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sábado, 19 de marzo de 2011

Moniciones a las Lecturas y Oración de los Fieles, Domingo II Semana de Cuarersma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

II Domingo de Cuaresma
20 de marzo de 2011
MONICIÓN DE ENTRADA
Sean todos bienvenidos a la Eucaristía. Celebramos hoy el Segundo Domingo de Cuaresma y, en nuestra celebración, la Palabra de Dios nos va a presentar el prodigio de la Transfiguración del Señor. Hecho extraordinario, pleno de aires de eternidad, con el que Jesús de Nazaret quiso apuntalar la fe de sus discípulos antes de los hechos difíciles de su Pasión y Muerte. También hoy a nosotros Jesús nos muestra el camino de conversión, de paz y de amor que trae la Cuaresma. Y, además, sabemos –porque Él nos lo ha dicho—que el final de nuestro camino es la Resurrección, la Pascua. Por su esfuerzo y sacrificio estamos redimidos hoy, y siempre, hemos de ser coherentes con nuestra Redención. Iniciemos alegría y esperanza la Eucaristía. De pie para recibir al Celebrante, cantando.

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- En la primera lectura, del libro del Génesis, el Señor pide a Abrahán que lo deje todo para iniciar una misión enorme: crear el pueblo de Dios. A todos nosotros, alguna vez, Dios también nos pide que demos prioridad al camino que Él nos sugiere y que, así, abandonemos lo superfluo, lo que nada vale para mejor servirle a Él y a los hermanos. Hemos de tenerlo en cuenta. Escuchemos
2.- Pablo en su carta a Timoteo—que es nuestra segunda lectura-- anuncia que Jesús sacó a la luz la vida inmortal por medio del Evangelio. Es una de sus conclusiones, tras aconsejar a Timoteo que observe y siga la doctrina del Salvador. Esa luz y esa vida inmortal nos están presentes la luminosidad de la Transfiguración. Escuchemos
3.- El relato de San Mateo sobre la Transfiguración, en el evangelio que vamos a escuchar, es sencillamente emocionante. Desde el relato de la escena, plena de luz y de aires de eternidad, hasta la ingenuidad de Pedro que pretende continuar allí para siempre. Jesús quiso mostrar a sus discípulos la Gloria, antes de iniciar el camino hacia su muerte redentora. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.


II Domingo de Cuaresma
20 de marzo de 2011
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Padre, hoy como preparación al sufrimiento del Calvario, muestras la Gloria del final de este camino. Haz que esta Gloria sea la razón de nuestra esperanza:
MUESTRANOS SIEMPRE TU GLORIA SEÑOR.
1.- Por el Papa, nuestros obispos y sacerdotes para que con su palabra y actuación sepan despertar es los hombres de bien la contemplación de tu Gloria y así renueven el compromiso de seguir a Cristo.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2.- Por los seminaristas y por el seminario de nuestra Arquidiócesis (Diócesis) para que El Señor les apoye en su entrega y formación y el seminario reciba de nosotros nuestras oraciones y nuestra ayuda económica.
OREMOS AL SEÑOR
3.- Por los dirigentes de las naciones para atiendan las necesidades de sus súbditos y de aquellas otras naciones que sufren, especialmente el pueblo japonés.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por los enfermos para que la promesa de la Gloria del Señor sea siempre un impulso en su dolor.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por las familias, para que encuentren, en la rutina diaria, momentos de contemplación de la Gloria de Cristo y así bajen de nuevo al devenir cotidiano con nuevos ánimos y esperanzas.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por los niños que viven en el vientre materno, para que no sean nunca esperanzas frustradas por el aborto.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por las intenciones recibidas en la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas, para que el Señor las atiendas conforme a su voluntad.
OREMOS AL SEÑOR
8.- Por todos nosotros para que en el mediodía de nuestra labor encontremos el agua viva de Cristo y así podamos continuar nuestro trabajo en el Reino hasta el caer de la tarde.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, da a tu pueblo esas gotas de esperanza que necesita para no desistir en el camino que lleva a Ti.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Amen

Homilías. Domingo II Semana de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

1.- POR LA PASIÓN ES EL CAMINO DE LA RESURRECCIÓN
Por Gabriel González del Estal
1. Todo el mensaje de esta fiesta está bien expresado en las frases del prefacio que leemos en este segundo domingo de cuaresma: “Cristo, Señor nuestro, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria para testimoniar, de acuerdo con la Ley y los Profetas, que la pasión es el camino de la Resurrección”. Si lo leemos con calma, nos daremos cuenta de la riqueza del contenido que encierra este texto. Primero, quiere situar el acontecimiento en su contexto de tiempo y lugar: “Después de anunciar su muerte a los discípulos”. Recordemos un poco: Cristo les había dicho a sus discípulos que se ponían en camino hacia Jerusalén, donde el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser muerto y al tercer día resucitar. Pedro se había atrevido a amonestar seriamente al Maestro por estas palabras. Ellos, los discípulos, lo de la resurrección no lo entendían y lo de ser discípulos de un Maestro que iba a terminar vencido y ajusticiado en la cruz no podían admitirlo. En este estado de postración y desánimo de los discípulos, Cristo necesitaba hacer algo urgente para levantarles la moral. Por eso, sigue diciendo el texto que comentamos, que “les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria”. De hecho, el ánimo de Pedro subió hasta el cielo: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Ellos, por lo que se ve, no necesitaban ni tienda, ni saco de dormir; con seguir viendo “el esplendor de su gloria” se conformaban. Las palabras “de acuerdo con la ley y los profetas” están puestas ahí para explicar lo que también vieron los tres discípulos: “a Moisés (la Ley) y a Elías (los Profetas) hablando con Él”. La Ley y los Profetas ya habían anunciado a un Mesías sufriente, aunque la mayor parte de los judíos no lo hubieran entendido así. Y termina el párrafo con la frase que hemos puesto en la cabecera de este comentario: el propósito de la transfiguración era mostrar a sus discípulos que “la pasión es el camino de la resurrección”. Algo que los discípulos, por sí mismos, nunca hubieran entendido.
2. Abrahán marchó, como le había dicho el Señor. Sabemos que el camino que tuvo que recorrer Abrahán, a través del desierto, no fue precisamente un camino de rosas. La promesa que Dios le hacía sí era una promesa grande y tentadora: “te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición… Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. Pero no fue fácil para Abrahán, como sabemos, creer en la promesa. Lo hizo porque, a pesar de todas las dificultades, se fió de Dios. Fue su fe, su fidelidad a Dios, lo que hizo a Abrahán padre de todos los creyentes. El patriarca Abrahán es una figura signo, es el nómada de Dios. También para nosotros, hoy día, la figura del patriarca Abrahán sigue siendo una figura que puede iluminar y alentar nuestro camino de fe en las promesas de Dios. Tampoco nuestro camino de fe es, en este siglo veintiuno, un camino de rosas. San Pablo nos dice “que Él nos llamó a una vida santa”, dándonos su gracia, por medio de Jesucristo. Hoy día se necesita mucha gracia de Dios para creer en Dios y fiarse de Dios, como lo hizo el patriarca Abrahán. También nosotros necesitamos algún Tabor, para no desanimarnos en nuestra escalada cuaresmal hacia la Pascua de Resurrección. Miremos y escuchemos, durante esta cuaresma, al Hijo amado, al predilecto, para que Él nos dé fuerza y sea nuestra luz en la escalada cuaresmal.
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2.- UN ADELANTO DE LA "VISIÓN BEATÍFICA"
Por Antonio García-Moreno
1.- SAL DE TU TIERRA.- Los hombres han pasado por la prueba del diluvio. Nuevamente la tierra se ha ido poblando. Y una vez más los hombres se apartan de los caminos de Dios. Un nuevo pecado va a dividir a la Humanidad. Babel, el deseo de llegar hasta lo más alto del cielo, hasta el mismo Dios. Al fin y al cabo, lo mismo que ocurrió con Adán. El deseo de independizarse de Dios, de ser como Él. El hombre no acaba de entender que sólo apoyándose en Dios, podrá llegar a su capacidad máxima de grandeza y de dignidad. No entiende que al prescindir de Dios se hunde, se empequeñece, se aniquila.
Pero la terquedad humana en apartarse del Señor no logra ahogar el afán divino de atraer al hombre. Y para mantener viva la promesa de una liberación final, escoge a un personaje originario de la tierra de los caldeos, Abrahán. Un hombre que oye la llamada de Dios y responde incondicionalmente, con fe absoluta, con una gran generosidad. Y, fiado en las palabras divinas, sale de su tierra, rumbo a los confines que Yahvé le señala. Soñando con ese hijo que Dios le promete, esperando a pesar de la esterilidad y vejez de su esposa Sara.
Desde ese momento se entabla una honda amistad entre Yahvé y Abrahán. Muchas veces nos narra el libro sagrado cómo este hombre llega a intimar con Dios, cómo habla con Él confiadamente, con la misma ingenuidad y sencillez, con el mismo atrevimiento que un hijo pequeño tiene al hablar con su padre.
Abrahán creyó en Yahvé siempre. También cuando su palabra le exigía sacrificios tan grandes como abandonar su patria o sacrificar a su hijo único. Abrahán dijo siempre que sí. Y Dios le premió su fidelidad con creces, mucho más de lo que aquel viejo patriarca pudiera soñar.
Creer en Dios, decir que sí a sus exigencias de amor, entregarse incondicionalmente, abandonarse y abandonarlo todo en manos del Señor... Quisiéramos, Señor, ser tan fieles como Abrahán, tan generosos como él lo fue. Salir de nuestra tierra, abandonar esta casa de nuestro egoísmo, de nuestra pereza, de nuestra comodidad, de nuestra ambición, de nuestro sensualismo. Y caminar con paso decidido hacia la Tierra Prometida, unido estrechamente a Ti, tratándote con el cariño, la ternura y la audacia del hijo más pequeño.
2.- LA GLORIA DEL DOLOR.- Jesús, como en otras ocasiones, se queda sólo con Pedro y los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Estos tres apóstoles serán testigos cualificados de su gloria en la Transfiguración del Tabor y también de su poder cuando resucitó a la hija de hache personaje principal en Israel. Pero lo mismo que estos tres apóstoles contemplaron el esplendor de su gloria, también estos tres predilectos de Cristo contemplarán la humillación extrema del Maestro en Getsemaní. En efecto, verán cómo el Señor será abatido por el temor, escucharán su oración dolorida, descubrirán cómo su humanidad se quebranta ante el peso aplastante de la pasión.
El Señor los había elegido con el fin de fortalecer su fe, pues había de ser fundamento para la fe de los demás. Ellos podrían decir, cuando llegase el momento de la prueba y del abandono de Jesucristo, que habían contemplado el esplendor de su poder y de su gloria. Cuando Jesús quedara atravesado en la cruz, colgado entre el cielo y la tierra, ellos podrían confesar que a pesar de todo, aquel condenado a muerte era el mismo Hijo de Dios.
La de ellos es una situación que se puede repetir en nuestras vidas. A veces la prueba es dura, insoportable. Entonces hay que recordar los momentos en los que Dios ha estado cerca de nosotros, mostrándonos en cierto modo el fulgor de su grandeza. Podemos afirmar que también nosotros hemos sido testigos del poder y la gloria de Dios, y sentirnos fuertes cuando llegue el momento del dolor y de la contradicción.
Qué hermoso es estar aquí, exclama Pedro en la cima del Tabor, con la espontaneidad que le caracteriza. El resplandor de la figura de Jesucristo le embarga el corazón, le embelesa los sentidos. Aquello fue un pequeño adelanto de la "visión beatífica" que gozan los que ya están en el Cielo, visión que colma todos los deseos y anhelos del hombre y lo hace intensamente feliz. Es ese bien sin sombra de mal alguno que constituye la posesión de Dios, esa dicha inefable que el Señor tiene preparada para quienes sean fieles hasta el fin. Ojalá que el convencimiento de que vale la pena alcanzar ese bien, sostenga nuestra esperanza y estimule nuestro afán de lucha.
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3.- ¡BUENA CUARESMA Y BUEN CAMINO!
Por Pedro Juan Díaz
1.- La palabra que hoy podría simbolizar el mensaje de Jesús a través de estas lecturas podría ser esta: “camino”. Hay referencias constantes en la Palabra de Dios de hoy a ese caminar como símbolo de la vida. Por ejemplo, Dios invita a Abraham en la primera lectura a “ponerse en camino”: “Sal de tu tierra… Haré de ti un gran pueblo… Y Abraham marchó, como le había dicho el Señor”. Y Abraham y Sara, su mujer, que también comparte el camino con su marido, se ponen en camino confiando en la promesa que Dios les ha hecho. Pero no sólo se ponen en camino físicamente, sino que comienzan la tarea de construir el Pueblo de Dios. El camino de la vida, por tanto, esta lleno de tareas en las que Dios nos invita a constituirnos como su Pueblo.
2.- Hay otra referencia al camino en el Evangelio. El contexto de este pasaje se desarrolla cuando Jesús está subiendo con sus discípulos a Jerusalén para celebrar allí la Pascua. Ya sabéis que todos los judíos se reunían en Jerusalén y peregrinaban desde sus pueblos porque allí estaba el Templo y era el lugar para celebrar la Pascua. Y todas las familias salían en peregrinación, se ponían en camino hacia Jerusalén. Jesús también lo hace, acompañado de los suyos. Y en ese camino Jesús hace un alto y se lleva a tres discípulos a una montaña y se transfigura. ¿Qué significa esto? El camino a Jerusalén es el camino de Jesús hacia la muerte en cruz, y se lo va anunciando a sus discípulos, pero estos no entienden de que va la cosa. Jesús hace un alto para mostrarles a sus discípulos más cercanos que, a pesar de que el camino acabe en cruz, su Padre Dios está con Él y le rescatará de la muerte. Por eso el rostro de Jesús transfigurado, glorioso, resucitado. Es una manera de transmitir confianza en el camino. En el camino de la vida, por tanto, Dios nos transmite confianza, a pesar de las dificultades que podamos encontrar. Porque Él nos acompaña, está con nosotros, no nos deja de la mano.
3.- ¿Qué es lo importante de esta experiencia que viven los discípulos? ¿Qué fue lo que movió a Abraham y a Sara a “tirar p’alante"? Yo me atrevería a decir que fue escuchar a Dios que les habló al corazón, que les habló en sus vidas, en sus caminos, en sus búsquedas y al que ellos supieron escuchar. “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”. Los discípulos caen por los suelos al escuchar a Dios, porque saben que escucharle a Él implica seguir a Jesús en su camino, y ese camino es de servicio a la voluntad de Dios, hasta la muerte en cruz. Pero Jesús les da cariño y confianza. Se acerca a ellos, los tocó y les dijo: “levantaos, no temáis”; “el final del camino, a pesar de las dificultades, va a ser un final feliz, porque Dios está conmigo, y con vosotros, si queréis”.
4.- Quizás a nosotros también nos da miedo escuchar a Jesús, ponerle en el centro de nuestras vidas y de nuestras comunidades. El mensaje de Jesús pasa por el servicio al Reino, que no es otra cosa que el servicio a los hermanos, a los más necesitados. Una experiencia de fe no es verdaderamente cristiana si nos aísla de los hermanos, si nos deja cómodamente instalados en la vida y nos aleja del servicio a los más necesitados.
5.- Si escuchamos a Jesús, sentiremos que hemos de “ponernos en camino”, como sintió Abraham, y salir de nuestro conformismo y de nuestro estilo de vida egoísta, para empezar a vivir más atentos a los demás y, juntos, construir ese Pueblo de Dios, ese Reino de Jesús, y que se vaya haciendo realidad cada día entre nosotros. La vida es un camino, no exento de dificultades, ni de cruces, pero en el que Dios nos invita a caminar con confianza, como pueblo, siempre unidos, siempre juntos, como hermanos, escuchándole sólo a Él y fiándonos de su Palabra. El final del camino es la VIDA, con mayúsculas. No tengamos miedo. Estemos a la escucha, porque en cualquier momento Dios puede dejar oír su voz.
6.- Termino con una reflexión que encontré preparando esta homilía: “Cuando las dificultades del camino crezcan, cuando la marcha del desierto al jardín se presente cuesta arriba, cuando parezca que vas a ceder ante el desánimo, confía. Coloca tus pies sobre las pisadas de Jesús y déjale que agarre tu mano, quizá en silencio. El Hijo amado del Padre sabe el camino, porque Él es el Camino”. ¡Buena Cuaresma y buen camino!

Oficio Divino. Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona , Vísperas y Completas. Domingo II Semana de Cuaresma. Ciclo A. .20 de mazo 2011

OFICIO DIVINO-TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE LA SEMANA II
Propio del Tiempo. Salterio II
OFICIO DE LECTURA (6:00)-LAUDES (7:00)-TERCIA (9:00)-SEXTA (12:00)-NONA (15:00)-VISPERAS (19:00) Y COMPLETAS (22:00)
20 de marzo 2011.
OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: DELANTE DE TUS OJOS

Delante de tus ojos
ya no enrojecemos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de los pueblos
nos guardas como un resto,
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo,
revoca sus decretos:
la salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.

Salmo 103 I - HIMNO AL DIOS CREADOR

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;

pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.

Ant. 2. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre.

Salmo 103 II

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.

Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.

Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.

Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.

Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre.

Ant. 3. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Salmo 103 III

¡Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría!;
la tierra está llena de tus creaturas.

Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;

escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.

Cantaré al Señor mientras viva,
tocaré para mi Dios mientras exista:
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

V. La voz del Padre se oyó desde la nube.
R. Éste es mi Hijo amado, escuchadlo.

PRIMERA LECTURA
Del libro del Deuteronomio 18, 1-22

DISPOSICIONES ACERCA DE LOS LEVITAS Y DE LOS VERDADEROS Y FALSOS PROFETAS

En aquellos días, dijo Moisés al pueblo estas palabras:

«Los sacerdotes levíticos y toda la tribu de Leví no se repartirán la herencia con Israel; comerán de la heredad del Señor, de sus oblaciones; no tendrán parte en la heredad de sus hermanos: el Señor será su heredad, como él lo dijo.

Éstos serán los derechos de los sacerdotes: si uno del pueblo sacrifica un toro o una oveja, dará al sacerdote la espaldilla, las quijadas y el cuajar. Le darás las primicias de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, y la primera lana al esquilar tu rebaño. Porque el Señor, tu Dios, los eligió para siempre, a él y a sus hijos, de entre todas las tribus, para que estén al servicio personal del Señor.

Si un levita, que reside en cualquier ciudad de Israel, va por voluntad propia al lugar elegido por el Señor, podrá servir personalmente al Señor como el resto de sus hermanos levitas que ya se encontraban ahí en presencia del Señor, y comerá una parte igual a la de ellos. (Sin que sean un impedimento para esto las ventajas que haya obtenido en la venta de sus bienes patrimoniales.)

Cuando entres en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, no imites las abominaciones de esos pueblos. Que no haya entre los tuyos quien sacrifique en el fuego a su hijo o a su hija, ni quien practique la adivinación, ni astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni quien consulte a los espíritus o evoque a los muertos. Porque el que practica eso es abominable para el Señor, y precisamente a causa de semejantes abominaciones va a desalojar el Señor, tu Dios, a esos pueblos delante de ti. Tú mantente fiel en tu trato con el Señor, tu Dios: esos pueblos que tú vas a desposeer escuchan a astrólogos y vaticinadores; pero a ti no te lo permite el Señor, tu Dios.

El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo de en medio de ti, de entre tus hermanos, al que vosotros escucharéis. Eso fue precisamente lo que tú pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea:

"No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio, para no morir ."

El Señor me respondió:

"Tienen razón, les suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que él pronuncie en mi nombre yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá."

Y si te preguntas: "¿Cómo distinguir si una palabra no es palabra del Señor?" Si un profeta habla en nombre del Señor y no sucede ni se cumple su palabra, eso significa que el Señor no dijo tal palabra: ese profeta habla por arrogancia, no le tengas miedo.»

RESPONSORIO Dt 18, 18; Lc 20, 13; Jn 6, 14 I

R. Les suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca; * y él les dirá todo lo que yo le mande.
V. Enviaré a mi amado Hijo; éste es ciertamente el profeta que ha de venir al mundo.
R. y él les dirá todo lo que yo le mande.

SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 51, 3-4. 8: PL 54, 310-311. 313)

LA LEY SE NOS DIO POR MEDIACIÓN DE MOISÉS, PERO LA GRACIA Y LA VERDAD NOS HAN VENIDO POR JESUCRISTO

El Señor descubre su gloria en presencia de unos testigos escogidos e ilumina con tan gran esplendor aquella forma corporal, que le es común con todos, que su rostro se pone brillante como el sol y sus vestidos blancos como la nieve.

Sin duda esta transfiguración tenía sobre todo la finalidad de quitar del corazón de los discípulos el escándalo de la cruz, a fin de que la humillación de la pasión voluntariamente aceptada no perturbara la fe de aquellos a quienes había sido revelada la excelencia de la dignidad oculta. Mas, con igual providencia, daba al mismo tiempo un fundamento a la esperanza de la Iglesia, ya que todo el cuerpo de Cristo pudo conocer la transformación con que él también sería enriquecido, y todos sus miembros cobraron la esperanza de participar en el honor que había resplandecido en la cabeza.

A este respecto, el mismo Señor había dicho, refiriéndose a la majestad de su advenimiento: Los santos brillarán entonces como el sol en el reino de su Padre. Y el apóstol san Pablo afirma lo mismo, cuando dice: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá; y también: Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él revestidos de gloria.

Además, los apóstoles, que tenían que ser fortalecidos en su fe e iniciados en el conocimiento de todas las cosas, hallaron también en este milagro una nueva enseñanza. En efecto, Moisés y Elías, es decir, la ley y los profetas, se aparecieron, hablando con el Señor; y ello para que se cumpliera con toda perfección, por la presencia de estos cinco hombres, lo que está escrito: Sólo por la declaración de dos o tres testigos se podrá fallar una causa. ¿Qué más estable, qué más firme que esta causa? Para proclamarla, la doble trompeta del antiguo y del nuevo Testamento resuena concorde, y todo lo que en tiempos pasados sirvió para testimoniarla coincide con la enseñanza evangélica.

Las páginas de una y otra alianza, en efecto, se confirman mutuamente, y el resplandor de la gloria presente muestra, de una manera manifiesta y cierta, lo que las antiguas figuras habían prometido bajo el velo del misterio; es que, como dice san Juan, la ley se nos dio por mediación de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han venido por Jesucristo, ya que en él han llegado a su cumplimiento la promesa de las figuras mesiánicas y el significado de los preceptos de la ley; pues, con su presencia, enseña la verdad de la profecía y, con su gracia, hace posible la práctica de los mandamientos.

Que la proclamación del santo Evangelio sirva, pues, para fortalecer la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, por la que el mundo ha sido redimido.

Nadie, por tanto, tema el sufrimiento por causa de la justicia, nadie dude que recibirá la recompensa prometida, ya que a través del esfuerzo es como se llega al reposo y a través de la muerte a la vida; el Señor ha asumido toda la debilidad propia de nuestra pobre condición, y, si nosotros perseveramos en su confesión y en su amor, vencemos lo que él ha vencido y recibimos lo que ha prometido.

Ya se trate, en efecto, de cumplir sus mandamientos o de soportar la adversidad, debe resonar siempre en nuestros oídos la voz del Padre que se dejó oír desde el cielo: Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias, escuchadlo.

RESPONSORIO Hb 12, 22. 24. 25; Sal 94, 8

R. Vosotros os habéis acercado al Mediador de la nueva alianza, Jesús; guardaos de rechazar al que os habla, * pues si no escaparon al castigo los que rechazaron al que promulgaba la ley en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros, si volvemos la espalda a aquel que nos habla desde el cielo.
V. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón.»
R. Pues si no escaparon al castigo los que rechazaron al que promulgaba la ley en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros, si volvemos la espalda a aquel que nos habla desde el cielo.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: OH SOL DE SALVACIÓN, OH JESUCRISTO.

Oh sol de salvación, oh Jesucristo,
alumbra lo más hondo de las almas,
en tanto que la noche retrocede
y el día sobre el mundo se levanta.

Junto con este favorable tiempo
danos ríos de lágrimas copiosas,
para lavar el corazón que, ardiendo
en jubilosa caridad, se inmola.

La fuente que hasta ayer manó delitos
ha de manar desde hoy perenne llanto,
si con la vara de la penitencia
el pecho empedernido es castigado.

Ya se avecina el día, el día tuyo,
volverá a florecer el universo;
compartamos su gozo los que fuimos
devueltos por tu mano a tus senderos.

Oh Trinidad clemente, que te adoren
tierra y cielo a tus pies arrodillados,
y que nosotros, por tu gracia nuevos,
cantemos en tu honor un nuevo canto. Amén

SALMODIA

Ant. 1. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.

Ant. 2. Cantemos el himno que cantaban los tres jóvenes en el horno de fuego, bendiciendo al Señor.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantemos el himno que cantaban los tres jóvenes en el horno de fuego, bendiciendo al Señor.

Ant. 3. Alabad al Señor por sus obras mangníficas.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor por sus obras mangníficas.

LECTURA BREVE Cf. Ne 8, 9. 10

Este día está consagrado al Señor vuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis. No estéis tristes: la alegría del Señor es vuestra fortaleza.

RESPONSORIO BREVE

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.
R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Por medio del Evangelio, nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.

PRECES

Glorifiquemos a Dios, cuya bondad es infinita, y elevemos a él nuestra oración por medio de Jesucristo, que está siempre vivo para interceder en favor nuestro; digámosle:

Enciende, Señor, en nosotros la llama de tu amor.

Dios de misericordia, haz que hoy nos entreguemos generosamente a las obras de amor al prójimo,
para que tu misericordia, a través de nosotros, llegue a todos los hombres.

Tú que en el arca salvaste a Noé de las aguas del diluvio,
salva por el agua del bautismo a los catecúmenos.

Concédenos vivir no sólo de pan,
sino de toda palabra que sale de tu boca.

Haz que, con tu ayuda, venzamos toda disensión
y podamos gozarnos en el don de tu paz y de tu amor.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: COMO EL FUEGO CALCINA

Como el fuego calcina
la madera reseca,
cuando el pecado nos domina,
Espíritu de Dios,
purifícanos.

Como el río derrama
por la tierra sus aguas
y hay flor y fruto en la rama,
Espíritu de Dios,
vivifícanos.

Como tu fuerte viento
hizo en el mar camino,
cuando haya duda y desaliento,
Espíritu de Dios,
ayúdanos.

Luz, Amor, Viento, Fuego,
los caminos de éxodo
enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios,
condúcenos. Amén.

SALMODIA

Ant. Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas.

Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ

En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir:. «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas.

LECTURA BREVE 1Ts 4, 1. 7

Hermanos, os rogamos y exhortamos en Jesús, el Señor, a que viváis como conviene que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros -cosa que ya hacéis-, y a que hagáis nuevos progresos. Pues Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada.

V. Señor, crea en mí un corazón puro.
R. Renuévame por dentro con espíritu firme.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: POR EL PECADO PRIMERO

Por el pecado primero
entró la muerte a la vida,
y la muerte fue vencida
por la vida del Cordero.

El Padre lo hizo pecado
para salvar al caído;
el que nunca había sufrido
se quiso crucificado.

La humanidad pecadora
está bien representada,
mas la culpa fue lavada
por la sangre redentora. Amén.

SALMODIA

Ant. «Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y viva.»

Salmo 22 - EL BUEN PASTOR

El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 75 I- ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA

Dios se manifiesta en Judá,
su fama es grande en Israel;
su tabernáculo está en Jerusalén,
su morada en Sión:
allí quebró los relámpagos del arco,
el escudo, la espada y la guerra.

Tú eres deslumbrante, magnífico,
con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño,
y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!,
inmovilizaste carros y caballos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 75 - II

Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti
al ímpetu de tu ira?
Desde el cielo proclamas la sentencia:
la tierra teme sobrecogida,
cuando Dios se pone en pie para juzgar,
para salvar a los humildes de la tierra.

La cólera humana tendrá que alabarte,
los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos,
y traigan los vasallos tributo al Temible:
él deja sin aliento a los príncipes,
y es temible para los reyes del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y viva.»

LECTURA BREVE Is 30, 15. 18

Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Vuestra salvación está en convertiros y en tener calma; vuestra fuerza está en confiar y estar tranquilos.» El Señor espera para apiadarse, aguarda para compadecerse; porque el Señor es un Dios recto: dichosos los que esperan en él.

V. Aparta de mi pecado tu vista.
R. Borra en mí toda culpa.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: CADA TARDE SE NOS VAN LOS DÍAS

Cada tarde se nos van los días,
y cada tarde el tiempo pasa;
se acaba nuestra vida cada tarde
y miramos la muerte más cercana.

Déjame todavía gozar el milagro
de tu luz, de tu sol, de tus albas;
déjame gozar el milagro de sentirme vivo
y de nacer para ti cada mañana.

Déjame, Señor, gozar de tu milagro
al llegar una vez más la tarde mansa,
porque tú eres el Dios de nuestras horas,
el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.

SALMODIA

Ant. Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra sed de ser justos.

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra sed de ser justos.

LECTURA BREVE Dt 4, 29.31

Buscarás al Señor, tu Dios, y, si lo buscas con todo el corazón y con toda el alma, lo encontrarás. Al cabo de los años, cuando te cerquen y alcancen todas estas maldiciones, te convertirás al Señor, tu Dios, y escucharás su voz; porque el Señor, tu Dios, es un Dios compasivo; no te dejará ni te destruirá, ni se olvidará de la alianza que con juramento ofreció a vuestros padres.

V. Mi sacrificio es un espíritu contrito.
R. Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: OH BONDADOSO CREADOR.

Oh bondadoso Creador, escucha
la voz de nuestras súplicas y el llanto
que, mientras dura el sacrosanto ayuno
de estos cuarenta días, derramamos.

A ti, que escrutas nuestros corazones
y que conoces todas sus flaquezas,
nos dirigimos para suplicarte
la gracia celestial de tu indulgencia.

Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos,
pero estamos, al fin, arrepentidos,
y te pedimos, por tu excelso nombre,
que nos cures los males que sufrimos.

Haz que, contigo ya reconciliados,
podamos dominar a nuestros cuerpos,
y, llenos de tu amor y de tu gracia,
no pequen más los corazones nuestros.

Oh Trinidad Santísima, concédenos,
oh simplicísima Unidad, otórganos
que los efectos de la penitencia
de estos días nos sean provechosos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.

Ant. 2. Adoramos a un sólo Dios, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Adoramos a un sólo Dios, que hizo el cielo y la tierra.

Ant. 3. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.

Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.

LECTURA BREVE 1Co 9, 24-25

Los atletas que corren en el estadio corren todos, pero uno sólo consigue el premio. Corred como él, para conseguirlo. Todo atleta se impone moderación en todas sus cosas. Ellos lo hacen para alcanzar una corona que se marchita; nosotros una que no se ha de marchitar jamás.

RESPONSORIO BREVE

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

PRECES

Demos siempre gracias a Cristo, nuestra cabeza y nuestro maestro, que vino a servir y a hacer el bien a todos, y digámosle humilde y confiadamente:

Atiende, Señor, a tu Iglesia.

Asiste, Señor, a los obispos y presbíteros de la Iglesia y haz que cumplan bien su misión de ser instrumentos tuyos, cabeza y pastor de la Iglesia,
para que por medio de ti conduzcan a todos los hombres al Padre.

Que tus ángeles sean compañeros de camino de los que están de viaje,
para que se vean libres de todo peligro de cuerpo y de alma.

Enséñanos, Señor, a servir a todos los hombres,
imitándote a ti, que viniste a servir y no a ser servido.

Haz que en toda comunidad humana reine un espíritu fraternal,
para que, estando tú en medio de ella, sea como una plaza fuerte.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Sé misericordioso, Señor, con todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Unidos fraternalmente, dirijamos al Padre nuestra oración común:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: TÚ, A QUIEN HE BUSCADO, SEÑOR

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

Evangelio del II Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011.

Evangelio del II Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (17, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Como en el domingo anterior, escogemos el prefacio como texto sintético. La interpretación que hace el prefacio de la transfiguración del Señor se encuentra vinculada estrechamente al nexo pasión-resurrección. En efecto, en los evangelios, la narración forma unidad con el bloque confesión de Pedro-anuncio de la pasión-transfiguración. Sería una visión banal interpretar la transfiguración como una compensación dada por Jesús a los discípulos ante el anuncio de la pasión. Como quien al leer una narración angustiosa, pasa directamente a las últimas páginas para ver si "acaba bien"... O como el seguro de un final feliz para un film de suspense. La transfiguración de Jesús es algo más profundo y salvífico.
El prefacio subraya dos cuestiones: una la revelación de la gloria de Jesús como clave de comprensión de su muerte; la otra, el carácter pascual, es decir, transitivo, del misterio de la salvación. Y ambas, además, encuadradas en el testimonio del A.T. y destinadas a los discípulos.
El hecho de la encarnación tiene su momento de máxima concreción en la muerte en la cruz. Es la "kénosis: "...actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz" (Flp/02/07-08). Contemplando al Crucificado nadie diría que es el Hijo de Dios. Es este, precisamente, el escarnio que recibe Jesús en la cruz, anunciado en las tentaciones del desierto: "Si eres Hijo de Dios..." A esta insidia da respuesta la transfiguración: Sí, "¡éste es mi Hijo!". Es el anuncio de la respuesta que será la resurrección. A pesar que después de la transfiguración los discípulos continuaron con "Jesús, solo" pudieron contemplar, no obstante, algo de la realidad profunda de Jesús: su "claritas", su gloria. No es simplemente un hombre como los demás, Jesús; es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar, porque el Padre lo ha enviado para revelarnos que nos ama. Si sólo fuera un hombre, su mensaje acabaría con una muerte injusta; pero porque es el Hijo, esta muerte es el acto supremo de fidelidad al Padre, la explosión del amor teándrico (divino-humano) que salva a los hombres.
Aquí encontramos igualmente el carácter pascual. La resurrección no es un premio por una "buena conducta" realizada por JC, hasta la muerte. Es la otra cara de la muerte en la cruz. "Se rebajó... por eso Dios lo levantó sobre todo...". Cuando el Hijo de Dios hecho hombre muere, la filiación divina resplandece en la humanidad asumida, y se convierte en comunicativa para todos los que creen en Él, y se incorporan a su tránsito: les concede "poder ser hijos de Dios".
Para la revisión de vida
- El motor de la vida es la esperanza, la utopía, el futuro que añoramos… Y todo depende de nuestra visión, de lo que vemos, de si nuestra mirada sólo capta lo inmediato y rastrero que nos rodea, o si es capaz de penetrar en ello y descubrir lo profundo y lo elevado… «Todo es según el color del cristal con que se mira»… ¿Cómo es mi mirada? ¿Más allá de lo inmediato que me rodea soy capaz de ver la trastienda de eternidad, de profundidad de sentido, de presencia de Dios… que hay detrás de cada circunstancia? ¿Soy capaz de transfigurar la mirada? ¿Qué debo hacer para conseguirlo?

Ordinario de la Misa. Antífonas, Oraciones, Lecturas y Propios. Domingo II Semana de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

= Domingo 20 de Marzo, 2011
Segundo Domingo de Cuaresma
Señor, ten misericordia de nosotros
En el Señor está nuestra esperanza
Antífona de Entrada
De ti mi corazón me habla diciendo: “Busca su rostro”. Tu rostro estoy buscando,
Señor; no me lo escondas.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu amado Hijo, alimenta nuestra fe con tu palabra y purifica los ojos de nuestro espíritu, para que podamos alegrarnos en la contemplación de tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis
(12, 1-4 )
En aquellos días, dijo el Señor a Abram:
“Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como se lo había ordenado el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial Salmo 32
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pablo a
Timoteo (1, 8-10)
Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino por que así lo dispuso él gratuitamente.
Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación
antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: “Este es mi Hijo amado: escúchenlo”.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (17, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El segundo domingo de Cuaresma no es la fiesta de la Transfiguración del Señor, pero este misterio está íntimamente vinculado en la liturgia romana a esta etapa del itinerario hacia la Pascua desde la formación de esta preparación de cuarenta días. El conjunto de las lecturas de este domingo del ciclo A se puede presentar como explicación de un doble itinerario: el del hombre hacia Dios y el de Dios hacia el hombre. La iniciativa, no obstante, en ambos itinerarios, pertenece a Dios: él es quien llama al hombre -Abrahán (1a lectura) y a nosotros (2a lectura)- con una vocación santa, hacia una bendición misteriosa. Él es, ahora, quien presenta a los hombres a JC, su Hijo, el amado, su predilecto, para que le escuchen y le sigan, y sean así partícipes de su gloria. El salmo es una súplica serena que contempla ambos aspectos del itinerario: el amor de Dios que acompaña al hombre en su itinerario de búsqueda, y la acción de Dios hacia el hombre liberándole de la muerte, fundamento de nuestra esperanza.
En el contexto cuaresmal, el itinerario del hombre subraya la continuidad con el tema del domingo anterior: estamos en el "tiempo" especialmente dedicado a rehacer nuestra vida cristiana; el itinerario de Dios hacia el hombre subraya la condición salvífica del misterio pascual.
-Análisis doctrinal del prefacio
Como en el domingo anterior, escogemos el prefacio como texto sintético. La interpretación que hace el prefacio de la transfiguración del Señor se encuentra vinculada estrechamente al nexo pasión-resurrección. En efecto, en los evangelios, la narración forma unidad con el bloque confesión de Pedro-anuncio de la pasión-transfiguración. Sería una visión banal interpretar la transfiguración como una compensación dada por Jesús a los discípulos ante el anuncio de la pasión. Como quien al leer una narración angustiosa, pasa directamente a las últimas páginas para ver si "acaba bien"... O como el seguro de un final feliz para un film de suspense. La transfiguración de Jesús es algo más profundo y salvífico.
El prefacio subraya dos cuestiones: una la revelación de la gloria de Jesús como clave de comprensión de su muerte; la otra, el carácter pascual, es decir, transitivo, del misterio de la salvación. Y ambas, además, encuadradas en el testimonio del A.T. y destinadas a los discípulos.
El hecho de la encarnación tiene su momento de máxima concreción en la muerte en la cruz. Es la "kénosis: "...actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz" (Flp/02/07-08). Contemplando al Crucificado nadie diría que es el Hijo de Dios. Es este, precisamente, el escarnio que recibe Jesús en la cruz, anunciado en las tentaciones del desierto: "Si eres Hijo de Dios..." A esta insidia da respuesta la transfiguración: Sí, "¡éste es mi Hijo!". Es el anuncio de la respuesta que será la resurrección. A pesar que después de la transfiguración los discípulos continuaron con "Jesús, solo" pudieron contemplar, no obstante, algo de la realidad profunda de Jesús: su "claritas", su gloria. No es simplemente un hombre como los demás, Jesús; es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar, porque el Padre lo ha enviado para revelarnos que nos ama. Si sólo fuera un hombre, su mensaje acabaría con una muerte injusta; pero porque es el Hijo, esta muerte es el acto supremo de fidelidad al Padre, la explosión del amor teándrico (divino-humano) que salva a los hombres.
Aquí encontramos igualmente el carácter pascual. La resurrección no es un premio por una "buena conducta" realizada por JC, hasta la muerte. Es la otra cara de la muerte en la cruz. "Se rebajó... por eso Dios lo levantó sobre todo...". Cuando el Hijo de Dios hecho hombre muere, la filiación divina resplandece en la humanidad asumida, y se convierte en comunicativa para todos los que creen en Él, y se incorporan a su tránsito: les concede "poder ser hijos de Dios".
-Aplicaciones:
Una primera aplicación puede consistir en la comprensión misma de la persona de Cristo. La transfiguración nos indica el camino para hablar de Jesús: este camino nunca es perfecto mientras no llegue el anuncio de la condición de Jesús como Hijo de Dios. Una presentación de Jesús que quede centrada en su predicación, en el tiempo de su ministerio terreno, que no llegue a levantar el velo de la visibilidad para contemplarlo en su gloria, no sigue la pedagogía querida por el mismo Jesús en la transfiguración. Una predicación que se acaba al pie de la cruz de Jesús de Nazaret, no es plenamente cristiana.
Una segunda aplicación, útil para iluminar nuestro camino de renovación cristiana: ¿qué sentido tiene la penitencia cristiana si no es el de hacer crecer en nosotros, por la acción de Dios, nuestra condición de hijos de Dios que es la "gloria" que llevamos "escondida" en nuestra vida mortal? ¿Y cómo hacer crecer esta condición, si no es potenciando nuestra comunión con el Hijo, por la Palabra y los sacramentos? Véase la oración colecta y la postcomunión, y el prefacio I de Cuaresma.
-Introducción a la Eucaristía La oración postcomunión, en el texto latino, habla de "gloriosa mysteria" refiriéndose a la eucaristía. La celebración eucarística de este domingo constituye una oportunidad para entrar a fondo en todo lo que significa la transfiguración en el camino cuaresmal de renovación cristiana: lugar privilegiado para escuchar al Hijo, toma de conciencia en la fe de nuestra condición de hijos de Dios por vocación santa, entrada real en la participación de la resurrección de Cristo por la participación de su Cuerpo glorioso...
Para la revisión de vida
- El motor de la vida es la esperanza, la utopía, el futuro que añoramos… Y todo depende de nuestra visión, de lo que vemos, de si nuestra mirada sólo capta lo inmediato y rastrero que nos rodea, o si es capaz de penetrar en ello y descubrir lo profundo y lo elevado… «Todo es según el color del cristal con que se mira»… ¿Cómo es mi mirada? ¿Más allá de lo inmediato que me rodea soy capaz de ver la trastienda de eternidad, de profundidad de sentido, de presencia de Dios… que hay detrás de cada circunstancia? ¿Soy capaz de transfigurar la mirada? ¿Qué debo hacer para conseguirlo?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos a Dios que tienemisericordia de su pueblo y supliquémosle con fe diciendo juntos:
Ten piedad y escúchanos.
Por la Iglesia: que contribuya a la transformación de nuestra sociedad, predicando con su vida la esperanza en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
hombres.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por nuestro País: para que en él los inmigrantes, los marginados y los que viven lejos de sus hogares encuentren solidaridad y acogida.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por cuantos han dejado su casa, país, bienes, fiados en la Palabra de Dios: que se robustezca su fe, su entrega sea fecunda y su vida evangelizadora.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por los cristianos de las diferentes confesiones: que seamos, para los que nos rodean, reflejo del amor de Dios que nos ama y nos salva.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por los que en la Eucaristía celebramos la Pascua del Señor: que la fuerza de su victoria nos ayude a llevar una vida santa, entregada y austera.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Celebrante:
Dios todopoderoso, que por el misterio pascual de tu Hijo salvaste a los que el pecado había alejado de Ti; acoge las oraciones que con fe te hemos presentado, y no permitas que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Que esta ofrenda, Señor, nos obtenga el perdón de nuestros pecados y nos santifique en el cuerpo y en el alma para que podamos celebrar dignamente las festividades de la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
La transfiguración del Señor.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección. Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadlo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, porque al darnos en este sacramento el Cuerpo glorioso de tu Hijo, nos permites participar ya, desde este mundo, de los bienes eternos de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Lecttio Divina. Domingo II de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

Lectio: 2º Domingo de Cuaresma
Lectio:
Domingo, 20 Marzo, 2011
La transfiguración de Jesús
Mateo 17, 1-9
1. LECTIO
a) Oración inicial:
¡Oh Dios!, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito, confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de la ley y los profetas y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos: concédenos, te rogamos, que escuchando siempre la palabra de tu amadísimo Hijo, seamos un día coherederos de su gloria.
b) Lectura del Evangelio:
1 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. 2 Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» 6 Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.7 Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» 8 Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9 Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»
c) Momentos de silencio:
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
2. MEDITATIO
a) Clave de lectura:
El evangelio según San Mateo insiste sobre la venida del reino de los cielos. Por esto el de Mateo es el evangelio de la Iglesia, o sea , del pueblo de Dios guiado por su jefe y maestro Jesucristo. El texto que narra la Transfiguración forma parte de una sección del evangelio en la cual el evangelista desarrolla el tema del comienzo de la venida del reino en un grupo de discípulos que poco a poco consituirá el cuerpo de la Iglesia. El relato de la Transfiguración lo encontramos en todos los sinópticos (Mc 9, 2-8; Lc 9, 28-36), y encontramos también una referencia de este acontecimiento en la segunda carta de Pedro (2Pet 1, 16-18). El texto de Mateo (17, 1-9), sin embargo, presenta algunas diferencias. La narración se encuentra a continuación del primer anuncio de la pasión y la enunciación de las condiciones necesarias para la sequela Christi y antes también del suceso de la glorificación del Hijo del hombre en la gloria del Padre (Mt 16,21-28). Antes de la glorificación, Jesús debe ir a Jerusalén para el cumplimiento del misterio pascual, o sea: la pasión, muerte y resurrección (Mt 16, 21). Aquéllos que desean y quieren seguir a Jesús deben negarse a ellos mismos tomando también cada uno la cruz para después seguir al Maestro. (Mt 16,23). Sólo así se podrá participar en su gloria: “Quien quiera salvar la propia vida, la perderá; pero quien pierda la propia vida por mi causa, la encontrará” (Mt 16,25). Aquéllos que no aceptan el acontecimiento de la cruz en la vida de Cristo y por tanto en el programa de la sequela o seguimiento, son considerados por Jesús “Satanás”, porque no piensan “según Dios, sino como los hombres” (Mt 16,23). La expresión que Jesús dirige a Pedro : “¡Retírate de mí Satanás!” (Mt 16, 23) nos recuerda una expresión usada por Jesús en la parábola del juicio final “cuando el Hijo del hombre venga en su gloria” (Mt 25, 31-46): “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mt 25, 41). Esta maldición está dirigida también a aquéllos que no reconocen al Señor y por esto no forman parte de su reino.
Sigue después el relato de la Transfiguración (Mt 17,1-9) con la pregunta sobre la venida de Elías y la curación del epiléptico endemoniado (Mt 17, 10-21). Después de estos sucesos Jesús por segunda vez anuncia su pasión (Mt 17,22) y en la cuestión del pago del didracma para las necesidades del templo, Jesús juega con las palabras sobre la realidad de la filiación (Mt 17, 24-27). En la Transfiguración el Padre declara que Jesús es ”Mi Hijo predilecto en el cual tengo mis complacencias. ¡Escuchadle!” (Mt 17,5). También nosotros somos en Él, hijos del mismo Padre (Mt 5, 45; Mt 17, 25-26).
Así pues, Jesús se nos presenta como guía en el camino hacia el Reino. En el relato de la Transfiguración, Jesús es presentado como el nuevo Moisés que encuentra a Dios “sobre un monte” (Mt 17,1) en la “nube resplandeciente” (Mt 17,5), con el rostro que brilla (Mt 17,2). También Moisés encuentra a Dios en la nube sobre el monte Sinaí (Ex 24,15-18); con el rostro resplandeciente (Éx 34, 29-35). También Elías encuentra al Señor en el Horeb, el monte de Dios (1Re 19, 9-13). Como en lo sucedido en el Sinaí (Éx 19; 20; 33-34), también aquí, en la Transfiguración, hay la revelación de una nueva ley: Escuchar al Hijo predilecto en el cual Dios Padre se complace (Mt 17,5). Esta nueva ley dada por Dios sobre el Tabor por medio del nuevo Moisés, nos recuerda aquello que dice Moisés en el libro del Deuteronomio: “El Señor tu Dios te suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él le oirás” (Dt 18,15). En este texto de la Transfiguración, más importante que la ley, de la que Jesús es el cumplimiento ( por eso después de la visión los apóstoles “no vieron ya a ninguno, sino a Jesús solo”(Mt 17,7), se pone de relieve la revelación por parte del Padre que proclama la filiación divina de Jesucristo. Además de esta proclamación en la Transfiguración, la identidad del Hijo se proclama por dos veces en el evangelio de Mateo: al principio y al fin. Después del bautismo de Jesús en el Jordán, una voz del cielo dice: “Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias” (Mt 3,17); y cuando Jesús muere en la cruz, el centurión exclama palabras de revelación y de fe: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt 27,54). Además, esta proclamación del Padre revela a Jesús como el siervo del Señor, preanunciado por Isaías “He aquí mi siervo, a quien sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42, 1).
El descubrimiento de la identidad del Hijo, suscita en los tres testigos el temor de Dios, postrándose los tres faz en tierra (Mt 17,6). Ya en el comienzo del evangelio, en el nacimiento de Jesús, los magos “entrados en la casa, vieron al Niño con María su Madre, y postrándose lo adoraron” (Mt 2,11). Una reacción semejante encontramos también en el evangelio de Juan, en la autorevelación del Señor, en el pasaje del prendimiento de Jesús en Getsemaní: “Les dice Jesús: «¡Yo soy !”» [...]. Apenas dijo «¡Yo soy,!» retrocedieron y cayeron por tierra” (Jn 18,5-6). También en el Apocalipsis, Juan, arrebatado en éxtasis (Apoc 1,10) vio “uno semejante a un hijo del hombre [...] su rostro semejaba al sol cuando brilla en todo su esplendor” (Apoc 1,12-16) y a causa de tal visión cayó a sus pies como muerto (Apoc 1, 17). El Apóstol en Rom 14: 11 y Fil 2: 10, proclamará que delante del Señor, “en el nombre de Jesús , toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y bajo la tierra; y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, a gloria de Dios Padre”.
Esta visión está estrechamente ligada al misterio de la Pascua, parece una aparición de Jesús resucitado en toda su gloria, es un prefiguración de la vida futura. Por este motivo “ descendiendo del monte, Jesús les ordenó: “No hablad a ninguno de esta visión, hasta que el Hijo del hombre no haya resucitado de entre los muertos (Mt 17,9).
b) Para orientar la meditación y actualizarla:
= Lee otra vez el pasaje del evangelio, y busca en la Biblia todos los textos citados en la clave de lectura. Intenta encontrar otros textos que te ayuden a penetrar a fondo el texto que se medita.
= Algunas preguntas:
i) ¿Te has preguntado alguna vez quién es la persona de Jesús? ¿Tu visión de la identidad de Jesús se acomoda a esta proclamación en la Transfiguración?
ii) ¿Qué significado tiene para tu vida la proclamación de Jesús como Hijo de Dios?
iii) A Jesús no se le entiende sin el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección. ¿Qué sentido tiene para ti este misterio? ¿Cómo lo vives diariamente?
3. ORATIO
a) Salmo 97:
Tu rostro busco Señor, muéstrame tu rostro.
¡Reina Yahvé! ¡Exulte la tierra,
se alegren las islas numerosas!
Nubes y densa bruma lo rodean,
justicia y derecho afianzan su trono.
Tu rostro busco Señor, muéstrame tu rostro.
Los montes se derriten como cera,
ante el Dueño de toda la tierra;
los cielos proclaman su justicia,
los pueblos todos ven su gloria.
Porque tú eres Yahvé,
Altísimo sobre toda la tierra,
por encima de todos los dioses.
Tu rostro busco Señor, muéstrame tu rostro.
b) Oración final:
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
(Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 36)
4. CONTEMPLATIO
“y vámonos a ver en tu hermosura”
Que quiere decir: hagamos de manera que, por medio de este ejercicio de amor ya dicho, lleguemos hasta vernos en tu hermosura en la vida eterna, esto es: que de tal manera esté yo transformada en tu hermosura, que, siendo semejante en hermosura, nos veamos entrambos en tu hermosura, teniendo ya tu misma hermosura; de manera que, mirando el uno al otro, vea cada uno en el otro su hermosura, siendo la una y la del otro tu hermosura sola, absorta yo en tu hermosura; y así te veré yo a ti en tu hermosura, y tú a mí en tu hermosura, y yo me veré en ti en tu hermosura, y tú te verás en mí en tu hermosura; y así, parezca yo tú en tu hermosura, y parezcas tú yo en tu hermosura, y mi hermosura sea tu hermosura y tu hermosura mi hermosura; y así, seré yo tú en tu hermosura, y serás tú yo en tu hermosura, porque tu misma hermosura será mi hermosura; y así, nos veremos el uno al otro en tu hermosura.
(Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 36/5)
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Hablar con Dios. Meditación del Domingo II Semana de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

Meditación del día de Hablar con Dios
Cuaresma. Segundo domingo
DEL TABOR AL CALVARIO
— Lo que importa es estar siempre con Jesús. Él nos da la ayuda necesaria para seguir adelante.
— Fomentar con frecuencia, y especialmente en los momentos más difíciles, la esperanza del Cielo.
— El Señor no se separa de nosotros. Actualizar esa presencia de Dios.
I. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro, rezamos en la Antífona de entrada de la Misa de hoy1. El Evangelio nos cuenta lo que sucedió en el Tabor. Poco antes Jesús había declarado a sus discípulos, en Cesarea de Filipo, que iba a sufrir y padecer en Jerusalén, a morir a manos de los príncipes de los sacerdotes, de los ancianos y de los escribas. Los Apóstoles habían quedado sobrecogidos y entristecidos por este anuncio. Ahora, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos aparte2, para orar3. Son los tres discípulos que serán testigos de su agonía en el huerto de los Olivos. Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente4. Y le ven conversar con Elías y Moisés, que aparecían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén5.
Seis días llevaban los Apóstoles entristecidos por la predicación de Cesarea de Filipo. La ternura de Jesús hace que ahora contemplen su glorificación. San León Magno dice que «el principal fin de la transfiguración era desterrar del alma de los discípulos el escándalo de la cruz»6. Nunca olvidarían los Apóstoles esta «gota de miel» que Jesús les daba en medio de su amargura. Muchos años más tarde San Pedro tiene perfectamente nítido estos momentos: ...cuando desde aquella extraordinaria gloria se le hizo llegar esta voz: Éste es mi Hijo querido, en quien me complazco. Esta voz, enviada del cielo, la oímos nosotros estando con Él en el monte santo7. El Apóstol lo recordaría hasta el final de sus días.
Siempre hace así Jesús con los suyos. En medio de los mayores padecimientos da el consuelo necesario para seguir adelante.
Este destello de la gloria divina transportó a los Apóstoles a una inmensa felicidad, que hace exclamar a San Pedro: Señor, ¡bueno es permanecer aquí! Hagamos tres tiendas... Pedro quiere alargar aquella situación. Pero, como dirá más adelante el Evangelista, no sabía lo que decía; porque lo bueno, lo que importa, no es hallarse aquí o allí, sino estar siempre con Jesús, en cualquier parte, y verle detrás de las circunstancias en que nos hallamos. Si estamos con Él, es igual que nos encontremos en medio de los mayores consuelos del mundo, o en la cama de un hospital entre dolores indecibles. Lo que importa es solo eso: verle y vivir siempre con Él. Es lo único verdaderamente bueno e importante en esta vida y en la otra. Si permanecemos con Jesús, estaremos muy cerca de los demás y seremos felices, sea cual sea nuestro lugar y la situación en que nos encontremos.Vultum tuum, Domine, requiram: Deseo verte y buscaré tu rostro, Señor, en las circunstancias ordinarias de mi jornada.
II. San Beda, comentando el pasaje del Evangelio de la Misa, dice que el Señor, «en una piadosa permisión, les permitió (a Pedro, a Santiago y a Juan) gozar durante un tiempo muy corto la contemplación de la felicidad que dura siempre, para hacerles sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad»8. El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el monte fue sin duda una gran ayuda en tantas situaciones difíciles de la vida de estos tres Apóstoles.
La existencia de los hombres es un caminar hacia el Cielo, nuestra morada9. Caminar en ocasiones áspero y dificultoso, porque con frecuencia hemos de ir contra corriente y tendremos que luchar con muchos enemigos de dentro de nosotros mismos y de fuera. Pero quiere el Señor confortarnos con la esperanza del Cielo, de modo especial en los momentos más duros o cuando la flaqueza de nuestra condición se hace más patente: «A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad»10. Allí «todo es reposo, alegría y regocijo; todo serenidad y calma, todo paz, resplandor y luz. Y no luz como esta de que gozamos ahora y que, comparada con aquella, no pasa de ser como una lámpara junto al sol... Porque allí no hay noche, ni tarde, ni frío, ni calor, ni mudanza alguna en el modo de ser, sino un estado tal que solo entienden quienes son dignos de gozarlo. No hay allí vejez, ni achaques, ni nada que semeje corrupción, porque es el lugar y aposento de la gloria inmortal...
»Y por encima de todo ello, el trato y goce sempiterno de Cristo, de los ángeles..., todos perpetuamente en un sentir común, sin temor a Satanás ni a las asechanzas del demonio ni a las amenazas del infierno o de la muerte»11.
Nuestra vida en el Cielo estará definitivamente exenta de todo posible temor. No sufriremos la inquietud de perder lo que tenemos, ni desearemos tener algo distinto. Entonces verdaderamente podremos decir con San Pedro: Señor, ¡qué bien estamos aquí! El atisbo de gloria que tuvo el Apóstol lo tendremos en plenitud en la vida eterna. «Vamos a pensar lo que será el Cielo. Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre por pensamiento cuáles cosas tiene Dios preparadas para los que le aman. ¿Os imagináis qué será llegar allí, y encontrarnos con Dios, y ver aquella hermosura, aquel amor que se vuelca en nuestros corazones, que sacia sin saciar? Yo me pregunto muchas veces al día: ¿qué será cuando toda la belleza, toda la bondad, toda la maravilla infinita de Dios se vuelque en este pobre vaso se barro que soy yo, que somos todos nosotros? Y entonces me explico bien aquello del Apóstol: ni ojo vio, ni oído oyó... Vale la pena, hijos míos, vale la pena»12.
El pensamiento de la gloria que nos espera debe espolearnos en nuestra lucha diaria. Nada vale tanto como ganar el Cielo. «Y con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, daros ha de beber con toda abundancia en la otra y sin temor de que os haya de faltar»13.
III. Una nube los envolvió enseguida14. Recuerda a aquella otra que acompañaba a la presencia de Dios en el Antiguo Testamento: La nube envolvió el tabernáculo de la reunión y la gloria de Yahvé llenaba todo el lugar15. Era la señal que garantizaba las intervenciones divinas: Yahvé dijo a Moisés: Yo vendré a ti en una nube densa, para que vea el pueblo que yo hablo contigo y tengan siempre fe en ti16. Esa nube envuelve ahora en el Tabor a Cristo y de ella surge la voz poderosa de Dios Padre: Éste es mi Hijo, el Amado, escuchadle a él.
Y Dios Padre habla a través de Jesucristo a todos los hombres de todos los tiempos. Su voz se oye en cada época, de modo singular a través de la enseñanza de la Iglesia, que «busca continuamente los caminos para acercar este misterio de su Maestro y Señor al género humano: a los pueblos, a las naciones, a las generaciones que se van sucediendo, a todo hombre en particular»17.
Al alzar sus ojos no vieron a nadie sino solo a Jesús18, y no estaban Elías y Moisés. Solo ven al Señor. Al Jesús de siempre, que en ocasiones pasa hambre, que se cansa, que se esfuerza para ser comprendido... A Jesús, sin especiales manifestaciones gloriosas. Lo normal para los Apóstoles fue ver al Señor así, lo excepcional fue verlo transfigurado.
A este Jesús debemos encontrar nosotros en nuestra vida ordinaria, en medio del trabajo, en la calle, en quienes nos rodean, en la oración, cuando perdona, en el sacramento de la Penitencia, y, sobre todo, en la Sagrada Eucaristía, donde se encuentra verdadera, real y sustancialmente presente. Pero normalmente no se nos muestra con particulares manifestaciones. Más aún, hemos de aprender a descubrir al Señor detrás de lo ordinario, de lo corriente, huyendo de la tentación de desear lo extraordinario.
Nunca debemos olvidar que aquel Jesús con el que estuvieron en el monte Tabor aquellos tres privilegiados es el mismo que está junto a nosotros cada día. «Cuando Dios os concede la gracia de sentir su presencia y desea que le habléis como al amigo más querido, exponedle vuestros sentimientos con toda libertad y confianza. Se anticipa a darse a conocer a los que le anhelan (Sab 6, 14). Sin esperar a que os acerquéis a Él, se anticipa cuando deseáis su amor, y se os presenta, concediéndoos las gracias y remedios que necesitáis. Solo espera de vosotros una palabra para demostraros que está a vuestro lado y dispuesto a escucharos y consolaros: Sus oídos están atentos a la oración (Sal 33, 16) (...).
»Los demás amigos, los del mundo, tienen horas que pasan conversando juntos y horas en que están separados; pero entre Dios y vosotros, si queréis, jamás habrá una hora de separación»19.
¿No será nuestra vida distinta en esta Cuaresma, y siempre, si actualizáramos más frecuentemente esa presencia divina en lo habitual de cada día, si procuráramos decir más jaculatorias, más actos de amor y de desagravio, más comuniones espirituales...? «Para tu examen diario: ¿he dejado pasar alguna hora, sin hablar con mi Padre Dios?... ¿He conversado con Él, con amor de hijo? —¡Puedes!»20.
1 Antífona de entrada. Sal 26, 8-9. — 2 Cfr. Mc 9, 2. — 3 Cfr. Lc 9, 28. — 4 Lc 9, 29. — 5 Cfr. Lc 9, 31. — 6 SAN LEÓN MAGNO, Sermón, 51, 3. — 7 2 Pdr 1, 17-18. — 8 SAN BEDA, Comentario sobre San Marcos 8, 30; 1, 3. — 9 Cfr. 2 Cor, 5, 2. — 10 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Camino, n. 139. — 11 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Epístola 1 a Teodoro, 11. — 12 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, en Hoja informativa n. 1, de su proceso de beatificación, p. 5. — 13 SANTA TERESA, Camino de perfección, 20, 2. — 14 Cfr. Mc 9, 7. — 15 Ex 40, 34-35. — 16 Ex 19, 9. — 17 JUAN PABLO II, Enc. Redemptor hominis, 7. — 18 Mt 17, 8. — 19 S. ALFONSO Mª DE LIGORIO, Cómo conversar continua y familiarmente con Dios, Ed. Crítica, Roma 1933, 63. — 20 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 657.

Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
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