jerusalén.
Ant. 2. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Salmo 129 - DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Ant. 3. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL - Flp 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Pe 1, 19-21
Tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón. Ante todo habéis de saber que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; pues nunca fue proferida alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V. Su gloria se eleva sobre los cielos.
R. Alabado sea el nombre del Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sentado Jesús en lo alto, sobre la montaña, enseñaba al pueblo, y sus discípulos lo rodeaban.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sentado Jesús en lo alto, sobre la montaña, enseñaba al pueblo, y sus discípulos lo rodeaban.
PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría de cuantos se refugian en él, y digámosle:
Míranos y escúchanos, Señor.
Testigo fiel y primogénito de entre los muertos, tú que nos purificaste con tu sangre
no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.
Haz que aquellos a quienes elegiste como ministros de tu Evangelio
sean siempre fieles y celosos dispensadores de los misterios del reino.
Rey de la paz, concede abundantemente tu Espíritu a los que gobiernan las naciones
para que cuiden con interés de los pobres y postergados.
Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión
y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
A los que han muerto en tu amor dales también parte en tu felicidad
con María y con todos tus santos.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Salmo 4 - ACCIÓN DE GRACIAS.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad
en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Ant. 2. Durante la noche, bendecid al Señor.
Salmo 133 - ORACIÓN VESPERTINA EN EL TEMPLO
Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario,
y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE Dt 6,4-7
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
SÁBADO DE LA SEMANA III
OFICIO DE LECTURA-LAUDES-TERCIA-SEXTA-NONA-VISPERAS-COMPLETAS
De la feria - Salterio III. I vísperas del Domingo IV
29 de enero 2011.
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: SEÑOR, TÚ QUE LLAMASTE
Señor, tú que llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes;
Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas;
Señor, tú que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Salmo 106 I - ACCIÓN DE GRACIAS: DIOS SALVA A SU PUEBLO DE LAS CRISIS POR LAS QUE PASA A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despreciando el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos, por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Ant. 2. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Salmo 106 II
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
su vida se marchitaba por el mareo,
rodaban, se tambaleaban como ebrios,
y no les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Ant. 3. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
Salmo 106 III
El transforma los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.
Transforma el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Coloca allí a los hambrientos,
y fundan una ciudad para habitar.
Siembran campos, plantan huertos,
recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican,
y no les escatima el ganado.
Si menguan, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias,
el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarría por una soledad sin caminos
levanta a los pobres de la miseria
y multiplica sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
El que sea sabio, que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.
R. Tus sentencias son como el océano inmenso.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos 11, 13-24
SI LA RAÍZ ES SANTA, OTRO TANTO LO SERÁN LAS RAMAS
A vosotros, gentiles, me dirijo ahora: Mientras yo sea apóstol de los gentiles -y ésta es mi misión-, haré honor a mi ministerio, por ver si consigo despertar la emulación de los de mi linaje, y logro salvar a algunos de ellos. Que, si su reprobación supone la reconciliación del mundo con Dios, ¿qué supondrá su reintegración sino vida que sale de la muerte?
Si las primicias son santas, lo será también la masa; y si la raíz es santa, otro tanto lo serán las ramas. Si algunas de las ramas han sido desgajadas, mientras tú, rama de olivo silvestre, has sido injertado en su lugar y has entrado a participar de la raíz y de la sustancia del olivo, no tienes por qué engreírte contra las ramas. Si te engríes contra ellas, ten entendido que no sustentas tú a la raíz, sino que la raíz te sustenta a ti.
Claro que me podrás replicar: "Las ramas han sido desgajadas para ser yo injertado en el olivo." Muy bien. Han sido desgajadas por su incredulidad; pero quien te mantiene a ti es la fe. No tienes por qué engreírte. Más bien teme. Porque, si Dios no perdonó a las ramas legítimas, tampoco te perdonará a ti.
Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, y bondad para contigo, con tal que te mantengas sumiso a esta bondad. De otro modo, también tú serás desgajado.
En cuanto a los judíos, si no siguen aferrados a su incredulidad, serán injertados en el olivo; que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. En efecto, tú fuiste cortado de un olivo silvestre, al que por naturaleza pertenecías, y fuiste injertado en un olivo legítimo, extraño a tu condición natural. Pues bien, ¿cuánto mejor volverán a ser injertados en su propio, olivo los judíos, que son ramas connaturales?
RESPONSORIO Cf. Rm 11, 23; 2Co 3, 16
R. Los que cayeron, si no siguen aferrados a su incredulidad, serán también injertados; * que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
V. Cuando se vuelvan al Señor, será descorrido el velo de sus corazones.
R. Que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 18. 22)
EL MISTERIO DE LA MUERTE
El enigma de la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte. El hombre no sólo es torturado por el dolor y la progresiva disolución de su cuerpo, sino también, y mucho más, por el temor de un definitivo aniquilamiento. El ser humano piensa muy certeramente cuando, guiado por un instinto de su corazón, detesta y rechaza la hipótesis de una total ruina y de una definitiva desaparición de su personalidad. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no logran acallar esta ansiedad del hombre: pues la prolongación de una longevidad biológica no puede satisfacer esa hambre de vida ulterior que, inevitablemente, lleva enraizada en su corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, adoctrinada por la divina revelación, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz que sobrepasa las fronteras de la mísera vida terrestre. Y la fe cristiana enseña que la misma muerte corporal, de la que el ser humano estaría libre si no hubiera cometido el pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre la salvación perdida por su culpa. Dios llamó y llama al hombre para que, en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina, se adhiera a él con toda la plenitud de su ser. Y esta victoria la consiguió Cristo resucitando a la vida y liberando al hombre de la muerte con su propia muerte. La fe, por consiguiente, apoyada en sólidas razones, está en condiciones de dar a todo hombre reflexivo la respuesta al angustioso interrogante sobre su porvenir; y al mismo tiempo le ofrece la posibilidad de una comunión en Cristo con los seres queridos, arrebatados por la muerte, confiriendo la esperanza de que ellos han alcanzado ya en Dios la vida verdadera.
Ciertamente urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar contra el mal, a través de muchas tribulaciones, y de sufrir la muerte; pero, asociado al misterio pascual y configurado con la muerte de Cristo, podrá ir al encuentro de la resurrección robustecido por la esperanza.
Todo esto es válido no sólo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible;
puesto que Cristo murió por todos y una sola es la vocación última de todos los hombres, es decir, la vocación divina, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo que sólo Dios conoce, se asocien a su misterio pascual.
Éste es el gran misterio del hombre, que, para los creyentes, está iluminado por la revelación cristiana. Por consiguiente, en Cristo y por Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que, fuera de su Evangelio, nos aplasta. Cristo resucitó, venciendo a la muerte con su muerte, y nos dio la vida, de modo que, siendo hijos de Dios en el Hijo, podamos clamar en el Espíritu: ¡Padre!
RESPONSORIO Sal 26, 1; 22, 4
R. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? * El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
V. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
R. El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestras acciones según tu voluntad, para que, invocando el nombre de tu Hijo, abundemos en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO.
Cantemos al Señor con indecible gozo,
él guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso será aquel que siempre en él confía
en horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Los justos saben bien que Dios siempre nos ama,
en penas y alegrías su paz fue su bastión,
la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa
si el alma se acongoja en noche y turbación,
qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza,
que a ti, por Jesucristo y por el Consolador,
dirige en comunión tu amada y santa Iglesia;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
Ant. 2. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Cántico: DAME SEÑOR, LA SABIDURÍA Sb 9, 1-6. 9-11
Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus creaturas,
y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
y lo gobernase con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos
y de tu trono de gloria envíala
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Ant. 3. La fidelidad del Señor dura por siempre.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. La fidelidad del Señor dura por siempre.
LECTURA BREVE Flp 2, 14-15
Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el país de la vida.
R. Tú eres mi refugio.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES
Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien el Señor colocó por encima de todas las creaturas celestiales y terrenas, diciendo:
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre y ejemplo;
santifícanos por su intercesión.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y fuera siempre fidelísima hija tuya,
por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y discípulos de tu Hijo.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo,
por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de alegría con la resurrección de tu Hijo,
por intercesión de María confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios misericordioso, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dure nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos constantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA
El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
Salmo 118, 121-128
Practico la justicia y el derecho,
no me entregues a mis opresores;
da fianza en favor de tu siervo,
que no me opriman los insolentes;
mis ojos se consumen aguardando
tu salvación y tu promesa de justicia.
Trata con misericordia a tu siervo,
enséñame tus leyes;
yo soy tu siervo: dame inteligencia,
y conoceré tus preceptos;
es hora de que actúes, Señor:
han quebrantado tu voluntad.
Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
Ant. 2. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
Salmo 33 I - EL SEÑOR, SALVACIÓN DE LOS JUSTOS
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
Ant. 3. El Señor está cerca de los atribulados.
Salmo 33 II
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor está cerca de los atribulados.
LECTURA BREVE 1S 15,22
¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.
V. El que me ofrece acción de gracias, ése me honra.
R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: TE ESTÁ CANTANDO EL MARTILLO
Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 5, 26; 6, 2
No busquemos la vanagloria, provocándonos y teniéndonos envidia mutuamente. Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.
V. Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
R. Allí manda el Señor la bendición.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Mi 6, 8
Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.
V. Mi alegría es el camino de tus preceptos.
R. Señor, no olvidaré tus palabras.
ORACIÓN
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: HOY ROMPE LA CLAUSURA
Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desead la paz a Jerusalén.
Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desead la paz a Jerusalén.
Ant. 2. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Salmo 129 - DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Ant. 3. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL - Flp 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Pe 1, 19-21
Tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón. Ante todo habéis de saber que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; pues nunca fue proferida alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V. Su gloria se eleva sobre los cielos.
R. Alabado sea el nombre del Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sentado Jesús en lo alto, sobre la montaña, enseñaba al pueblo, y sus discípulos lo rodeaban.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sentado Jesús en lo alto, sobre la montaña, enseñaba al pueblo, y sus discípulos lo rodeaban.
PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría de cuantos se refugian en él, y digámosle:
Míranos y escúchanos, Señor.
Testigo fiel y primogénito de entre los muertos, tú que nos purificaste con tu sangre
no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.
Haz que aquellos a quienes elegiste como ministros de tu Evangelio
sean siempre fieles y celosos dispensadores de los misterios del reino.
Rey de la paz, concede abundantemente tu Espíritu a los que gobiernan las naciones
para que cuiden con interés de los pobres y postergados.
Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión
y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
A los que han muerto en tu amor dales también parte en tu felicidad
con María y con todos tus santos.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Salmo 4 - ACCIÓN DE GRACIAS.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad
en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Ant. 2. Durante la noche, bendecid al Señor.
Salmo 133 - ORACIÓN VESPERTINA EN EL TEMPLO
Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario,
y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE Dt 6,4-7
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
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