Moniciones: XXV Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A.
XXV Domingo del Tiempo Ordinario
18 de septiembre de 2011
Moniciones
MONICIÓN DE ENTRADA
Les ofrecemos nuestro saludo más cordial con la bienvenida a nuestra asamblea dominical. Esta Eucaristía del Domingo 25 del Tiempo Ordinario nos va a mostrar .algo que es fundamental para nuestra vida: nuestros pensamientos, nuestra forma de ver las cosas, nuestros caminos no son los de Dios. Y, además tenemos que dejar a Dios ser Dios y no querer convertirle en una herramienta caprichosa a nuestro servicio. Hoy, Jesús de Nazaret nos enseña mediante la famosa parábola del viñador que la misericordia de Dios está siempre dispuesta a admitir a quien quiera ir a trabajar con Él, a su viña, no teniendo especial mérito si se incorpora antes o después. Todos recibirán la misma paga.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- En la primera lectura, el profeta Isaías nos invita a buscar al Señor, pero para ello nos habla de exigencia y "abandono". Se trata, por tanto, de buscarlo desde la conversión, abandonando nuestras seguridades, nuestros esquemas, nuestras certezas. Creyente, no es el que dice saber quien es Dios, sino el que cada día se arrodilla delante de El para preguntarle: “Señor, ¿Quién eres?” Pues sólo en presencia del Señor, se puede intuir que sus planes no son nuestros planes. Escuchemos
2.- Pablo en la segunda lectura, sacada de la Carta los Filipenses, afirma lo mismo que el profeta Isaías, con esta hermosa declaración: "Para mí la vida es Cristo" ¿Podríamos decir nosotros, de verdad, que Cristo es lo único que cuenta en nuestra vida? Muchas veces, y aún a pesar nuestro, tenemos que reconocer que lo que cuenta en nuestras vida es todo lo demás, no Cristo. Iniciamos, hoy, la lectura de cuatro fragmentos sucesivos de esta epístola paulina. Escuchemos
3.- En el evangelio de Mateo se nos ofrece el Reino, pero no como un salario, sino como un regalo que Dios ofrece a todos por amor. Al oírlo deberíamos preguntarnos: ¿quiero ir yo a trabajar a la viña del Señor? ¿Qué pienso de los que vienen detrás? ¿Cómo rindo en el trabajo que se me ha encomendado? ¿Lo hago bien, regular, mal? ¿Me hago el distraído para que trabajen los demás? Qué la Eucaristía de hoy nos ayude a responder a esas preguntas. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Señor, hemos proclamado en el Salmo que estás cerca de los que te invocamos, pero en muchas ocasiones no lo percibimos así. Hoy te pedimos que nos hagas dóciles a tu voz para tener la certeza constante de tu presencia. La petición hoy es:
SEÑOR, HAZNOS DÓCILES A TU VOZ.
1. – Señor, te pedimos por el Papa, los obispos, sacerdotes, diáconos y todos los que has llamado a trabajar de forma especial en tu viña, para que a pesar de los avatares del mundo continúen fielmente su labor de anunciar la Buena Noticia.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2. – Señor, te pedimos por los políticos, los gobernantes, los jueces, los legisladores, los que tienen en sus manos el poder económico, para que trabajen por el bien común y así prosperen todos los pueblos de la tierra.
OREMOS AL SEÑOR
3. – Señor, te pedimos por los labradores, los pescadores, los ganaderos y todos los que viven de los frutos de la tierra, para que gocen de buenas cosechas y puedan disfrutar de una vida digna.
OREMOS AL SEÑOR
4. – Señor, te pedimos por los enfermos de larga duración, sus familiares y todos los que se ocupan de ellos, para que vean este padecer como su aportación al trabajo en la viña del Señor y el propietario de la viña les dé su recompensa.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Señor, te pedimos por las familias cristianas para que aumentes el amor entre los esposos, los hijos crezcan en sabiduría y respeto a sus padres, y acrecientes la santidad en el hogar.
OREMOS AL SEÑOR
6.-Señor, te pedimos por todas las intenciones que se han recibidos en la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas, para que estas personas encuentren la luz y el consuelo a todas sus necesidades, por medio de Santa y Divina Voluntad.
OREMOS AL SEÑOR
6. – Señor, te pedimos por todos los que humildemente trabajamos en tu viña, haz que en las horas de desaliento tu Palabra y tu Eucaristía nos alivien y fortalezcan para continuar sin desfallecer hasta el caer de la tarde.
OREMOS
CELEBRANTE
Padre, dueño de la viña, acoge estas plegarias que el pueblo te eleva y no dejes nunca de enviar obreros a tu mies.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Amen
Por Cristo…Mas, Mas, Mas, Ministerio Católico para la Difusión de la Palabra de Dios por Internet
http://porcristomasmasmas.wordpress.com; http://xcmasmasmas.over-blog.com; http://xcmasmasmas.obolog.com; http://fadedios.blogspot.com .Cel. 809-297-1425; Tel. 809-287-6615. D.N., Santo Domingo, República Dominicana. Zona Horaria -4:00
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sábado, 17 de septiembre de 2011
HOMILIAS: XXV DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 18 DE SEPTIEMBRE 2011.
HOMILIAS: XXV DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 18 DE SEPTIEMBRE 2011.
1.- CAMBIAR DE PLANES
Por José María Martín OSA
1.- Sus planes no son nuestros planes: Dios nos da un perdón gratuito. La lectura del profeta Isaías presenta a Dios regalando un perdón total y gratuito. El perdón que Dios da al que hace lo posible por vivir de acuerdo con la exigencia de la fe es un acto de una misericordia que no tiene parangón entre los hombres. Pero es necesario el requisito de cambiar de planes. Una experiencia así solamente es comprensible desde una óptica de pura fe. La era mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente nuevas que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella. En esta dualidad Dios-hombre, en esta incomprensión del actuar de Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto. En último término la actuación de Dios no es pura arbitrariedad sino un criterio de fidelidad y de amor. No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre.
2.- Un Dios rico en piedad y misericordia. El salmo proclamado hoy es una gozosa alabanza al Señor como soberano amoroso y tierno, preocupado por todas sus criaturas. No estamos a merced de fuerzas oscuras, ni estamos solos con nuestra libertad, sino que hemos sido confiados a la acción del Señor poderoso y amoroso, que tiene para nosotros un designio, un reino que instaurar. Este reino no consiste en el poder o el dominio, el triunfo o la opresión, como sucede con frecuencia en los reinos terrenos, sino que es la sede de una manifestación de piedad, ternura y bondad, como afirma el Salmo: «el Señor es lento a la cólera y rico en piedad».
3.- Perdón gratuito y sin intereses. Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones intereses y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley, que la misericordia y el amor es lo único importante para Dios. Imitemos su ejemplo también nosotros.
________________________________________
2.- SABER ALEGRARSE CON EL BIEN DE LOS DEMÁS
Por Antonio García-Moreno
1.- ES EL MOMENTO.- "Buscad al Señor mientras se le encuentra..." (Is 55, 6) Hay que aprovechar las ocasiones, no podemos dejar que pasen las oportunidades que la vida nos brinda. Todas tienen su importancia, y sólo el que sabe apreciarlas en su justo valor llegará a triunfar plenamente en la vida. Por el contrario, el que deja pasar el tiempo sin salir al paso de lo que se le ofrece, acabará fracasando, quedándose atrás siempre, olvidado en el más gris anonimato. Y de todas las ocasiones, hay una que resulta decisiva. Tan decisiva que de aprovecharla o no, depende nuestra felicidad en esta vida y en la otra. Casi nada. Es decir, todo. Absolutamente todo. Porque lo demás, comparado con la eternidad es bien poquita cosa, nada en definitiva.
Despierta. Abre los ojos. El Señor está cerca. Tan cerca, que está, ahora mismo, a tu lado, mirándote con su mirada de infinito amor. Invócalo, dile que quieres estar siempre cerca de Él. Pídele que te ayude a no alejarte jamás de su mirada paternal y amable. Dile que te haga comprender de una vez que sólo tenerle a Él importa en la vida y en la muerte, que sólo cuando él nos acompaña la soledad no existe.
Resulta relativamente fácil descubrir el sentido de las acciones humanas. Siempre, más o menos claramente, hay una motivación que explica por qué se hacen las cosas... Pero con Dios no ocurre lo mismo. Él se escapa de nuestras reglas lógicas muchas veces, rebasa nuestros cálculos y suposiciones, sin que podamos enmarcarlo en unos moldes determinados.
Como el cielo es más alto que la tierra, así los caminos de Dios son más altos que los caminos de los hombres, sus planes que nuestros planes. Hay una diferencia insondable, distancia infinita, inabarcable. Y, sin embargo, Dios está cercano, íntimo, entrañable. Grande, inmenso, terrible. Pero al mismo tiempo sencillo, bueno, comprensivo, amable...
Sí, el Señor está a nuestro lado disponiendo todas las cosas, para nuestro bien. Aunque a veces nos parezca lo contrario y no veamos cómo aquello pueda terminar felizmente... Caminos de paz y de amor. Caminos escarpados que llevan hasta la cumbre más maravillosa que el hombre pudo soñar. Caminos de Dios, caminos ante los que sólo cabe una actitud, la de una fe rendida y una esperanza sin límites. La fe y la esperanza que lleva consigo la caridad, el amor a Dios.
2.- UN DENARIO.- Dios que sale una u otra vez, y otra, a contratar jornaleros para su viña. Afán divino para que todos trabajen en su tarea, para que no haya parados en este Reino suyo que trae la salvación universal. Nadie, al final de los tiempos, podrá decir que no fue llamado por Dios. Es cierto que esa llamada puede ocurrir en las más diversas circunstancias, en las épocas más dispares de la vida. Pero nadie, repito, se podrá quejar de no haber sido llamado a trabajar en la tarea de extender el Reino. Podemos afirmar, incluso, que esa llamada se repite en más de una ocasión para cada uno. Hay momentos en los que uno parece haber perdido el rumbo y de pronto comprende que su camino se está desviando. Resuena entonces, de forma indefinida quizá, la voz de Dios para indicarnos que hay que recuperar el rumbo perdido.
Vamos a pararnos a considerar nuestra vida en el momento presente, vamos a pensar si realmente estamos trabajando en la viña del Señor, o por el contrario, nos empeñamos en vivir ausentes de la gran tarea de salvar al mundo. Es cierto que el amo de esta viña va a ser comprensivo y bueno, dándonos al final no según el resultado de nuestro trabajo, sino según la medida generosa de su gran corazón. Pero eso mismo nos ha de empujar a trabajar con denuedo y afán renovado. En definitiva, de lo que se trata es que hagamos en cada instante, con sencillez y rectitud de intención, lo que debemos hacer.
Otra lección importante que se desprende de esta página evangélica es la de saber alegrarse con el bien de los demás. Aquellos que protestaron por ser tratados los últimos de la misma forma que los primeros, se entristecían de no recibir ellos más que los de la última hora. Se deberían haber alegrado de la generosidad del dueño de la viña, de haber servido a un amo tan compasivo y dadivoso, aunque a ellos sólo les diese lo acordado.
Saber contentarse con lo recibido, saber vivir con aquello que se tiene. Comportarse así es tener paz y sosiego, ser felices siempre. A veces por mirar y desear lo que otros poseen, dejamos de gozar y disfrutar lo que nosotros tenemos. En lugar de mirar a los que tienen más, mirar a los que tienen menos, no sólo para darnos cuenta de que tenemos más, sino para ayudar en lo que podamos a esos que tienen menos, que a veces por no tener no tienen ni lo necesario.
________________________________________
3.- EL SEÑOR ES UN PATRÓN QUE NUNCA MIRA EL RELOJ
Por José María Maruri, SJ
1.- En la lectura anterior a esta parábola de hoy, aparece Pedro preguntando al Señor, tal vez como portavoz del sindicato de los apóstoles: “Nosotros que te hemos seguido que premio vamos a recibir, qué salario nos vas a dar”. O “qué seguro de vejez vamos a tener”
Y Jesús, con aquello de que se sentarán en doce tronos sobre las doce tribus de Israel, no les promete el descanso de estar en un incómodo trono, sino el trabajo de estar a la cabeza del pueblo de Dios, como precio les ofrece un trabajo en el Reino. Todo eso de los doces tronos suena un poco a un doctorado “honoris causa”, que no es mucho premio. Y como para acabar con toda posible reivindicación ante Dios, añade la parábola que acabamos de oír.
2.- La queja de los que se habían contratado por un denario, que era el salario común de aquellos tiempos, no es un salario bajo e injusto, sino el salario de los que han trabajado menos es demasiado alto. No son quejas de injusticia, son quejas contra la excesiva generosidad. No son quejas contra la justicia, sino quejas contra el amor.
Y Jesús nos quiere enseñar que nuestra relación con Dios no se funda en un contrato laboral sino en un lazo filial, que no somos asalariados, sino hijos y por tanto hermanos. Hijos únicos que ocupamos en el corazón de Dios un hueco que nadie llenar ni reemplazar. Pero no sólo yo. Sino cada uno de mis hermanos. Lo mismo el que trabajó siempre fielmente en la viña del Padre, como el que llega a última hora a trabajar. Lo mismo san Juan, el predilecto del Señor, que San Dimas el buen ladrón. Dios no será nunca injusto con nadie, pero además será infinitamente misericordioso con todos.
3.- En nuestra concepción religiosa hay no poco de mercantilismo, de libro de contabilidad, que lleva cuentas de nuestras buenas obras, del tiempo que hemos trabajado. Por eso piensa uno a veces, que si hubiéramos estado al pie de la Cruz nos hubieran sonado a injustas las palabras de Jesús al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”… un hombre que llega a última hora y sin más méritos que su vida depravada y pecadora.
Nosotros nos pasamos el tiempo mirando el reloj, sobre todo para calcular el tiempo de los demás. El Señor es un patrón que nunca mira el reloj. Los que trabajan con Él no tienen que fichar, porque para el Señor siempre es hora, siempre llegamos a tiempo, aunque lleguemos corriendo y sin aliento como el buen ladrón, porque no nos mira con ojos de legislación laboral, sino con ojos de Padre, que siempre se alegra de que llegue a cualquier hora un hijo.
Y estas son las injusticias de Dios, las que le dicta el amor. ¿Somos capaces de perdonarle a Dios sus injusticias? ¿No nos parece también a nosotros demasiado el salario del que llega a última hora? ¿No preferiríamos que Dios lo castigara como se merecer?
Tenemos que poner al día eso de castigo y premio. Los regalos entre amigos nunca son premio, sino amistad, como los regalos entre esposos son regalos de amor, nunca premios.
Ojalá que algún día desparezca de nuestra vida religiosa todo interés y mercantilismo. Entonces empezaremos a ser hijos de Dios y no asalariados.
1.- CAMBIAR DE PLANES
Por José María Martín OSA
1.- Sus planes no son nuestros planes: Dios nos da un perdón gratuito. La lectura del profeta Isaías presenta a Dios regalando un perdón total y gratuito. El perdón que Dios da al que hace lo posible por vivir de acuerdo con la exigencia de la fe es un acto de una misericordia que no tiene parangón entre los hombres. Pero es necesario el requisito de cambiar de planes. Una experiencia así solamente es comprensible desde una óptica de pura fe. La era mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente nuevas que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella. En esta dualidad Dios-hombre, en esta incomprensión del actuar de Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto. En último término la actuación de Dios no es pura arbitrariedad sino un criterio de fidelidad y de amor. No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre.
2.- Un Dios rico en piedad y misericordia. El salmo proclamado hoy es una gozosa alabanza al Señor como soberano amoroso y tierno, preocupado por todas sus criaturas. No estamos a merced de fuerzas oscuras, ni estamos solos con nuestra libertad, sino que hemos sido confiados a la acción del Señor poderoso y amoroso, que tiene para nosotros un designio, un reino que instaurar. Este reino no consiste en el poder o el dominio, el triunfo o la opresión, como sucede con frecuencia en los reinos terrenos, sino que es la sede de una manifestación de piedad, ternura y bondad, como afirma el Salmo: «el Señor es lento a la cólera y rico en piedad».
3.- Perdón gratuito y sin intereses. Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones intereses y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley, que la misericordia y el amor es lo único importante para Dios. Imitemos su ejemplo también nosotros.
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2.- SABER ALEGRARSE CON EL BIEN DE LOS DEMÁS
Por Antonio García-Moreno
1.- ES EL MOMENTO.- "Buscad al Señor mientras se le encuentra..." (Is 55, 6) Hay que aprovechar las ocasiones, no podemos dejar que pasen las oportunidades que la vida nos brinda. Todas tienen su importancia, y sólo el que sabe apreciarlas en su justo valor llegará a triunfar plenamente en la vida. Por el contrario, el que deja pasar el tiempo sin salir al paso de lo que se le ofrece, acabará fracasando, quedándose atrás siempre, olvidado en el más gris anonimato. Y de todas las ocasiones, hay una que resulta decisiva. Tan decisiva que de aprovecharla o no, depende nuestra felicidad en esta vida y en la otra. Casi nada. Es decir, todo. Absolutamente todo. Porque lo demás, comparado con la eternidad es bien poquita cosa, nada en definitiva.
Despierta. Abre los ojos. El Señor está cerca. Tan cerca, que está, ahora mismo, a tu lado, mirándote con su mirada de infinito amor. Invócalo, dile que quieres estar siempre cerca de Él. Pídele que te ayude a no alejarte jamás de su mirada paternal y amable. Dile que te haga comprender de una vez que sólo tenerle a Él importa en la vida y en la muerte, que sólo cuando él nos acompaña la soledad no existe.
Resulta relativamente fácil descubrir el sentido de las acciones humanas. Siempre, más o menos claramente, hay una motivación que explica por qué se hacen las cosas... Pero con Dios no ocurre lo mismo. Él se escapa de nuestras reglas lógicas muchas veces, rebasa nuestros cálculos y suposiciones, sin que podamos enmarcarlo en unos moldes determinados.
Como el cielo es más alto que la tierra, así los caminos de Dios son más altos que los caminos de los hombres, sus planes que nuestros planes. Hay una diferencia insondable, distancia infinita, inabarcable. Y, sin embargo, Dios está cercano, íntimo, entrañable. Grande, inmenso, terrible. Pero al mismo tiempo sencillo, bueno, comprensivo, amable...
Sí, el Señor está a nuestro lado disponiendo todas las cosas, para nuestro bien. Aunque a veces nos parezca lo contrario y no veamos cómo aquello pueda terminar felizmente... Caminos de paz y de amor. Caminos escarpados que llevan hasta la cumbre más maravillosa que el hombre pudo soñar. Caminos de Dios, caminos ante los que sólo cabe una actitud, la de una fe rendida y una esperanza sin límites. La fe y la esperanza que lleva consigo la caridad, el amor a Dios.
2.- UN DENARIO.- Dios que sale una u otra vez, y otra, a contratar jornaleros para su viña. Afán divino para que todos trabajen en su tarea, para que no haya parados en este Reino suyo que trae la salvación universal. Nadie, al final de los tiempos, podrá decir que no fue llamado por Dios. Es cierto que esa llamada puede ocurrir en las más diversas circunstancias, en las épocas más dispares de la vida. Pero nadie, repito, se podrá quejar de no haber sido llamado a trabajar en la tarea de extender el Reino. Podemos afirmar, incluso, que esa llamada se repite en más de una ocasión para cada uno. Hay momentos en los que uno parece haber perdido el rumbo y de pronto comprende que su camino se está desviando. Resuena entonces, de forma indefinida quizá, la voz de Dios para indicarnos que hay que recuperar el rumbo perdido.
Vamos a pararnos a considerar nuestra vida en el momento presente, vamos a pensar si realmente estamos trabajando en la viña del Señor, o por el contrario, nos empeñamos en vivir ausentes de la gran tarea de salvar al mundo. Es cierto que el amo de esta viña va a ser comprensivo y bueno, dándonos al final no según el resultado de nuestro trabajo, sino según la medida generosa de su gran corazón. Pero eso mismo nos ha de empujar a trabajar con denuedo y afán renovado. En definitiva, de lo que se trata es que hagamos en cada instante, con sencillez y rectitud de intención, lo que debemos hacer.
Otra lección importante que se desprende de esta página evangélica es la de saber alegrarse con el bien de los demás. Aquellos que protestaron por ser tratados los últimos de la misma forma que los primeros, se entristecían de no recibir ellos más que los de la última hora. Se deberían haber alegrado de la generosidad del dueño de la viña, de haber servido a un amo tan compasivo y dadivoso, aunque a ellos sólo les diese lo acordado.
Saber contentarse con lo recibido, saber vivir con aquello que se tiene. Comportarse así es tener paz y sosiego, ser felices siempre. A veces por mirar y desear lo que otros poseen, dejamos de gozar y disfrutar lo que nosotros tenemos. En lugar de mirar a los que tienen más, mirar a los que tienen menos, no sólo para darnos cuenta de que tenemos más, sino para ayudar en lo que podamos a esos que tienen menos, que a veces por no tener no tienen ni lo necesario.
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3.- EL SEÑOR ES UN PATRÓN QUE NUNCA MIRA EL RELOJ
Por José María Maruri, SJ
1.- En la lectura anterior a esta parábola de hoy, aparece Pedro preguntando al Señor, tal vez como portavoz del sindicato de los apóstoles: “Nosotros que te hemos seguido que premio vamos a recibir, qué salario nos vas a dar”. O “qué seguro de vejez vamos a tener”
Y Jesús, con aquello de que se sentarán en doce tronos sobre las doce tribus de Israel, no les promete el descanso de estar en un incómodo trono, sino el trabajo de estar a la cabeza del pueblo de Dios, como precio les ofrece un trabajo en el Reino. Todo eso de los doces tronos suena un poco a un doctorado “honoris causa”, que no es mucho premio. Y como para acabar con toda posible reivindicación ante Dios, añade la parábola que acabamos de oír.
2.- La queja de los que se habían contratado por un denario, que era el salario común de aquellos tiempos, no es un salario bajo e injusto, sino el salario de los que han trabajado menos es demasiado alto. No son quejas de injusticia, son quejas contra la excesiva generosidad. No son quejas contra la justicia, sino quejas contra el amor.
Y Jesús nos quiere enseñar que nuestra relación con Dios no se funda en un contrato laboral sino en un lazo filial, que no somos asalariados, sino hijos y por tanto hermanos. Hijos únicos que ocupamos en el corazón de Dios un hueco que nadie llenar ni reemplazar. Pero no sólo yo. Sino cada uno de mis hermanos. Lo mismo el que trabajó siempre fielmente en la viña del Padre, como el que llega a última hora a trabajar. Lo mismo san Juan, el predilecto del Señor, que San Dimas el buen ladrón. Dios no será nunca injusto con nadie, pero además será infinitamente misericordioso con todos.
3.- En nuestra concepción religiosa hay no poco de mercantilismo, de libro de contabilidad, que lleva cuentas de nuestras buenas obras, del tiempo que hemos trabajado. Por eso piensa uno a veces, que si hubiéramos estado al pie de la Cruz nos hubieran sonado a injustas las palabras de Jesús al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”… un hombre que llega a última hora y sin más méritos que su vida depravada y pecadora.
Nosotros nos pasamos el tiempo mirando el reloj, sobre todo para calcular el tiempo de los demás. El Señor es un patrón que nunca mira el reloj. Los que trabajan con Él no tienen que fichar, porque para el Señor siempre es hora, siempre llegamos a tiempo, aunque lleguemos corriendo y sin aliento como el buen ladrón, porque no nos mira con ojos de legislación laboral, sino con ojos de Padre, que siempre se alegra de que llegue a cualquier hora un hijo.
Y estas son las injusticias de Dios, las que le dicta el amor. ¿Somos capaces de perdonarle a Dios sus injusticias? ¿No nos parece también a nosotros demasiado el salario del que llega a última hora? ¿No preferiríamos que Dios lo castigara como se merecer?
Tenemos que poner al día eso de castigo y premio. Los regalos entre amigos nunca son premio, sino amistad, como los regalos entre esposos son regalos de amor, nunca premios.
Ojalá que algún día desparezca de nuestra vida religiosa todo interés y mercantilismo. Entonces empezaremos a ser hijos de Dios y no asalariados.
18 CALENDARIO LITURGICO XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
18 CALENDARIO LITURGICO XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I, pág. 256.
- Is 55, 6-9. Mis planes no son vuestros planes.
- Sal 144. R. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
- Flp 1, 20c-24. 27a. Para mí la vida es Cristo.
- Mt 20, 1-16. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Enséñame tus caminos. Dios no puede ser reducido a nuestros
esquemas. Los caminos y los pensamientos de Dios no son los
del hombre (1 lect.). Nuestras relaciones sociales se miden a
base del intercambio y trasladamos esta forma de ser y de obrar
al campo religioso. Dios, sin embargo, actúa según criterios de
gratuidad (Ev.). Nos acercamos a su lógica y a sus criterios cuando
llevamos una vida digna del Evangelio y nos dedicamos al
servicio de la comunidad eclesial y del mundo (2 lect.).
Hoy no se permiten las Misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum.
Martirologio: elogs. del 19 de septiembre, pág. 562.
Misa del Domingo (verde).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.
LECC.: vol. I, pág. 256.
- Is 55, 6-9. Mis planes no son vuestros planes.
- Sal 144. R. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
- Flp 1, 20c-24. 27a. Para mí la vida es Cristo.
- Mt 20, 1-16. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Enséñame tus caminos. Dios no puede ser reducido a nuestros
esquemas. Los caminos y los pensamientos de Dios no son los
del hombre (1 lect.). Nuestras relaciones sociales se miden a
base del intercambio y trasladamos esta forma de ser y de obrar
al campo religioso. Dios, sin embargo, actúa según criterios de
gratuidad (Ev.). Nos acercamos a su lógica y a sus criterios cuando
llevamos una vida digna del Evangelio y nos dedicamos al
servicio de la comunidad eclesial y del mundo (2 lect.).
Hoy no se permiten las Misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum.
Martirologio: elogs. del 19 de septiembre, pág. 562.
Santoral del 18 de Septiembre: San José Cupertino
Santoral del 18 de Septiembre: San José Cupertino
Año 1663
José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.
Murió el papá, y entonces la mamá, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se le olvidaba hasta comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el "boquiabierta". Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.
A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.
Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era bueno para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante "inútil", y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que lo recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.
Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.
Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre".
Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?" y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.
Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).
Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.
Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.
Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.
Como estos sucesos tan raros podían producir movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros ahí, y concurrir a otras sesiones públicas de devoción.
Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: "Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan".
En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevar el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté levantando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.
Un día llegó el embajador de España con su esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos, y luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación y ya no bajó más ese día.
En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y ahí junto a la Madre y al Niño se quedó un rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.
El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.
Muchos enemigos empezaron a decir que todo eso eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII, el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hannover, que era protestante, al ver a José en éxtasis se convirtió al catolicismo.
El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: "Todos estos hechos no se puede explicar sin una intervención muy especial de Dios".
Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio: "Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe".
Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que Él siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y bendiciones.
Año 1663
José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.
Murió el papá, y entonces la mamá, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se le olvidaba hasta comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el "boquiabierta". Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.
A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.
Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era bueno para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante "inútil", y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que lo recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.
Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.
Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre".
Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?" y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.
Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).
Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.
Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.
Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.
Como estos sucesos tan raros podían producir movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros ahí, y concurrir a otras sesiones públicas de devoción.
Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: "Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan".
En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevar el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté levantando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.
Un día llegó el embajador de España con su esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos, y luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación y ya no bajó más ese día.
En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y ahí junto a la Madre y al Niño se quedó un rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.
El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.
Muchos enemigos empezaron a decir que todo eso eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII, el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hannover, que era protestante, al ver a José en éxtasis se convirtió al catolicismo.
El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: "Todos estos hechos no se puede explicar sin una intervención muy especial de Dios".
Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio: "Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe".
Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que Él siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y bendiciones.
Meditación: Domingo de la semana 25 del tiempo ordinario; 18 de septiembre, 2011; ciclo A
Meditación: Domingo de la semana 25 del tiempo ordinario; 18 de septiembre, 2011; ciclo A
«El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió también hacia la hora de tercia y vio a otros que estaban en la plaza parados, y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo. Hacia la hora undécima volvió a salir v todavía encontró a otros parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? Le contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a mi viña. A la caída de la tarde dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales el jornal empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaban que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. Cuando lo tomaron murmuraban contra el amo, diciendo: A estos últimos que han trabajado sólo una hora los has equiparado a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor: El respondió a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conveniste conmigo en un denario? toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.» (Mateo 20, 1-16)
1º. Jesús, hoy también llamas a los hombres a trabajar en tu viña.
A unos los llamas «al amanecer», a primera hora, en plena juventud: les pides que trabajen toda la vida por Ti y por el Reino de los Cielos.
A otros les llamas «hacia la hora de tercia, de sexta o de nona», a lo largo de su madurez familiar y profesional, para que -a través de sus obligaciones familiares y profesionales- trabajen también en tu campo.
Finalmente, llamas a otros al final de su vida, para que se conviertan y puedan merecer el premio final.
Antes o después, Jesús, llamas a todos, porque Tú quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
A todos llamas a la santidad, de todos esperas amor y correspondencia a la gracia de la Redención.
No quieres que nadie esté parado, ocioso, o perdiendo su vida en actividades que no dan frutos de eternidad.
«¿Cómo estáis aquí todo el día ociosos?»
Jesús, que cuando me veas, no me tengas que preguntar: ¿qué estás haciendo?, ¿cómo es que estás espiritualmente ocioso, en vez de estar trabajando en mi viña?
No es que no haga nada, pero tal vez no hago las cosas en presencia de Dios, por El y para El.
Las mismas cosas que hago -trabajo, deporte, vida social- hechas con amor de Dios, podrían dar frutos de santidad.
2º. «Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el de más allá, porque te consume el celo por las almas.
Aquél cogió miedo; el otro consultó a un «prudente», que le ha orientado mal... -Persevera: que ninguno pueda después excusarse afirmando «quia nemo nos conduxit» -nadie nos ha llamado» (Surco.-205).
Jesús, ésta es precisamente la respuesta de aquellos hombres que habían derrochado el día ociosamente: «nadie nos ha contratado», nadie nos ha llamado para que vayamos y trabajemos en la viña.
Gracias, Jesús, porque a mí me has llamado.
Por ser cristiano, estoy llamado a ser santo, a trabajar por el bien de tu viña, que es la Iglesia.
«No os apenéis ni os llenen de abatimiento. También los Apóstoles eran para unos olor de muerte, y paro otros olor de vida. No demos nosotros motiva alguno a la maledicencia y estaremos libres de toda culpa, o, para decirlo mejor, mayor aún será nuestro gozo ante esas falsas acusaciones. Brille, pues, el ejemplo de nuestra vida, y no hagamos ningún caso de las críticas. No es posible que quien de verdad se empeñe por ser santo deje de tener muchos que no le quieran. Pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que anden en tinieblas» (San Juan Crisóstomo).
Que ninguno pueda después excusarse afirmando: nadie nos ha llamado.
Jesús, es misión mía, por cristiano, el anunciar la Buenanueva del Evangelio a los que están a mi alrededor.
Me pides que con el ejemplo y con la palabra lleve a tu campo a los que -tal vez ocupados en mil tareas «importantes»- están derrochando su vida de hijos de Dios.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
«El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió también hacia la hora de tercia y vio a otros que estaban en la plaza parados, y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo. Hacia la hora undécima volvió a salir v todavía encontró a otros parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? Le contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a mi viña. A la caída de la tarde dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales el jornal empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaban que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. Cuando lo tomaron murmuraban contra el amo, diciendo: A estos últimos que han trabajado sólo una hora los has equiparado a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor: El respondió a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conveniste conmigo en un denario? toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.» (Mateo 20, 1-16)
1º. Jesús, hoy también llamas a los hombres a trabajar en tu viña.
A unos los llamas «al amanecer», a primera hora, en plena juventud: les pides que trabajen toda la vida por Ti y por el Reino de los Cielos.
A otros les llamas «hacia la hora de tercia, de sexta o de nona», a lo largo de su madurez familiar y profesional, para que -a través de sus obligaciones familiares y profesionales- trabajen también en tu campo.
Finalmente, llamas a otros al final de su vida, para que se conviertan y puedan merecer el premio final.
Antes o después, Jesús, llamas a todos, porque Tú quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
A todos llamas a la santidad, de todos esperas amor y correspondencia a la gracia de la Redención.
No quieres que nadie esté parado, ocioso, o perdiendo su vida en actividades que no dan frutos de eternidad.
«¿Cómo estáis aquí todo el día ociosos?»
Jesús, que cuando me veas, no me tengas que preguntar: ¿qué estás haciendo?, ¿cómo es que estás espiritualmente ocioso, en vez de estar trabajando en mi viña?
No es que no haga nada, pero tal vez no hago las cosas en presencia de Dios, por El y para El.
Las mismas cosas que hago -trabajo, deporte, vida social- hechas con amor de Dios, podrían dar frutos de santidad.
2º. «Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el de más allá, porque te consume el celo por las almas.
Aquél cogió miedo; el otro consultó a un «prudente», que le ha orientado mal... -Persevera: que ninguno pueda después excusarse afirmando «quia nemo nos conduxit» -nadie nos ha llamado» (Surco.-205).
Jesús, ésta es precisamente la respuesta de aquellos hombres que habían derrochado el día ociosamente: «nadie nos ha contratado», nadie nos ha llamado para que vayamos y trabajemos en la viña.
Gracias, Jesús, porque a mí me has llamado.
Por ser cristiano, estoy llamado a ser santo, a trabajar por el bien de tu viña, que es la Iglesia.
«No os apenéis ni os llenen de abatimiento. También los Apóstoles eran para unos olor de muerte, y paro otros olor de vida. No demos nosotros motiva alguno a la maledicencia y estaremos libres de toda culpa, o, para decirlo mejor, mayor aún será nuestro gozo ante esas falsas acusaciones. Brille, pues, el ejemplo de nuestra vida, y no hagamos ningún caso de las críticas. No es posible que quien de verdad se empeñe por ser santo deje de tener muchos que no le quieran. Pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que anden en tinieblas» (San Juan Crisóstomo).
Que ninguno pueda después excusarse afirmando: nadie nos ha llamado.
Jesús, es misión mía, por cristiano, el anunciar la Buenanueva del Evangelio a los que están a mi alrededor.
Me pides que con el ejemplo y con la palabra lleve a tu campo a los que -tal vez ocupados en mil tareas «importantes»- están derrochando su vida de hijos de Dios.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
Lectio Divina: Domingo XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de septiembre, 2011
Lectio Divina: Domingo XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de septiembre, 2011
Lectio:
1. Oración inicial
¡Oh, Padre! Tu Hijo Jesús, que tú nos has dado, es nuestro reino, nuestra riqueza, nuestro cielo; Él es el dueño de la casa y de la tierra donde vivimos y sale continuamente a buscarnos, porque desea llamarnos, pronunciar nuestro nombre, ofrecernos su amor infinito. No podremos nunca pagarle, ni devolver la sobreabundancia de su compasión y misericordia por nosotros: podemos sólo decirle nuestro sí, el nuestro: “Aquí estoy” o repetirle con Isaías: “¡Señor, aquí estoy, envíame!” Haz que esta palabra entre en mi corazón, en mis ojos, en mis oídos y me cambie, me transforme, según este amor sorprendente, incomprensible que Jesús me está ofreciendo, también hoy, en este momento. Condúceme al último puesto, al mío, al que Él ha preparado para mí allá donde yo puedo ser verdaderamente yo mismo. Amén.
2. Lectura
a) Para colocar el pasaje en su contexto:
Este pasaje nos coloca dentro de la sección del Evangelio de Mateo, que precede directamente a los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Esta sección comienza en 19,1, donde se dice que Jesús abandona definitivamente el territorio de la Galilea para ir a Judea, dando así comienzo a su camino de acercamiento a Jerusalén y se concluye en 25,46, con el cuadro sobre la venida y el juicio del Hijo de Dios. Más en particular, el capítulo 20 se coloca a lo largo del recorrido de Jesús hacia la ciudad santa y su templo, en un contexto de enseñanzas y de polémica con los sabios y potentes del tiempo, que Él realiza con parábolas y encuentros.
b) Para ayudar a la lectura del pasaje:
20,1ª: Con las primeras palabras de la parábola, que es una especie de introducción, Jesús quiere acompañarnos al interior del tema más profundo del que intenta hablar, quiere abrir ante nosotros las puertas del reino, que es Él mismo y se presenta como dueño de la viña que necesita ser trabajada.
20,1b-7: Estos versículos constituyen la primera parte de la parábola; en ella Jesús narra la iniciativa del dueño de la viña para reclutar sus trabajadores, describiendo sus cuatro salidas, en las cuáles se ajusta con los trabajadores estableciendo un contrato y la última salida, ya al final de la jornada.
20,8-15: Esta segunda parte comprende, por el contrario, la descripción de la paga a los trabajadores, con la protesta de los primeros y la respuesta del dueño.
20,16: Finalmente viene la sentencia definitiva, que revela la clave del pasaje y la aplicación: aquéllos que en la comunidad son considerados últimos, en la perspectiva del reino y del juicio de Dios , serán los primeros.
c) El Texto:
20, 1a: 1 «En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario .....
20, 1b-7: ..... que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, 4 les dijo: `Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.' 5 Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. 6 Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: `¿Por qué estáis aquí todo el día parados?' 7 Dícenle: `Es que nadie nos ha contratado.' Díseles: `Id también vosotros a la viña.'
20, 8-15: 8 Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: `Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.' 9 Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. 10 Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno.11 Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, 12 diciendo: `Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.' 13 Pero él contestó a uno de ellos: `Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti.15 ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?'.
20, 16: 16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) Este pasaje se abre con una partícula conectiva, “en efecto” que es muy importante, porque me remite al versículo que precede (Mt 19,30), donde Jesús afirma que “los primeros serán los últimos y los últimos los primeros” con las mismas palabras que repetirá al final de esta parábola. Palabras, por tanto, importantísimas, fundamentales, que quieren indicarme la dirección que hay que tomar. Jesús es el Reino de Dios, el reino de los cielos; Él es el mundo nuevo, al cuál estoy invitado a entrar. Pero el suyo es un mundo al revés, donde nuestra lógica de poder, ganancia, recompensa, habilidad, esfuerzo, no vale y se substituye por otra lógica, la de la gratuidad absoluta, del amor misericordioso y sobreabundante, Si yo creo ser el primero, ser fuerte y capaz; si ya me he colocado en el primer puesto en la mesa del Señor, es mejor que me levante ya y me vaya a ocupar el último puesto. Allí el Señor vendrá a buscarme, y llamándome, me levantará, me colocará en alto hacia Él.
b) Jesús se compara aquí a un dueño de casa, usando una figura particular, que aparece muchas veces en el evangelio. Intento seguirla, atento a las características que ella presenta y tratando de verificar cuál es mi relación con Él. El dueño de casa es el amo de la viña, que se cuida de ella, rodeándola con un muro, excavando un foso, cultivándola con amor y sudor (Mt 21,33ss), para que pueda dar sus mejores frutos. Es el dueño de casa que ofrece una gran cena, con muchos invitados, llamando a su mesa a los más abandonados, los cojos, los ciegos (Lc 14,21ss). Es el que vuelve de las bodas y al que debemos esperar vigilando, porque no sabemos ni el día ni la hora (Lc 12,36); es el dueño de casa que ha salido para un largo viaje, que ha mandado vigilar, para estar preparados para abrirle, en cuanto regrese y toque a la puerta a la tarde, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada (Mc 13,35). Comprendo, pues, que el Señor está esperando de mí, el fruto bueno; que me ha elegido como invitado a su mesa; que volverá y vendrá a buscarme y llamará a mi puerta...¿Estoy preparado para responderle? ¿Para abrirle? ¿Para ofrecerle el fruto del amor que Él espera de mí? O por el contrario ¿estoy durmiendo, preocupado con otros miles intereses, esclavizado por otros dueños de casa, diversos y lejanos de Él?
c) El Señor Jesús, dueño de la casa y de la viña, sale repetidamente para llamarme y enviar: al alba, a las nueve, a mediodía, a las tres de la tarde, a las cinco, cuando ya la jornada está por finalizar. Él no se cansa; viene a buscarme, para ofrecerme su amor, su presencia, para estrechar un pacto conmigo. Él desea ofrecerme su viña, su belleza. Cuando nos encontremos, cuando Él fijándose en mí, me ame (Mc 10,21) ¿qué le responderé? ¿Me entristeceré porque tengo muchos bienes? (Lc 18,23) ¿Le pediré que me dé por excusado, porque yo ya tengo otros compromisos? (Lc 14,18) ¿Huiré corriendo desnudo, perdiendo lo poco de felicidad que me ha quedado para cubrirme? (Mc 14,52) O, más bien, le diré: “Sí, sí” y luego no iré (Mt 21,29). Siento que esta palabra me pone en situación difícil, me escruta hasta el fondo, me revela a mí mismo... quedo atónito, asustado por mi libertad, pero decido, delante del Señor que me habla, hacer como María y decir: “Señor, hágase en mí como tú has dicho” con humilde disponibilidad y abandono.
d) Ahora el evangelio me coloca de frente a mi relación con los otros, los hermanos y hermanas que comparten conmigo el camino del seguimiento a Jesús. Todos estamos llamados a estar con Él, a la tarde, después del trabajo de cada día: Él abre su tesoro de amor y comienza a distribuir, a repartir gracia, misericordia, compasión, amistad, todo Él mismo. Mateo hace notar en este punto, que alguno murmura contra el dueño de la viña, contra el Señor. Nace la indignación, porque Él trata a todos igualmente, con la misma intensidad de amor, con la misma sobreabundancia. Quizás está escrito también de mí estas líneas: el evangelio sabe poner un nudo a mi corazón, la parte más escondida de mi mismo. Quizás el Señor dirige precisamente a mí aquellas palabras cargadas de tristeza: “¿Acaso tú también eres envidioso?.” Me debo dejar interrogar, debo permitir que Él entre dentro de mí y me mire con sus ojos penetrantes, porque sólo si Él me mira, podré ser curado. Ahora rezo así: “Señor, te ruego, ven a mí, echa tu palabra en mi corazón y germine nueva vida, vida de amor”.
5. Una clave de lectura
En la figura de la viña, aparentemente sencilla y cotidiana, la Escritura condensa una realidad, mucha más rica y profunda, siempre más densa de significado, a medida que los textos se acercan a la revelación plena en Jesús. En el primer libro de los Reyes, en el cap. 21, se narra el hecho violento que envuelve a Nabot, un simple súbdito del corrupto rey Acab, el cuál poseía una viña, plantada, para su desdicha, precisamente junto al palacio del rey. La narración nos hace comprender cuánto fuera importante la viña, una propiedad inviolable: por nada del mundo Nabot la hubiera cedido, como dijo: “¡Me guarde el Señor de cederte la heredad de mis padres!” (1 Re 21,3). Por amor a ella, él perdió la vida. Como se ve, la viña representa el bien más precioso, la heredad de la familia, por cierta parte, la identidad de la persona; no se la puede malvender, ceder a los otros, cambiarlo por otros bienes, que no consiguen igualarla. Ella esconde una fuerza vital, espiritual.
Isaías 5 dice claramente que bajo la figura de la viña se significa al pueblo de Israel, como está escrito: “La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel: los habitantes de Juda su plantación favorita” (Is 5,7). Este pueblo el Señor lo ha amado con amor infinito y eterno, sellado por una alianza inviolable; Él la cuida, igualmente como si lo hiciera un viñador con su viña, haciendo de todo para que ella pueda dar sus frutos más bellos. Israel somos cada uno de nosotros, toda la Iglesia: el Padre nos ha encontrado como tierra abandonada, reseca, devastada, rellena de piedras y nos ha cultivado, regado a cada instante; nos ha plantado como viña escogida, toda de cepas genuinas (Jer 2,21). ¿Qué más pudo hacer por nosotros, que no lo haya hecho? (Is 5,4) En su anonadamiento infinito Él mismo se ha hecho viña; se ha convertido en la verdadera vid (Jn 15,1ss), de la que nosotros somos los sarmientos: se ha unido a nosotros como la viña está unida a sus sarmientos. El Padre que es el viñador, continúa su obra de amor con nosotros, para que llevemos frutos y pacientemente espera; Él poda, cultiva, pero luego nos envía a trabajar a recoger los frutos para ofrecérselos. Somos enviados a su pueblo, a sus hijos: no nos podemos echar para atrás, porque estamos hechos para esto: para que vayamos y llevemos fruto y nuestro fruto permanezca (Jn 15,16). Señor, vuélvete: mira desde el cielo y ve y visita tu viña (Salmo 79,15).
La promesa: un denario
El dueño de la viña establece como recompensa del trabajo de la jornada un denario; una buena suma, que permitía vivir desahogadamente. Más o menos corresponde al dracma pactado del viejo Tobías con el acompañante del hijo hacia la Media (Tb 5,15).
Pero en el relato evangélico este denario viene llamado enseguida con otro nombre por el dueño; dice de hecho: “os daré lo que es justo” (v.4). Nuestra herencia, nuestro salario es el justo, el bueno: el Señor Jesús. Él, en efecto, no da, no promete otra cosa que a sí mismo. Nuestra recompensa está en los cielos (Mt 5,12), junto a nuestro Padre (Mt 6,1). No es el denario que se utilizaba para pagar el tributo a los romanos, sobre el que estaba la imagen y la inscripción del rey Tiberio César (Mt 22,20), sino que es el rostro de Jesús, su nombre, su presencia. Él nos dice: “Yo estaré con vosotros no sólo hoy, sino todos los días hasta el fin del mundo; Yo mismo seré tu recompensa”.
El texto ofrece a nuestra vida una energía muy fuerte, que sale de los verbos “enviar”, mandar” y “andar” repetido dos veces; todos se refieren a nosotros, nos llaman, nos ponen en movimiento. Es el Señor Jesús el que envía, haciendo de nosotros apóstoles: “He aquí que yo os envío” (Mt 10,16). Cada día Él nos llama para su misión y repite sobre nosotros aquello de “¡Andad!” y nuestra felicidad precisamente está escondida aquí, en la realización de estas palabras suyas. Andar donde Él nos manda, en el modo que Él lo indica, hacia la realidad y las personas que Él nos pone delante.
La murmuración y el refunfuño
Palabras importantísimas, verdaderas y muy presentes en nuestra vida de cada día; no podemos negarlo: habitan en nuestro corazón, en nuestros pensamientos y a veces nos atormentan, nos desfiguran, nos cansan profundamente, nos alejan de nosotros mismos, de los otros, del Señor. Sí, en medio de aquellos trabajadores que se lamentan y refunfuñan, murmurando contra el dueño, también estamos nosotros. El rumor de la murmuración viene de muy lejos, pero de todos modos, consigue anidarse en el corazón. Israel en el desierto ha murmurado duramente contra el Señor y nosotros hemos recibido en herencia aquellos pensamientos y palabras: “El Señor nos odia, por esto nos ha hecho salir del país de Egipto para ponernos en manos del Amorreo y para destruirnos” (Dt 1,27) y dudamos de su capacidad de alimentarnos, de llevarnos hacia delante, de protegernos. “¿Quizás puede el Señor prepararnos una mesa en el desierto? (Salmo 77,19) Murmurar significa no escuchar la voz del Señor, no creer más en su amor por nosotros. Entonces nos escandalizamos, nos irritamos fuertemente contra el Señor misericordioso y nos indignamos contra su manera de obrar y queremos cambiarlo, recomponerlo según nuestros esquemas: ¡Se ha alojado en casa de un pecador! ¡Come y bebe con pecadores! (Lc 5,30; 15,2; 19, 7). Si escuchamos bien, éstas son las murmuraciones secretas de nuestro corazón. ¿Cómo curarlas? San Pedro sugiere este vía: “Practicad la hospitalidad los unos con los otros, sin murmurar” (1 Pet 4,9); sólo la hospitalidad, o sea, la acogida puede, poco a poco, cambiar nuestro corazón y hacerlo receptivo, capaz de llevar dentro de sí a las personas, situaciones, realidades que encontramos en nuestra vida. “Acogeos” dice la Escritura. Así es: debemos aprender a acoger ante todo a Jesús, como Él es, con su modo de amar, de permanecer, de hablarnos y cambiarnos, de esperarnos y atraernos. Acogerlo es acoger al que está al lado, al que nos viene al encuentro, sólo este movimiento puede romper la dureza de la murmuración.
La murmuración nace de la envidia, de nuestro ojo malo, como dice el dueño de la viña, el mismo Jesús. Él sabe mirarnos dentro, sabe penetrar nuestra mirada y llegar al corazón, al alma. Él sabe como somos, nos conoce, nos ama y por el amor por el que Él saca de nosotros todo mal, quita el velo de nuestro ojo malo, nos ayuda a tomar conciencia de cómo somos, de lo que vive dentro. En el momento en el que dice: “¿Acaso tu ojo es malo?”, como está haciendo hoy, en este evangelio, Él nos cura, toma el ungüento y lo unta, toma el fango hecho con su saliva y unge nuestros ojos hasta lo íntimo.
Señor, te ruego: haz que yo vea: Con ojos buenos, sin envidia, con la acogida, sin murmurar.
6. Un momento de oración: Salmo 136
Rit. ¡Infinito es tu amor por nosotros!
¡Aleluya!¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Dad gracias al Dios de los dioses,
porque es eterno su amor;
dad gracias al Señor de los señores,
porque es eterno su amor.
Al único que ha hecho maravillas,
porque es eterno su amor.
Al que hirió en sus primogénitos a Egipto,
porque es eterno su amor;
y sacó a Israel de entre ellos,
porque es eterno su amor;
con mano fuerte y tenso brazo,
porque es eterno su amor.
Al que partió en dos el mar de los Juncos,
porque es eterno su amor;
e hizo pasar por medio a Israel,
porque es eterno su amor;
y hundió en él al faraón con sus huestes,
porque es eterno su amor.
Al que guió a su pueblo en el desierto,
porque es eterno su amor.
Al que se acordó de nosotros humillados,
porque es eterno su amor;
y nos libró de nuestros adversarios,
porque es eterno su amor.
Al que da pan a todo viviente,
porque es eterno su amor.
¡Dad gracias al Dios de los cielos,
porque es eterno su amor!
7. Oración final
Gracias, Señor, por haberme revelado tu Hijo, y haberme hecho entrar en su heredad, en su viña. Tú me has hecho sarmiento, me has hecho uva: sólo me queda permanecer, permanecer en ti y dejarme prender, como fruto bueno, maduro, para ser puesto en la prensa. Si, Señor, lo sé: éste es el camino. No tengo miedo porque tú estás conmigo. Yo sé que el único camino de la felicidad es el darme a ti. A los hermanos. Que yo sea sarmiento, que yo sea uva buena, para ser exprimida, como tú quieras. Amén.
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Lectio:
1. Oración inicial
¡Oh, Padre! Tu Hijo Jesús, que tú nos has dado, es nuestro reino, nuestra riqueza, nuestro cielo; Él es el dueño de la casa y de la tierra donde vivimos y sale continuamente a buscarnos, porque desea llamarnos, pronunciar nuestro nombre, ofrecernos su amor infinito. No podremos nunca pagarle, ni devolver la sobreabundancia de su compasión y misericordia por nosotros: podemos sólo decirle nuestro sí, el nuestro: “Aquí estoy” o repetirle con Isaías: “¡Señor, aquí estoy, envíame!” Haz que esta palabra entre en mi corazón, en mis ojos, en mis oídos y me cambie, me transforme, según este amor sorprendente, incomprensible que Jesús me está ofreciendo, también hoy, en este momento. Condúceme al último puesto, al mío, al que Él ha preparado para mí allá donde yo puedo ser verdaderamente yo mismo. Amén.
2. Lectura
a) Para colocar el pasaje en su contexto:
Este pasaje nos coloca dentro de la sección del Evangelio de Mateo, que precede directamente a los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Esta sección comienza en 19,1, donde se dice que Jesús abandona definitivamente el territorio de la Galilea para ir a Judea, dando así comienzo a su camino de acercamiento a Jerusalén y se concluye en 25,46, con el cuadro sobre la venida y el juicio del Hijo de Dios. Más en particular, el capítulo 20 se coloca a lo largo del recorrido de Jesús hacia la ciudad santa y su templo, en un contexto de enseñanzas y de polémica con los sabios y potentes del tiempo, que Él realiza con parábolas y encuentros.
b) Para ayudar a la lectura del pasaje:
20,1ª: Con las primeras palabras de la parábola, que es una especie de introducción, Jesús quiere acompañarnos al interior del tema más profundo del que intenta hablar, quiere abrir ante nosotros las puertas del reino, que es Él mismo y se presenta como dueño de la viña que necesita ser trabajada.
20,1b-7: Estos versículos constituyen la primera parte de la parábola; en ella Jesús narra la iniciativa del dueño de la viña para reclutar sus trabajadores, describiendo sus cuatro salidas, en las cuáles se ajusta con los trabajadores estableciendo un contrato y la última salida, ya al final de la jornada.
20,8-15: Esta segunda parte comprende, por el contrario, la descripción de la paga a los trabajadores, con la protesta de los primeros y la respuesta del dueño.
20,16: Finalmente viene la sentencia definitiva, que revela la clave del pasaje y la aplicación: aquéllos que en la comunidad son considerados últimos, en la perspectiva del reino y del juicio de Dios , serán los primeros.
c) El Texto:
20, 1a: 1 «En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario .....
20, 1b-7: ..... que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, 4 les dijo: `Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.' 5 Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. 6 Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: `¿Por qué estáis aquí todo el día parados?' 7 Dícenle: `Es que nadie nos ha contratado.' Díseles: `Id también vosotros a la viña.'
20, 8-15: 8 Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: `Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.' 9 Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. 10 Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno.11 Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, 12 diciendo: `Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.' 13 Pero él contestó a uno de ellos: `Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti.15 ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?'.
20, 16: 16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) Este pasaje se abre con una partícula conectiva, “en efecto” que es muy importante, porque me remite al versículo que precede (Mt 19,30), donde Jesús afirma que “los primeros serán los últimos y los últimos los primeros” con las mismas palabras que repetirá al final de esta parábola. Palabras, por tanto, importantísimas, fundamentales, que quieren indicarme la dirección que hay que tomar. Jesús es el Reino de Dios, el reino de los cielos; Él es el mundo nuevo, al cuál estoy invitado a entrar. Pero el suyo es un mundo al revés, donde nuestra lógica de poder, ganancia, recompensa, habilidad, esfuerzo, no vale y se substituye por otra lógica, la de la gratuidad absoluta, del amor misericordioso y sobreabundante, Si yo creo ser el primero, ser fuerte y capaz; si ya me he colocado en el primer puesto en la mesa del Señor, es mejor que me levante ya y me vaya a ocupar el último puesto. Allí el Señor vendrá a buscarme, y llamándome, me levantará, me colocará en alto hacia Él.
b) Jesús se compara aquí a un dueño de casa, usando una figura particular, que aparece muchas veces en el evangelio. Intento seguirla, atento a las características que ella presenta y tratando de verificar cuál es mi relación con Él. El dueño de casa es el amo de la viña, que se cuida de ella, rodeándola con un muro, excavando un foso, cultivándola con amor y sudor (Mt 21,33ss), para que pueda dar sus mejores frutos. Es el dueño de casa que ofrece una gran cena, con muchos invitados, llamando a su mesa a los más abandonados, los cojos, los ciegos (Lc 14,21ss). Es el que vuelve de las bodas y al que debemos esperar vigilando, porque no sabemos ni el día ni la hora (Lc 12,36); es el dueño de casa que ha salido para un largo viaje, que ha mandado vigilar, para estar preparados para abrirle, en cuanto regrese y toque a la puerta a la tarde, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada (Mc 13,35). Comprendo, pues, que el Señor está esperando de mí, el fruto bueno; que me ha elegido como invitado a su mesa; que volverá y vendrá a buscarme y llamará a mi puerta...¿Estoy preparado para responderle? ¿Para abrirle? ¿Para ofrecerle el fruto del amor que Él espera de mí? O por el contrario ¿estoy durmiendo, preocupado con otros miles intereses, esclavizado por otros dueños de casa, diversos y lejanos de Él?
c) El Señor Jesús, dueño de la casa y de la viña, sale repetidamente para llamarme y enviar: al alba, a las nueve, a mediodía, a las tres de la tarde, a las cinco, cuando ya la jornada está por finalizar. Él no se cansa; viene a buscarme, para ofrecerme su amor, su presencia, para estrechar un pacto conmigo. Él desea ofrecerme su viña, su belleza. Cuando nos encontremos, cuando Él fijándose en mí, me ame (Mc 10,21) ¿qué le responderé? ¿Me entristeceré porque tengo muchos bienes? (Lc 18,23) ¿Le pediré que me dé por excusado, porque yo ya tengo otros compromisos? (Lc 14,18) ¿Huiré corriendo desnudo, perdiendo lo poco de felicidad que me ha quedado para cubrirme? (Mc 14,52) O, más bien, le diré: “Sí, sí” y luego no iré (Mt 21,29). Siento que esta palabra me pone en situación difícil, me escruta hasta el fondo, me revela a mí mismo... quedo atónito, asustado por mi libertad, pero decido, delante del Señor que me habla, hacer como María y decir: “Señor, hágase en mí como tú has dicho” con humilde disponibilidad y abandono.
d) Ahora el evangelio me coloca de frente a mi relación con los otros, los hermanos y hermanas que comparten conmigo el camino del seguimiento a Jesús. Todos estamos llamados a estar con Él, a la tarde, después del trabajo de cada día: Él abre su tesoro de amor y comienza a distribuir, a repartir gracia, misericordia, compasión, amistad, todo Él mismo. Mateo hace notar en este punto, que alguno murmura contra el dueño de la viña, contra el Señor. Nace la indignación, porque Él trata a todos igualmente, con la misma intensidad de amor, con la misma sobreabundancia. Quizás está escrito también de mí estas líneas: el evangelio sabe poner un nudo a mi corazón, la parte más escondida de mi mismo. Quizás el Señor dirige precisamente a mí aquellas palabras cargadas de tristeza: “¿Acaso tú también eres envidioso?.” Me debo dejar interrogar, debo permitir que Él entre dentro de mí y me mire con sus ojos penetrantes, porque sólo si Él me mira, podré ser curado. Ahora rezo así: “Señor, te ruego, ven a mí, echa tu palabra en mi corazón y germine nueva vida, vida de amor”.
5. Una clave de lectura
En la figura de la viña, aparentemente sencilla y cotidiana, la Escritura condensa una realidad, mucha más rica y profunda, siempre más densa de significado, a medida que los textos se acercan a la revelación plena en Jesús. En el primer libro de los Reyes, en el cap. 21, se narra el hecho violento que envuelve a Nabot, un simple súbdito del corrupto rey Acab, el cuál poseía una viña, plantada, para su desdicha, precisamente junto al palacio del rey. La narración nos hace comprender cuánto fuera importante la viña, una propiedad inviolable: por nada del mundo Nabot la hubiera cedido, como dijo: “¡Me guarde el Señor de cederte la heredad de mis padres!” (1 Re 21,3). Por amor a ella, él perdió la vida. Como se ve, la viña representa el bien más precioso, la heredad de la familia, por cierta parte, la identidad de la persona; no se la puede malvender, ceder a los otros, cambiarlo por otros bienes, que no consiguen igualarla. Ella esconde una fuerza vital, espiritual.
Isaías 5 dice claramente que bajo la figura de la viña se significa al pueblo de Israel, como está escrito: “La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel: los habitantes de Juda su plantación favorita” (Is 5,7). Este pueblo el Señor lo ha amado con amor infinito y eterno, sellado por una alianza inviolable; Él la cuida, igualmente como si lo hiciera un viñador con su viña, haciendo de todo para que ella pueda dar sus frutos más bellos. Israel somos cada uno de nosotros, toda la Iglesia: el Padre nos ha encontrado como tierra abandonada, reseca, devastada, rellena de piedras y nos ha cultivado, regado a cada instante; nos ha plantado como viña escogida, toda de cepas genuinas (Jer 2,21). ¿Qué más pudo hacer por nosotros, que no lo haya hecho? (Is 5,4) En su anonadamiento infinito Él mismo se ha hecho viña; se ha convertido en la verdadera vid (Jn 15,1ss), de la que nosotros somos los sarmientos: se ha unido a nosotros como la viña está unida a sus sarmientos. El Padre que es el viñador, continúa su obra de amor con nosotros, para que llevemos frutos y pacientemente espera; Él poda, cultiva, pero luego nos envía a trabajar a recoger los frutos para ofrecérselos. Somos enviados a su pueblo, a sus hijos: no nos podemos echar para atrás, porque estamos hechos para esto: para que vayamos y llevemos fruto y nuestro fruto permanezca (Jn 15,16). Señor, vuélvete: mira desde el cielo y ve y visita tu viña (Salmo 79,15).
La promesa: un denario
El dueño de la viña establece como recompensa del trabajo de la jornada un denario; una buena suma, que permitía vivir desahogadamente. Más o menos corresponde al dracma pactado del viejo Tobías con el acompañante del hijo hacia la Media (Tb 5,15).
Pero en el relato evangélico este denario viene llamado enseguida con otro nombre por el dueño; dice de hecho: “os daré lo que es justo” (v.4). Nuestra herencia, nuestro salario es el justo, el bueno: el Señor Jesús. Él, en efecto, no da, no promete otra cosa que a sí mismo. Nuestra recompensa está en los cielos (Mt 5,12), junto a nuestro Padre (Mt 6,1). No es el denario que se utilizaba para pagar el tributo a los romanos, sobre el que estaba la imagen y la inscripción del rey Tiberio César (Mt 22,20), sino que es el rostro de Jesús, su nombre, su presencia. Él nos dice: “Yo estaré con vosotros no sólo hoy, sino todos los días hasta el fin del mundo; Yo mismo seré tu recompensa”.
El texto ofrece a nuestra vida una energía muy fuerte, que sale de los verbos “enviar”, mandar” y “andar” repetido dos veces; todos se refieren a nosotros, nos llaman, nos ponen en movimiento. Es el Señor Jesús el que envía, haciendo de nosotros apóstoles: “He aquí que yo os envío” (Mt 10,16). Cada día Él nos llama para su misión y repite sobre nosotros aquello de “¡Andad!” y nuestra felicidad precisamente está escondida aquí, en la realización de estas palabras suyas. Andar donde Él nos manda, en el modo que Él lo indica, hacia la realidad y las personas que Él nos pone delante.
La murmuración y el refunfuño
Palabras importantísimas, verdaderas y muy presentes en nuestra vida de cada día; no podemos negarlo: habitan en nuestro corazón, en nuestros pensamientos y a veces nos atormentan, nos desfiguran, nos cansan profundamente, nos alejan de nosotros mismos, de los otros, del Señor. Sí, en medio de aquellos trabajadores que se lamentan y refunfuñan, murmurando contra el dueño, también estamos nosotros. El rumor de la murmuración viene de muy lejos, pero de todos modos, consigue anidarse en el corazón. Israel en el desierto ha murmurado duramente contra el Señor y nosotros hemos recibido en herencia aquellos pensamientos y palabras: “El Señor nos odia, por esto nos ha hecho salir del país de Egipto para ponernos en manos del Amorreo y para destruirnos” (Dt 1,27) y dudamos de su capacidad de alimentarnos, de llevarnos hacia delante, de protegernos. “¿Quizás puede el Señor prepararnos una mesa en el desierto? (Salmo 77,19) Murmurar significa no escuchar la voz del Señor, no creer más en su amor por nosotros. Entonces nos escandalizamos, nos irritamos fuertemente contra el Señor misericordioso y nos indignamos contra su manera de obrar y queremos cambiarlo, recomponerlo según nuestros esquemas: ¡Se ha alojado en casa de un pecador! ¡Come y bebe con pecadores! (Lc 5,30; 15,2; 19, 7). Si escuchamos bien, éstas son las murmuraciones secretas de nuestro corazón. ¿Cómo curarlas? San Pedro sugiere este vía: “Practicad la hospitalidad los unos con los otros, sin murmurar” (1 Pet 4,9); sólo la hospitalidad, o sea, la acogida puede, poco a poco, cambiar nuestro corazón y hacerlo receptivo, capaz de llevar dentro de sí a las personas, situaciones, realidades que encontramos en nuestra vida. “Acogeos” dice la Escritura. Así es: debemos aprender a acoger ante todo a Jesús, como Él es, con su modo de amar, de permanecer, de hablarnos y cambiarnos, de esperarnos y atraernos. Acogerlo es acoger al que está al lado, al que nos viene al encuentro, sólo este movimiento puede romper la dureza de la murmuración.
La murmuración nace de la envidia, de nuestro ojo malo, como dice el dueño de la viña, el mismo Jesús. Él sabe mirarnos dentro, sabe penetrar nuestra mirada y llegar al corazón, al alma. Él sabe como somos, nos conoce, nos ama y por el amor por el que Él saca de nosotros todo mal, quita el velo de nuestro ojo malo, nos ayuda a tomar conciencia de cómo somos, de lo que vive dentro. En el momento en el que dice: “¿Acaso tu ojo es malo?”, como está haciendo hoy, en este evangelio, Él nos cura, toma el ungüento y lo unta, toma el fango hecho con su saliva y unge nuestros ojos hasta lo íntimo.
Señor, te ruego: haz que yo vea: Con ojos buenos, sin envidia, con la acogida, sin murmurar.
6. Un momento de oración: Salmo 136
Rit. ¡Infinito es tu amor por nosotros!
¡Aleluya!¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Dad gracias al Dios de los dioses,
porque es eterno su amor;
dad gracias al Señor de los señores,
porque es eterno su amor.
Al único que ha hecho maravillas,
porque es eterno su amor.
Al que hirió en sus primogénitos a Egipto,
porque es eterno su amor;
y sacó a Israel de entre ellos,
porque es eterno su amor;
con mano fuerte y tenso brazo,
porque es eterno su amor.
Al que partió en dos el mar de los Juncos,
porque es eterno su amor;
e hizo pasar por medio a Israel,
porque es eterno su amor;
y hundió en él al faraón con sus huestes,
porque es eterno su amor.
Al que guió a su pueblo en el desierto,
porque es eterno su amor.
Al que se acordó de nosotros humillados,
porque es eterno su amor;
y nos libró de nuestros adversarios,
porque es eterno su amor.
Al que da pan a todo viviente,
porque es eterno su amor.
¡Dad gracias al Dios de los cielos,
porque es eterno su amor!
7. Oración final
Gracias, Señor, por haberme revelado tu Hijo, y haberme hecho entrar en su heredad, en su viña. Tú me has hecho sarmiento, me has hecho uva: sólo me queda permanecer, permanecer en ti y dejarme prender, como fruto bueno, maduro, para ser puesto en la prensa. Si, Señor, lo sé: éste es el camino. No tengo miedo porque tú estás conmigo. Yo sé que el único camino de la felicidad es el darme a ti. A los hermanos. Que yo sea sarmiento, que yo sea uva buena, para ser exprimida, como tú quieras. Amén.
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Ordinario de la Misa: Domingo XXV Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de Septiembre, 2011
Ordinario de la Misa: Domingo XXV Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de Septiembre, 2011
Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Bendeciré al Señor eternamente
Muy cerca está el Señor, de quien lo invoca
Antífona de Entrada
Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Los escucharé en cualquier tribulación en que me llamen y seré siempre su Dios.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (55, 6-9)
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 144
Bendeciré al Señor
eternamente.
Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su grandeza incalculable.
Bendeciré al Señor
eternamente.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
Bendeciré al Señor
eternamente.
Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
Bendeciré al Señor
eternamente.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los filipenses
(1, 20-24. 27)
Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.
Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes.
Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones para que comprendamos las palabras de tu Hijo.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (20, 1-16)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña.
Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’
Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador:
‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día
y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La gracia y la misericordia de Dios se contrapone a la mentalidad religiosa judía de los tiempos de Jesús. Frente a la teología del mérito del sistema religioso se opone la teología de la gracia predicada por Jesús. Desde esta perspectiva, la salvación no se alcanza solamente por méritos propios sino por la misericordia de Dios que nos la concede a pesar de que no la merezcamos.
El texto del segundo Isaías centra su actividad profética en el tema de la consolación del pueblo desterrado. Pero el destierro fue por la desobediencia del pueblo y de sus dirigentes que se apartaron de Dios y quebrantaron la alianza. Sin embargo, Dios no abandona a su pueblo. Si el pueblo es infiel a la alianza, Dios permanece siempre fiel. Los caminos del Señor son muy distintos de los caminos humanos. El profeta insiste en la invitación a buscar al Señor. Hace un llamado a la conversión y al arrepentimiento porque Dios es Clemente y misericordioso y siempre está dispuesto al perdón. Los planes de Dios no son tan limitados y mezquinos como los de nosotros.
Pablo, en la carta a los Filipenses, plantea una seria disyuntiva: o morir para estar con Cristo o quedarse en medio de ellos para ayudarles en sus dificultades. Pablo, prisionero por Cristo, presiente que sus días ya están llegando a su fin. Perseguido, calumniado, encarcelado, azotado y despreciado de muchos ha vivido en su propia persona la pasión de su Señor. Consecuente con su predicación, si se ha esforzado por vivir el evangelio de Jesús, entonces es normal que corra la misma suerte que su maestro. Pero también tiene la plena convicción de participar de la gloria de la resurrección. Tanto su vida como su muerte está en función de Cristo. Si está vivo es para seguir anunciando el evangelio, si muere es para entrar en la plena comunión de los justificados por El. Así las cosas, Pablo siente que su misión ha llegado a su fin. Como Jesús, puede decir todo está cumplido. Pero a Pablo le queda la gran preocupación de la fragilidad de las comunidades, cuya fe está fuertemente amenazada por el ambiente cultural y religioso de las colonias del Imperio.
En el evangelio de hoy, en la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió ser la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicanos, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.
La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.
El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.
Los discípulos pensaban con la lógica de la mentalidad vigente y esperaban que la retribución para ellos fuera mayor. Confiaban en que "sus sacrificios" les asegurarían un premio mayor, pero no contaron con la más importante: el Reino de Dios y su justicia no actúan según los parámetros de la legalidad humana.
En el Reino lo importante es la misericordia de Dios. Pues, para Dios no hay privilegios basados en el prestigio, en la cantidad de trabajo o en cualquier otra ventaja. Y esto es así, porque ha sido Dios quien ha llamado gratuitamente, y nuestra respuesta debe ser igualmente gratuita. Dios llama cuando le parece oportuno sea al comienzo o al final de la jornada. Lo importante es que él llama y que podemos participar.
El descontento de los empleados obedece a un privilegio que ellos mismos se conceden, no a una injusticia del patrón. Creen que por haber trabajado más tiempo tienen ventaja sobre los demás. Pero no es de este modo como funciona la lógica del Reino. El mérito está en haber sido llamado, en participar en la obra, no en los privilegios que se puedan sacar de ella.
Nosotros muchas veces queremos adueñarnos de la cosecha. Pensamos que al desempeñar un ministerio o servicio en la comunidad somos propietarios de ella. A veces, también, excluimos a otros porque consideramos que no están preparados o porque creemos que han llegado tarde. El evangelio, sin embargo, nos pide un cambio de mentalidad. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual.
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, cerca está el Señor de los que le invocan —repetimos hoy en el Salmo—; por eso presentémosle nuestras oraciones y pidámosle por nosotros
y por el mundo entero.
Invoquémosle diciendo:
Escucha y ten piedad.
Para que la vida de Cristo se haga presente en la vida de su Iglesia durante el nuevo milenio.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que la justicia y el amor de Dios sean ya un anticipo en la vida de nuestra sociedad.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los países que viven en situación de pobreza reciban la ayuda que les corresponde de las naciones más ricas y poderosas.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los que obran el mal abandonen su camino y el Señor los colme de su misericordia.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los que han dejado este mundo gocen con Cristo de la dicha plena de la gloria.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que, alimentados del Cuerpo de Cristo y de su Palabra, trabajemos
con ilusión en su viña.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Celebrante:
Escucha, Padre, las oraciones de tus hijos, concédenos trabajar con entrega por el Reino, y haz que un día el cielo sea nuestra morada.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos a fin de que, por medio de esta Eucaristía, podamos obtener las gracias de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical V
La creación alaba al Señor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; y formaste al hombre a tu imagen y semejanza: porque lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara.
Por Cristo nuestro Señor. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Tú promulgas, Señor, tus preceptos para que se observen con exactitud. Que mi conducta se ajuste siempre, al cumplimiento de tu voluntad.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concede siempre tu ayuda, Señor, a quienes has alimentado con la Eucaristía, a fin de que la gracia recibida en este sacramento, transforme continuamente nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Bendeciré al Señor eternamente
Muy cerca está el Señor, de quien lo invoca
Antífona de Entrada
Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Los escucharé en cualquier tribulación en que me llamen y seré siempre su Dios.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (55, 6-9)
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 144
Bendeciré al Señor
eternamente.
Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su grandeza incalculable.
Bendeciré al Señor
eternamente.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
Bendeciré al Señor
eternamente.
Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
Bendeciré al Señor
eternamente.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los filipenses
(1, 20-24. 27)
Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.
Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes.
Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones para que comprendamos las palabras de tu Hijo.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (20, 1-16)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña.
Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’
Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador:
‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día
y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La gracia y la misericordia de Dios se contrapone a la mentalidad religiosa judía de los tiempos de Jesús. Frente a la teología del mérito del sistema religioso se opone la teología de la gracia predicada por Jesús. Desde esta perspectiva, la salvación no se alcanza solamente por méritos propios sino por la misericordia de Dios que nos la concede a pesar de que no la merezcamos.
El texto del segundo Isaías centra su actividad profética en el tema de la consolación del pueblo desterrado. Pero el destierro fue por la desobediencia del pueblo y de sus dirigentes que se apartaron de Dios y quebrantaron la alianza. Sin embargo, Dios no abandona a su pueblo. Si el pueblo es infiel a la alianza, Dios permanece siempre fiel. Los caminos del Señor son muy distintos de los caminos humanos. El profeta insiste en la invitación a buscar al Señor. Hace un llamado a la conversión y al arrepentimiento porque Dios es Clemente y misericordioso y siempre está dispuesto al perdón. Los planes de Dios no son tan limitados y mezquinos como los de nosotros.
Pablo, en la carta a los Filipenses, plantea una seria disyuntiva: o morir para estar con Cristo o quedarse en medio de ellos para ayudarles en sus dificultades. Pablo, prisionero por Cristo, presiente que sus días ya están llegando a su fin. Perseguido, calumniado, encarcelado, azotado y despreciado de muchos ha vivido en su propia persona la pasión de su Señor. Consecuente con su predicación, si se ha esforzado por vivir el evangelio de Jesús, entonces es normal que corra la misma suerte que su maestro. Pero también tiene la plena convicción de participar de la gloria de la resurrección. Tanto su vida como su muerte está en función de Cristo. Si está vivo es para seguir anunciando el evangelio, si muere es para entrar en la plena comunión de los justificados por El. Así las cosas, Pablo siente que su misión ha llegado a su fin. Como Jesús, puede decir todo está cumplido. Pero a Pablo le queda la gran preocupación de la fragilidad de las comunidades, cuya fe está fuertemente amenazada por el ambiente cultural y religioso de las colonias del Imperio.
En el evangelio de hoy, en la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió ser la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicanos, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.
La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.
El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.
Los discípulos pensaban con la lógica de la mentalidad vigente y esperaban que la retribución para ellos fuera mayor. Confiaban en que "sus sacrificios" les asegurarían un premio mayor, pero no contaron con la más importante: el Reino de Dios y su justicia no actúan según los parámetros de la legalidad humana.
En el Reino lo importante es la misericordia de Dios. Pues, para Dios no hay privilegios basados en el prestigio, en la cantidad de trabajo o en cualquier otra ventaja. Y esto es así, porque ha sido Dios quien ha llamado gratuitamente, y nuestra respuesta debe ser igualmente gratuita. Dios llama cuando le parece oportuno sea al comienzo o al final de la jornada. Lo importante es que él llama y que podemos participar.
El descontento de los empleados obedece a un privilegio que ellos mismos se conceden, no a una injusticia del patrón. Creen que por haber trabajado más tiempo tienen ventaja sobre los demás. Pero no es de este modo como funciona la lógica del Reino. El mérito está en haber sido llamado, en participar en la obra, no en los privilegios que se puedan sacar de ella.
Nosotros muchas veces queremos adueñarnos de la cosecha. Pensamos que al desempeñar un ministerio o servicio en la comunidad somos propietarios de ella. A veces, también, excluimos a otros porque consideramos que no están preparados o porque creemos que han llegado tarde. El evangelio, sin embargo, nos pide un cambio de mentalidad. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual.
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, cerca está el Señor de los que le invocan —repetimos hoy en el Salmo—; por eso presentémosle nuestras oraciones y pidámosle por nosotros
y por el mundo entero.
Invoquémosle diciendo:
Escucha y ten piedad.
Para que la vida de Cristo se haga presente en la vida de su Iglesia durante el nuevo milenio.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que la justicia y el amor de Dios sean ya un anticipo en la vida de nuestra sociedad.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los países que viven en situación de pobreza reciban la ayuda que les corresponde de las naciones más ricas y poderosas.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los que obran el mal abandonen su camino y el Señor los colme de su misericordia.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que los que han dejado este mundo gocen con Cristo de la dicha plena de la gloria.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Para que, alimentados del Cuerpo de Cristo y de su Palabra, trabajemos
con ilusión en su viña.
Oremos al Señor.
Escucha y ten piedad.
Celebrante:
Escucha, Padre, las oraciones de tus hijos, concédenos trabajar con entrega por el Reino, y haz que un día el cielo sea nuestra morada.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos a fin de que, por medio de esta Eucaristía, podamos obtener las gracias de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical V
La creación alaba al Señor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; y formaste al hombre a tu imagen y semejanza: porque lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara.
Por Cristo nuestro Señor. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Tú promulgas, Señor, tus preceptos para que se observen con exactitud. Que mi conducta se ajuste siempre, al cumplimiento de tu voluntad.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concede siempre tu ayuda, Señor, a quienes has alimentado con la Eucaristía, a fin de que la gracia recibida en este sacramento, transforme continuamente nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Evangelio del Domingo XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de septiembre, 2011
Evangelio del Domingo XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de septiembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Mateo 20,1-16
Gloria a ti, Señor
¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
En el evangelio de hoy, en la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió ser la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicanos, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.
La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.
El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.
Los discípulos pensaban con la lógica de la mentalidad vigente y esperaban que la retribución para ellos fuera mayor. Confiaban en que "sus sacrificios" les asegurarían un premio mayor, pero no contaron con la más importante: el Reino de Dios y su justicia no actúan según los parámetros de la legalidad humana.
En el Reino lo importante es la misericordia de Dios. Pues, para Dios no hay privilegios basados en el prestigio, en la cantidad de trabajo o en cualquier otra ventaja. Y esto es así, porque ha sido Dios quien ha llamado gratuitamente, y nuestra respuesta debe ser igualmente gratuita. Dios llama cuando le parece oportuno sea al comienzo o al final de la jornada. Lo importante es que él llama y que podemos participar.
El descontento de los empleados obedece a un privilegio que ellos mismos se conceden, no a una injusticia del patrón. Creen que por haber trabajado más tiempo tienen ventaja sobre los demás. Pero no es de este modo como funciona la lógica del Reino. El mérito está en haber sido llamado, en participar en la obra, no en los privilegios que se puedan sacar de ella.
Nosotros muchas veces queremos adueñarnos de la cosecha. Pensamos que al desempeñar un ministerio o servicio en la comunidad somos propietarios de ella. A veces, también, excluimos a otros porque consideramos que no están preparados o porque creemos que han llegado tarde. El evangelio, sin embargo, nos pide un cambio de mentalidad. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual.
Lectura del Santo Evangelio, según San Mateo 20,1-16
Gloria a ti, Señor
¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
En el evangelio de hoy, en la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola debió ser la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación como publicanos, pecadores, enfermos, niños, paganos y mujeres. Precisamente aquellos que estaba considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.
La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.
El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.
Los discípulos pensaban con la lógica de la mentalidad vigente y esperaban que la retribución para ellos fuera mayor. Confiaban en que "sus sacrificios" les asegurarían un premio mayor, pero no contaron con la más importante: el Reino de Dios y su justicia no actúan según los parámetros de la legalidad humana.
En el Reino lo importante es la misericordia de Dios. Pues, para Dios no hay privilegios basados en el prestigio, en la cantidad de trabajo o en cualquier otra ventaja. Y esto es así, porque ha sido Dios quien ha llamado gratuitamente, y nuestra respuesta debe ser igualmente gratuita. Dios llama cuando le parece oportuno sea al comienzo o al final de la jornada. Lo importante es que él llama y que podemos participar.
El descontento de los empleados obedece a un privilegio que ellos mismos se conceden, no a una injusticia del patrón. Creen que por haber trabajado más tiempo tienen ventaja sobre los demás. Pero no es de este modo como funciona la lógica del Reino. El mérito está en haber sido llamado, en participar en la obra, no en los privilegios que se puedan sacar de ella.
Nosotros muchas veces queremos adueñarnos de la cosecha. Pensamos que al desempeñar un ministerio o servicio en la comunidad somos propietarios de ella. A veces, también, excluimos a otros porque consideramos que no están preparados o porque creemos que han llegado tarde. El evangelio, sin embargo, nos pide un cambio de mentalidad. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual.
Oficio Divino: Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 Septiembre, 2011
Oficio Divino: Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 Septiembre, 2011
DOMINGO DE LA SEMANA XXV
De la feria, salterio I
(OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 6, 1-13
VOCACIÓN DEL PROFETA ISAÍAS
El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines de pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban el uno hacia el otro, diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, llena está la tierra de su gloria!»
Y temblaban las jambas de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.»
Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá de parte mía?» Yo contesté:
«Aquí estoy, mándame.»
Él replicó:
«Ve y di a ese pueblo: "Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender." Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta ni sane.»
Yo pregunté:
«¿Hasta cuándo, Señor?»
Y él me contestó:
«Hasta que queden las ciudades sin habitantes, las casas sin vecinos, los campos desolados. Porque el Señor alejará a los hombres, y crecerá el abandono en el país. Y si queda en él uno de cada diez, de nuevo serán destrozados, como una encina o un roble que, al talarlos, dejan sólo un tocón. Este tocón, sin embargo, será semilla santa.»
RESPONSORIO Ap 4, 8; Is 6, 3
R. Santo, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a venir. * Llena está la tierra de su gloria.
V. Y los serafines gritaban el uno hacia el otro: «Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos.»
R. Llena está la tierra de su gloria.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 13: CCL 41, 539-540)
SOBRE LOS CRISTIANOS DÉBILES
A los malos pastores, a los falsos pastores, a aquellos pastores que buscan sus intereses personales, no los de Cristo Jesús, les dice el Señor: No fortalecéis a las débiles. En efecto, estos pastores se aprovechan de la leche y de la lana de sus ovejas, pero descuidan, en cambio, el bien de su rebaño y no fortalecen a las ovejas débiles. Según creo, existe diferencia entre la oveja simplemente débil y la oveja propiamente enferma, aunque algunas veces a la débil se la llame también enferma.
Me gustaría, hermanos, llegar a explicaros esta diferencia que media entre lo simplemente débil y lo propiamente enfermo; intentaré hacerlo en la medida en que soy capaz de comprenderlo; otros habrá, sin duda, que, o porque son más peritos en la Escritura o porque habrán alcanzado una luz más abundante, podrán hacerlo mejor; yo os diré simplemente lo que comprendo, a fin de que, ya desde ahora, no os veáis totalmente privados del conocimiento de la Escritura. Débil es aquel de quien se teme que pueda sucumbir cuando la tentación se presenta; enfermo, en cambio, es aquel que se halla ya dominado por alguna pasión, y se ve como impedido por alguna pasión para acercarse a Dios y aceptar el yugo de Cristo.
Pensad en aquellos hombres que tienen ya deseos de vivir virtuosamente, que se esfuerzan por ir adquiriendo las diversas virtudes, y que, con todo, están menos dispuestos a sufrir lo que es malo que a realizar lo que es bueno. En realidad la fortaleza cristiana incluye no sólo obrar lo que es bueno, sino también resistir a lo que es malo. Quienes, por tanto, desean sinceramente practicar la justicia pero no quieren o no se ven aún con ánimos para tolerar los sufrimientos, estos tales son los débiles. En cambio, los que se entregan a la vida mundana y viven cautivos de alguna mala pasión, éstos están alejados incluso del bien obrar, no tienen fuerzas ni posibilidades de obrar el bien y por ello podemos llamarlos con toda propiedad enfermos.
De esta forma tenía enferma el alma aquel paralítico cuyos portadores, al ser impedidos por la multitud de poder presentar ante el Señor al que llevaban en la camilla, abrieron un boquete en el techo de la casa para lograr su intento. Es como si tú intentaras hacer algo parecido con tu alma, abriendo un boquete en el techo para poner ante el Señor el alma paralítica con sus miembros totalmente inmóviles; quiero decir, el alma vacía de buenas obras, llena, en cambio, de pecados y enferma por sus muchas pasiones. Si, pues, ves que todos tus miembros están sin movimiento y que tu alma está como paralítica, pero deseas llegarte al médico y quieres mostrarle lo que está oculto (quizás este médico habita en tu interior, y tú, que desconoces el sentido oculto de la Escritura, no has advertido su presencia), abre un boquete en el techo y colócate, como aquel paralítico, ante Jesús.
Habéis escuchado ya lo que se dice a los que no actúan y descuidan su deber pastoral: No vendáis a las heridas, ni recogéis las descarriadas: os lo hemos ya recordado. La oveja estaba herida por el miedo de las tentaciones, y el pastor le hubiera podido dar un remedio para esta herida, es decir, hubiera podido recordarle aquellas palabras de consuelo: Fiel es Dios para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis; por el contrario, él dispondrá con la misma tentación el buen resultado de poder resistirla.
RESPONSORIO 1Co 9, 22-23
R. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; * me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
V. Todo esto lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del mismo.
R. Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El rico hacendado sale muy de mañana a contratar jornaleros para su viña.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El rico hacendado sale muy de mañana a contratar jornaleros para su viña.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VEN DEL SENO DE DIOS, OH SANTO ESPÍRITU
Ven del seno de Dios, oh Santo Espíritu,
a visitar las mentes de tus fieles;
y haz que los corazones que creaste
se llenen con tus dádivas celestes.
Ilumine tu luz nuestros sentidos,
encienda el fuego de tu amor los pechos;
Espíritu de Cristo, fortalece
este barro mortal de nuestros corazones.
Danos, Amor, tu amor y la alegría
de conocer al Padre y a su Hijo,
de poseerte a ti que eres de entrambos
eternamente el inefable Espíritu. Amén
SALMODIA
Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Salmo 117 II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Ant. 3. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Salmo 117 III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 6, 8
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD
Danos, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud,
que sabe en la fatiga hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud
y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mi. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Ga 6, 9-10
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Ant. 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo», dice el Señor.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo», dice el Señor.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬ COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
DOMINGO DE LA SEMANA XXV
De la feria, salterio I
(OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 6, 1-13
VOCACIÓN DEL PROFETA ISAÍAS
El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines de pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban el uno hacia el otro, diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, llena está la tierra de su gloria!»
Y temblaban las jambas de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.»
Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá de parte mía?» Yo contesté:
«Aquí estoy, mándame.»
Él replicó:
«Ve y di a ese pueblo: "Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender." Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta ni sane.»
Yo pregunté:
«¿Hasta cuándo, Señor?»
Y él me contestó:
«Hasta que queden las ciudades sin habitantes, las casas sin vecinos, los campos desolados. Porque el Señor alejará a los hombres, y crecerá el abandono en el país. Y si queda en él uno de cada diez, de nuevo serán destrozados, como una encina o un roble que, al talarlos, dejan sólo un tocón. Este tocón, sin embargo, será semilla santa.»
RESPONSORIO Ap 4, 8; Is 6, 3
R. Santo, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a venir. * Llena está la tierra de su gloria.
V. Y los serafines gritaban el uno hacia el otro: «Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos.»
R. Llena está la tierra de su gloria.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 13: CCL 41, 539-540)
SOBRE LOS CRISTIANOS DÉBILES
A los malos pastores, a los falsos pastores, a aquellos pastores que buscan sus intereses personales, no los de Cristo Jesús, les dice el Señor: No fortalecéis a las débiles. En efecto, estos pastores se aprovechan de la leche y de la lana de sus ovejas, pero descuidan, en cambio, el bien de su rebaño y no fortalecen a las ovejas débiles. Según creo, existe diferencia entre la oveja simplemente débil y la oveja propiamente enferma, aunque algunas veces a la débil se la llame también enferma.
Me gustaría, hermanos, llegar a explicaros esta diferencia que media entre lo simplemente débil y lo propiamente enfermo; intentaré hacerlo en la medida en que soy capaz de comprenderlo; otros habrá, sin duda, que, o porque son más peritos en la Escritura o porque habrán alcanzado una luz más abundante, podrán hacerlo mejor; yo os diré simplemente lo que comprendo, a fin de que, ya desde ahora, no os veáis totalmente privados del conocimiento de la Escritura. Débil es aquel de quien se teme que pueda sucumbir cuando la tentación se presenta; enfermo, en cambio, es aquel que se halla ya dominado por alguna pasión, y se ve como impedido por alguna pasión para acercarse a Dios y aceptar el yugo de Cristo.
Pensad en aquellos hombres que tienen ya deseos de vivir virtuosamente, que se esfuerzan por ir adquiriendo las diversas virtudes, y que, con todo, están menos dispuestos a sufrir lo que es malo que a realizar lo que es bueno. En realidad la fortaleza cristiana incluye no sólo obrar lo que es bueno, sino también resistir a lo que es malo. Quienes, por tanto, desean sinceramente practicar la justicia pero no quieren o no se ven aún con ánimos para tolerar los sufrimientos, estos tales son los débiles. En cambio, los que se entregan a la vida mundana y viven cautivos de alguna mala pasión, éstos están alejados incluso del bien obrar, no tienen fuerzas ni posibilidades de obrar el bien y por ello podemos llamarlos con toda propiedad enfermos.
De esta forma tenía enferma el alma aquel paralítico cuyos portadores, al ser impedidos por la multitud de poder presentar ante el Señor al que llevaban en la camilla, abrieron un boquete en el techo de la casa para lograr su intento. Es como si tú intentaras hacer algo parecido con tu alma, abriendo un boquete en el techo para poner ante el Señor el alma paralítica con sus miembros totalmente inmóviles; quiero decir, el alma vacía de buenas obras, llena, en cambio, de pecados y enferma por sus muchas pasiones. Si, pues, ves que todos tus miembros están sin movimiento y que tu alma está como paralítica, pero deseas llegarte al médico y quieres mostrarle lo que está oculto (quizás este médico habita en tu interior, y tú, que desconoces el sentido oculto de la Escritura, no has advertido su presencia), abre un boquete en el techo y colócate, como aquel paralítico, ante Jesús.
Habéis escuchado ya lo que se dice a los que no actúan y descuidan su deber pastoral: No vendáis a las heridas, ni recogéis las descarriadas: os lo hemos ya recordado. La oveja estaba herida por el miedo de las tentaciones, y el pastor le hubiera podido dar un remedio para esta herida, es decir, hubiera podido recordarle aquellas palabras de consuelo: Fiel es Dios para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis; por el contrario, él dispondrá con la misma tentación el buen resultado de poder resistirla.
RESPONSORIO 1Co 9, 22-23
R. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; * me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
V. Todo esto lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del mismo.
R. Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El rico hacendado sale muy de mañana a contratar jornaleros para su viña.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El rico hacendado sale muy de mañana a contratar jornaleros para su viña.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VEN DEL SENO DE DIOS, OH SANTO ESPÍRITU
Ven del seno de Dios, oh Santo Espíritu,
a visitar las mentes de tus fieles;
y haz que los corazones que creaste
se llenen con tus dádivas celestes.
Ilumine tu luz nuestros sentidos,
encienda el fuego de tu amor los pechos;
Espíritu de Cristo, fortalece
este barro mortal de nuestros corazones.
Danos, Amor, tu amor y la alegría
de conocer al Padre y a su Hijo,
de poseerte a ti que eres de entrambos
eternamente el inefable Espíritu. Amén
SALMODIA
Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Salmo 117 II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Ant. 3. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Salmo 117 III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE Ga 6, 8
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD
Danos, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud,
que sabe en la fatiga hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud
y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mi. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE Ga 6, 9-10
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.
ORACIÓN
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Ant. 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo», dice el Señor.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo», dice el Señor.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬ COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
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