IX Domingo del Tiempo Ordinario
6 de marzo de 2011
MONICIÓN DE ENTRADA
Sean todos bienvenidos a la casa del Señor, a esta asamblea dominical de hermanos unidos por el amor a Dios y a Jesucristo. Y Jesús de Nazaret, nos va pedir que seamos sinceros y coherentes, que no amemos a Dios y al prójimo solo de palabra, sino de corazón. Nos propone, además, que seamos firmes, no como casas construidas en la arena. Se acaba el Tiempo Ordinario y enseguida iniciamos la Cuaresma. Dentro de un par de días nos volveremos a reunir. Y celebraremos el Miércoles de Ceniza, para abrir así un camino de conversión y esperanza. De pie para recibir al Celebrante cantando.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- El fragmento del capítulo 11 del Libro del Deuteronomio que vamos a escuchar contiene el final de la predicación de Moisés, pidiendo a sus discípulos que no olviden sus enseñanzas y que sean capaces de elegir entre la bendición y maldición. Es la elección permanente, también, en nuestra vida de cristianos. Tenemos libertad para elegir el mal camino, aunque Jesús nos haya enseñado el bueno. Escuchemos
2.- Iniciamos hoy, en nuestra segunda lectura, la presencia de la Carta de San Pablo a los Romanos, lectura que interrumpimos por la llegada de la Cuaresma. Pero que recuperaremos después. Nos plantea Pablo su doctrina, apasionante, sobre la fe y las obras. Escuchemos
3.- El Evangelio de San Mateo que vamos a escuchar corresponde al final del Sermón de la Montaña y Jesús –como Moisés—pide a sus discípulos que cumplan lo que Él les ha enseñado y así seremos firmes como casa construida en Roca. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.
IX Domingo del Tiempo Ordinario
6 de marzo de 2011
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Reconocemos, Padre, que tu eres nuestra Roca y nuestra Salvación. Presentamos nuestras súplicas repitiendo como el Salmo:
SÉ LA ROCA DE NUESTRO REFUGIO, SEÑOR
1.- Por el Papa, nuestros obispos y sacerdotes para que se mantengan fieles en la fe y arraigados en Cristo.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2.- Por todos los hombres del mundo en especial por aquellos que viven en dificultades y peligros.
OREMOS AL SÑOR
3.- Y más en especial hoy por los pueblos de Hispanoamérica, por sus Iglesias y sus gobernantes para todos colaboren en el desarrollo y en la paz de esos países hermanos.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por todos los que trabajan en la construcción del Reino de Dios para que busquen siempre la cumplir la voluntad del Padre.
OREMOS AL PADRE
5.- Por todos los que sufren la enfermedad, el desamparo, o viven lejos de sus familias para que vean pronto solventadas sus necesidades.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por las familias para que sea Cristo la roca en la que se fundamente la convivencia el amor entre ellos.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por la Obra Por Cristo….Mas, Mas, Mas, para que esta sea una fuente de evangelización, para todos los países de nuestra América y el mundo y por todas las peticiones recibidas en ella, para que el Señor las atienda conforme a su voluntad.
OREMOS AL SEÑOR
8.- Por todos nosotros para que seamos constantes en nuestra labor en el Reino.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre atiende con generosidad las necesidades que tu pueblo con humildad y fe te presenta. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen
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sábado, 5 de marzo de 2011
Homilías. Domingo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
1.- ¿FE AUTÉNTICA Ó SUPERFICIAL?
Por Pedro Juan Díaz
1.- Llevamos varios domingos escuchando el sermón de la montaña en los capítulos 5 y 6 del evangelio de Mateo. Y con el texto de hoy termina. El final no podía ser mejor: una invitación a vivir nuestra fe y nuestra vida con AUTENTICIDAD. La autenticidad es lo contrario a la superficialidad. Hoy es un buen día para preguntarnos: ¿cómo es nuestra fe? ¿Es una fe auténtica ó superficial? Para responder a estas preguntas podríamos fijarnos en la lectura de San Pablo de hoy, que precisamente pone el punto de partida para vivir nuestra fe con autenticidad. Él lo llama el “ahora” de la salvación, y así comienza: “ahora –dice—la justicia de Dios se ha manifestado independientemente de la Ley”, es decir, independiente de cualquier norma, precepto o cumplimiento. Y sigue diciendo: “todos pecaron… y son justificados gratuitamente… mediante la redención de Cristo Jesús”.
2.- Por tanto, este texto nos da unas claves para entender nuestra fe que me parecen no sólo necesarias para hoy, sino urgentes, para vivirlas ya. Entiendo, en primer lugar, que la salvación de Jesús es PARA TODOS: judíos, gentiles, hombres, mujeres, practicantes, alejados, curas, laicos, monjas, religiosos… En segundo lugar, la salvación es GRATUITA, por tanto, en nuestra fe (que es nuestra respuesta) ha de haber una gran dosis de gratuidad, por no decir que total gratuidad, lo cual quiere decir que no se nos obliga a nada. En tercer lugar, esta salvación nos viene A TRAVES DE CRISTO JESÚS, de su muerte redentora, por nosotros, por nuestra salvación.
4.- ¿Qué nos añade, entonces, ser cristianos? ¿En qué nos diferenciamos de otros? ¿De que sirve todo lo que hacemos? La respuesta a estas preguntas, entiendo yo que es la cuarta clave, y es que el único requisito indispensable es ACOGER LA SALVACIÓN. Lo que nos distingue, lo que nosotros aportamos es que queremos esa salvación, la acogemos en nuestra vida y vivimos de manera consecuente. ¿Qué significa vivir de manera consecuente? La respuesta a esta pregunta no es otra que vivir desde el AMOR. El amor es el fundamento de nuestra respuesta creyente. El amor nos ayuda a reconocer en toda persona a un HERMANO y, por tanto, receptor también de esa salvación que Jesús ha traído para todos. El amor, recibido en primer lugar de Dios, sin nosotros pedirlo ni merecerlo, nos hace responder desde las mismas claves de gratuidad, y nos lleva al COMPROMISO, que es la actitud que nos hace actuar, poner en práctica la lo que profesamos, llevar a la vida la fe que creemos. El amor nos hace reconocer a Jesús como el SEÑOR de nuestra vida, el que nos ha amado tanto que ha dado su vida por nosotros y que, por tanto, tiene potestad y facultades para orientar el sentido de nuestra existencia. Además, contamos con la seguridad de que ese sentido es un sentido de FELICIDAD. Todo esto significa y supone acoger la salvación que Jesús nos ofrece. Todo esto: la fraternidad, el compromiso, el señorío de Dios en nuestra vida, el hacer su voluntad en nosotros como proyecto de felicidad. Todo esto nos distingue, nos hace cristianos auténticos, nos aleja de la mediocridad, de la superficialidad, de la indiferencia. ¿Es así nuestra fe? ¿Qué hemos de corregir o mejorar para que llegue a serlo?
5.- La próxima semana comenzamos el tiempo de Cuaresma, en el que siempre se nos invita a la conversión, a cambiar y mejorar aspectos de nuestra fe para hacerla más auténtica. Quizás esta reflexión nos ha de llevar a un propósito serio de crecer en una fe construida sobre roca, sobre la Palabra de Dios, sobre la vida y el testimonio de Jesús, sobre el proyecto de su Reino de fraternidad, solidaridad, justicia, igualdad, felicidad, amor. Eso es lo que intentamos vivir en cada Eucaristía. Al reunirnos cada domingo alrededor de la Mesa hacemos el propósito de acoger un poquito más esa salvación que Jesús nos ofreció en la Cruz. Que así sea.
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2.- COMENCEMOS A RECONSTRUIR NUESTRA VIDA
Por Antonio García-Moreno
1.- Maldición o bendición.- Moisés habla en nombre de Dios, íntimamente persuadido de la misión que se le ha encomendado. Por eso suplica al pueblo con acentos encendidos: Meteos en el corazón estas palabras. Son tan importantes y tan decisivas que de ellas depende la salvación presente y la eterna.
Es cierto que aquellos hombres se percataron de la importancia de la Ley de Dios y que, por ser fieles a sus mandamientos, muchos sufrieron el martirio. Pero otros se contentaron con una fidelidad meramente externa, con una interpretación superficial. Y se hacían adornos para sus turbantes con rollos pequeños conteniendo palabras de la Ley, o flecos que llevaban escritas las palabras de Dios. Palabras que, sin embargo, no les llegaban al corazón, sin acabar de repercutir en su intimidad personal. Cristo dirá contra ellos palabras muy duras: Hipócritas, sepulcros blanqueados, raza de víboras...
También hoy existen los que oyen la palabra de Dios y en lugar de meterlas en el corazón y en el alma, las usan como un simple adorno. Hacen de la religión un mero formulismo social que no llega hasta su intimidad, algo que no les hace cambiar sus vidas de pecado, algo que no transforma sus vidas egoístas en vidas de amor y de entrega.
"La bendición, sigue diciendo el autor sagrado, si escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios y os desviáis del camino que os marco...". Dios no nos engaña, ni quiere cogernos de sorpresa. Él nos avisa con tiempo, nos pone en guardia. Su bendición en nuestra vida y en nuestra muerte si somos consecuentes con sus palabras, si guardamos sus mandamientos. Bendición que lleva consigo paz, amor, alegría, serenidad en el alma... Maldición de Dios. La más terrible de las maldiciones. Dolor y angustia, desesperación y agobio, sufrimiento hondo y pena sin fin.
Señor, te pedimos que cures nuestra ceguera, que ilumines nuestro torpe entendimiento. Que comprendamos que tus palabras van en serio, que no son una simple amenaza para meternos miedo. Haz que tu doctrina se nos meta muy dentro, muy en lo hondo. De tal forma que sea tu Ley la que siempre determine nuestro actuar. Y que al final, y en el presente sea tu bendición, y no tu maldición, la que venga sobre nosotros.
2.- Aquel día.- "Aquel día", alusión clara al día definitivo, al día último de la Historia. Día que no sabemos cuándo será, pero que indefectiblemente llegará. Día de la ira lo llama la antigua e impresionante secuencia del Oficio de Difuntos. Día del juicio de Dios. Cuántas sorpresas habrá entonces, cuántos quedaremos al descubierto, sin que puedan usarse ya esas máscaras que, de ordinario, todos llevamos puestas. Día de vergüenza y de pesar. Vergüenza porque se pondrán de manifiesto muchos delitos y pecados, que permanecieron ocultos e impunes, o sólo confesados a medias, o declarados ante un desconocido al que no quisiéramos nunca más volver a ver.
También habrá pesar y llanto desconsolado en aquel día. Porque ya no será posible rectificar. Ni tener otra oportunidad para corregir el mal hecho. Del lado en que el árbol caiga, de ese lado permanecerá caído. Todo eso es una terrible verdad que debe empujarnos a rectificar, ahora que todavía estamos a tiempo de hacerlo. Pensemos que no sabemos cuánto dura el tiempo que se nos concede aún. Para unos quizá quedan pocos días, para otros es posible que más. Pero de todas formas, el tiempo es siempre muy breve y se nos va volando.
Seamos, pues, prudentes. Ahora que estamos a tiempo, comencemos ya a reconstruir nuestra propia vida, edifiquemos sobre la roca de nuestra humildad, sobre el firme terreno de una buena confesión sacramental. Mirad que el mal tiempo se nos echa encima, se acerca el temporal con toda la fuerza avasalladora de sus lluvias y vientos. Sí, edifiquemos con solidez y en su momento, porque en aquel día último ya no habrá nada que hacer.
Si nuestra construcción se hace conforme al consejo de Cristo, sobre su palabra oída y puesta en práctica, entonces las más torrenciales lluvias no podrán derruir nuestra casa. En medio de la tempestad estaremos firmes, erguidos, como testimonios claros de la debilidad humana sostenida con la fuerza de Dios.
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3.- EDIFIQUEMOS NUESTRA CASA SOBRE ROCA FIRME
Por José María Martín OSA
1.- ¿La fe o las obras? La primera y la tercera lectura de este domingo, el pasaje del Deuteronomio y el del evangelio según san Mateo, subrayan claramente la necesidad que tenemos de tener en cuenta los preceptos del Señor. Porque no basta con escucharlos y recordarlos si después nos desviamos del camino que nos marcan esos preceptos; como no basta confesar con los labios que Jesús es el Señor, si no cumplimos fielmente lo que nos dice. "Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley": el texto de Pablo de la liturgia de hoy nos dice que la salvación es un don de Dios. Pero a la vez, la fe es un compromiso voluntario del hombre en favor de la justicia y del amor radical. No basta con hablar para que las cosas se hagan. No basta con rezar mucho y oír muchas misas, es bueno y necesario hacerlo, pero no basta para manifestar la verdad de lo que creemos. ¿La fe o las obras?, ¿qué es lo que salva? Lo que nos salva es la fe... y las obras. No es lícito separar los dos extremos, elegir uno y desechar el otro. Ambos pertenecen al mensaje, la fe y las obras. Más exactamente, el que nos salva es Dios en Jesucristo. La fe es la aceptación agradecida de esa salvación. Creer es también hacer, porque es obedecer. Porque es responder a la palabra de Dios con el alma, con el corazón y con toda la vida. No es recordar, saber o retener unas verdades, sino vivir. Porque la fe sin obras es fe muerta y estéril como la muerte misma. Porque la fe se realiza en las obras, pero las obras no valen para el cristiano sin la fe.
2.- ¿Cómo es nuestra casa interior? Hay casas sobre roca, casas sobre arena; casas sobre mezcla de roca y arena. En Haití el terremoto del año pasado fue una catástrofe porque las casas estaban construidas con materiales endebles, con gran cantidad de arena. En otro lugar no hubieran muerto tantas personas. Pero la pobreza, fruto de la injusticia, lo provocó. La lectura de Mateo es un aviso para revisar nuestra edificación existencial. Supongo que todos queremos una casa firme, preferiblemente cimentada sobre roca. Una casa sobre la que el agua devastadora de la vida no haga estragos, no nos lleve por delante. Una casa sobre la que el viento impetuoso de las circunstancias desfavorables no deteriore la fachada, ni interiores… ¿Quién no quiere una casa así? Sin embargo, no siempre nos encontramos con tanta solidez. No siempre somos gente prudente. No siempre escuchamos sus palabras. No siempre decimos “¡Señor, Señor!” y, al mismo tiempo, le pedimos que se cumpla su voluntad…, porque no estamos seguros de que nos guste su voluntad. Nuestras vidas son las casas, que no están terminadas totalmente. Que necesitan mantenimiento y, en ocasiones, reforzar los cimientos o sanearlos, o buscar y encontrarlos de nuevo. No encontraremos mejor cimentación que la de Cristo, el Señor. Revisemos nuestras vidas, que son las casas, y pidamos con la súplica del Salmo “Sé la roca de mi refugio, Señor”.
3.- Escuchar y actuar. Jesús dice: "el que escucha estas palabras y las cumple". Hoy, la palabra evangélica nos invita a meditar con seriedad sobre la infinita distancia que hay entre el mero “escuchar-invocar” y el “hacer” cuando se trata del mensaje y de la persona de Jesús. No podemos olvidar que hay modos de escuchar y de invocar que no comportan el hacer. «No todo el que me diga: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial». Esta es la forma de entrar en su Reino, que ha comenzado aquí, que hay que empezar a construir aquí, manifestar y hacer realidad aquí y que un día se consumará en plenitud allí. Es necesario, por tanto, escuchar y cumplir. ¿Cómo cumplir? No se trata de cumplir por cumplir o de practicar el “cumplo y miento”, sino de adaptar nuestra vida a las exigencias del Evangelio. Preguntémonos: ¿Dios y el prójimo me llegan a la cabeza, soy creyente por convicción?; en cuanto al bolsillo, ¿comparto mis bienes con criterio de solidaridad?; en lo que se refiere a la cultura, ¿contribuyo a consolidar los valores humanos en mi país?; en el aumento del bien, ¿huyo del pecado de omisión? En una palabra: ¿soy una persona sensata que, con hechos, edifico la casa de mi vida sobre la roca de Cristo?
Por Pedro Juan Díaz
1.- Llevamos varios domingos escuchando el sermón de la montaña en los capítulos 5 y 6 del evangelio de Mateo. Y con el texto de hoy termina. El final no podía ser mejor: una invitación a vivir nuestra fe y nuestra vida con AUTENTICIDAD. La autenticidad es lo contrario a la superficialidad. Hoy es un buen día para preguntarnos: ¿cómo es nuestra fe? ¿Es una fe auténtica ó superficial? Para responder a estas preguntas podríamos fijarnos en la lectura de San Pablo de hoy, que precisamente pone el punto de partida para vivir nuestra fe con autenticidad. Él lo llama el “ahora” de la salvación, y así comienza: “ahora –dice—la justicia de Dios se ha manifestado independientemente de la Ley”, es decir, independiente de cualquier norma, precepto o cumplimiento. Y sigue diciendo: “todos pecaron… y son justificados gratuitamente… mediante la redención de Cristo Jesús”.
2.- Por tanto, este texto nos da unas claves para entender nuestra fe que me parecen no sólo necesarias para hoy, sino urgentes, para vivirlas ya. Entiendo, en primer lugar, que la salvación de Jesús es PARA TODOS: judíos, gentiles, hombres, mujeres, practicantes, alejados, curas, laicos, monjas, religiosos… En segundo lugar, la salvación es GRATUITA, por tanto, en nuestra fe (que es nuestra respuesta) ha de haber una gran dosis de gratuidad, por no decir que total gratuidad, lo cual quiere decir que no se nos obliga a nada. En tercer lugar, esta salvación nos viene A TRAVES DE CRISTO JESÚS, de su muerte redentora, por nosotros, por nuestra salvación.
4.- ¿Qué nos añade, entonces, ser cristianos? ¿En qué nos diferenciamos de otros? ¿De que sirve todo lo que hacemos? La respuesta a estas preguntas, entiendo yo que es la cuarta clave, y es que el único requisito indispensable es ACOGER LA SALVACIÓN. Lo que nos distingue, lo que nosotros aportamos es que queremos esa salvación, la acogemos en nuestra vida y vivimos de manera consecuente. ¿Qué significa vivir de manera consecuente? La respuesta a esta pregunta no es otra que vivir desde el AMOR. El amor es el fundamento de nuestra respuesta creyente. El amor nos ayuda a reconocer en toda persona a un HERMANO y, por tanto, receptor también de esa salvación que Jesús ha traído para todos. El amor, recibido en primer lugar de Dios, sin nosotros pedirlo ni merecerlo, nos hace responder desde las mismas claves de gratuidad, y nos lleva al COMPROMISO, que es la actitud que nos hace actuar, poner en práctica la lo que profesamos, llevar a la vida la fe que creemos. El amor nos hace reconocer a Jesús como el SEÑOR de nuestra vida, el que nos ha amado tanto que ha dado su vida por nosotros y que, por tanto, tiene potestad y facultades para orientar el sentido de nuestra existencia. Además, contamos con la seguridad de que ese sentido es un sentido de FELICIDAD. Todo esto significa y supone acoger la salvación que Jesús nos ofrece. Todo esto: la fraternidad, el compromiso, el señorío de Dios en nuestra vida, el hacer su voluntad en nosotros como proyecto de felicidad. Todo esto nos distingue, nos hace cristianos auténticos, nos aleja de la mediocridad, de la superficialidad, de la indiferencia. ¿Es así nuestra fe? ¿Qué hemos de corregir o mejorar para que llegue a serlo?
5.- La próxima semana comenzamos el tiempo de Cuaresma, en el que siempre se nos invita a la conversión, a cambiar y mejorar aspectos de nuestra fe para hacerla más auténtica. Quizás esta reflexión nos ha de llevar a un propósito serio de crecer en una fe construida sobre roca, sobre la Palabra de Dios, sobre la vida y el testimonio de Jesús, sobre el proyecto de su Reino de fraternidad, solidaridad, justicia, igualdad, felicidad, amor. Eso es lo que intentamos vivir en cada Eucaristía. Al reunirnos cada domingo alrededor de la Mesa hacemos el propósito de acoger un poquito más esa salvación que Jesús nos ofreció en la Cruz. Que así sea.
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2.- COMENCEMOS A RECONSTRUIR NUESTRA VIDA
Por Antonio García-Moreno
1.- Maldición o bendición.- Moisés habla en nombre de Dios, íntimamente persuadido de la misión que se le ha encomendado. Por eso suplica al pueblo con acentos encendidos: Meteos en el corazón estas palabras. Son tan importantes y tan decisivas que de ellas depende la salvación presente y la eterna.
Es cierto que aquellos hombres se percataron de la importancia de la Ley de Dios y que, por ser fieles a sus mandamientos, muchos sufrieron el martirio. Pero otros se contentaron con una fidelidad meramente externa, con una interpretación superficial. Y se hacían adornos para sus turbantes con rollos pequeños conteniendo palabras de la Ley, o flecos que llevaban escritas las palabras de Dios. Palabras que, sin embargo, no les llegaban al corazón, sin acabar de repercutir en su intimidad personal. Cristo dirá contra ellos palabras muy duras: Hipócritas, sepulcros blanqueados, raza de víboras...
También hoy existen los que oyen la palabra de Dios y en lugar de meterlas en el corazón y en el alma, las usan como un simple adorno. Hacen de la religión un mero formulismo social que no llega hasta su intimidad, algo que no les hace cambiar sus vidas de pecado, algo que no transforma sus vidas egoístas en vidas de amor y de entrega.
"La bendición, sigue diciendo el autor sagrado, si escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor vuestro Dios y os desviáis del camino que os marco...". Dios no nos engaña, ni quiere cogernos de sorpresa. Él nos avisa con tiempo, nos pone en guardia. Su bendición en nuestra vida y en nuestra muerte si somos consecuentes con sus palabras, si guardamos sus mandamientos. Bendición que lleva consigo paz, amor, alegría, serenidad en el alma... Maldición de Dios. La más terrible de las maldiciones. Dolor y angustia, desesperación y agobio, sufrimiento hondo y pena sin fin.
Señor, te pedimos que cures nuestra ceguera, que ilumines nuestro torpe entendimiento. Que comprendamos que tus palabras van en serio, que no son una simple amenaza para meternos miedo. Haz que tu doctrina se nos meta muy dentro, muy en lo hondo. De tal forma que sea tu Ley la que siempre determine nuestro actuar. Y que al final, y en el presente sea tu bendición, y no tu maldición, la que venga sobre nosotros.
2.- Aquel día.- "Aquel día", alusión clara al día definitivo, al día último de la Historia. Día que no sabemos cuándo será, pero que indefectiblemente llegará. Día de la ira lo llama la antigua e impresionante secuencia del Oficio de Difuntos. Día del juicio de Dios. Cuántas sorpresas habrá entonces, cuántos quedaremos al descubierto, sin que puedan usarse ya esas máscaras que, de ordinario, todos llevamos puestas. Día de vergüenza y de pesar. Vergüenza porque se pondrán de manifiesto muchos delitos y pecados, que permanecieron ocultos e impunes, o sólo confesados a medias, o declarados ante un desconocido al que no quisiéramos nunca más volver a ver.
También habrá pesar y llanto desconsolado en aquel día. Porque ya no será posible rectificar. Ni tener otra oportunidad para corregir el mal hecho. Del lado en que el árbol caiga, de ese lado permanecerá caído. Todo eso es una terrible verdad que debe empujarnos a rectificar, ahora que todavía estamos a tiempo de hacerlo. Pensemos que no sabemos cuánto dura el tiempo que se nos concede aún. Para unos quizá quedan pocos días, para otros es posible que más. Pero de todas formas, el tiempo es siempre muy breve y se nos va volando.
Seamos, pues, prudentes. Ahora que estamos a tiempo, comencemos ya a reconstruir nuestra propia vida, edifiquemos sobre la roca de nuestra humildad, sobre el firme terreno de una buena confesión sacramental. Mirad que el mal tiempo se nos echa encima, se acerca el temporal con toda la fuerza avasalladora de sus lluvias y vientos. Sí, edifiquemos con solidez y en su momento, porque en aquel día último ya no habrá nada que hacer.
Si nuestra construcción se hace conforme al consejo de Cristo, sobre su palabra oída y puesta en práctica, entonces las más torrenciales lluvias no podrán derruir nuestra casa. En medio de la tempestad estaremos firmes, erguidos, como testimonios claros de la debilidad humana sostenida con la fuerza de Dios.
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3.- EDIFIQUEMOS NUESTRA CASA SOBRE ROCA FIRME
Por José María Martín OSA
1.- ¿La fe o las obras? La primera y la tercera lectura de este domingo, el pasaje del Deuteronomio y el del evangelio según san Mateo, subrayan claramente la necesidad que tenemos de tener en cuenta los preceptos del Señor. Porque no basta con escucharlos y recordarlos si después nos desviamos del camino que nos marcan esos preceptos; como no basta confesar con los labios que Jesús es el Señor, si no cumplimos fielmente lo que nos dice. "Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley": el texto de Pablo de la liturgia de hoy nos dice que la salvación es un don de Dios. Pero a la vez, la fe es un compromiso voluntario del hombre en favor de la justicia y del amor radical. No basta con hablar para que las cosas se hagan. No basta con rezar mucho y oír muchas misas, es bueno y necesario hacerlo, pero no basta para manifestar la verdad de lo que creemos. ¿La fe o las obras?, ¿qué es lo que salva? Lo que nos salva es la fe... y las obras. No es lícito separar los dos extremos, elegir uno y desechar el otro. Ambos pertenecen al mensaje, la fe y las obras. Más exactamente, el que nos salva es Dios en Jesucristo. La fe es la aceptación agradecida de esa salvación. Creer es también hacer, porque es obedecer. Porque es responder a la palabra de Dios con el alma, con el corazón y con toda la vida. No es recordar, saber o retener unas verdades, sino vivir. Porque la fe sin obras es fe muerta y estéril como la muerte misma. Porque la fe se realiza en las obras, pero las obras no valen para el cristiano sin la fe.
2.- ¿Cómo es nuestra casa interior? Hay casas sobre roca, casas sobre arena; casas sobre mezcla de roca y arena. En Haití el terremoto del año pasado fue una catástrofe porque las casas estaban construidas con materiales endebles, con gran cantidad de arena. En otro lugar no hubieran muerto tantas personas. Pero la pobreza, fruto de la injusticia, lo provocó. La lectura de Mateo es un aviso para revisar nuestra edificación existencial. Supongo que todos queremos una casa firme, preferiblemente cimentada sobre roca. Una casa sobre la que el agua devastadora de la vida no haga estragos, no nos lleve por delante. Una casa sobre la que el viento impetuoso de las circunstancias desfavorables no deteriore la fachada, ni interiores… ¿Quién no quiere una casa así? Sin embargo, no siempre nos encontramos con tanta solidez. No siempre somos gente prudente. No siempre escuchamos sus palabras. No siempre decimos “¡Señor, Señor!” y, al mismo tiempo, le pedimos que se cumpla su voluntad…, porque no estamos seguros de que nos guste su voluntad. Nuestras vidas son las casas, que no están terminadas totalmente. Que necesitan mantenimiento y, en ocasiones, reforzar los cimientos o sanearlos, o buscar y encontrarlos de nuevo. No encontraremos mejor cimentación que la de Cristo, el Señor. Revisemos nuestras vidas, que son las casas, y pidamos con la súplica del Salmo “Sé la roca de mi refugio, Señor”.
3.- Escuchar y actuar. Jesús dice: "el que escucha estas palabras y las cumple". Hoy, la palabra evangélica nos invita a meditar con seriedad sobre la infinita distancia que hay entre el mero “escuchar-invocar” y el “hacer” cuando se trata del mensaje y de la persona de Jesús. No podemos olvidar que hay modos de escuchar y de invocar que no comportan el hacer. «No todo el que me diga: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial». Esta es la forma de entrar en su Reino, que ha comenzado aquí, que hay que empezar a construir aquí, manifestar y hacer realidad aquí y que un día se consumará en plenitud allí. Es necesario, por tanto, escuchar y cumplir. ¿Cómo cumplir? No se trata de cumplir por cumplir o de practicar el “cumplo y miento”, sino de adaptar nuestra vida a las exigencias del Evangelio. Preguntémonos: ¿Dios y el prójimo me llegan a la cabeza, soy creyente por convicción?; en cuanto al bolsillo, ¿comparto mis bienes con criterio de solidaridad?; en lo que se refiere a la cultura, ¿contribuyo a consolidar los valores humanos en mi país?; en el aumento del bien, ¿huyo del pecado de omisión? En una palabra: ¿soy una persona sensata que, con hechos, edifico la casa de mi vida sobre la roca de Cristo?
Oficio Divino. Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas Domingo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
OFICIO DIVINO-TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA IX
De la feria. Salterio I
OFICIO DE LECTURA (6:00)-LAUDES (7:00)-TERCIA (9:00)-SEXTA (12:00)-NONA (15:00)-VISPERAS (19:00) Y COMPLETAS (22:00)
6 de marzo 2011.
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol Santiago 2, 1-13
HAY QUE EVITAR LA ACEPCIÓN DE PERSONAS
Hermanos, no mezcléis con la acepción de personas la fe en Jesucristo, nuestro Señor glorificado.
Suponed que en el lugar en que estáis reunidos entra un hombre con anillo de oro en el dedo y lujosamente vestido, y que entra también un pobre con su traje raído. Si vuestros ojos se vuelven hacia el que lleva el suntuoso vestido, y le decís: «Tú, siéntate aquí, en este lugar distinguido»; mientras que al pobre decís: «Tú, quédate ahí en pie», o: «Siéntate a mis pies», ¿no es verdad que sois inconsecuentes con vosotros mismos y os portáis como jueces que juzgan inicuamente?
Escuchad, hermanos carísimos: ¿No es verdad que Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No son acaso los ricos quienes os tiranizan y os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos quienes ultrajan el dignísimo nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
Si en verdad cumplís la soberana ley de la Escritura: «Amarás al prójimo como a ti mismo», hacéis muy bien. Pero, si obráis con acepción de personas, incurrís en pecado, y la ley os acusa de transgresión.
Quien quebranta un solo precepto de la ley, aunque observe todos los demás, se hace reo de todos; porque aquel que dijo: «No adulterarás» dijo también: «No matarás.» Y, aunque no adulteres, si matas, te haces transgresor de la ley.
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO Cf. St 2, 5b; Mt 5, 3
R. Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino * que prometió a los que lo aman.
V. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
R. Que prometió a los que lo aman.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas
(Prefacio: PL 35, 2105-2107)
ENTENDAMOS LA GRACIA DE DIOS
El motivo por el cual el Apóstol escribe a los gálatas es su deseo de que entiendan que la gracia de Dios hace que no estén ya sujetos a la ley. En efecto, después de haberles sido anunciada la gracia del Evangelio, no faltaron algunos, provenientes de la circuncisión, que, aunque cristianos, no habían llegado a comprender toda la gratuidad del don de Dios y querían continuar bajo el yugo de la ley; ley que el Señor Dios había impuesto a los que estaban bajo la servidumbre del pecado y no de la justicia, esto es, ley justa en sí misma que Dios había dado a unos hombres injustos, no para quitar sus pecados, sino para ponerlos de manifiesto; porque lo único que quita el pecado es el don gratuito de la fe, que actúa por el amor. Ellos pretendían que los gálatas, beneficiarios ya de este don gratuito, se sometieran al yugo de la ley, asegurándoles que de nada les serviría el Evangelio si no se circuncidaban y no observaban las demás prescripciones rituales del judaísmo.
Ello fue causa de que empezaran a sospechar que el apóstol Pablo, que les había predicado el Evangelio, quizá no estaba acorde en su doctrina con los demás apóstoles, ya que éstos obligaban a los gentiles a las prácticas judaicas. El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de aquellos hombres, hasta llegar a la simulación, como si él pensara también que en nada aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían los preceptos de la ley; de esta simulación le hizo volver atrás el apóstol Pablo, como explica él mismo en esta carta.
La misma cuestión es tratada en la carta a los Romanos. No obstante, parece que hay alguna diferencia entre una y otra, ya que en la carta a los Romanos dirime la misma cuestión y pone fin a las diferencias que habían surgido entre los cristianos procedentes del judaísmo y los procedentes de la gentilidad; mientras que en esta carta a los Gálatas escribe a aquellos que ya estaban perturbados por la autoridad de los que procedían del judaísmo y que los obligaban a la observancia de la ley. Influenciados por ellos, empezaban a creer que la predicación del apóstol Pablo no era auténtica, porque no quería que se circuncidaran. Por esto, Pablo empieza con estas palabras:
Me maravillo de que tan pronto os estéis pasando a otro evangelio, abandonando a Dios, que os convocó por la gracia de Cristo.
Con este exordio, insinúa en breves palabras el meollo de la cuestión. Aunque también lo hace en el mismo saludo inicial, cuando afirma de sí mismo que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, afirmación que no encontramos en ninguna otra de sus cartas. Con esto demuestra suficientemente que los que inducían a tales errores lo hacían no de parte de Dios, sino de parte de los hombres; y que, por lo que atañe a la autoridad de la predicación evangélica, ha de ser considerado igual que los demás apóstoles, ya que él tiene la certeza de que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre.
RESPONSORIO Ga 3, 24-25. 23
R. La ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de ser justificados por la fe. * Pero, una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
V. Antes de venir la economía de la fe, estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que había de revelarse.
R. Pero, una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «El que, después de haber escuchado estas palabras que acabo de decir, no las pone por obra -dice el Señor- será como el necio, que construyó su casa sobre arena.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «El que, después de haber escuchado estas palabras que acabo de decir, no las pone por obra -dice el Señor- será como el necio, que construyó su casa sobre arena.»
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Salmo 117 II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Ant. 3. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Salmo 117 III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 6, 8
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Ga 6, 9-10
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Ant. 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todo el que escucha éstas mis palabras y las pone por obra será como el varón inteligente, que construyó su casa sobre roca.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Todo el que escucha éstas mis palabras y las pone por obra será como el varón inteligente, que construyó su casa sobre roca.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
DOMINGO DE LA SEMANA IX
De la feria. Salterio I
OFICIO DE LECTURA (6:00)-LAUDES (7:00)-TERCIA (9:00)-SEXTA (12:00)-NONA (15:00)-VISPERAS (19:00) Y COMPLETAS (22:00)
6 de marzo 2011.
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol Santiago 2, 1-13
HAY QUE EVITAR LA ACEPCIÓN DE PERSONAS
Hermanos, no mezcléis con la acepción de personas la fe en Jesucristo, nuestro Señor glorificado.
Suponed que en el lugar en que estáis reunidos entra un hombre con anillo de oro en el dedo y lujosamente vestido, y que entra también un pobre con su traje raído. Si vuestros ojos se vuelven hacia el que lleva el suntuoso vestido, y le decís: «Tú, siéntate aquí, en este lugar distinguido»; mientras que al pobre decís: «Tú, quédate ahí en pie», o: «Siéntate a mis pies», ¿no es verdad que sois inconsecuentes con vosotros mismos y os portáis como jueces que juzgan inicuamente?
Escuchad, hermanos carísimos: ¿No es verdad que Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No son acaso los ricos quienes os tiranizan y os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos quienes ultrajan el dignísimo nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
Si en verdad cumplís la soberana ley de la Escritura: «Amarás al prójimo como a ti mismo», hacéis muy bien. Pero, si obráis con acepción de personas, incurrís en pecado, y la ley os acusa de transgresión.
Quien quebranta un solo precepto de la ley, aunque observe todos los demás, se hace reo de todos; porque aquel que dijo: «No adulterarás» dijo también: «No matarás.» Y, aunque no adulteres, si matas, te haces transgresor de la ley.
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO Cf. St 2, 5b; Mt 5, 3
R. Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino * que prometió a los que lo aman.
V. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
R. Que prometió a los que lo aman.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas
(Prefacio: PL 35, 2105-2107)
ENTENDAMOS LA GRACIA DE DIOS
El motivo por el cual el Apóstol escribe a los gálatas es su deseo de que entiendan que la gracia de Dios hace que no estén ya sujetos a la ley. En efecto, después de haberles sido anunciada la gracia del Evangelio, no faltaron algunos, provenientes de la circuncisión, que, aunque cristianos, no habían llegado a comprender toda la gratuidad del don de Dios y querían continuar bajo el yugo de la ley; ley que el Señor Dios había impuesto a los que estaban bajo la servidumbre del pecado y no de la justicia, esto es, ley justa en sí misma que Dios había dado a unos hombres injustos, no para quitar sus pecados, sino para ponerlos de manifiesto; porque lo único que quita el pecado es el don gratuito de la fe, que actúa por el amor. Ellos pretendían que los gálatas, beneficiarios ya de este don gratuito, se sometieran al yugo de la ley, asegurándoles que de nada les serviría el Evangelio si no se circuncidaban y no observaban las demás prescripciones rituales del judaísmo.
Ello fue causa de que empezaran a sospechar que el apóstol Pablo, que les había predicado el Evangelio, quizá no estaba acorde en su doctrina con los demás apóstoles, ya que éstos obligaban a los gentiles a las prácticas judaicas. El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de aquellos hombres, hasta llegar a la simulación, como si él pensara también que en nada aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían los preceptos de la ley; de esta simulación le hizo volver atrás el apóstol Pablo, como explica él mismo en esta carta.
La misma cuestión es tratada en la carta a los Romanos. No obstante, parece que hay alguna diferencia entre una y otra, ya que en la carta a los Romanos dirime la misma cuestión y pone fin a las diferencias que habían surgido entre los cristianos procedentes del judaísmo y los procedentes de la gentilidad; mientras que en esta carta a los Gálatas escribe a aquellos que ya estaban perturbados por la autoridad de los que procedían del judaísmo y que los obligaban a la observancia de la ley. Influenciados por ellos, empezaban a creer que la predicación del apóstol Pablo no era auténtica, porque no quería que se circuncidaran. Por esto, Pablo empieza con estas palabras:
Me maravillo de que tan pronto os estéis pasando a otro evangelio, abandonando a Dios, que os convocó por la gracia de Cristo.
Con este exordio, insinúa en breves palabras el meollo de la cuestión. Aunque también lo hace en el mismo saludo inicial, cuando afirma de sí mismo que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, afirmación que no encontramos en ninguna otra de sus cartas. Con esto demuestra suficientemente que los que inducían a tales errores lo hacían no de parte de Dios, sino de parte de los hombres; y que, por lo que atañe a la autoridad de la predicación evangélica, ha de ser considerado igual que los demás apóstoles, ya que él tiene la certeza de que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre.
RESPONSORIO Ga 3, 24-25. 23
R. La ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de ser justificados por la fe. * Pero, una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
V. Antes de venir la economía de la fe, estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que había de revelarse.
R. Pero, una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «El que, después de haber escuchado estas palabras que acabo de decir, no las pone por obra -dice el Señor- será como el necio, que construyó su casa sobre arena.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «El que, después de haber escuchado estas palabras que acabo de decir, no las pone por obra -dice el Señor- será como el necio, que construyó su casa sobre arena.»
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Salmo 117 II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Ant. 3. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Salmo 117 III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 6, 8
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Ga 6, 9-10
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Ant. 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todo el que escucha éstas mis palabras y las pone por obra será como el varón inteligente, que construyó su casa sobre roca.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Todo el que escucha éstas mis palabras y las pone por obra será como el varón inteligente, que construyó su casa sobre roca.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
Evangelio del Domingo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
Evangelio del Domingo IX Semana Tiempo Ordinario Ciclo A. 06 de febrero 2011.
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (7, 21-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’ Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
El evangelio de hoy, de Mateo, nos presenta la sección final del largo sermón de la montaña. Todo el fragmento que hoy leemos está centrado en el tema de «la primacía del hacer sobre el decir». Es un evangelio con el que sintoniza inmediatamente la cultura moderna, que en los últimos siglos ha sido, fundamentalmente, «filosofía de la praxis»: aunque todo es importante, lo más importante no es el decir, el pensar, el interpretar o reinterpretar, sino el hacer, el construir, el amar efectivamente y el amar con eficacia; no simplemente el decir, o el invocar a Dios, el rezar, ni el culto... sino «hacer la voluntad de mi Padre», llevar adelante el «Proyecto de Dios».
Los profetas clásicos de Israel pusieron el amor-justicia, o sea, la construcción de una sociedad humana, justa y feliz, por encima de una religiosidad cultualista (que privilegia el culto) o espiritualista (que se preocupa de lo espiritual en vez de lo material) o intimista (que prefiere la vivencia interior por encima de las implicaciones sociales). «”Misericordia” quiero (o sea, práctica del amor-justicia), no “sacrificios” (sacrificios ofrecidos en el culto, se entiende)», decía paradigmáticamente Oseas (6,6). Jesús, en otra parte del evangelio, pero sobre todo en su vida y en el conjunto de su predicación, recoge y vuelve a proclamar vivamente este mensaje profético, del que el judaísmo tardío se había ido apartando a favor –de nuevo- del cultualismo y del legalismo.
La respuesta que Jesús espera de sus discípulos no tiene que ver nada con las "fórmulas" y la simple confesión de boca, nada con los rezos rutinarios y el tráfico de un culto vacío. Lo que Jesús espera es que respondamos cumpliendo la voluntad del Padre, que esto es lo que ha venido a enseñarnos. El es el Maestro; no un maestro que enseña "verdades" y simple teoría, sino el Maestro que se compromete y nos compromete en la "praxis". El es el Maestro y el método, el camino; él es también la Verdad hecha carne. Jesús ha venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre, y esto es lo que espera de nosotros y lo que debemos hacer si queremos entrar con él en el reinado de Dios.
Notemos cómo en estas palabras se expresa muy bien la conciencia que tiene Jesús de sí mismo: llama "mi Padre" a Dios, denotando la relación especialísima e incomunicable que le une con el Padre (Jesús, que nos enseñó a invocar a Dios diciendo "Padre nuestro", nunca invocó él mismo a Dios de esta manera); se hace llamar a sí mismo "Señor", y anuncia que ha de juzgar a los hombres al fin de los tiempos.
La alusión al juicio final nos recuerda que este juicio versará sobre el amor al prójimo (Mt 19, 31-46). Aquel día ni siquiera valdrá nada el haber hecho milagros en nombre de Jesús. Lo que hay que hacer en su nombre es amar al prójimo; esto es lo único que se tendrá en cuenta y lo que Jesús quiere de sus discípulos.
Estas dos breves parábolas son también una llamada a la "praxis", pues sólo en la vida adquiere solidez la doctrina. Por eso, el que escucha y no practica, edifica sobre arena; su existencia se apoya en la debilidad humana. Pero el que escucha el evangelio y lo pone en práctica, construye su vida sobre la roca, sobre la "roca de salvación" que es el mismo Dios. La fe es algo mucho más serio que la retención teórica de unas verdades; es una vida fundada siempre en la Verdad. Así, con estas parábolas, concluye el llamado Sermón de la Montaña.
La palabra de Jesús del evangelio de hoy sigue ahí, trayendo el mismo desafío, en plena sintonía con la sensibilidad actual.
Para la revisión de vida
¿Soy de los que dicen y no hacen? ¿De los que rezan pero no se comprometen a construir un mundo mejor? ¿De los que se preocupan por la fe pero no por la justicia?, ¿por la doctrina pero no por la practica?
Para la reunión de grupo
- Doctrina y Practica.. Debatir en el grupo: ¿las dos son igual de importantes? ¿Las dos tienen igual fundamentación bíblica y evangélica? Dialogar.
- «Conocer a Yavé es practicar la justicia». Es la famosa expresión de los profetas. ¿En qué sentido está ahí dicho «conocer»? ¿Es el sentido griego-occidental?
- ¿Cuales serian ejemplos faciles de la forma en que nosotros podriamos hacer la voluntad del Padre? ¿En qué bases de la Biblia en general y de los Evangelios en particular nos podríamos apoyar?
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (7, 21-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’ Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
El evangelio de hoy, de Mateo, nos presenta la sección final del largo sermón de la montaña. Todo el fragmento que hoy leemos está centrado en el tema de «la primacía del hacer sobre el decir». Es un evangelio con el que sintoniza inmediatamente la cultura moderna, que en los últimos siglos ha sido, fundamentalmente, «filosofía de la praxis»: aunque todo es importante, lo más importante no es el decir, el pensar, el interpretar o reinterpretar, sino el hacer, el construir, el amar efectivamente y el amar con eficacia; no simplemente el decir, o el invocar a Dios, el rezar, ni el culto... sino «hacer la voluntad de mi Padre», llevar adelante el «Proyecto de Dios».
Los profetas clásicos de Israel pusieron el amor-justicia, o sea, la construcción de una sociedad humana, justa y feliz, por encima de una religiosidad cultualista (que privilegia el culto) o espiritualista (que se preocupa de lo espiritual en vez de lo material) o intimista (que prefiere la vivencia interior por encima de las implicaciones sociales). «”Misericordia” quiero (o sea, práctica del amor-justicia), no “sacrificios” (sacrificios ofrecidos en el culto, se entiende)», decía paradigmáticamente Oseas (6,6). Jesús, en otra parte del evangelio, pero sobre todo en su vida y en el conjunto de su predicación, recoge y vuelve a proclamar vivamente este mensaje profético, del que el judaísmo tardío se había ido apartando a favor –de nuevo- del cultualismo y del legalismo.
La respuesta que Jesús espera de sus discípulos no tiene que ver nada con las "fórmulas" y la simple confesión de boca, nada con los rezos rutinarios y el tráfico de un culto vacío. Lo que Jesús espera es que respondamos cumpliendo la voluntad del Padre, que esto es lo que ha venido a enseñarnos. El es el Maestro; no un maestro que enseña "verdades" y simple teoría, sino el Maestro que se compromete y nos compromete en la "praxis". El es el Maestro y el método, el camino; él es también la Verdad hecha carne. Jesús ha venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre, y esto es lo que espera de nosotros y lo que debemos hacer si queremos entrar con él en el reinado de Dios.
Notemos cómo en estas palabras se expresa muy bien la conciencia que tiene Jesús de sí mismo: llama "mi Padre" a Dios, denotando la relación especialísima e incomunicable que le une con el Padre (Jesús, que nos enseñó a invocar a Dios diciendo "Padre nuestro", nunca invocó él mismo a Dios de esta manera); se hace llamar a sí mismo "Señor", y anuncia que ha de juzgar a los hombres al fin de los tiempos.
La alusión al juicio final nos recuerda que este juicio versará sobre el amor al prójimo (Mt 19, 31-46). Aquel día ni siquiera valdrá nada el haber hecho milagros en nombre de Jesús. Lo que hay que hacer en su nombre es amar al prójimo; esto es lo único que se tendrá en cuenta y lo que Jesús quiere de sus discípulos.
Estas dos breves parábolas son también una llamada a la "praxis", pues sólo en la vida adquiere solidez la doctrina. Por eso, el que escucha y no practica, edifica sobre arena; su existencia se apoya en la debilidad humana. Pero el que escucha el evangelio y lo pone en práctica, construye su vida sobre la roca, sobre la "roca de salvación" que es el mismo Dios. La fe es algo mucho más serio que la retención teórica de unas verdades; es una vida fundada siempre en la Verdad. Así, con estas parábolas, concluye el llamado Sermón de la Montaña.
La palabra de Jesús del evangelio de hoy sigue ahí, trayendo el mismo desafío, en plena sintonía con la sensibilidad actual.
Para la revisión de vida
¿Soy de los que dicen y no hacen? ¿De los que rezan pero no se comprometen a construir un mundo mejor? ¿De los que se preocupan por la fe pero no por la justicia?, ¿por la doctrina pero no por la practica?
Para la reunión de grupo
- Doctrina y Practica.. Debatir en el grupo: ¿las dos son igual de importantes? ¿Las dos tienen igual fundamentación bíblica y evangélica? Dialogar.
- «Conocer a Yavé es practicar la justicia». Es la famosa expresión de los profetas. ¿En qué sentido está ahí dicho «conocer»? ¿Es el sentido griego-occidental?
- ¿Cuales serian ejemplos faciles de la forma en que nosotros podriamos hacer la voluntad del Padre? ¿En qué bases de la Biblia en general y de los Evangelios en particular nos podríamos apoyar?
Ordinario de la MIsa. Lecturas y Oracione Doningo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
= Domingo 06 de Marzo, 2011
Noveno Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio
Tengo los ojos puestos en el Señor
Antífona de Entrada
Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Nos acogemos, Señor, a tu providencia, que nunca se equivoca, y te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquello que pueda contribuir a nuestro bien.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del
Deuteronomio (11, 18. 26-28. 32)
En aquellos días, Moisés habló al pueblo y le dijo: “Pongan en su corazón y en sus almas estas palabras mías; átenlas a su mano como una señal, llévenlas como un signo sobre la frente.
Miren: He aquí que yo pongo hoy delante de ustedes la bendición y la maldición. La bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que yo les promulgo hoy; la maldición, si no obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, y se apartan del camino que les señalo hoy, para ir en pos de otros dioses que ustedes no conocen. Así pues, esfuércense en cumplir todos los mandamientos y decretos que hoy promulgo ante ustedes”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 30
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. Tú que eres justo, ponme a salvo; escúchame y ven pronto a librarme.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio, la muralla que me salve. Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa, por tu nombre, dirígeme y guíame.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que en el Señor esperan.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(3, 21-25. 28)
Hermanos: La actividad salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas, se ha manifestado ahora independientemente de la ley. Por medio de la fe en Jesucristo, la actividad salvadora de Dios llega, sin distinción alguna, a todos los que creen en él.
En efecto, como todos pecaron, todos están privados de la presencia salvadora de Dios; pero todos son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención llevada a cabo por medio de Cristo Jesús, al cual Dios expuso públicamente como la víctima que nos consigue el perdón por la ofrenda de su sangre, por medio de la fe.
Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe y no por hacer lo que prescribe la ley de Moisés.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (7, 21-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’ Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
En la primera lectura se nos presenta un fragmento de ese gran discurso de despedida de Moisés que viene a ser el libro del Deuteronomio. Es concretamente una exhortación que habla de la maldición o la bendición que se derivan de seguir o no seguir a Dios en fidelidad. En la liturgia el texto se utiliza con frecuencia para expresar esa libertad que tenemos para elegir entre el bien y el mal.
Somos libres. La libertad es uno de nuestros grandes dones constitutivos. Podemos elegir nuestro estilo y sistema de vida; pero debemos ser conscientes del costo de nuestra libertad de opción. Toda elección es a la vez una renuncia: elegimos una opción gracias a que desechamos las demás que nos eran posibles. No es posible elegir sin renunciar. Y no podemos dejar de optar ni de dejar de renunciar. Es el riesgo de vivir, porque el mero hecho de vivir es elegir, y renunciar. Es decir: nuestra vida no está hecha: la tenemos que hacer, y la hacemos optando, continuamente, día a día. Al ritmo de cada elección. Aunque hay que distinguir cuidadosamente entre opciones y opciones, entre las opciones que comprometen un acto, un rato, un día, una semana... y las que comprometen nuestra vida a largo plazo, o el estado de vida, el tipo de trabajo o la profesión (cuando se puede elegir.); y, aun por encima de estas grandes opciones, queda todavía nuestra «opción fundamental», algo que no queda negado simplemente por un error o un acto menor contrario.
Por lo que se refiere a Dios, él ya hizo sus opciones fundamentales, que deben ser nuestra guía existencial: por el Amor, por la Justicia, por el Mundo, por toda la Vida y por la vida plena, por la Comunión universal.
Pablo se mueve en un mundo espiritual, en unas categorías que ni son las nuestras ni nos resultan fácilmente inteligibles. Dice que por medio del sacrificio Dios ha justificado a la humanidad, la cual, por muchas leyes y cumplimiento de preceptos que hiciera por sí misma, no sería capaz de justificarse, de salvarse. Quiere que los creyentes piensen que gracias a la gratuidad del amor del Padre somos herederos de la salvación. Un elemento importante será la fe, la cual es capaz de interpretar y leer la acción cotidiana de Dios a nuestro favor en la historia, en la cual, afirma, definitivamente justifica sin distinción a todos los que creen. Él está reaccionando ante la polémica judía de la «salvación por medio de las obras o por medio de la fe», que hoy nos resulta irrelevante.
El evangelio de hoy, de Mateo, nos presenta la sección final del largo sermón de la montaña. Todo el fragmento que hoy leemos está centrado en el tema de «la primacía del hacer sobre el decir». Es un evangelio con el que sintoniza inmediatamente la cultura moderna, que en los últimos siglos ha sido, fundamentalmente, «filosofía de la praxis»: aunque todo es importante, lo más importante no es el decir, el pensar, el interpretar o reinterpretar, sino el hacer, el construir, el amar efectivamente y el amar con eficacia; no simplemente el decir, o el invocar a Dios, el rezar, ni el culto... sino «hacer la voluntad de mi Padre», llevar adelante el «Proyecto de Dios».
Los profetas clásicos de Israel pusieron el amor-justicia, o sea, la construcción de una sociedad humana, justa y feliz, por encima de una religiosidad cultualista (que privilegia el culto) o espiritualista (que se preocupa de lo espiritual en vez de lo material) o intimista (que prefiere la vivencia interior por encima de las implicaciones sociales). «”Misericordia” quiero (o sea, práctica del amor-justicia), no “sacrificios” (sacrificios ofrecidos en el culto, se entiende)», decía paradigmáticamente Oseas (6,6). Jesús, en otra parte del evangelio, pero sobre todo en su vida y en el conjunto de su predicación, recoge y vuelve a proclamar vivamente este mensaje profético, del que el judaísmo tardío se había ido apartando a favor –de nuevo- del cultualismo y del legalismo.
La respuesta que Jesús espera de sus discípulos no tiene que ver nada con las "fórmulas" y la simple confesión de boca, nada con los rezos rutinarios y el tráfico de un culto vacío. Lo que Jesús espera es que respondamos cumpliendo la voluntad del Padre, que esto es lo que ha venido a enseñarnos. El es el Maestro; no un maestro que enseña "verdades" y simple teoría, sino el Maestro que se compromete y nos compromete en la "praxis". El es el Maestro y el método, el camino; él es también la Verdad hecha carne. Jesús ha venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre, y esto es lo que espera de nosotros y lo que debemos hacer si queremos entrar con él en el reinado de Dios.
Notemos cómo en estas palabras se expresa muy bien la conciencia que tiene Jesús de sí mismo: llama "mi Padre" a Dios, denotando la relación especialísima e incomunicable que le une con el Padre (Jesús, que nos enseñó a invocar a Dios diciendo "Padre nuestro", nunca invocó él mismo a Dios de esta manera); se hace llamar a sí mismo "Señor", y anuncia que ha de juzgar a los hombres al fin de los tiempos.
La alusión al juicio final nos recuerda que este juicio versará sobre el amor al prójimo (Mt 19, 31-46). Aquel día ni siquiera valdrá nada el haber hecho milagros en nombre de Jesús. Lo que hay que hacer en su nombre es amar al prójimo; esto es lo único que se tendrá en cuenta y lo que Jesús quiere de sus discípulos.
Estas dos breves parábolas son también una llamada a la "praxis", pues sólo en la vida adquiere solidez la doctrina. Por eso, el que escucha y no practica, edifica sobre arena; su existencia se apoya en la debilidad humana. Pero el que escucha el evangelio y lo pone en práctica, construye su vida sobre la roca, sobre la "roca de salvación" que es el mismo Dios. La fe es algo mucho más serio que la retención teórica de unas verdades; es una vida fundada siempre en la Verdad. Así, con estas parábolas, concluye el llamado Sermón de la Montaña.
La palabra de Jesús del evangelio de hoy sigue ahí, trayendo el mismo desafío, en plena sintonía con la sensibilidad actual.
Para la revisión de vida
¿Soy de los que dicen y no hacen? ¿De los que rezan pero no se comprometen a construir un mundo mejor? ¿De los que se preocupan por la fe pero no por la justicia?, ¿por la doctrina pero no por la practica?
Para la reunión de grupo
- Doctrina y Practica.. Debatir en el grupo: ¿las dos son igual de importantes? ¿Las dos tienen igual fundamentación bíblica y evangélica? Dialogar.
- «Conocer a Yavé es practicar la justicia». Es la famosa expresión de los profetas. ¿En qué sentido está ahí dicho «conocer»? ¿Es el sentido griego-occidental?
- ¿Cuales serian ejemplos faciles de la forma en que nosotros podriamos hacer la voluntad del Padre? ¿En qué bases de la Biblia en general y de los Evangelios en particular nos podríamos apoyar?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Invoquemos a Dios, que ha puesto sus palabras en nuestro corazón, y digámosle con fe:
Te rogamos, óyenos.
Por la Iglesia: para que viva el mandamiento del amor y éste sea el signo de su fidelidad a Jesucristo.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por el Papa, los obispos y los sacerdotes: para que sean dispensadores generosos de la gracia que Cristo nos mereció.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los jefes de los pueblos: para que encuentren caminos eficaces de desarrollo y solidaridad.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los que sufren a causa de la violencia o de catástrofes naturales: para que el Señor se les manifieste a través del amor de los cristianos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los difuntos: para que contemplen la gloria de Dios y disfruten de su misma felicidad.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por nosotros: para que, cimentando nuestra vida en la roca firme de la fe, pongamos en práctica lo que celebramos en esta Eucaristía.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Celebrante:
Padre, te rogamos que recibas las oraciones de tus hijos y los sostengas en su caminar hacia el Reino donde Tú habitas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Confiados en tu misericordia, Señor, venimos a tu altar con nuestros dones a fin de que te dignes purificarnos por este memorial que estamos celebrando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IX
La acción del Espíritu en la
Iglesia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque de tal manera gobiernas a tu Iglesia, que en todo lugar y en cada momento, le proporcionas lo que más conviene. No cesas, en efecto, de asistirla con la fuerza del Espíritu Santo, para que, confiada siempre a ti en el amor, ni abandone la plegaria en la tribulación, ni deje de darte gracias en el gozo, por Cristo nuestro Señor.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Yo te invoco, porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Padre santo, tú que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, guíanos por medio de tu Espíritu a fin de que, no sólo con palabras, sino con toda nuestra vida podamos demostrarte nuestro amor y así merezcamos entrar al Reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Noveno Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio
Tengo los ojos puestos en el Señor
Antífona de Entrada
Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Nos acogemos, Señor, a tu providencia, que nunca se equivoca, y te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquello que pueda contribuir a nuestro bien.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del
Deuteronomio (11, 18. 26-28. 32)
En aquellos días, Moisés habló al pueblo y le dijo: “Pongan en su corazón y en sus almas estas palabras mías; átenlas a su mano como una señal, llévenlas como un signo sobre la frente.
Miren: He aquí que yo pongo hoy delante de ustedes la bendición y la maldición. La bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que yo les promulgo hoy; la maldición, si no obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, y se apartan del camino que les señalo hoy, para ir en pos de otros dioses que ustedes no conocen. Así pues, esfuércense en cumplir todos los mandamientos y decretos que hoy promulgo ante ustedes”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 30
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. Tú que eres justo, ponme a salvo; escúchame y ven pronto a librarme.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio, la muralla que me salve. Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa, por tu nombre, dirígeme y guíame.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que en el Señor esperan.
Sé tú, Señor,
mi fortaleza y mi refugio.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(3, 21-25. 28)
Hermanos: La actividad salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas, se ha manifestado ahora independientemente de la ley. Por medio de la fe en Jesucristo, la actividad salvadora de Dios llega, sin distinción alguna, a todos los que creen en él.
En efecto, como todos pecaron, todos están privados de la presencia salvadora de Dios; pero todos son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención llevada a cabo por medio de Cristo Jesús, al cual Dios expuso públicamente como la víctima que nos consigue el perdón por la ofrenda de su sangre, por medio de la fe.
Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe y no por hacer lo que prescribe la ley de Moisés.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (7, 21-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’ Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
En la primera lectura se nos presenta un fragmento de ese gran discurso de despedida de Moisés que viene a ser el libro del Deuteronomio. Es concretamente una exhortación que habla de la maldición o la bendición que se derivan de seguir o no seguir a Dios en fidelidad. En la liturgia el texto se utiliza con frecuencia para expresar esa libertad que tenemos para elegir entre el bien y el mal.
Somos libres. La libertad es uno de nuestros grandes dones constitutivos. Podemos elegir nuestro estilo y sistema de vida; pero debemos ser conscientes del costo de nuestra libertad de opción. Toda elección es a la vez una renuncia: elegimos una opción gracias a que desechamos las demás que nos eran posibles. No es posible elegir sin renunciar. Y no podemos dejar de optar ni de dejar de renunciar. Es el riesgo de vivir, porque el mero hecho de vivir es elegir, y renunciar. Es decir: nuestra vida no está hecha: la tenemos que hacer, y la hacemos optando, continuamente, día a día. Al ritmo de cada elección. Aunque hay que distinguir cuidadosamente entre opciones y opciones, entre las opciones que comprometen un acto, un rato, un día, una semana... y las que comprometen nuestra vida a largo plazo, o el estado de vida, el tipo de trabajo o la profesión (cuando se puede elegir.); y, aun por encima de estas grandes opciones, queda todavía nuestra «opción fundamental», algo que no queda negado simplemente por un error o un acto menor contrario.
Por lo que se refiere a Dios, él ya hizo sus opciones fundamentales, que deben ser nuestra guía existencial: por el Amor, por la Justicia, por el Mundo, por toda la Vida y por la vida plena, por la Comunión universal.
Pablo se mueve en un mundo espiritual, en unas categorías que ni son las nuestras ni nos resultan fácilmente inteligibles. Dice que por medio del sacrificio Dios ha justificado a la humanidad, la cual, por muchas leyes y cumplimiento de preceptos que hiciera por sí misma, no sería capaz de justificarse, de salvarse. Quiere que los creyentes piensen que gracias a la gratuidad del amor del Padre somos herederos de la salvación. Un elemento importante será la fe, la cual es capaz de interpretar y leer la acción cotidiana de Dios a nuestro favor en la historia, en la cual, afirma, definitivamente justifica sin distinción a todos los que creen. Él está reaccionando ante la polémica judía de la «salvación por medio de las obras o por medio de la fe», que hoy nos resulta irrelevante.
El evangelio de hoy, de Mateo, nos presenta la sección final del largo sermón de la montaña. Todo el fragmento que hoy leemos está centrado en el tema de «la primacía del hacer sobre el decir». Es un evangelio con el que sintoniza inmediatamente la cultura moderna, que en los últimos siglos ha sido, fundamentalmente, «filosofía de la praxis»: aunque todo es importante, lo más importante no es el decir, el pensar, el interpretar o reinterpretar, sino el hacer, el construir, el amar efectivamente y el amar con eficacia; no simplemente el decir, o el invocar a Dios, el rezar, ni el culto... sino «hacer la voluntad de mi Padre», llevar adelante el «Proyecto de Dios».
Los profetas clásicos de Israel pusieron el amor-justicia, o sea, la construcción de una sociedad humana, justa y feliz, por encima de una religiosidad cultualista (que privilegia el culto) o espiritualista (que se preocupa de lo espiritual en vez de lo material) o intimista (que prefiere la vivencia interior por encima de las implicaciones sociales). «”Misericordia” quiero (o sea, práctica del amor-justicia), no “sacrificios” (sacrificios ofrecidos en el culto, se entiende)», decía paradigmáticamente Oseas (6,6). Jesús, en otra parte del evangelio, pero sobre todo en su vida y en el conjunto de su predicación, recoge y vuelve a proclamar vivamente este mensaje profético, del que el judaísmo tardío se había ido apartando a favor –de nuevo- del cultualismo y del legalismo.
La respuesta que Jesús espera de sus discípulos no tiene que ver nada con las "fórmulas" y la simple confesión de boca, nada con los rezos rutinarios y el tráfico de un culto vacío. Lo que Jesús espera es que respondamos cumpliendo la voluntad del Padre, que esto es lo que ha venido a enseñarnos. El es el Maestro; no un maestro que enseña "verdades" y simple teoría, sino el Maestro que se compromete y nos compromete en la "praxis". El es el Maestro y el método, el camino; él es también la Verdad hecha carne. Jesús ha venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre, y esto es lo que espera de nosotros y lo que debemos hacer si queremos entrar con él en el reinado de Dios.
Notemos cómo en estas palabras se expresa muy bien la conciencia que tiene Jesús de sí mismo: llama "mi Padre" a Dios, denotando la relación especialísima e incomunicable que le une con el Padre (Jesús, que nos enseñó a invocar a Dios diciendo "Padre nuestro", nunca invocó él mismo a Dios de esta manera); se hace llamar a sí mismo "Señor", y anuncia que ha de juzgar a los hombres al fin de los tiempos.
La alusión al juicio final nos recuerda que este juicio versará sobre el amor al prójimo (Mt 19, 31-46). Aquel día ni siquiera valdrá nada el haber hecho milagros en nombre de Jesús. Lo que hay que hacer en su nombre es amar al prójimo; esto es lo único que se tendrá en cuenta y lo que Jesús quiere de sus discípulos.
Estas dos breves parábolas son también una llamada a la "praxis", pues sólo en la vida adquiere solidez la doctrina. Por eso, el que escucha y no practica, edifica sobre arena; su existencia se apoya en la debilidad humana. Pero el que escucha el evangelio y lo pone en práctica, construye su vida sobre la roca, sobre la "roca de salvación" que es el mismo Dios. La fe es algo mucho más serio que la retención teórica de unas verdades; es una vida fundada siempre en la Verdad. Así, con estas parábolas, concluye el llamado Sermón de la Montaña.
La palabra de Jesús del evangelio de hoy sigue ahí, trayendo el mismo desafío, en plena sintonía con la sensibilidad actual.
Para la revisión de vida
¿Soy de los que dicen y no hacen? ¿De los que rezan pero no se comprometen a construir un mundo mejor? ¿De los que se preocupan por la fe pero no por la justicia?, ¿por la doctrina pero no por la practica?
Para la reunión de grupo
- Doctrina y Practica.. Debatir en el grupo: ¿las dos son igual de importantes? ¿Las dos tienen igual fundamentación bíblica y evangélica? Dialogar.
- «Conocer a Yavé es practicar la justicia». Es la famosa expresión de los profetas. ¿En qué sentido está ahí dicho «conocer»? ¿Es el sentido griego-occidental?
- ¿Cuales serian ejemplos faciles de la forma en que nosotros podriamos hacer la voluntad del Padre? ¿En qué bases de la Biblia en general y de los Evangelios en particular nos podríamos apoyar?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Invoquemos a Dios, que ha puesto sus palabras en nuestro corazón, y digámosle con fe:
Te rogamos, óyenos.
Por la Iglesia: para que viva el mandamiento del amor y éste sea el signo de su fidelidad a Jesucristo.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por el Papa, los obispos y los sacerdotes: para que sean dispensadores generosos de la gracia que Cristo nos mereció.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los jefes de los pueblos: para que encuentren caminos eficaces de desarrollo y solidaridad.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los que sufren a causa de la violencia o de catástrofes naturales: para que el Señor se les manifieste a través del amor de los cristianos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por los difuntos: para que contemplen la gloria de Dios y disfruten de su misma felicidad.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Por nosotros: para que, cimentando nuestra vida en la roca firme de la fe, pongamos en práctica lo que celebramos en esta Eucaristía.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Celebrante:
Padre, te rogamos que recibas las oraciones de tus hijos y los sostengas en su caminar hacia el Reino donde Tú habitas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Confiados en tu misericordia, Señor, venimos a tu altar con nuestros dones a fin de que te dignes purificarnos por este memorial que estamos celebrando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IX
La acción del Espíritu en la
Iglesia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque de tal manera gobiernas a tu Iglesia, que en todo lugar y en cada momento, le proporcionas lo que más conviene. No cesas, en efecto, de asistirla con la fuerza del Espíritu Santo, para que, confiada siempre a ti en el amor, ni abandone la plegaria en la tribulación, ni deje de darte gracias en el gozo, por Cristo nuestro Señor.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Yo te invoco, porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Padre santo, tú que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, guíanos por medio de tu Espíritu a fin de que, no sólo con palabras, sino con toda nuestra vida podamos demostrarte nuestro amor y así merezcamos entrar al Reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectio Divina. Domingo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
Lectio: 9º Domingo del Tiempo Ordinario
Lectio:
Domingo, 6 Marzo, 2011
Quien quiere hacer la voluntad del Padre
tiene que escuchar la palabra de Jesús
y ponerla en práctica.
Mateo 7,21-27
Oración inicial
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia,
que nunca se equivoca;
y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal
y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos
para la vida presente y la futura.
Por nuestro Señor.
1. LECTIO
Lectura del Evangelio:
«No todo el que me diga: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel Día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les declararé: '¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!'
«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»
2. MEDITATIO
a) Clave de lectura:
El texto que la liturgia de hoy nos propone, cierra el discurso de Jesús que se abre con las bienaventuranzas (Mt 5,1-12). Jesús “al ver a toda esa muchedumbre ... subió al monte; allí se sentó… y les enseñaba” (Mt 5,1-2). Después de haber anunciado e inaugurado los nuevos tiempos de la conversión en vista del reino de los cielos que se acerca (Mt 4,17), Jesús presenta un programa completo, con un nuevo estilo de vida basado en su persona: El es la “buena nueva del reino” (Mt 4,23) en la que se fundan los tiempos nuevos. En este texto del séptimo capítulo Jesús reitera una vez más que entramos en el reino de los cielos eligiendo, a conciencia, los valores de este reino y haciéndolo con decisión y responsabilidad. Una decisión que se traduce en obras que se reconozcan: las obras de los “hijos de Dios” (Mt 5,9). Jesús aquí hace alusión no tanto a obras externas o a manifestaciones extraordinarias, sino que se refiere sobre todo al fundamento de la vida del discípulo: hacer “la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Muchos, ciertamente, profetizan en el nombre de Jesús, expulsan demonios y realizan prodigios al servicio de la evangelización (Mt 7,22). Pero Jesús no los reconoce ya que son “agentes de iniquidad” (Mt 7,23). Las palabras de desprecio dirigidas a éstos son fuertes y terribles ya que Jesús declama abiertamente: “Jamás os conocí; apartaos de mí” (Mt 5,23). Son frases que nos recuerdan las palabras del Buen Pastor, en el evangelio de Juan: “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen” (Jn 10,14). Aquí se hace hincapié en la actitud de Jesús, que no se deja embaucar y sabe, siendo Juez Justo, quienes les pertenecen y quienes no. En el Evangelio de Juan, encontramos lo mismo, por ejemplo con referencia a Judas Iscariote y a la elección de los doce: “Jesús respondió: Yo mismo los elegí a ustedes, los Doce. Y, sin embargo, ¡uno de ustedes es un diablo!. Hablaba de Judas, hijo de Simón el Iscariote: era uno de los Doce y lo traicionaría.” (Jn 6,70); “No lo digo por todos ustedes; porque conozco a los que he escogido; y se va a verificar lo dicho por la Escritura: El que come el pan conmigo se levantará contra mí.” (Jn 13,18); “Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto, y ese fruto permanezca. Y quiero que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo dé.” (Jn 15,16). Un tema éste que es común también en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, lo encontramos en Oseas, con relación al pueblo de Dios que a pesar de haber “rechazado el bien” grita: “Mi Dios, nosotros de Israel, ¡no te conocemos!” (Os 8,2-3). Las parábolas de las diez vírgenes (Mt 25,11-12; Lc 13,25), de las dos casas (Lc 6,46) nos hablan de esto. También algunos pasajes de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas paulinas nos hacen notar esta realidad (He 8,9-13, 18-23; 2Ti 3,8-9, 1Co 4,20; Fil 3,7-9;) existente ya en la iglesia primitiva: es decir la presencia de los que cumplen un ministerio en nombre de Jesús, pero de hecho son agentes de iniquidad, desobedientes a la voluntad de Dios (Heb 4,6) y entonces no se enteran del reino. Por ello Pablo exhorta a los discípulos para que vivan “con sencillez de espíritu, no sirviendo sencillamente cuando los vigilan, o para que los hombres los feliciten, sino que sean como siervos de Cristo. Hagan su trabajo con empeño por el Señor, y no por los hombres” (Ef 6,6).
Jesús reconoce solamente como suyos, los que hacen la voluntad de su Padre (Mt 12,50; 21,29-31; Mc 3,35), porque él también es reconocido por esto (Jn 7,17). Pone en guardia a sus discípulos de los falsos profetas “que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos feroces” (Mt 7,15). En ese texto (Mt 7,22) el término “profetizar” se refiere al ministerio de la enseñanza con autoridad moral, hecha en nombre de Jesús, en la comunidad cristiana. A esto se refiere también Pablo en 1Cor 12,28 y Ef 4,11. Este es uno de los dones, juntamente con el exorcismo y con la manifestación de otros prodigios, que contribuye a la edificación de la Iglesia facilitando la proclamación de la buena nueva. Por consiguiente es un don que, como cualquier otro don, trae consigo una gran responsabilidad. Los “agentes de iniquidad”, aunque tengan dones, causan daño y ruina al edificio de la Iglesia (casa de Dios) con su hipocresía. Es posible que sea también éste el sentido de la parábola de Jesús sobre las dos casas construidas, una sobre arena y la otra sobre roca. Así que lo importante no es afanarse, sino construir sobre la Palabra de Dios, poniéndola en práctica con docilidad y caridad, porque sin la caridad que nos une a Dios y a su voluntad no somos nada y nada nos sirve (1Cor 13,1-13). “Pasarán las profecías, callarán las lenguas y se perderá el conocimiento” (1 Cor 13,8). Solamente “la caridad nunca pasará” (1 Cor 13,8).
b) Algunas preguntas:
i) Lee atentamente el texto del evangelio y la llave de lectura. Encuentra en la Biblia todas las citas de los textos paralelos. Puedes buscar otros que te ayudan a comprender y a profundizar el texto de Mateo.
ii) Subraya lo que te ha llamado la atención en los textos y en la llave de lectura.
iii) En este discurso ¿cuál te parece que sea el mensaje principal de Jesús?
iv) El evangelio nos dice que “cuando Jesús terminó estos discursos, lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar” (Mt 7,28). Esta reacción ¿es también la tuya? ¿Por qué?
v) La multitud notaba que Jesús “enseñaba como uno que tiene autoridad y no como los escribas” (Mt 7,29). ¿Qué piensas de esta intuición de la multitud? ¿Tiene que ver con la coherencia del estilo de Jesús con su mensaje?
vi) ¿Cómo puedes contribuir a la edificación de la Iglesia?
3. ORATIO
Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El.
Concluye tu oración con el Salmo 31
En ti, Yahvé, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.
¡Tened valor, y firme el corazón,
vosotros, los que esperáis en Yahvé!
4. CONTEMPLATIO
“Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley.” (Rm 3,28).
www.ocarm.org
Lectio:
Domingo, 6 Marzo, 2011
Quien quiere hacer la voluntad del Padre
tiene que escuchar la palabra de Jesús
y ponerla en práctica.
Mateo 7,21-27
Oración inicial
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia,
que nunca se equivoca;
y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal
y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos
para la vida presente y la futura.
Por nuestro Señor.
1. LECTIO
Lectura del Evangelio:
«No todo el que me diga: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel Día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les declararé: '¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!'
«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»
2. MEDITATIO
a) Clave de lectura:
El texto que la liturgia de hoy nos propone, cierra el discurso de Jesús que se abre con las bienaventuranzas (Mt 5,1-12). Jesús “al ver a toda esa muchedumbre ... subió al monte; allí se sentó… y les enseñaba” (Mt 5,1-2). Después de haber anunciado e inaugurado los nuevos tiempos de la conversión en vista del reino de los cielos que se acerca (Mt 4,17), Jesús presenta un programa completo, con un nuevo estilo de vida basado en su persona: El es la “buena nueva del reino” (Mt 4,23) en la que se fundan los tiempos nuevos. En este texto del séptimo capítulo Jesús reitera una vez más que entramos en el reino de los cielos eligiendo, a conciencia, los valores de este reino y haciéndolo con decisión y responsabilidad. Una decisión que se traduce en obras que se reconozcan: las obras de los “hijos de Dios” (Mt 5,9). Jesús aquí hace alusión no tanto a obras externas o a manifestaciones extraordinarias, sino que se refiere sobre todo al fundamento de la vida del discípulo: hacer “la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Muchos, ciertamente, profetizan en el nombre de Jesús, expulsan demonios y realizan prodigios al servicio de la evangelización (Mt 7,22). Pero Jesús no los reconoce ya que son “agentes de iniquidad” (Mt 7,23). Las palabras de desprecio dirigidas a éstos son fuertes y terribles ya que Jesús declama abiertamente: “Jamás os conocí; apartaos de mí” (Mt 5,23). Son frases que nos recuerdan las palabras del Buen Pastor, en el evangelio de Juan: “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen” (Jn 10,14). Aquí se hace hincapié en la actitud de Jesús, que no se deja embaucar y sabe, siendo Juez Justo, quienes les pertenecen y quienes no. En el Evangelio de Juan, encontramos lo mismo, por ejemplo con referencia a Judas Iscariote y a la elección de los doce: “Jesús respondió: Yo mismo los elegí a ustedes, los Doce. Y, sin embargo, ¡uno de ustedes es un diablo!. Hablaba de Judas, hijo de Simón el Iscariote: era uno de los Doce y lo traicionaría.” (Jn 6,70); “No lo digo por todos ustedes; porque conozco a los que he escogido; y se va a verificar lo dicho por la Escritura: El que come el pan conmigo se levantará contra mí.” (Jn 13,18); “Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto, y ese fruto permanezca. Y quiero que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo dé.” (Jn 15,16). Un tema éste que es común también en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, lo encontramos en Oseas, con relación al pueblo de Dios que a pesar de haber “rechazado el bien” grita: “Mi Dios, nosotros de Israel, ¡no te conocemos!” (Os 8,2-3). Las parábolas de las diez vírgenes (Mt 25,11-12; Lc 13,25), de las dos casas (Lc 6,46) nos hablan de esto. También algunos pasajes de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas paulinas nos hacen notar esta realidad (He 8,9-13, 18-23; 2Ti 3,8-9, 1Co 4,20; Fil 3,7-9;) existente ya en la iglesia primitiva: es decir la presencia de los que cumplen un ministerio en nombre de Jesús, pero de hecho son agentes de iniquidad, desobedientes a la voluntad de Dios (Heb 4,6) y entonces no se enteran del reino. Por ello Pablo exhorta a los discípulos para que vivan “con sencillez de espíritu, no sirviendo sencillamente cuando los vigilan, o para que los hombres los feliciten, sino que sean como siervos de Cristo. Hagan su trabajo con empeño por el Señor, y no por los hombres” (Ef 6,6).
Jesús reconoce solamente como suyos, los que hacen la voluntad de su Padre (Mt 12,50; 21,29-31; Mc 3,35), porque él también es reconocido por esto (Jn 7,17). Pone en guardia a sus discípulos de los falsos profetas “que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos feroces” (Mt 7,15). En ese texto (Mt 7,22) el término “profetizar” se refiere al ministerio de la enseñanza con autoridad moral, hecha en nombre de Jesús, en la comunidad cristiana. A esto se refiere también Pablo en 1Cor 12,28 y Ef 4,11. Este es uno de los dones, juntamente con el exorcismo y con la manifestación de otros prodigios, que contribuye a la edificación de la Iglesia facilitando la proclamación de la buena nueva. Por consiguiente es un don que, como cualquier otro don, trae consigo una gran responsabilidad. Los “agentes de iniquidad”, aunque tengan dones, causan daño y ruina al edificio de la Iglesia (casa de Dios) con su hipocresía. Es posible que sea también éste el sentido de la parábola de Jesús sobre las dos casas construidas, una sobre arena y la otra sobre roca. Así que lo importante no es afanarse, sino construir sobre la Palabra de Dios, poniéndola en práctica con docilidad y caridad, porque sin la caridad que nos une a Dios y a su voluntad no somos nada y nada nos sirve (1Cor 13,1-13). “Pasarán las profecías, callarán las lenguas y se perderá el conocimiento” (1 Cor 13,8). Solamente “la caridad nunca pasará” (1 Cor 13,8).
b) Algunas preguntas:
i) Lee atentamente el texto del evangelio y la llave de lectura. Encuentra en la Biblia todas las citas de los textos paralelos. Puedes buscar otros que te ayudan a comprender y a profundizar el texto de Mateo.
ii) Subraya lo que te ha llamado la atención en los textos y en la llave de lectura.
iii) En este discurso ¿cuál te parece que sea el mensaje principal de Jesús?
iv) El evangelio nos dice que “cuando Jesús terminó estos discursos, lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar” (Mt 7,28). Esta reacción ¿es también la tuya? ¿Por qué?
v) La multitud notaba que Jesús “enseñaba como uno que tiene autoridad y no como los escribas” (Mt 7,29). ¿Qué piensas de esta intuición de la multitud? ¿Tiene que ver con la coherencia del estilo de Jesús con su mensaje?
vi) ¿Cómo puedes contribuir a la edificación de la Iglesia?
3. ORATIO
Haz silencio dentro de ti y acoge las palabras de Jesús en tu corazón. Practicando estas palabras, terminarás por transformarte en El.
Concluye tu oración con el Salmo 31
En ti, Yahvé, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.
¡Tened valor, y firme el corazón,
vosotros, los que esperáis en Yahvé!
4. CONTEMPLATIO
“Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley.” (Rm 3,28).
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Hablar con Dios. Meditación del Domingo IX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de marzo 2011
Meditación del día de Hablar con Dios
Noveno Domingo
ciclo a
EDIFICAR SOBRE ROCA
— La santidad consiste en llevar a cabo la voluntad de Dios, en lo grande y en lo que parece de escaso interés.
— Querer lo que Dios quiera. Abandono en Dios.
— Cumplir y amar el querer divino en lo pequeño de los días normales y en los asuntos importantes.
I. El Señor manifiesta una particular predilección por aquellos que en su vida se empeñan en cumplir en todo la voluntad de Dios, por quienes procuran que sus obras expresen las palabras y los deseos de su diálogo con Dios, que se convierte entonces en oración verdadera. Pues no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre..., declara Jesús en el Evangelio de la Misa1. En aquella ocasión hablaba ante muchos que habían convertido la plegaria en un mero recitar palabras y fórmulas, que en nada influían luego en su conducta hipócrita y llena de malicia. No debe ser así nuestro diálogo con Cristo: «Ha de ser tu oración la del hijo de Dios; no la de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús aquellas palabras: “no todo el que dice ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el Reino de los Cielos”.
»Tu oración, tu clamar, “¡Señor!, ¡Señor!” ha de ir unido, de mil formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la Voluntad de Dios»2.
Ni siquiera bastaría realizar prodigios y obras portentosas, como profetizar en su nombre o arrojar demonios –si esto fuera posible sin contar con Él–, si no procuramos llevar a cabo su amable voluntad; vanos serían los sacrificios más grandes, inútil sería nuestra carrera. Por el contrario, la Sagrada Escritura nos muestra cómo Dios ama y bendice a quien busca identificarse en todo con el querer divino: he hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón, que cumplirá en todo mi voluntad3. Y San Juan escribe: El mundo pasa, también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre4. Jesús mismo declara que su alimento es hacer la voluntad del Padre y dar cumplimiento a su obra5. Esto es lo que importa, en eso consiste la santidad en medio de nuestros deberes, «en hacer Su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos»6, en desprendernos más y más de nuestros intereses y egoísmos y en hacernos uno con aquello que Dios ha dispuesto para nosotros.
El camino que conduce al Cielo y a la felicidad aquí en la tierra «es la obediencia a la voluntad divina, no el repetir su nombre»7. La oración ha de ir acompañada de las obras, del deseo firmísimo de llevar a cabo el querer de Dios que se nos manifiesta de formas tan diversas. «Recia cosa sería –exclama Santa Teresa– que Dios nos estuviese diciendo claramente que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiésemos, porque estamos más a nuestro placer»8, a nuestros deseos. ¡Qué pena si el Señor deseara llevarnos por un camino y nosotros nos empeñáramos en ir por otro! Cumplir la voluntad de Dios: he aquí un programa para llenar toda una vida.
«Habrás pensado alguna vez, con santa envidia, en el Apóstol adolescente, Juan, “quem diligebat Iesu” —al que amaba Jesús.
»—¿No te gustaría que te llamaran “el que ama la Voluntad de Dios”? Pon los medios»9. Estos medios consistirán normalmente en cumplir los pequeños deberes de la jornada, en preguntarnos a lo largo del día: ¿hago en este momento lo que debo hacer?10, aceptar las contrariedades que se presentan en la vida normal, luchar decididamente en aquellos consejos que hemos recibido en la dirección espiritual, rectificar la intención cuantas veces sea necesario, pues la tendencia de todo hombre es hacer su propia voluntad, lo que le apetece, lo que le resulta más cómodo y agradable.
¡Señor, yo solo quiero hacer lo que quieras Tú, y del modo que lo desees! No quiero hacer mi voluntad, mis pobres caprichos, sino la tuya. Querría, Señor, que mi vida fuera solo eso: cumplir tu voluntad en todo, poder decir como Tú, en lo grande y en lo pequeño: mi alimento, lo que da sentido a mi vida, es hacer la voluntad de mi Padre Dios.
II. El empeño por buscar en todo la gloria de Dios nos da una particular fortaleza contra las dificultades y tribulaciones que hayamos de padecer: enfermedad, calumnias, apuros económicos...
En el mismo Evangelio de la Misa nos habla Cristo de dos casas, construidas al mismo tiempo y de apariencia semejante. Se puso de manifiesto la gran diferencia que existía entre ambas cuando llegó la prueba: las lluvias, las riadas y los fuertes vientos. Una de ellas se mantuvo firme, porque tenía buenos cimientos; la otra se vino abajo porque fue construida sobre arena: su ruina fue completa. Al que levantó la primera edificación, la que permaneció en pie, le llama el Señor hombre sabio, prudente; al constructor de la segunda, hombre necio.
La primera de las casas resistió bien los embates del invierno, no por la belleza de los adornos, ni siquiera por tener buena techumbre, sino gracias a sus cimientos de roca. Aquella casa perduró en el tiempo, sirvió de refugio a su dueño y fue modelo de buena construcción. Así es quien edifica su vida sobre el deseo llevado a la práctica de cumplir la voluntad de Dios en lo pequeño de cada día, en los asuntos importantes y, si llegan, en las contrariedades grandes. Por eso hemos visto a enfermos, debilitados en el cuerpo por la enfermedad, pero con una voluntad fuerte y un amor grande, llevando con alegría sus dolores, porque veían, por encima de su enfermedad, la mano de un Dios providente, que siempre bendice a quienes le aman, pero de formas bien diferentes. Y quien siente la difamación y la calumnia...; o el que padece la ruina económica y ve cómo sufren los suyos...; o la muerte de un ser querido cuando estaba aún en la plenitud de la vida...; o aquel que sufre la discriminación en su trabajo a causa de sus creencias religiosas... La casa –la vida del cristiano que sigue con hechos a Cristo– no se viene abajo porque está edificada sobre el más completo abandono en la voluntad de su Padre Dios. Abandono que no le impedirá la defensa justa cuando sea necesaria, exigir los derechos laborales que le correspondan o poner los medios para sanar de esa enfermedad. Pero lo llevará a cabo con serenidad, sin agobios y sin amargura ni rencores.
En nuestra oración de hoy le decimos al Señor que queremos abandonarnos en sus manos; allí nos encontramos seguros: «No desees nada para ti, ni bueno ni malo: quiere solamente, para ti, lo que Dios quiera. Junto al Señor se vuelve dulce lo amargo y suave lo áspero.
»Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras»11. ¡Solo lo que Tú quieras, Señor! ¡No deseo más!
III. Para permanecer firmes en los momentos difíciles, tenemos necesidad de aceptar con buena cara en los tiempos de bonanza las pequeñas contrariedades que surgen en el trabajo, en la familia..., en todo el entramado de la vida corriente, y cumplir con fidelidad y abnegación los propios deberes de estado: el estudio, el cuidado de la familia... Así se ahonda en los cimientos y se fortalece toda la construcción. La fidelidad en lo pequeño, que apenas se advierte, nos permite la fidelidad en lo grande12, ser fuertes en los momentos decisivos.
Si somos fieles en el cumplimiento del querer divino en lo pequeño (en esos deberes diarios, en los consejos recibidos en la dirección espiritual, en la aceptación de las contradicciones que surgen en un día normal...), tendremos el hábito de ver la mano de Dios providente en todas las cosas: en la salud y en la enfermedad, en la sequedad de la oración y en la consolación, en la calma y en la tentación, en el trabajo y en el descanso...; y esto nos llenará de paz; y sabremos dejar a un lado con más facilidad los respetos humanos, porque lo que nos importa de verdad es hacer aquello que el Señor quiere que hagamos, y esto nos da una gran libertad para actuar siempre de cara a Dios13, para ser audaces en el apostolado, para hablar abiertamente de Dios.
Esa fidelidad en las cosas más pequeñas, por amor a Dios, «viendo en ellas, no su pequeñez en sí misma, lo cual es propio de espíritus mezquinos, sino eso tan grande como es la voluntad de Dios, que debemos respetar con grandeza, aun en las cosas pequeñas»14.
Un fundamento recio y fuerte puede servir también de cimentación a otras edificaciones más débiles: no se queda nunca solo. Nuestra vida interior, cuajada de oración y de realidades, puede servir a otros muchos, que encontrarán la fortaleza necesaria cuando flaqueen sus fuerzas, porque las dificultades y tribulaciones sean duras y difíciles de llevar.
No nos separemos en ningún momento de Jesús. «Cuando te veas atribulado..., y también a la hora del triunfo, repite: Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, ¡llévame siempre de tu mano!»15. Y con Él, cumpliendo lo que para nuestro bien nos va señalando, llegaremos hasta el final de nuestro camino, donde le contemplaremos cara a cara. Y junto a Jesús encontraremos a su Madre María, que es también Madre nuestra, a la que acudimos al terminar este rato de oración para que nuestro diálogo con Jesús no sea nunca un clamor vacío, y para que nos conceda tener un único empeño en la vida: cumplir la voluntad santísima de su Hijo en todas las cosas. «Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, ¡llévame siempre de tu mano!».
1 Mt 7, 21-27. — 2 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 358. — 3 Cfr. Hech 13, 22. — 4 1 Jn 2, 17. — 5 Cfr. Jn 4, 34. — 6 SANTA TERESA DE LISIEUX, Manuscritos autobiográficos, en Obras completas, Monte Carmelo, 5ª ed., Burgos 1980. — 7 SAN HILARIO DE POITIERS, en Catena Aurea, vol. I, p. 449. — 8 SANTA TERESA DE JESÚS, Fundaciones, 5, 5. — 9 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, o. c., n. 422. — 10 Cfr. ÍDEM, Camino, n. 772. — 11 ÍDEM, Forja, n. 42 y n. 529 — 12 Cfr. Lc 16-20. — 13 Cfr. V. LEHODEY, El santo abandono, Casals, 4ª ed., Barcelona 1951, p. 657. — 14 J. TISSOT, La vida interior, Herder, 16ª ed., Barcelona 1964, p. 261. — 15 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 654.
Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
Con licencia eclesiástica. Para uso personal, prohibida su distribución.
Noveno Domingo
ciclo a
EDIFICAR SOBRE ROCA
— La santidad consiste en llevar a cabo la voluntad de Dios, en lo grande y en lo que parece de escaso interés.
— Querer lo que Dios quiera. Abandono en Dios.
— Cumplir y amar el querer divino en lo pequeño de los días normales y en los asuntos importantes.
I. El Señor manifiesta una particular predilección por aquellos que en su vida se empeñan en cumplir en todo la voluntad de Dios, por quienes procuran que sus obras expresen las palabras y los deseos de su diálogo con Dios, que se convierte entonces en oración verdadera. Pues no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre..., declara Jesús en el Evangelio de la Misa1. En aquella ocasión hablaba ante muchos que habían convertido la plegaria en un mero recitar palabras y fórmulas, que en nada influían luego en su conducta hipócrita y llena de malicia. No debe ser así nuestro diálogo con Cristo: «Ha de ser tu oración la del hijo de Dios; no la de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús aquellas palabras: “no todo el que dice ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el Reino de los Cielos”.
»Tu oración, tu clamar, “¡Señor!, ¡Señor!” ha de ir unido, de mil formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la Voluntad de Dios»2.
Ni siquiera bastaría realizar prodigios y obras portentosas, como profetizar en su nombre o arrojar demonios –si esto fuera posible sin contar con Él–, si no procuramos llevar a cabo su amable voluntad; vanos serían los sacrificios más grandes, inútil sería nuestra carrera. Por el contrario, la Sagrada Escritura nos muestra cómo Dios ama y bendice a quien busca identificarse en todo con el querer divino: he hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón, que cumplirá en todo mi voluntad3. Y San Juan escribe: El mundo pasa, también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre4. Jesús mismo declara que su alimento es hacer la voluntad del Padre y dar cumplimiento a su obra5. Esto es lo que importa, en eso consiste la santidad en medio de nuestros deberes, «en hacer Su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos»6, en desprendernos más y más de nuestros intereses y egoísmos y en hacernos uno con aquello que Dios ha dispuesto para nosotros.
El camino que conduce al Cielo y a la felicidad aquí en la tierra «es la obediencia a la voluntad divina, no el repetir su nombre»7. La oración ha de ir acompañada de las obras, del deseo firmísimo de llevar a cabo el querer de Dios que se nos manifiesta de formas tan diversas. «Recia cosa sería –exclama Santa Teresa– que Dios nos estuviese diciendo claramente que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiésemos, porque estamos más a nuestro placer»8, a nuestros deseos. ¡Qué pena si el Señor deseara llevarnos por un camino y nosotros nos empeñáramos en ir por otro! Cumplir la voluntad de Dios: he aquí un programa para llenar toda una vida.
«Habrás pensado alguna vez, con santa envidia, en el Apóstol adolescente, Juan, “quem diligebat Iesu” —al que amaba Jesús.
»—¿No te gustaría que te llamaran “el que ama la Voluntad de Dios”? Pon los medios»9. Estos medios consistirán normalmente en cumplir los pequeños deberes de la jornada, en preguntarnos a lo largo del día: ¿hago en este momento lo que debo hacer?10, aceptar las contrariedades que se presentan en la vida normal, luchar decididamente en aquellos consejos que hemos recibido en la dirección espiritual, rectificar la intención cuantas veces sea necesario, pues la tendencia de todo hombre es hacer su propia voluntad, lo que le apetece, lo que le resulta más cómodo y agradable.
¡Señor, yo solo quiero hacer lo que quieras Tú, y del modo que lo desees! No quiero hacer mi voluntad, mis pobres caprichos, sino la tuya. Querría, Señor, que mi vida fuera solo eso: cumplir tu voluntad en todo, poder decir como Tú, en lo grande y en lo pequeño: mi alimento, lo que da sentido a mi vida, es hacer la voluntad de mi Padre Dios.
II. El empeño por buscar en todo la gloria de Dios nos da una particular fortaleza contra las dificultades y tribulaciones que hayamos de padecer: enfermedad, calumnias, apuros económicos...
En el mismo Evangelio de la Misa nos habla Cristo de dos casas, construidas al mismo tiempo y de apariencia semejante. Se puso de manifiesto la gran diferencia que existía entre ambas cuando llegó la prueba: las lluvias, las riadas y los fuertes vientos. Una de ellas se mantuvo firme, porque tenía buenos cimientos; la otra se vino abajo porque fue construida sobre arena: su ruina fue completa. Al que levantó la primera edificación, la que permaneció en pie, le llama el Señor hombre sabio, prudente; al constructor de la segunda, hombre necio.
La primera de las casas resistió bien los embates del invierno, no por la belleza de los adornos, ni siquiera por tener buena techumbre, sino gracias a sus cimientos de roca. Aquella casa perduró en el tiempo, sirvió de refugio a su dueño y fue modelo de buena construcción. Así es quien edifica su vida sobre el deseo llevado a la práctica de cumplir la voluntad de Dios en lo pequeño de cada día, en los asuntos importantes y, si llegan, en las contrariedades grandes. Por eso hemos visto a enfermos, debilitados en el cuerpo por la enfermedad, pero con una voluntad fuerte y un amor grande, llevando con alegría sus dolores, porque veían, por encima de su enfermedad, la mano de un Dios providente, que siempre bendice a quienes le aman, pero de formas bien diferentes. Y quien siente la difamación y la calumnia...; o el que padece la ruina económica y ve cómo sufren los suyos...; o la muerte de un ser querido cuando estaba aún en la plenitud de la vida...; o aquel que sufre la discriminación en su trabajo a causa de sus creencias religiosas... La casa –la vida del cristiano que sigue con hechos a Cristo– no se viene abajo porque está edificada sobre el más completo abandono en la voluntad de su Padre Dios. Abandono que no le impedirá la defensa justa cuando sea necesaria, exigir los derechos laborales que le correspondan o poner los medios para sanar de esa enfermedad. Pero lo llevará a cabo con serenidad, sin agobios y sin amargura ni rencores.
En nuestra oración de hoy le decimos al Señor que queremos abandonarnos en sus manos; allí nos encontramos seguros: «No desees nada para ti, ni bueno ni malo: quiere solamente, para ti, lo que Dios quiera. Junto al Señor se vuelve dulce lo amargo y suave lo áspero.
»Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras»11. ¡Solo lo que Tú quieras, Señor! ¡No deseo más!
III. Para permanecer firmes en los momentos difíciles, tenemos necesidad de aceptar con buena cara en los tiempos de bonanza las pequeñas contrariedades que surgen en el trabajo, en la familia..., en todo el entramado de la vida corriente, y cumplir con fidelidad y abnegación los propios deberes de estado: el estudio, el cuidado de la familia... Así se ahonda en los cimientos y se fortalece toda la construcción. La fidelidad en lo pequeño, que apenas se advierte, nos permite la fidelidad en lo grande12, ser fuertes en los momentos decisivos.
Si somos fieles en el cumplimiento del querer divino en lo pequeño (en esos deberes diarios, en los consejos recibidos en la dirección espiritual, en la aceptación de las contradicciones que surgen en un día normal...), tendremos el hábito de ver la mano de Dios providente en todas las cosas: en la salud y en la enfermedad, en la sequedad de la oración y en la consolación, en la calma y en la tentación, en el trabajo y en el descanso...; y esto nos llenará de paz; y sabremos dejar a un lado con más facilidad los respetos humanos, porque lo que nos importa de verdad es hacer aquello que el Señor quiere que hagamos, y esto nos da una gran libertad para actuar siempre de cara a Dios13, para ser audaces en el apostolado, para hablar abiertamente de Dios.
Esa fidelidad en las cosas más pequeñas, por amor a Dios, «viendo en ellas, no su pequeñez en sí misma, lo cual es propio de espíritus mezquinos, sino eso tan grande como es la voluntad de Dios, que debemos respetar con grandeza, aun en las cosas pequeñas»14.
Un fundamento recio y fuerte puede servir también de cimentación a otras edificaciones más débiles: no se queda nunca solo. Nuestra vida interior, cuajada de oración y de realidades, puede servir a otros muchos, que encontrarán la fortaleza necesaria cuando flaqueen sus fuerzas, porque las dificultades y tribulaciones sean duras y difíciles de llevar.
No nos separemos en ningún momento de Jesús. «Cuando te veas atribulado..., y también a la hora del triunfo, repite: Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, ¡llévame siempre de tu mano!»15. Y con Él, cumpliendo lo que para nuestro bien nos va señalando, llegaremos hasta el final de nuestro camino, donde le contemplaremos cara a cara. Y junto a Jesús encontraremos a su Madre María, que es también Madre nuestra, a la que acudimos al terminar este rato de oración para que nuestro diálogo con Jesús no sea nunca un clamor vacío, y para que nos conceda tener un único empeño en la vida: cumplir la voluntad santísima de su Hijo en todas las cosas. «Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, ¡llévame siempre de tu mano!».
1 Mt 7, 21-27. — 2 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 358. — 3 Cfr. Hech 13, 22. — 4 1 Jn 2, 17. — 5 Cfr. Jn 4, 34. — 6 SANTA TERESA DE LISIEUX, Manuscritos autobiográficos, en Obras completas, Monte Carmelo, 5ª ed., Burgos 1980. — 7 SAN HILARIO DE POITIERS, en Catena Aurea, vol. I, p. 449. — 8 SANTA TERESA DE JESÚS, Fundaciones, 5, 5. — 9 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, o. c., n. 422. — 10 Cfr. ÍDEM, Camino, n. 772. — 11 ÍDEM, Forja, n. 42 y n. 529 — 12 Cfr. Lc 16-20. — 13 Cfr. V. LEHODEY, El santo abandono, Casals, 4ª ed., Barcelona 1951, p. 657. — 14 J. TISSOT, La vida interior, Herder, 16ª ed., Barcelona 1964, p. 261. — 15 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 654.
Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
Con licencia eclesiástica. Para uso personal, prohibida su distribución.
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