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viernes, 13 de enero de 2012

15 CALENDARIO LITURGICO: † II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

15 CALENDARIO LITURGICO: † II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Misa: del Domingo (verde).
Misal: ants. y oracs. props., aunque puede celebrarse la Misa «Por los emigrantes y exiliados», por mandato o con permiso del ordinario del lugar (cf. OGMR, 374), Gl., Cr., Pf. dominical.
Lecc.: vol. II, lects. del domingo II del T.O. (año B):
• 1S 3, 3b-10. 19. Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
• Sal 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
• 1Co 6, 13c-15a. 17-20. Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
• Jn 1, 35-42. Vieron dónde vivía y se quedaron con él.
Encuentro con el Señor. Tres aspectos: llamada, encuentro y respuesta. Una llamada: Dios llama a Samuel en el silencio de la noche (1ª lect.). Un encuentro: dos discípulos de Juan se encuentran con Jesús y hacen de intermediarios para que otros lo encuentren también (Ev.). Una respuesta: Pablo recuerda que nuestros cuerpos son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo, y como tales nos hemos de comportar sin profanar el templo (2ª lect.).
– JORNADA MUNDIAL DE LAS MIGRACIONES (pontificia): Liturgia del día (véase secc. MISAL), alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
– Hoy no se permiten las Misas de difuntos, excepto la exequial.
Calendarios:
Misioneros del Verbo Divino y Siervas del Espíritu Santo: San Arnaldo Janssen (S).

Santoral del 15 de Enero: San Pablo, Primer ermitaño

Santoral del 15 de Enero: San Pablo, Primer ermitaño
La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400.
Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas.
Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.
En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.
Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.
Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.
Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una "ermita", o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).
Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: "Todo el que se humilla será engrandecido" y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: "Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar". Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.
Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: "Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero."
Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.
A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: "Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto". San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.
Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: "Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?". (Después Antonio dirá a sus monjes: "Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño").
Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.
Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.
San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.
San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.
San Jerónimo decía: "Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo".
San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.
Oh Señor: Tu que moviste a San Pablo el primer ermitaño a dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo. A

Meditación: Domingo de la II semana de tiempo ordinario; ciclo B. 15 de Enero, 2012

Meditación: Domingo de la II semana de tiempo ordinario; ciclo B. 15 de Enero, 2012
«Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y; fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Los dos discípulos, al oírle hablar así siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y viendo que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives? Les respondió: Venid y veréis. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo). Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra).» (Juan 1, 35-42)
1º. Jesús, hoy se acercan a Ti los primeros de aquellos doce: Andrés, hermano de Pedro, y Juan, hermano de Santiago. Son fruto del apostolado de Juan el Bautista, que les muestra claramente que eras el Mesías.
Y ellos, «al oírle hablar así», te siguen.
Luego, al conocerte personalmente, ya no necesitan de nadie para afirmar ante sus familiares y conocidos: «Hemos encontrado al Mesías.»
Jesús, yo también te he conocido.
Desde mi infancia he ido aprendiendo a tratarte; o quizá más tarde, un amigo me ha descubierto que Tú eras el Hijo de Dios.
Pero ahora quiero conocerte más.
«¿Dónde vives?»
¿Dónde te puedo encontrar?
Te has quedado en el sagrario y te puedo recibir en la comunión. «Ven y verás».
Jesús, me pides que venga a verte más al sagrario, que te reciba más a menudo en la comunión.
Entonces veré: te veré.
«Era alrededor de la hora décima».
San Juan se acuerda, sesenta años más tarde, incluso de la hora de su primer encuentro contigo.
¿De qué hablaríais ese día en tu casa, Señor?
Desde entonces, Juan y Andrés no buscaron otro ideal que el de hacer tu voluntad.
Jesús, quiero aprender a conversar contigo en la oración con la espontaneidad, con la emoción, con el amor de aquellos primeros dos discípulos.
2º. «Ama, venera, reza, mortifícate -cada día con más cariño- por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro» (Forja.-134).
Jesús, Tú escoges a Pedro desde el primer momento para que sea la roca firme donde se apoye tu Iglesia.
El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente a él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella; lo instituyó pastor de todo el rebaño» (C. I. C.-881).
«Tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)».
¡Cuánto peso recae sobre el Papa!
Por eso necesita de mi ayuda espiritual: oración y mortificación. Jesús, te ofrezco mi trabajo por el Papa: por su persona e intenciones, para que sea santo y fiel.
También tengo la responsabilidad, como cristiano, de conocer lo que dice el Papa: leer algunos de sus escritos, seguir en la prensa lo que dice en sus viajes, en sus discursos, etc.
No sería lógico que estuviera más pendiente de lo que dice un ministro o un jugador de fútbol, que de lo que el Papa nos está pidiendo a los cristianos en un momento determinado o sobre un asunto concreto.
Es en estos detalles donde se demuestra mi unión verdadera con el sucesor de Pedro; y sé que estar unido a él es estar unido a Ti, Jesús.
Además he de ama, rezar y seguir las indicaciones del Obispo de la diócesis, que es la cabeza de la Iglesia en el lugar donde vivo.
Y he de saber lo que dice y lo que pide a sus fieles, para secundarle en lo que pueda y defenderle ante las críticas de los enemigos de la Iglesia.
Jesús, yo quiero ser también una roca firme en la que otros se puedan apoyan.
Y sólo estaré firme, si estoy muy unido a mi Madre, la Santa Iglesia, y a los que, por misión recibida de Ti, la gobiernan y la sirven.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Lectio Divina: Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012

Lectio Divina: Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012
Lectio: Juan 1,35-42
1. Oración inicial
Pastor bueno, Padre mío, también Tú hoy desciendes de los montes eternos y llevas contigo a tu rebaño a las verdes praderas, de hierba fresca y agua buena. Tú hoy manda delante de ti a tu oveja predilecta, al Cordero a quien amas con amor inconmensurable; Tú nos das a tu Hijo Jesús, el Mesías. Míralo, está aquí. Te pido que me ayudes a reconocerlo, a fijar sobre Él mi mirada, mi deseo, mi esperanza. Haz que yo lo siga, que no me separe de Él, que entre en su casa y allí me quede, para siempre. Su casa, oh Padre, eres Tú mismo. En Ti yo quiero entrar, quiero vivir. El soplo de tu Espíritu me atraiga, me sostenga y me una en amor a Ti y a tu Hijo, mi Señor, hoy y por todos los siglos de los siglos. Amén
2. Lectura
a) Para colocar el pasaje en su contexto:
Este pasaje se encuentra al principio de la narración evangélica de Juan, medida por el recorrido de una semana, día tras día. Aquí estamos ya en el tercer día, cuando Juan el Bautista ha comenzado a dar su testimonio sobre Jesús, que llega a su plenitud, con la invitación a los discípulos de seguir al Señor, al Cordero de Dios. En estos días se inaugura el ministerio de Jesús, Palabra del Padre, que desciende en medio de los hombres para encontrarlos y hablar con ellos y vivir en medio de ellos. El lugar es Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba: aquí se realiza el encuentro con el Verbo de Dios y comienza la vida nueva.
b) Para ayudar a la lectura del pasaje:
vv. 35-36: Juan Bautista vive una experiencia fortísima a raíz del encuentro con Jesús: de hecho, es precisamente aquí, al tercer día, cuando él lo reconoce plenamente, cuando lo proclama con todas las fuerzas y lo señala como verdadero camino que se debe seguir, como vida, que se debe vivir. Aquí Juan disminuye hasta desaparecer y se agiganta como testimonio de la Luz.
vv. 37-39: Habiendo acogido el testimonio de su maestro, los discípulos de Juan comienzan a seguir a Jesús; después de haber escuchado la voz, ellos encuentran la Palabra y se dejan interrogar por ella. Jesús los mira, los conoce y comienza su diálogo con ellos. Él los lleva consigo, los introduce en el lugar de su morada y les hace estar con Él. El evangelista registra la hora precisa de este encuentro cara a cara, de este cambio de vida entre Jesús y los primeros discípulos.
vv. 40-42: De repente cunde el testimonio: Andrés no puede callar lo que ha oído y visto, lo que ha experimentado y vivido y se convierte en misionero, llamando a su hermano Pedro para que él también encuentre a Jesús. Él, fijando su mirada sobre aquel hombre, lo llama y transforma su vida; era Simón, ahora se ha convertido en Pedro.
c) El texto:
35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí -que quiere decir `Maestro'- ¿dónde vives?» 39 Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Éste encuentra primeramente a su propio hermano, Simón, y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo. 42 Y le llevó a Jesús. Fijando Jesús su mirada en él, le dijo:«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, `Piedra'».
3. Un momento de silencio orante
Estoy en silencio y dejo que estas palabras tan sencillas, pero poderosas, me envuelvan, tomando posesión de mi vida. Dejo que Jesús, viniendo, fije sobre mí su mirada, dejo que me pregunte, como a ellos: “¿Qué buscas?” y dejo que me lleve consigo, a su casa. Porque, sí, quiero vivir junto a Él...
4. Algunas preguntas
Trato ahora de escuchar todavía mejor este pasaje, recogiendo cada palabra, cada concepto, estando atento a los movimientos, a las miradas. Trato de encontrar verdaderamente al Señor en esta página, dejándome escrutar y conocer por Él.
a) “Al día siguiente Juan estaba todavía allí”
Siento, en estas palabras, la insistencia de la búsqueda, de la esperanza; siento la fe de Juan Bautista que crece. Los días están pasando, la experiencia del encuentro con Jesús se intensifica: Juan, no ceja, no se cansa, al contrario, cada vez está más seguro, más convencido, luminoso. Él está, se queda. Me comparo con la figura del Bautista: ¿Soy yo uno que está, que se queda? ¿O más bien, me retiro, me canso, me fatigo y dejo que mi fe se apague? ¿Yo estoy o me siento, atiendo o no espero más?.
b) “Fijando la mirada sobre Jesús”
Hay aquí un verbo bellísimo, que significa” mirar con intensidad”, “penetrar con la mirada” y se repite también en el v. 42, referido a Jesús, que mira a Pedro para cambiarlo de vida. Muchas veces, en los evangelios, se dice que Jesús fija su mirada sobre sus discípulos (Mt 19,26), o sobre una persona en particular (Mc 10,21); sí, Él fija para amar, para llamar, para iluminar. Su mirada no se separa nunca de nosotros, de mí. Sé que sólo puedo encontrar la paz intercambiando esta mirada. ¿Cómo puedo simular que no lo veo? ¿Por qué continuar fijando la mirada allí y allá, huyendo del amor del Señor, que sí se ha fijado en mí y me ha elegido?
c) “Siguieron a Jesús”
Esta expresión, referida a los discípulos, no significa solamente que ellos comienzan a caminar en la misma dirección que Jesús, sino mucho más: que ellos se consagran a Él, que comprometen su vida por Él, para Él. Es Él quien toma la iniciativa, lo sé y el que me dice: “Tú sígueme”, como al joven rico (Mt 19,21), como a Pedro (Jn 21,22); pero yo ¿cómo respondo en verdad? ¿Tengo el valor el amor, el ardor para decirle: “Maestro, yo te seguiré adondequiera que vayas” (Mt 8,19) confirmando las palabras con los hechos? ¿O también digo yo como aquel del evangelio: “Te seguiré, pero deja primero que....”(Lc 9,61)?
d) “¿Qué buscáis?
Por fin el Señor pronuncia sus primeras palabras en el evangelio de Juan y son una pregunta bien precisa, dirigida a los discípulos que lo están siguiendo, dirigida a nosotros, a mí personalmente. El Señor fija su mirada sobre mí y me pide: “¿Qué estás buscando? No es fácil responder a esta pregunta; debo bajar al fondo de mi corazón y allí escucharme, medirme, verificarme. ¿Qué busco yo verdaderamente? ¿Mis energías, mis deseos, mis sueños, mis haberes a donde se dirigen?
e) “Se quedaron con Él”
Los discípulos se quedan con Jesús, empiezan a vivir junto a Él, a tener la casa en común con Él. Aun más, quizás empiezan a experimentar que el mismo Señor es su nueva casa. El verbo que aquí usa Juan, puede significar simplemente habitar, pararse, pero también morar en el sentido fuerte de habitar uno en el otro. Jesús habita en el seno del Padre y nos ofrece también a nosotros la posibilidad de habitar en Él y en toda la Trinidad. Él se ofrece hoy, aquí, a mí, para vivir juntos esta indecible, espléndida experiencia de amor. ¿Qué decido, por tanto? ¿Me paro también yo como los discípulos y me quedo con Él, en Él? ¿O me voy, me sustraigo de su amor y corro a buscar otra cosa?
d) “Y lo condujo a Jesús”
Andrés corre a llamar a su hermano Simón, porque quiere compartir con él el don infinito que ha recibido. Da el anuncio, proclama al Mesías, al Salvador y tiene la fuerza de llevar consigo a su hermano. Se convierte en guía, se convierte en luz, vía segura. Es este un pasaje muy importante: del encuentro y del conocimiento de Jesús, al anuncio. No sé si estoy preparado para esto, no sé si soy lo suficientemente abierto y luminoso para hacerme testigo de Él, que se me ha revelado con tanta claridad. ¿Tengo quizás miedo, me avergüenzo, no tengo fuerzas, soy perezoso, soy un pasota?
5. Una clave de lectura
a) El Cordero de Dios:
En el v. 36 Juan anuncia a Jesús como el cordero de Dios, repitiendo el grito ya emitido antes, el día anterior: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La identificación de Jesús con el cordero está rebosante de alusiones bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
El cordero aparece ya en el libro del Génesis, en el cap. 22, en el momento del sacrificio de Isaac; Dios provee un cordero, para que sea ofrecido como holocausto en vez del hijo. El cordero desciende del cielo y toma sobre sí la muerte del hombre; el cordero es inmolado para que el hijo viva.
En el libro del Éxodo, en el cap. 12, se ofrece el cordero pascual, sin mancha, perfecto; su sangre derramada salva a los hijos de Israel del exterminador, que pasa de casa en casa, en la noche. Desde aquel momento todo hijo quedará señalado, sellado, por aquella sangre de salvación. Así viene abierto el camino de la libertad, la vía del éxodo, para llegar a Dios, para entrar en la tierra por Él prometida. Empieza aquí la senda, que conduce hasta el Apocalipsis, hasta la realidad del cielo.
El elemento del sacrificio, de la degollación, del don total acompaña constantemente la figura del cordero; los libros del Levítico y de los Números nos ponen delante continuamente esta presencia santa del cordero: éste viene ofrecido todos los días en el holocausto cotidiano; se inmola en todos los sacrificios expiatorios, de reparación, de santificación.
También los profetas hablan de un cordero preparado para el sacrificio: oveja muda, esquilada sin abrir siquiera la boca, manso cordero conducido al matadero (Is 53,7; Jer 11,19). Cordero sacrificado sobre el altar, todos los días.
En el evangelio, es Juan el Bautista el que anuncia y descubre a Jesús como verdadero cordero de Dios, que toma sobre sí el pecado del hombre y lo borra con la efusión de su pura y preciosa sangre. Es Él, de hecho, el cordero inmolado al puesto de Isaac; es Él el cordero asado al fuego la noche de Pascua, Cordero de la liberación: es Él el sacrificio perenne al Padre, ofrecido por nosotros; es Él el siervo sufridor, que no se rebela, no recrimina, sino que se entrega silencioso por nuestro amor. San Pedro lo dice claramente: “Vosotros estáis liberado de vuestra conducta gracias a la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto y sin mancha (1Pet 1,19).
El Apocalipsis revela todo sobre el Cordero. Es Él el que puede abrir los sellos de la historia, de la vida de cada hombre, del corazón escondido, de la verdad (Ap 7,1.3.5.7.9.12.;8,1), es el vencedor, aquél que se sienta sobre el trono (Ap 5,6), es él el rey, digno de honor, alabanza, gloria, adoración (Ap 5, 12) Es Él el Esposo, que invita a su banquete de bodas (Ap 19,7); es la lámpara (Ap 21,23), el templo (Ap 21,22), el lugar de nuestro descanso eterno; Él es el pastor (Ap 7,17), al que seguiremos adonde vaya (Ap 14,4).
b) Ver:
En este pasaje encontramos por cinco veces expresiones referentes al ver, al encuentro de las miradas El primero es Juan, que tiene ya el ojo habituado a ver en lo profundo y a reconocer al Señor que viene y pasa; él debía dar testimonio a la luz y por esto tiene los ojos iluminados por dentro. En efecto, junto al río Jordán, él ve al Espíritu posarse sobre Jesús (Mt 3,16); lo reconoce como cordero de Dios (Jn 1, 29) y continuó mirando y fijando la mirada (v. 36) sobre Él para señalarlo a los discípulos. Y si Juan lo ve así, si es capaz de penetrar las apariencias, significa que ya antes había sido alcanzado por la mirada de Jesús, ya antes había sido iluminado. Como somos también nosotros. Apenas la mirada del testigo se apaga, se consigue la luz de los ojos de Cristo. En el v. 38 se dice que Jesús ve a los discípulos que lo siguen y el evangelista usa un verbo muy bello, que significa “fijar la mirada sobre alguno”, “mirar con penetración e intensidad”. El Señor obra verdaderamente así con nosotros: Él se vuelve hacia nosotros, se acerca, toma en serio nuestra presencia, nuestra vida, nuestro caminar en pos de Él y nos mira, a lo largo, sobre todo con amor, pero también con intensidad, con detención, con profunda atención. Su mirada no nos deja nunca solos. Sus ojos están fijos dentro de nosotros; están estampados en nuestras entrañas, como canta San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual.
Y después el Señor nos invita a abrir a su vez nuestros ojos, a comenzar a mirar de verdad; dice: “Venid y veréis”. Cada día nos lo repite, sin cansarse de dirigirnos esta invitación tierna y fuerte, rebosante de promesas y de dones. “Vieron donde moraba”, anota Juan, usando un verbo algo diverso, muy fuerte, que indica un ver profundo, que va más allá de las superficies y contactos, que entra en la comprensión, en el conocimiento y en la fe de lo que se ve. Los discípulos – y nosotros con ellos, en ellos – vieron, aquella tarde, donde moraba Jesús, o sea comprendieron y conocieron cual era su verdadera casa, no un lugar, no un espacio....
De nuevo vuelve el verbo gramatical del principio. Jesús fija su mirada sobre Simón (v. 42) y con aquella luz, con aquel encuentro de ojos, de almas, lo llama por el nombre y le cambia de vida, lo vuelve un hombre nuevo. Los ojos del Señor están también abiertos sobre nosotros y nos lavan de las obscuridades de nuestras tinieblas, iluminándolos de amor; con aquellos ojos Él nos está llamando, está haciendo de nosotros una nueva creación, está diciendo: “Sea la luz” y la luz fue.
c) Permanecer – morar:
Este es otro verbo importantísimo, fortísimo, otra perla preciosa del Evangelio de Juan. En nuestro pasaje se encuentra tres veces, con dos significados diversos: habitar y permanecer. Los discípulos preguntan inmediatamente a Jesús dónde vive Él, dónde está su casa y Él los invita a caminar, a entrar, a quedarse. “Se quedaron con Él aquel día” (v.39). No es un quedarse físico, temporal; los discípulos no son sólo huéspedes de paso, que pronto se irán. No, el Señor les da espacio en su lugar interior, en su relación con el Padre y allí los acoge para siempre; pues dice: “Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, estén también ellos en nosotros.... yo en ellos y tú en mí...” (Jn 17,21.23). Nos deja entrar y entra; nos deja tocar en la puerta y toca Él mismo; nos hace morar en Él y pone en nosotros su morada junto al Padre (Jn 14,23). Nuestra llamada a ser discípulos de Cristo y para ser sus anunciadores ante nuestros hermanos tiene su origen, su fundamento, su vitalidad, precisamente aquí, en esta realidad de la recíproca inhabitación del Señor en nosotros y de nosotros en Él; nuestra felicidad duradera y verdadera surge de la realización de este nuestro permanecer. Hemos visto donde Él vive, hemos conocido el lugar de su presencia y hemos decidido permanecer con Él, hoy y por siempre.
“Permaneced en mí y yo en vosotros...Quien permanece en mí y yo en él lleva mucho fruto... Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será dado... Permaneced en mi amor” (Jn 15)
¡No, no iré a ningún otro, no me refugiaré en otro lugar sino en Ti Señor, mi morada, mi lugar de salvación! Permite, te ruego, que yo permanezca aquí, junto a ti, por siempre. Amén.
6. Un momento de oración: Salmo 34
Rit. Tu rostro, oh Señor, yo busco, no me escondas tu rostro.
Consulté a Yahvé y me respondió:
me libró de todos mis temores.
Los que lo miran quedarán radiantes,
no habrá sonrojo en sus semblantes.
Si grita el pobre, Yahvé lo escucha,
y lo salva de todas sus angustias.
El ángel de Yahvé pone su tienda
en torno a sus adeptos y los libra.
Gustad y ved lo bueno que es Yahvé,
dichoso el hombre que se acoge a él.
Respetad a Yahvé, santos suyos,
que a quienes le temen nada les falta.
Los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan a Yahvé de ningún bien carecen.
Venid, hijos, escuchadme,
os enseñaré el temor de Yahvé.
Los ojos de Yahvé sobre los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
Cuando gritan, Yahvé los oye
y los libra de sus angustias;
Yahvé está cerca de los desanimados,
él salva a los espíritus hundidos.
Muchas son las desgracias del justo,
pero de todas le libra Yahvé;
7. Oración final
Padre, te doy gracias por haberme concedido la presencia de tu Hijo Jesús en las palabras luminosas de este evangelio; gracias por haberme hecho escuchar su voz, por haber abierto mis ojos para reconocerlo; gracias por haberme puesto en el camino para seguirlo y entrar en su casa. Gracias porque puedo morar con Él, en Él y porque Él, y contigo, estáis en mí. Gracias por haberme, una vez más llamado, haciendo nueva mi vida. Haz de mí, te ruego un instrumento de tu amor: que yo no deje nunca de anunciar al Cristo que viene; que yo no me avergüence, no me cierre, no me apague, sino que me vuelva siempre más feliz, por llevar a Él, a los hermanos y hermanas que tú me haces encontrar cada día. Amén.
www.ocarm.org

Ordinario de la Misa: Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012

Ordinario de la Misa: Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012
Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera
Antífona de Entrada
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que todos canten himnos en tu honor y alabanzas a tu nombre.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas los cielos y la tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del primer libro de
Samuel (3, 3-10. 19)
En aquellos días, el joven Samuel servía en el templo a las órdenes del sacerdote Elí. Una noche, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya, dentro del santuario donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste respondió: “Aquí estoy”.
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Samuel se fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte”.
Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?”.
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: “Ve a acostarte y si te llama alguien responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’ ”. Y Samuel se fue a acostar.
De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Este respondió: “Habla, Señor; tu siervo te escucha”. Samuel creció y el Señor estaba con él. Y todo lo que el Señor le decía, se cumplía.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 39
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: “Aquí estoy”.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (6, 13-15. 17-20)
Hermanos:
El cuerpo no es para fornicar, sino para servir al Señor; y el Señor, para santificar el cuerpo. Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. Huyan, por tanto, de la fornicación. Cualquier otro pecado que cometa una persona, queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo.
¿O es que no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque Dios los ha comprado a un precio muy caro. Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Hemos encontrado a Cristo, el Mesías. La gracia y la verdad nos han llegado por él.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 35-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo:
“Este es el Cordero de Dios”.
Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. El se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó:
“¿Qué buscan?”
Ellos le contestaron:
“¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa “maestro”).
El les dijo:
“Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:
“Hemos encontrado al Mesías”(que quiere decir “el Ungido”).
Lo llevó a donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir “roca”).
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
La primera y la tercera lecturas se complementan presentándonos el tema de la vocación: la vocación del pequeño Samuel en la primera, y la vocación o el llamado de Jesús a sus primeros discípulos.
El libro de Samuel nos presenta la infancia del joven Samuel en el templo al cual fue consagrado por su madre en virtud de una promesa. El niño duerme, pero una voz lo llama. Creyendo que es la voz de su maestro Elí, con ingenua obediencia se levanta el niño tres veces en la noche acudiendo a su llamado. Samuel no conoce aún a Yahvé pero sabe de la constancia en la obediencia, sabe acudir al llamado, una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones perecía haberse despertado en vano. Elí, comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó entonces a crear la actitud de la escucha: “Habla señor, que tu siervo escucha”.
La vida actual está llena de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y con frecuencia los seres humanos perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita. Dios puede continuar siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos creer pero con quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón.
Este texto sobre Samuel niño se ha aplicado muchas veces al tema de la “vocación”, palabra que, obviamente, significa “llamado”. Toda persona, en el proceso de su maduración, llega un día una noche a percibir la seducción de unos valores que le llaman, que con una voz imprecisa al principio, le invitan a salir de sí y a consagrar su vida a una gran Causa. Esas voces vagas en la noche, difícilmente reconocibles, provienen con frecuencia de la fuente honda que será capaz más tarde de absorber y centrar toda nuestra vida. No hay mayor don en la vida que haber encontrado la vocación, que es tanto como haberse encontrado a sí mismo, haber encontrado la razón de la propia vida, el amor de la vida. No hay mayor infortunio que no encontrar la razón de la vida, no encontrar una Causa por la que vivir (que siempre es, a la vez, una causa por la que incluso morir).
Pablo, en su carta a los corintios, nos recuerda que el cuerpo es templo, y que toda nuestra vida está llamada a unirse a Cristo, por lo que es necesario discernir en todo momento, qué nos aleja y qué nos acerca al plan de Dios. Por que la relación con Dios, no hace referencia solamente a nuestra experiencia espiritual sino a toda la vida: el trabajo, las relaciones humanas, la política, el cuidado del cuerpo, la sexualidad. De manera que en todo momento en cualquier situación los cristianos debemos preguntarnos si estamos actuando en unidad con Dios y en fidelidad a su plan de amor para con todo el mundo.
En el evangelio de hoy, Juan nos relata el encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un texto del evangelio, obviamente simbólico, no un relato o “crónica” de un encuentro. Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que “serían las cuatro de la tarde”?
Dos discípulos de Juan le escuchan expresarse sobre Jesús como el “cordero de Dios”, y sin preguntas o vacilaciones, con la misma ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué buscas?”, “¿Maestro donde vives?”, Vengan y lo verán”. Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada.
Este gesto simbólico se ha comentado siempre como una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras, sino hechos, no teorías, sino vivencias, no hablar de la buena noticia, sino mostrar cómo la vive uno mismo. O sea: la evangelización puede incluir una lección teórica, pero sobre todo tiene que ser un testimonio; el evangelizador no es un profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal. El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma, convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.
Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas incluidas las teologías-, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón y el de los demás sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el testimonio personal.
En la vida real el tema de la vocación no es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden elegir su vida, sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y por conseguirla del modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado de Dios, con toda su dignidad.
Para la revisión de vida
¿Me he planteado que, de una manera u otra, mi vida tiene por delante un llamado, una vocación, un destino, una tarea, una misión? ¿Acepto las condiciones concretas que la vida me ha impuesto, mis características personales, mis limitaciones familiares, sociales... como una voz clara que expresa mi «llamado»?

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, Cristo sale a nuestro encuentro y nos invita a seguirlo con libertad. Oremos al Padre para que su invitación sea acogida en el mundo entero. Podemos decir:
Escúchanos, Señor.
Para que la fuerza de Dios se manifieste en los que anuncian el Evangelio.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que los obispos, sacerdotes y misioneros permanezcan disponibles al Señor en el servicio a sus hermanos.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que la llamada del Señor a promover la justicia y la paz, encuentre una respuesta eficaz en los que gobiernan las naciones.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que cuantos viven esclavizados por sus pasiones desordenadas, descubran la presencia de Dios en su vida y se dejen guiar por su espíritu.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor visite con su paz a los que están en guerra, con su serenidad a los agonizantes y con su audacia a los que llama a su seguimiento.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Para que estando con Jesús nos dejemos alimentar, instruir y enviar por la fuerza de su amor.
Oremos.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Escucha, Señor, las súplicas del pueblo que Tú escogiste, bendícelo con los frutos de tu amor, y envíalo a anunciar tu Buena Noticia de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical II
El misterio de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen; sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte y, resucitando,nos dio vida eterna.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Evangelio del Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012

Evangelio del Domingo II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15 de Enero, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 35-42)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo:
“Este es el Cordero de Dios”.
Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. El se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó:
“¿Qué buscan?”
Ellos le contestaron:
“¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa “maestro”).
El les dijo:
“Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:
“Hemos encontrado al Mesías”(que quiere decir “el Ungido”).
Lo llevó a donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir “roca”).

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
En el evangelio de hoy, Juan nos relata el encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un texto del evangelio, obviamente simbólico, no un relato o “crónica” de un encuentro. Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que “serían las cuatro de la tarde”?
Dos discípulos de Juan le escuchan expresarse sobre Jesús como el “cordero de Dios”, y sin preguntas o vacilaciones, con la misma ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué buscas?”, “¿Maestro donde vives?”, Vengan y lo verán”. Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada.
Este gesto simbólico se ha comentado siempre como una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras, sino hechos, no teorías, sino vivencias, no hablar de la buena noticia, sino mostrar cómo la vive uno mismo. O sea: la evangelización puede incluir una lección teórica, pero sobre todo tiene que ser un testimonio; el evangelizador no es un profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal. El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma, convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.
Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas incluidas las teologías-, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón y el de los demás sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el testimonio personal.
En la vida real el tema de la vocación no es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden elegir su vida, sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y por conseguirla del modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado de Dios, con toda su dignidad.
Para la revisión de vida
¿Me he planteado que, de una manera u otra, mi vida tiene por delante un llamado, una vocación, un destino, una tarea, una misión? ¿Acepto las condiciones concretas que la vida me ha impuesto, mis características personales, mis limitaciones familiares, sociales... como una voz clara que expresa mi «llamado»?

Oficio Divino: Tiempo de Navidad. Ciclo A. 15 de enero, 2012

Oficio Divino: Tiempo de Navidad. Ciclo A. 15 de enero, 2012
DOMINGO DE LA SEMANA II
Del Propio. Salterio II
(OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)
OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: QUE DOBLEN LAS CAMPANAS JUBILOSAS

Que doblen las campanas jubilosas,
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.

Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.

Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.

Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.

Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

Salmo 103 I - HIMNO AL DIOS CREADOR

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;

pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.

Ant. 2. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

Salmo 103 II

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.

Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.

Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.

Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.

Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.

Ant. 3. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

Salmo 103 III

¡Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría!;
la tierra está llena de tus creaturas.

Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;

escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.

Cantaré al Señor mientras viva,
tocaré para mi Dios mientras exista:
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.

V. Dichosos vuestros ojos porque ven.
R. Y vuestros oídos porque oyen.

PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 9, 1-19

EL PACTO DE DIOS CON NOÉ Y SU DESCENDENCIA

Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles:

«Creced, multiplicaos y llenad la tierra. Todos los animales de la tierra os temerán y respetarán: aves del cielo, reptiles del suelo, peces del mar están en vuestro poder. Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego lo mismo que los vegetales. Pero no comáis carne con sangre, que es su vida. Pediré cuentas de vuestra sangre y vida, se las pediré a cualquier animal; y al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano. Si uno derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya; porque Dios hizo al hombre a su imagen. Vosotros, creced y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla.»

Dios dijo a Noé y a sus hijos:

«Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron, aves, ganado y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con vosotros: El diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.»

Y Dios añadió:

«Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: Pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes. Saldrá el arco en las nubes y, al verlo, recordaré mi pacto perpetuo: Pacto de Dios con los animales, con lo que vive en la tierra.»

Dios dijo a Noé:

«Ésta es la señal del pacto que hago con todo lo que vive en la tierra.»
Los hijos de Noé que salieron del arca fueron: Sem, Cam y Jafet; Cam es el padre de Canaán. Son los tres hijos de Noé que se propagaron por toda la tierra.

RESPONSORIO Is 54, 9-10

R. Me sucede como en tiempo de Noé: Juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti; * mi alianza de paz no vacilará.
V. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia.
R. Mi alianza de paz no vacilará.

SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Efesios
(Cap. 2, 2--5, 2: Funk 1, 175-177)

EN LA CONCORDIA DE LA UNIDAD

Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados. No os hablo con autoridad, como si fuera alguien. Pues, aunque estoy encarcelado por el nombre de Cristo, todavía no he llegado a la perfección en Jesucristo. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad. Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también acerca de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. En efecto, Jesucristo, nuestra vida inseparable, expresa el sentir del Padre, como también los obispos, esparcidos por el mundo, son la expresión del sentir de Jesucristo.

Por esto debéis estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por vuestra unión y concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para que seáis siempre partícipes de Dios.

Si yo, en tan breve espacio de tiempo, contraje con vuestro obispo tal familiaridad, no humana, sino espiritual, ¿cuánto más dichosos debo consideraros a vosotros, que estáis unidos a él como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, resultando así en todo un consentimiento unánime? Nadie se engañe: quien no está unido al altar se priva del pan de Dios. Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con toda la Iglesia?

RESPONSORIO Cf. Ef 4, 1. 3-4

R. Os ruego, por el Señor, que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. * Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
V. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.
R. Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: CRISTO, EL SEÑOR

Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.

Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.

Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.

Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.

Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.

Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.

Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.

Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Ant. 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

LECTURA BREVE Ez 36, 25-27

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

RESPONSORIO BREVE

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Maestro, ¿dónde vives?» Jesús les contestó: «Venid y lo veréis.»

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. «Maestro, ¿dónde vives?» Jesús les contestó: «Venid y lo veréis.»

PRECES

Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:

Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.

Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.

Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.

No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.

Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Llamé, y él me respondió.

Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ

En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llamé, y él me respondió.

Ant. 2. El Señor guarda tus entradas y salidas.

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor guarda tus entradas y salidas.

Ant. 3. Me he alegrado por lo que me dijeron.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Me he alegrado por lo que me dijeron.

LECTURA BREVE Rm 5, 1-2. 5

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios; y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
R. Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: CUANDO LA LUZ DEL DÍA ESTÁ EN SU CUMBRE

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

Salmo 22 - EL BUEN PASTOR

El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.

Ant. 2. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

Salmo 75 I- ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA

Dios se manifiesta en Judá,
su fama es grande en Israel;
su tabernáculo está en Jerusalén,
su morada en Sión:
allí quebró los relámpagos del arco,
el escudo, la espada y la guerra.

Tú eres deslumbrante, magnífico,
con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño,
y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!,
inmovilizaste carros y caballos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.

Ant. 3. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

Salmo 75 - II

Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti
al ímpetu de tu ira?
Desde el cielo proclamas la sentencia:
la tierra teme sobrecogida,
cuando Dios se pone en pie para juzgar,
para salvar a los humildes de la tierra.

La cólera humana tendrá que alabarte,
los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos,
y traigan los vasallos tributo al Temible:
él deja sin aliento a los príncipes,
y es temible para los reyes del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.

LECTURA BREVE Rm 8, 26

De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras.

V. Que llegue mi clamor a tu presencia, Señor.
R. Con tus palabras dame inteligencia.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE

Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE 2Co 1, 21-22

Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

V. El Señor es mi luz y mi salvación.
R. El Señor es la defensa de mi vida.

ORACIÓN

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?

¿Dónde está muerte, tu victoria?
¿Dónde está muerte, tu aguijón?
Todo es destello de su gloria,
clara luz, resurrección.

Fiesta es la lucha terminada,
vida es la muerte del Señor,
día la noche engalanada,
gloria eterna de su amor.

Fuente perenne de la vida,
luz siempre viva de su don,
Cristo es ya vida siempre unida
a toda vida en aflicción.

Cuando la noche se avecina,
noche del hombre y su ilusión,
Cristo es ya luz que lo ilumina,
Sol de su vida y corazón.

Demos al Padre la alabanza,
por Jesucristo, Hijo y señor,
dénos su espíritu esperanza
viva y eterna de su amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Ant. 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Ts 2, 13-14

Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Andrés dijo a Simón Pedro: «Hemos dado con el Mesías.»Y lo presentó a Jesús.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Andrés dijo a Simón Pedro: «Hemos dado con el Mesías.»Y lo presentó a Jesús.

PRECES

Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres,
que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre
y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz
y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Acoge, Señor, a tus hijos difuntos
y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE

Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos , gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

Moniciones y Oración de los Fieles: II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

Moniciones y Oración de los Fieles: II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.
15 de enero de 2012
Moniciones
MONICIÓN DE ENTRADA
Sean todos bienvenidos a este Eucaristía del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario Y decirles que, de nuevo, nos encontramos en el Tiempo Ordinario. Este periodo litúrgico –dividido en dos—que va, en su primera parte desde Navidad a Cuaresma, que se inicia el 22 de febrero con el Miércoles de Ceniza. Y, luego, desde Pentecostés a Adviento. Pero digamos no tiene nada de ordinario. Nos trae esa Novedad permanente que es Jesús de Nazaret. Lo primero que encontramos en esta vida ordinaria es a Jesús, que sale a nuestro encuentro y nos llama. Siempre está Dios tomando la iniciativa, y siempre el hombre respondiendo entre dudas y vacilaciones. Es tiempo de cotidianidad y consistirá en vivirlo de manera extraordinaria y hacer de cada día de nuestra vida una ocasión única para glorificar a Dios y servir a los hermanos. Y para eso la Iglesia Universal ha establecido la Jornada Mundial de las Migraciones, que celebramos hoy. Tema candente y de actualidad, que se agrava, sin duda, con la crisis económica. Tengamos en cuenta a esos hermanos nuestros que emigran e inmigran. De pie para recibir al Celebrante y sus acompañantes, cantando.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- La Iglesia hoy, como siempre, necesita profetas que sientan la fuerza de Dios para comunicar la Palabra a los hombres. Pero llevar la Palabra de Dios exige haberlo escuchado largos ratos con el corazón abierto, receptivo y disponible. Y eso es lo que hizo Dios Padre con el joven Samuel. Le llamó, suavemente, tanto, que no era fácil saber que aquella voz era la del Señor. Es lo que nos cuenta la primera lectura, del Libro Primero de Samuel. Aprendamos a reconocer las llamadas de Dios. Escuchemos.
2.- Tenemos que ofrecer nuestro cuerpo, nos dice Pablo en la segunda lectura –primera carta a los Corintos--, pues por medio de él podremos llevar nuestros servicios al necesitado, al enfermo, al anciano, al solo. Y, además, respetarnos a nosotros mismos en cuerpo y en alma. Escuchemos
3.- Vamos a quedar sorprendidos al ver hoy a Cristo, Paseando por la calle como uno más. Y como nos cuenta Juan en su evangelio preguntaremos al Señor que donde vive y pasaremos toda la tarde con Él. Y es que viene hoy –y siempre-- a nuestro encuentro, nos invita y nos dice: si quieren ver dónde vivo, vengan y lo verán. Nos ponemos de pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Al Padre que envió a su Hijo para salvarnos y que hoy nos invita a ser partícipes de su Reino, elevamos nuestras plegarias diciendo:
PADRE, QUE SEAMOS DIGNOS SEGUIDORES DE CRISTO.
1. – Por la Iglesia, fundamentada en la fe de los apóstoles y heredera de los bienes de Cristo, para que como Madre administre a todos los hombres las gracias que en sí atesora.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2. – Por los que gobiernan las naciones para que Dios guie sus acciones y tengamos años de prosperidad y paz entre todos los pueblos de la tierra.
OREMOS AL SEÑOR
3. – Por los que sufren alguna enfermedad, el desempleo, el desánimo, para que vean en su oscuridad un rayo de luz y esperanza en Dios Padre providente.
OREMOS AL SEÑOR
4. – Por los que trabajan en el silencio del hogar para que en la sencillez de su labor y en la grandeza del servicio a los demás sean recompensados con creces.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por los seminaristas y todos aquellos que han sentido la llamada al sacerdocio para que perseveren en este camino de servicio a la Iglesia y Dios les premie con el ciento por uno.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por la Obra Por Cristo….Mas, Mas, Mas, para que cada día continúe señalando el camino a seguir para llegar hasta el Señor.
OREMOS AL SEÑOR
7. – Por todos nosotros para que cada día seamos más fieles a la vocación del Señor.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre atiende con generosidad las súplicas que tu pueblo te presenta por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén