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sábado, 21 de abril de 2012

22 †CALENDARIO LITURGICO-PASTORAL: III DOMINGO DE PASCUA

22 †CALENDARIO LITURGICO-PASTORAL: III DOMINGO DE PASCUA
Misa: del Domingo (blanco).
Misal: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. Pasc.
Lecc.: vol. II, lects. del domingo III de Pascua (año B):
• Hch 3, 13-15. 17-19. Matásteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
• Sal 4. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
• Jn 2, 1-5. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero.
• Lc 24, 35-48. Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.
La conversión, signo pascual. ¿En el Tiempo Pascual se debe hablar de conversion? Pascua es tiempo de conversión. Cristo resucitado y Pedro hablan de conversión. El Resucitado se aparece a los suyos, les instruye y les manda a predicar a Cristo muerto y resucitado y exhorta a la conversión (1ª lect.). Juan afirma que Cristo es el abogado ante el Padre y la víctima propicia por nuestros pecados (2ª lect.).
– Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la Misa exequial.
Calendarios:
Osma-Soria: Aniversario de la muerte de Mons. Saturnino Rubio Montiel, obispo (1971).
Tarragona: Aniversario de la muerte de Mons. Ramón Torrella Cascante, arzobispo, emérito (2004).
Fuente: www.almudi.org

Santoral del 22 de Abril: Santa María egipciaca 
Penitente
 (siglo V)

Santoral del 22 de Abril: Santa María egipciaca 
Penitente
 (siglo V)
Historia:

Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados". 
Segun la tradición quella mujer le narró la siguiente historia: Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas. Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear.
Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo.
Y una voz le dijo: "Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado". Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Sma. Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión. Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo: "Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia. Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta. Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía: "En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz".
María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio. Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Sma. Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación.
La penitencia le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía. Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino: "Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse".
El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.
San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Sma. Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.
Fuente: www.ewtn.com/español

Meditación: Domingo de la semana III de Pascua; Ciclo B. 22 de Abril, 2012

Meditación: Domingo de la semana III de Pascua; Ciclo B. 22 de Abril, 2012
«Mientras ellos contaban estas cosas, Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Se quedaron turbados y asustados, pensando que veían un espíritu. Y les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué dais cabida a esos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como no acabasen de creer por la alegría y estando llenos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Y tomándolo comió delante de ellos.
Y les dijo: Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: Así está escrito: que el Cristo tiene que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que se predique en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las gentes, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.» (Lucas 24, 36-48)

1º. Jesús, debió ser muy difícil para tus discípulos creer en tu resurrección.
Ya se lo habías dicho: «Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros.»
Se lo habría recordado la Virgen durante estos días de espera.
Aquella mañana lo habían repetido las mujeres, y luego Pedro y Juan.
Y, ya de noche, habían vuelto los discípulos de Emaús contando su encuentro contigo.
Ahora, por fin, te ven resucitado, pero aún has de comer delante de ellos para que acaben de creer, y abrirles el entendimiento para que comprendan las Escrituras.
Finalmente, la razón humana de aquellas gentes se postra ante la evidencia: ¡has resucitado! Y entonces, les das el gran encargo: «Vosotros sois testigos de estas cosas.»
«Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los apóstoles -y a Pedro en particular- en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía.» (CEC.- 642).
Jesús, yo no te he visto, ni he palpado tus manos ni tus pies.
Los apóstoles necesitaron ver porque no tenían a nadie más de quien pudieran recibir la fe.
A partir de ellos, los creyentes debemos ser Cristo resucitado para que otros, viéndonos, crean.
2º. «Los católicos hemos de andar por la vida como apóstoles: con luz de Dios, con sal de Dios. Sin miedo, con naturalidad, pero con tal vida interior con tal unión con el Señor que alumbremos, que evitemos la corrupción y las sombras, que repartamos el fruto de la serenidad y la eficacia de la doctrina cristiana» (Forja.- 969).
Jesús, ¡has resucitado!
Vives realmente, y esto me lleva a cambiar mis objetivos y mis intereses.
La vida de los apóstoles cambió radicalmente tras este encuentro de hoy.
Eres Dios, y por tanto mi vida carece de sentido si no vivo para hacer tu voluntad.
¿Qué gano con ir a la mía si Tú me necesitas?
Ahora yo también soy testigo de la resurrección.
¡Qué vacía y absurda es la vida de quien no se ha enterado de lo más importante!
La gente lucha por sobrevivir sin saber por qué.
Por eso se entiende que, dentro de un esquema así, el valor fundamental sea evitar el sacrificio, huir de la cruz.
Jesús, hoy me pides que sea testigo de tu resurrección, viviendo «sin miedo, con naturalidad, pero con tal vida interior con tal unión con el Señor» que ilumine a los demás para que comprendan que «el Cristo tiene que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer» es decir: que la cruz es el camino de la resurrección; que el sacrificio es la base del amor verdadero; y que es necesario que «se predique en su nombre lo conversión para perdón de los pecados a todas los gentes.»
Fuente: www.almudi.org

Lectio Divina: Domingo III Semana de Pascua. Ciclo B, 22 Abril, 2012

Lectio Divina: Domingo III Semana de Pascua. Ciclo B, 22 Abril, 2012
Jesús aparece a sus apóstoles
Lucas 24, 35-48
1. Oración inicial: 

Shaddai, Dios de la montaña,
que haces de nuestra frágil vida
la peña de tu morada,
conduce nuestra mente
a golpear la roca del desierto.
 La pobreza de nuestro sentir
nos cubra como un manto en la obscuridad de la noche 
y abra nuestro corazón para atender al eco del Silencio
 hasta el alba,
envolviéndonos en la luz del nuevo amanecer,
nos lleve 
con las cenizas consumadas del fuego de los pastores del Absoluto
 que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro, 
el sabor de la santa memoria.
2. Lectio
i) El texto:

35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan. 36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» 37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. 38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? 39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» 40 Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Como no acababan de creérselo a causa de la alegría y estaban asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» 42 Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. 43 Lo tomó y comió delante de ellos. 44 Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os dije cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.» 45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras 46 y les dijo: «Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día 47 y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
ii) Momento de silencio:
Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros.
3. Meditatio
i) Algunas preguntas:
a) Había sucedido en el camino; lo habían reconocido: ¿Cuántos momentos de gracia en el camino de nuestra existencia?¿Lo reconocemos mientras parte con nosotros el pan del presente en el mesón del hacerse tarde?
b) Jesús en persona aparece en medio de ellos. ¡Palpadme y ved. Soy yo mismo! ¿Tocamos con la mano los dones de la libertad en la persona de Cristo viviente y en la fracción del estar juntos?
c) Sobresaltados y asustados creían ver un espíritu: ¿Qué Dios nos fascina? ¿El Dios de lo imprevisto que está siempre al otro lado de nuestro pequeño mundo o el Dios “espíritu” de nuestro deseo omnipotente?
d) No acababan de creérselo a causa de la alegría: ¿Es el gozo nuestro bastón de viaje?¿Vive en nosotros el sentido de la espera o nos movemos en las sombras de la resignación?
e) Abrió sus inteligencias para comprender las Escrituras: ¿Dónde está la criatura imagen en nuestro investigar? ¿Hemos hecho de la Escritura la nostalgia de una Palabra dejada al andar como brisa del Amor eterno entre los ramos del dolor humano?
ii) Clave de lectura:
La categoría del camino aclara bien en Lucas el itinerario teológico de aquel camino de gracia que interviene en los sucesos humanos. Juan prepara la senda al Señor que viene (Lc 1,76) e invita a allanar sus caminos (Lc 3,4); María se pone en camino y va con prisa hacia la montaña (Lc 1,39); Jesús, camino de Dios (Lc 20,21), camina con los hombres y señala el camino de la paz (Lc 1,79) y de la vida (Act 2,28), recorriéndolo en primera persona con su existencia. Después de la resurrección continúa el camino junto a sus discípulos (Lc 24,32) y queda el protagonista del camino de la Iglesia que se identifica con el suyo (Act 18,25). Toda la razón de ser de la Iglesia está en este camino de salvación (Act 16,17) que conduce a Dios (Act 18,2). Ella está llamada a vivirlo y a indicarlo a todos para que cada uno, abandonando el propio camino (Act 14,16) se oriente hacia el Señor que camina con los suyos.
v. 35 Ellos por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan. La experiencia del encuentro con la Vida permite volver sobre sus propios pasos. No es el regreso del remordimiento, ni el retorno del lamento. Es el regreso de quien relee la propia historia y sabe encontrar, a través del camino recorrido, el lugar del memorial. Dios se encuentra en lo que acaece. Es Él el que viene al encuentro y se para en el camino a veces árido y desnudo de lo no cumplido.. Se hace reconocer a través de los gestos familiares de una experiencia saboreada de lejos. Son los surcos del ya consumado que acogen la novedad de un hoy sin ocaso. El hombre es llamado a tomar la nueva presencia de Dios sobre su camino en aquel viajero que se hace reconocer a través de los signos fundamentales para la vida de la comunidad cristiana: las Escrituras, leídas en clave cristológica y la fracción del pan (Lc 24, 1-33). La historia humana, espacio privilegiado de la acción de Dios, es historia de salvación que atraviesa todas las situaciones humanas y el discurrir de los siglos en una forma de éxodo perenne, cargado de la novedad del anuncio.
v. 36. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: “¡La paz con vosotros!” Lucas enlaza sabiamente los sucesos para dar fundamento y continuidad a la historia de la salvación. Los gérmenes anunciados florecen y la atmósfera de novedad que aletea en las páginas de estos sucesos hacen de telón de fondo al desenvolverse en una memoria Dei que se propone nuevo de vez en vez; Jesús vuelve a los suyos. Está en medio de ellos como persona, todo entero, también como antes, aunque en una condición diferente y definitiva. Se manifiesta en su corporeidad glorificada para demostrar que la resurrección es un hecho que ha acaecido realmente.
v. 37. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. La reacción de los discípulos parece no concordar bien con la narración precedente desde el momento que se creía ya en la resurrección de Jesús por la palabra de Pedro (v.34). De todas maneras su perplejidad no se refiere a la convinción de que Jesús ha resucitado, sino a la naturaleza corpórea de Jesús resucitado. Y en tal sentido no hay contradicción en la narración. Era necesario para los discípulos hacer una experiencia intensa de la realidad corpórea de Jesús para realizar de un modo adecuado su futura misión de testigos de la buena noticia y aclarar las ideas sobre el Resucitado; no creían que fuese Jesús en persona, sino pensaban que lo veían sólo en espíritu.
v. 38-40. Pero él les dijo: “¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo: Palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo”. El Jesús del evangelio de Lucas es casi un héroe que afronta su suerte con seguridad y las pocas sombras que permanecen sirven simplemente para comprender y subrayar su plena realidad. Lucas había recordado los humildes orígenes y la genealogía, del todo común y despojada de figuras prestigiosas, una muchedumbre de individuos obscuros de los cuales surgía la figura de Cristo. En la turbación y en la duda de los discípulos después de la resurrección aparece evidente que Jesús no es el Salvador de los grandes, sino de todos los hombres, por sobresaltados o asustados que estén.. Él, protagonista del camino de la Iglesia, recorre los senderos humanos de la incredulidad para sanarlos con la fe, y continúa caminando en el tiempo, mostrando las manos y los pies en la carne y en los huesos del creyente.
vv. 41-43. Como no acababan de creérselo a causa de la alegría y estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?. Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomo y lo comió delante de ellos. Cada invitación a comer esconde el deseo de intimidad, es un permanecer, un compartir. La resurrección no quita a Jesús el presentarse como el lugar del compartir. Aquel pez asado, comido por años junto a los suyos, continúa siendo vehículo de comunión. Un pez cocinado en el amor, el uno por el otro: un alimento que no cesa de asegurar el hambre escondida del hombre, un alimento capaz de desbaratar la ilusión de algo que termina entre las ruinas del pasado.
v. 44. Después les dijo: “Éstas son aquellas palabras mías que os dije cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí”. Los momentos de ansia, de conmoción, de llanto por la propia nación (Lc 9, 41), la fatiga subiendo a Jerusalén, las tentaciones habían marcado aquel confín perennemente presente entre la humillación-escondimiento y afirmación–gloria focalizado en las varias fases de la vida humana de Jesús a través de la luz del querer del Padre. Amargura, obscuridad y dolor habían alimentado el corazón del Salvador: “ Tengo que recibir un bautismo ¡y como estoy angustiado hasta que se cumpla!” (Lc 12, 50). Ahora es plenamente visible, positiva la obra de la gracia, porque a la obra del Espíritu el escatón ya actuado en Cristo y en el creyente, crea una atmósfera de alabanza, un clima de gozo y de paz profunda, típicas de las cosas cumplidas. La parusía señalará el final del camino salvífico, tiempo de consolación y de restauración de todas las cosas. (Act 3,21).
v. 45. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras. La fe apostólica en la resurrección de Jesús constituye la clave hermenéutica para la interpretación de las Escrituras y el fundamento del pregón pascual. La Biblia se cumple en Cristo, en Él se unifica en su valor profético y adquiere su pleno significado. El hombre no puede por sí solo entender la Palabra de Dios. La presencia del Resucitado abre la mente a la comprensión plena de aquel Misterio escondido en las palabras sagradas de la existencia humana.
vv. 46-47. Y les dijo: “Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicará en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones empezando por Jerusalén.” En Lucas la salvación toca todas las dimensiones humanas a través de la obra de Cristo que salva del mal, que libra de las tinieblas (Act 26,18) y del pecado (Lc 5,0-26; Act 2, 38), de la enfermedad y del sufrimiento, de la muerte, de la incredulidad, de los ídolos: que realiza la vida humana en el ser comunidad de Dios, fraternidad alegre en el amor; que no deja huérfanos, sino que se vuelve presente incesantemente con su Espíritu de lo alto (Act 2,2). La salvación radical del hombre está en el librarse de su corazón de piedra y en recibir un corazón nuevo que comporta un dinamismo que libra de toda forma de esclavitud (Lc 4,16-22). Dios dirige la historia; es Él el que obra la evangelización y guía el camino de los suyos. El evangelista de los grandes horizontes – desde Adán al Reino, de Jerusalén a los confines de la tierra- y también el evangelista de la cotidianidad. Es en acto el proceso histórico-escatológico por el cual la historia completa se cumple transcendiendo la historia humana y Jesús continúa ofreciendo la salvación mediante su Espíritu que crea testigos capaces de profecía que difunden la salvación hasta que en la venida de Cristo (Lc 21, 28) se vuelva manifiesto la plena liberalización del hombre. En Act 2,37 se encuentra resumido todo el iter salutis que aquí se ha apuntado: acoger la palabra, convertirse, creer, hacerse bautizar, obtener el perdón de los pecados y el don del Espíritu. La palabra de salvación, palabra de gracia, despliega su potencia en el corazón que escucha. (Lc 8, 4-15) y la invocación del Nombre del Salvador sella la salvación en aquel que se ha convertido a la fe. Hay complementariedad entre la acción de Jesús por medio del Espíritu, actuada sin la mediación de la Iglesia (Act 9, 3-5) y aquella cumplida mediante la Iglesia a la cual el mismo envía como en el caso de la llamada de Pablo (Act 9, 6-19).
v. 48. Vosotros sois testigos de estas cosas. Llamada a trazar en la historia humana el camino del testimonio, la comunidad cristiana proclama con palabras y obras el cumplimiento del reino de Dios entre los hombres y la presencia del Señor, que continúa obrando en su Iglesia como Mesías, Señor, profeta. La Iglesia crecerá y caminará en el temor del Señor, llena de la fortaleza del Espíritu Santo (Act 9,31). Es un camino de servicio, trazado para hacer resonar en los extremos confines de la tierra (Act 1,1-11) el eco de la palabra de Salvación. Poco a poco el camino se aleja de Jerusalén para dirigirse al corazón del mundo pagano. A su llegada a Roma, capital del imperio, Lucas pondrá la firma a sus pasos de evangelizador. Ninguno en verdad será excluido en el camino. Destinatarios de la salvación son todos los hombres, en particular los pecadores, por cuya conversión hay gran gozo en cielo (Lc 15, 7.10). Como María, que para Lucas es el Modelo del discípulo que camina en el Señor, los creyentes somos llamados a ser transformados enteramente para vivir la maternidad mesiánica, no obstante la propia condición “virginal” expresión de la propia pobreza de criatura (Lc 1, 30-35). El sí del Magnificat es el camino que hay que recorrer. Caminando llevando en nosotros la palabra de salvación; caminando en la fe, fiándonos de Dios que mantiene las promesas: caminando en el gozo de Áquel que nos hace dichosos, no por nuestros méritos sino por la humildad de vida. Sea el itinerario de María, nuestro itinerario: andar llevados del Espíritu, hacia nuestros hermanos teniendo como único equipaje la Palabra que salva: Cristo Señor (Act 3,6).
iii) Reflexión:
Jesús en el encuentro personal con los hombres ofreció su benévola presencia y esperó que las semillas de la palabra y de la fe germinasen. El abandono de los apóstoles, la negación de Pedro, el amor de la pecadora, la cerrazón de los fariseos no lo han escandalizado, ni turbado. Sabía que no se perdería lo que les había dicho y propuesto… y de hecho después de Pentecostés los mismos hombres se presentan delante del sanedrín sin temor, para afirmar que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Pedro predica abiertamente hasta morir en una cruz como su Maestro, las mujeres son enviadas como testigos de la resurrección a los apóstoles, y un fariseo hijo de fariseo, Pablo de Tarso, se convierte en el apóstol de las gentes. Si no puedes, hombre, substraerte a vivir cotidianamente la muerte de ti mismo, no debes al menos olvidar que la resurrección se esconde en tus heridas para hacerte vivir de él, desde ahora. En el hermano que para tí puede ser sepulcro de muerte y de fango, una cruz maldita, encontrarás la vida nueva. Sí; porque Cristo Resucitado asumirá la semblanza de tus hermanos: un hortelano, un caminante, un espíritu, un hombre a la orilla del lago…Cuando sepas acoger “el reto” de Pilato que penetra los siglos y no aceptes el cambio propuesto (Jn 18, 39-40), porque hayas aprendido en la noche del abandono que no se puede cambiar la vida de un bandolero, tú que llevas indignamente su nombre: Bar-Abba, hijo del Padre, por la vida de Jesús, el Hijo unigénito del Dios viviente, el Señor de la vida y de la muerte…entonces gritarás también tú como el apóstol Tomás en el estupor de la fe: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28), mi Dios y mi todo, y no tramontará más en el horizonte de tus días la belleza de la alegría.
4. Oración
Señor, nosotros te buscamos y deseamos tu rostro:
un día, quitado el velo, podremos contemplarte.
Te buscamos en las Escrituras que nos hablan de tí:
bajo el velo de la sabiduría acogemos la cruz, tu don a las gentes.
Te buscamos en los rostros radiantes de hermanos y hermanas:
te vemos en la impronta de tu pasión en sus cuerpos sufrientes.
No los ojos, sino el corazón tiene la visión de ti:
al resplandor de la esperanza, nosotros esperamos encontrarte para hablar contigo.
5. Contemplación
Señor, danos la tenacidad de caminar hacia las cumbres, a la luz de la única Palabra que salva. Como hermana de sangre, de aquella Sangre que nos hace a todos hermanos, yo me quedo aquí, junto a la tumba de toda muerte interior para dirigirme como un caminante por los senderos del no sentido y situarme en los senderos de la amistad y del encuentro. Quiero hoy compartir la maravilla del amor humano, el gozo de las personas maravillosas que viven junto a mi, no en la periferia de su existencia, sino en sus pasajes secretos, allí donde el corazón abraza el Absoluto de Dios. Gracias a Tí que me das tu rostro resucitado, por tu corazón enamorado de la Vida y besado del Eterno. Gracias por tu libertad de explorador que se sumerge en los abismos del Esencial. Dios del desierto que se hace jardín, que yo sea una pequeña llama encendida en la obscuridad de la búsqueda humana, un calor que se esparce allí donde el gélido viento del mal destruye y aparta del horizonte de la Verdad y de la Belleza, para narrar al mundo la estupenda aventura del amor humano resucitado, aquel amor que sabe morir para encarnar la sonrisa de Dios. Amén.

www.ocarm.org

Evangelio del Domingo III Semana de Pascua. Ciclo B. 22 de Abril, 2012

Evangelio del Domingo III Semana de Pascua. Ciclo B. 22 de Abril, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24, 35-48)
Gloria a ti, Señor.

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
“La paz esté con ustedes”.
Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo:
“No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies.
Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo:
“Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios
y el perdón de los pecados.Ustedes son testigos de esto”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

En el evangelio nos encontramos una vez más con una escena pospascual que ya nos es común: los Apóstoles reunidos comentando los sucesos de los últimos días. Recordemos que en esta reunión que nos menciona hoy san Lucas, están también los discípulos de Emaús que habían regresado a Jerusalén luego de haber reconocido a Jesús en el peregrino que los ilustraba y que luego compartió con ellos el pan.
En este ambiente de reunión se presenta Jesús y, a pesar de que estaban hablando de él, se asustan y hasta llegan a sentir miedo. Los eventos de la Pasión no han podido ser asimilados suficientemente por los seguidores de Jesús. Todavía no logran establecer la relación entre el Jesús con quien ellos convivieron y el Jesús glorioso, y no logran tampoco abrir su conciencia a la misión que les espera. Digamos entonces que “hablar de Jesús”, implica algo más que el simple recuerdo del personaje histórico. De muchos personajes ilustres se habla y se seguirá hablando, incluido el mismo Jesús; sin embargo, ya desde estos primeros días pospascuales, va quedando definido que Jesús no es un tema para una tertulia intranscendente.
Pareciera que este dato que nos cuenta Lucas sobre la confusión y la turbación de los discípulos no es del todo fortuito. Los discípulos creen que se trata de un fantasma; su reacción externa es tal que el mismo Jesús se asombra y corrige: “¿por qué se turban por qué suben esos pensamientos a sus corazones?”.
Aclarar la imagen de Jesús es una exigencia para el discípulo de todos los tiempos, para la misma Iglesia y para cada uno de nosotros hoy. Ciertamente en nuestro contexto actual hay tantas y tan diversas imágenes de Jesús, que no deja de estar siempre latente el riesgo de confundirlo con un fantasma. Los discípulos que nos describe hoy Lucas sólo tenían en su mente la imagen del Jesús con quien hasta un poco antes habían compartido, es verdad que tenían diversas expectativas sobre él y por eso él los tiene que seguir instruyendo; pero no tantas ni tan completamente confusas como las que la “sociedad de consumo religioso” de hoy nos está presentando cada vez con mayor intensidad. He ahí el desafío para el evangelizador de hoy: clarificar su propia imagen de Jesús a fuerza de dejarse penetrar cada vez más por su palabra; por otra parte está el compromiso de ayudar a los hermanos a aclarar esas imágenes de Jesús.
Es un hecho, entonces, que aún después de resucitado, Jesús tiene que continuar con sus discípulos su proceso pedagógico y formativo. Ahora el Maestro tiene que instruir a sus discípulos sobre el impacto o el efecto que sobre ellos también ejerce la Resurrección. El evento, pues, de la Resurrección no afecta sólo a Jesús. Poco a poco los discípulos tendrán que asumir que a ellos les toca ser testigos de esta obra del Padre, pero a partir de la transformación de su propia existencia.
Las expectativas mesiánicas de los Apóstoles reducidas sólo al ámbito nacional, militar y político, siempre con característica triunfalistas, tienen que desaparecer de la mentalidad del grupo. No será fácil para estos rudos hombres re-hacer sus esquemas mentales, “sospechar” de la validez aparentemente incuestionable de todo el legado de esperanzas e ilusiones de su pueblo. Con todo, no queda otro camino. El evento de la resurrección es antes que nada el evento de la renovación, comenzando por las convicciones personales. Este pasaje debe ser leído a la luz de la primera parte: la experiencia de los discípulos de Emaús.
Las instrucciones de Jesús basadas en la Escritura infunden confianza en el grupo; no se trata de un invento o de una interpretación caprichosa. Se trata de confirmar el cumplimiento de las promesas de Dios, pero al estilo de Dios, no al estilo de los humanos.
De alguna forma conviene insistir que el evento de la resurrección no afecta sólo al Resucitado, afecta también al discípulo en la medida en que éste se deja transformar para ponerse en el camino de la misión. Nuestras comunidades cristianas están convencidas de la resurrección, sin embargo, nuestras actitudes prácticas todavía no logran ser permeadas por ese acontecimiento. Nuestras mismas celebraciones tienen como eje y centro este misterio, pero tal vez nos falta que en ellas sea renovado y actualizado efectivamente.

Fuente: www.lecturasdeldia.com: www.servicioskoinonia.org

Oficio Divino: Tiempo Pascua. Ciclo B. 22 de abril, 2012

Oficio Divino: Tiempo Pascua. Ciclo B. 22 de abril, 2012
DOMINGO DE LA SEMANA III
Del Propio del tiempo. Salterio III

(OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)

(Dar Ctrl + Click, sobre la hora correspondiente o busque el texto de la misma en el cuerpo de esta publicacion)

Oficio de Lectura
Laudes
Tercia
Sexta
Nona
II Vísperas
Completas

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH PERPETUO PASTOR QUE PURIFICAS

Oh perpetuo Pastor que purificas
a tu grey con las aguas bautismales,
en las que hallan limpieza nuestras mentes
y sepulcro final nuestras maldades.

Oh tú que, al ver manchada nuestra especie
por obra del demonio y de sus fraudes,
asumiste la carne de los hombres
y su forma perdida reformaste.

Oh tú que, en una cruz clavado un día,
llegaste por amor a extremos tales,
que pagaste la deuda de los hombres
con el precio divino de tu sangre.

Oh Jesucristo, libra de la muerte
a cuantos hoy reviven y renacen,
para que seas el perenne gozo
pascual de nuestras mentes inmortales.

Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo,
que de la muerte resurgió triunfante,
y gloria con entrambos al divino Paracleto,
por siglos incesantes. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Aleluya. La piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro. Aleluya.

Salmo 144 I - HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus creaturas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. La piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro. Aleluya.

Ant. 2. Aleluya. ¿A quién buscas, mujer?, ¿al que está vivo entre los muertos? Aleluya.

Salmo 144 II

Que todas tus creaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus proezas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. ¿A quién buscas, mujer?, ¿al que está vivo entre los muertos? Aleluya.

Ant. 3. Aleluya. No llores, María; ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 144 III

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. No llores, María; ha resucitado el Señor. Aleluya.

V. Mi corazón se alegra. Aleluya.
R. Y te canto agradecido. Aleluya.

PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 8, 4-25

FELIPE EN SAMARÍA. SIMÓN MAGO

En aquellos días, los que se habían dispersado fueron anunciando por todas partes la Buena Nueva de la palabra de Dios. Tal fue el caso de Felipe, que bajó a la ciudad de Samaría y predicó a Cristo. La gente, con asentimiento general, al oír y ver los prodigios que obraba Felipe, ponía mucha atención a sus palabras. De muchos posesos salían los espíritus inmundos, dando grandes alaridos; y muchos paralíticos y cojos quedaron curados. Con esto reinaba un gran júbilo en aquella ciudad.

Había estado allí, practicando la magia y embaucando a la gente de Samaría, un hombre, llamado Simón, que decía que era un gran personaje. Todos, pequeños y grandes, lo seguían, y decían de él:

«Éste es el ángel de Dios, llamado el Grande.»

E iban en pos de él, pues hacía mucho tiempo que los tenía embaucados con sus artes mágicas. Pero cuando comenzaron a creer en la Buena Nueva del reino de Dios y en la persona de Jesucristo, que les predicaba Felipe, se hicieron bautizar hombres y mujeres. El mismo Simón creyó también y, después de bautizado, no se apartaba un momento del lado de Felipe. Y no salía de su asombro, viendo las señales y grandes prodigios que éste obraba.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que los samaritanos habían recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Éstos bajaron allá e hicieron oración por ellos a fin de que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, y solamente estaban bautizados en el nombre de Jesús, el Señor. Los dos apóstoles les impusieron las manos, y así recibieron el Espíritu Santo. Viendo Simón que el Espíritu Santo se comunicaba por la imposición de las manos de los apóstoles, les ofreció dinero, diciendo:

«Dadme también a mí este poder de hacer que todos aquellos a quienes yo imponga las manos reciban el Espíritu Santo.»

Pero Pedro le replicó:

«Que tu dinero perezca contigo, por haber creído que a precio de plata podrías conseguir este don gratuito de Dios. No hay para ti parte ni herencia en este asunto, pues tu corazón no procede con rectitud a los ojos de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega al Señor, a ver si se te perdona tu mala intención. Veo que estás envenenado y aprisionado en los lazos de la maldad.»

Simón le respondió:

«Rogad vosotros por mí al Señor, para que no venga sobre mí ninguno de los males que acabáis de decir.»

Pedro y Juan, después de haber predicado y testificado la verdad del Evangelio del Señor, regresaron a Jerusalén, evangelizando al mismo tiempo muchas aldeas de samaritanos.

RESPONSORIO Mt 10, 8. 7

R. Dijo Jesús a sus discípulos: «Curad a los enfermos, resucitad a los muertos. * Dad gratuitamente lo que de gracia habéis recibido.» Aleluya.
V. Id y predicad, anunciando que se acerca el reino de los cielos.
R. Dad gratuitamente lo que de gracia habéis recibido. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA
De la Apología primera de san Justino, mártir, en favor de los cristianos
(Cap. 66-67: PG 6, 427-431)

LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

Sólo pueden participar de la eucaristía los que admiten como verdaderas nuestras enseñanzas, han sido lavados en el baño de regeneración y del perdón de los pecados y viven tal como Cristo nos enseñó.

Porque el pan y la bebida que tomamos no los recibimos como pan y bebida corrientes, sino que así como Jesucristo, nuestro salvador, se encarnó por la acción del Verbo de Dios y tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias, usando de la plegaria que contiene sus mismas palabras, y del cual, después de transformado, se nutre nuestra sangre y nuestra carne es la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios encarnado.

Los apóstoles, en efecto, en sus comentarios llamados Evangelios, nos enseñan que así lo mandó Jesús, ya que él, tomando pan y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo: Haced esto en memoria mía; éste es mi cuerpo; del mismo modo, tomando el cáliz y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo: Ésta es mi sangre, y se lo entregó a ellos solos. A partir de entonces, nosotros celebramos siempre el recuerdo de estas cosas; y, además, los que tenemos alguna posesión socorremos a todos los necesitados, y así estamos siempre unidos. Y por todas las cosas de las cuales nos alimentamos alabamos al Creador de todo, por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.

Y, el día llamado del sol, nos reunimos en un mismo lugar, tanto los que habitamos en las ciudades como en los campos, y se leen los comentarios de los apóstoles o los escritos de los profetas, en la medida que el tiempo lo permite.

Después, cuando ha acabado el lector, el que preside exhorta y amonesta con sus palabras a la imitación de tan preclaros ejemplos.

Luego nos ponemos todos de pie y elevamos nuestras preces; y, como ya hemos dicho, cuando hemos terminado las preces, se trae pan, vino y agua; entonces el que preside eleva, fervientemente, oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama: Amén. Seguidamente tiene lugar la distribución y comunicación, a cada uno de los presentes, de los dones sobre los cuales se ha pronunciado la acción de gracias, y los diáconos los llevan a los ausentes.

Los que poseen bienes en abundancia, y desean ayudar a los demás, dan, según su voluntad, lo que les parece bien, y lo que se recoge se pone a disposición del que preside, para que socorra a los huérfanos y a las viudas y a todos los que, por enfermedad u otra causa cualquiera, se hallan en necesidad, como también a los que están encarcelados y a los viajeros de paso entre nosotros: en una palabra, se ocupa de atender a todos los necesitados.

Nos reunimos precisamente el día del sol, porque éste es el primer día de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia, y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro salvador, resucitó de entre los muertos. Lo crucificaron, en efecto, la vigilia del día de Saturno, y a la mañana siguiente de ese día, es decir, en el día del sol, fue visto por sus apóstoles y discípulos, a quienes enseñó estas mismas cosas que hemos puesto a vuestra consideración.

RESPONSORIO

R. Jesús, cuando iba a pasar de este mundo al Padre, * instituyó en memoria de su muerte el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Aleluya.
V. Y, entregando su cuerpo como alimento y su sangre como bebida, dijo a sus discípulos: «Haced esto en memoria mía.»
R. Instituyó en memoria de su muerte el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Aleluya.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.


LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: ESTABA AL ALBA MARÍA

Estaba al alba María,
llamándole con sus lágrimas.

Vino la Gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina
-la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía-,
Jesús, alzado, reinaba;
pero ella no lo veía.

Estaba al alba María,
la fiel esposa que aguarda.

Mueva el Espíritu al aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!

Estaba al alba María,
porque era la enamorada. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor reina vestido de majestad. Aleluya.

Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR

El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor reina vestido de majestad. Aleluya.

Ant. 2. La creación será liberada para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. La creación será liberada para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Aleluya.

Ant. 3. El nombre del Señor es sublime sobre el cielo y la tierra. Aleluya.

Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.

Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.

Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.

Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.

Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.

Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El nombre del Señor es sublime sobre el cielo y la tierra. Aleluya.

LECTURA BREVE Hch 10, 40-43

Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. De él hablan todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados.

RESPONSORIO BREVE

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.

V. Tú que has resucitado de entre los muertos.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: «La paz sea con vosotros.» Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: «La paz sea con vosotros.» Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, quien por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:

Cristo, vida nuestra, sálvanos.

Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto,
concédenos vivir hoy en tu alabanza.

Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz,
concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.

Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes,
enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.

Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa,
para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en nuestra boca:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS

Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.

Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.

Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

SALMODIA

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ

En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

LECTURA BREVE Cf. 1Co 15, 3b-5

Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer día y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Y se apareció a Cefas y luego a los Doce.

V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.


HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: CUANDO LA LUZ DEL DÍA ESTÁ EN SU CUMBRE

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

SALMODIA

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

LECTURA BREVE Ef 2, 4-6

Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aún cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo -por pura gracia habéis sido salvados- y nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús.

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
R. Al ver al Señor. Aleluya.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: SALVADOR DEL MUNDO

Salvador del mundo,
Señor de los ángeles:
por tu cruz gloriosa
la muerte venciste.

Oh Señor, consérvanos
los dones amables
que, con sufrimientos,
tú nos mereciste.

Y a quienes a precio
de dolor salvaste,
llévalos al cielo
para que te alaben.

Llévanos a todos,
Señor, suplicámoste,
pues que nos hiciste
reino de tu Padre. Amén.

SALMODIA

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 117 II

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 117 III

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

LECTURA BREVE Rm 6, 4

Por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, para participar de su muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.

V. Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.
R. Porque ya es tarde. Aleluya.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: AL FIN SERÁ LA PAZ Y LA CORONA

Al fin será la paz y la corona,
los vítores, las palmas sacudidas,
y un aleluya inmenso como el cielo
para cantar la gloria del Mesías.

Será el estrecho abrazo de los hombres,
sin muerte, sin pecado, sin envidia;
será el amor perfecto del encuentro,
será como quien llora de alegría.

Porque hoy remonta el vuelo el sepultado
y va por el sendero de la vida
a saciarse de gozo junto al Padre
y a preparar la mesa de familia.

Se fue, pero volvía, se mostraba,
lo abrazaban, hablaba, compartía;
y escondido la Iglesia lo contempla,
lo adora más presente todavía.

Hundimos en sus ojos la mirada,
y ya es nuestra la historia que principia,
nuestros son los laureles de su frente,
aunque un día le dimos las espinas.

Que el tiempo y el espacio limitados
sumisos al Espíritu se rindan,
y dejen paso a Cristo omnipotente,
a quien gozoso el mundo glorifica. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Aleluya.

Salmo 109 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Aleluya.

Ant. 2. El Señor envió la redención a su pueblo. Aleluya.

Salmo 110 - GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su poder,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor envió la redención a su pueblo. Aleluya.

Ant. 3. Aleluya. Reina el Señor, nuestro Dios: alegrémonos y démosle gracias. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. Reina el Señor, nuestro Dios: alegrémonos y démosle gracias. Aleluya.

LECTURA BREVE Hb 10, 12-14

Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta «hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies». Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en la gloria a los que ha santificado.

RESPONSORIO BREVE

V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

V. Y se ha aparecido a Simón.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que murió y resucitó por los hombres, y ahora intercede por nosotros, y digámosle:

Cristo, rey victorioso, escucha nuestra oración.

Cristo, luz y salvación de todos los pueblos,
derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido fueran testigos de tu resurrección en el mundo.

Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza
y la tierra toda se llene del conocimiento de tu gloria.

Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia
y haz que con todos nuestros hermanos obtengamos el premio y el descanso de nuestros trabajos.

Tú que has vencido a la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu enemigo,
para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Cristo Salvador, tú que te hiciste obediente hasta la muerte y has sido elevado a la derecha del Padre,
recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.

Unamos nuestra oración a la de Jesús, nuestro abogado ante el Padre, y digamos como él nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: EN TI, SEÑOR, REPOSAN NUESTRAS VIDAS

En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.

En apartadas y lejanas tierras
el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.

Vencedor de la muerte y de las sombras,
Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.

SALMODIA

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.


Fuente: www.liturgiasdelashoras.com.ar

Ordinario de la Misa: Domingo III Semana de Pascua. Ciclo B. 22 de Abril, 2012

Moniciones: III Domingo de Pascua
22 de abril de 2012

Moniciones: III Domingo de Pascua
22 de abril de 2012
MONICIÓN DE ENTRADA
Sepan que los recibimos con mucha alegría. ¡El Señor ha resucitado! Y también les ofrecemos nuestros mejores deseos de paz y de amor al iniciar la liturgia de este Tercer Domingo de Pascua Sentimos en nosotros la alegría inmensa que nos da la Resurrección de Jesús. Y es que Jesús Resucitado puede llenar nuestras vidas de esperanza, paz y alegría. El evangelio nos va a narrar como los discípulos tienen miedo. Y mucho. Pero también muchos de nosotros –más de 20 siglos después—tenemos miedo, nos angustia el futuro, en estos tiempos malos de profunda crisis económica. Jesús nos responde a ese miedo preguntando: “¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?”, como dijo, entonces, a sus discípulos. Y nos hace esa pregunta, a nosotros mismos…aquí y ahora. Nos pide, también, que le palpemos, que sintamos su presencia cercana, qué no tengamos temor alguno. Hemos de ser capaces de seguir el consejo del Señor Jesús y no dejarnos vencer por el miedo y la falta de confianza en el futuro, que, sin duda, se desvanecen al tener a Jesús cerca. Iniciemos, pues, la Eucaristía con toda la alegría y gozo de sabernos salvados por el Resucitado. Con la alegría de un canto, recibimos al Celebrante y sus acompañantes.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- Continuamos reflejando los relatos de los Hechos de los Apóstoles, que nos narran los primeros momentos de la Iglesia, tras la Resurrección de Jesucristo. Pedro habla a la multitud de Jerusalén, sin rodeos, presentando la culpabilidad del pueblo y de las autoridades en la muerte de Jesús. Pero les invita, también, al arrepentimiento. Pedro expone con valentía como se ha llevado a cabo el principio de la Redención. Escuchemos.
2.- El Apóstol Juan en su primera Carta –que es nuestra segunda lectura de hoy—nos presenta a Jesús como víctima propiciatoria por todos los pecados, por los nuestros, por los de aquellos hermanos del tiempo de Jesús y por los que tienen que venir todavía. El sacrificio de Jesús en la Cruz es la Redención total para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Escuchemos.
3.- El fragmento del capítulo del Evangelio de San Lucas que ahora se va a proclamar es un compendio de las apariciones de Jesús en esos días posteriores a la Resurrección. Alude a la experiencia de los discípulos de Emaús y también a las presencias de Jesús Glorificado ante los apóstoles reunidos en el cenáculo. Les explica la futura misión predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos de la tierra.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- Continuamos reflejando los relatos de los Hechos de los Apóstoles, que nos narran los primeros momentos de la Iglesia, tras la Resurrección de Jesucristo. Pedro habla a la multitud de Jerusalén, sin rodeos, presentando la culpabilidad del pueblo y de las autoridades en la muerte de Jesús. Pero les invita, también, al arrepentimiento. Pedro expone con valentía como se ha llevado a cabo el principio de la Redención.
2.- El Apóstol Juan en su primera Carta –que es nuestra segunda lectura de hoy—nos presenta a Jesús como víctima propiciatoria por todos los pecados, por los nuestros, por los de aquellos hermanos del tiempo de Jesús y por los que tienen que venir todavía. El sacrificio de Jesús en la Cruz es la Redención total para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
3.- El fragmento del capítulo del Evangelio de San Lucas que ahora se va a proclamar es un compendio de las apariciones de Jesús en esos días posteriores a la Resurrección. Alude a la experiencia de los discípulos de Emaús y también a las presencias de Jesús Glorificado ante los apóstoles reunidos en el cenáculo. Les explica la futura misión predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos de la tierra.
La oración de los fieles
III Domingo de Pascua
22 de abril de 2012

CELEBRANTE
En esta prolongada mañana de resurrección, nuestros ojos han de acostumbrarse a la nueva luz que nace del sepulcro vacío. Necesitamos, Padre, que limpies nuestros ojos del alma para que podamos reconocer a tu Hijo como aquellos apóstoles. Hoy repetimos:
SEÑOR, MUÉSTRANOS TU LUZ
MONITOR
1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes para que proclamen a los cuatro vientos la gran noticia del Evangelio.
OREMOS AL SEÑOR
2.- Por los gobernantes para que el Señor les asista en sus decisiones y así contribuyan al desarrollo de sus pueblos.
OREMOS AL SEÑOR
3.- Por aquellos que no andan a oscuras para que la luz pascual ilumine sus corazones y descubran el gozo de la mañana en que la Resurrección cambió el curso de nuestra historia.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por todos los niños y jóvenes que recibirán el Bautismo, la Confirmación o la Eucaristía por primera vez para que estos sacramentos les hagan crecer en amistad con Cristo Salvador.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por los enfermos y necesitados para que encuentren pronto la salud y vean satisfechas todas sus necesidades.
OREMOS AL SEÑOR
6.- Por las intenciones recibidas en la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas, para que por medio de nuestras oraciones, estos hermanos sientan cada vez mas, la presencia del Señor resucitado en sus vidas.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por todos los que nos hemos reunido en torno al altar, para que perseveremos en el camino de la Luz y nos mantengamos firmes junto a Dios.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre estas son las necesidades de tu pueblo, atiéndelas, no por nuestros méritos, sino por la intercesión de tu Hijo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen
Fuente: www.betania.es

La homilía de Betania III Domingo de Pascua
22 de abril de 2012

La homilía de Betania
III Domingo de Pascua
22 de abril de 2012

1.- EXPERIENCIA DE FE Y TESTIMONIO
Por José María Martín OSA
1.- La experiencia del Resucitado. Los discípulos de Emaús vuelven a Jerusalén para contar a todo el grupo lo que les ha sucedido en el camino y cómo conocieron a Jesús "en el partir el pan". Hoy vemos como la comunidad cristiana va a surgir como tal comunidad a partir de una experiencia común de la realidad del resucitado. Toda la primera parte de este relato de Lucas está orientada a resaltar este carácter real del resucitado. El nuevo Jesús no es ninguna invención espiritual del grupo cristiano. Pedro, en el discurso del Libro de los Hechos después de la curación del paralítico, subraya que los dirigentes judíos condenaron a Jesús por ignorancia. Les insta a que se arrepientan y se conviertan También los cristianos dudaron de la realidad de Jesús, no hubo en ellos predisposición alguna a aceptarla, sino todo lo contrario. Sólo la presencia real del resucitado les ha llevado al firme y absoluto convencimiento que ahora tienen. Bajo la tremenda impresión de los acontecimientos de la Pasión, entre el miedo a los judíos y la esperanza alimentada con las primeras noticias de aquel domingo, estos hombres no acaban de creer a causa de la inmensa alegría lo que ven con sus propios ojos. Jesús les tranquiliza y les convence de que es verdad lo que están viendo y de que no se trata de ningún fantasma. La vida de Jesús, su pasión y muerte, y todas las Escrituras deben ser interpretadas a la luz de la experiencia pascual.
2.- El Señor vive realmente. Jesús muestra a los discípulos las señales de los clavos en las manos y en los pies. Les invita a palparle. Estas formas de expresión no hay que verlas como representaciones de la realidad corporal de Jesús, sino como vehículos interpretativos de algo más profundo: Jesús vive ahora una nueva realidad corporal. Jesús resucita con cuerpo glorioso: No es posible comprender cómo un cuerpo glorificado pueda comer alimentos. De todas formas, el sentido de esta afirmación es que el Señor vive verdaderamente, y lo que los discípulos han visto no es una simple "visión".
3.- El don de la paz, regalo de Jesucristo resucitado. Solamente quien guarda su palabra y sus mandamientos conoce el amor de Dios. El don que recibe es la paz, la plenitud de todos los dones. El Señor resucitado les saluda siempre con la misma expresión: "Paz a vosotros". La experiencia de un Jesús real produjo en los once y sus compañeros de la comunidad cristiana un cambio de forma de pensar y de vivir-la conversión- y una liberación interior -perdón de los pecados-. Ellos son testigos de todo esto porque son testigos de la muerte y resurrección de Jesús. Muerte y resurrección no son sólo acontecimientos estáticos en Jesús; son también acontecimientos dinámicos que inciden operativamente en el individuo y en el grupo transformándolos en una nueva realidad, cuya expresión es la comunidad cristiana, y en mensajeros de esa nueva realidad. La misión de Jesús ha terminado, pues todo ha sido cumplido. Ahora queda que los apóstoles anuncien a todo el mundo lo que han visto y oído. Es necesario que sean testigos, que predique en todas partes, comenzando por Jerusalén, que Dios salva a los hombres en Jesucristo y concede el perdón de los pecados.
2.- LOS FRUTOS DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
Por Gabriel González del Estal
1.- En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Como ya hemos dicho en los dos domingos anteriores, la Resurrección de Jesús es, para nosotros, desde un punto de vista teológico, el acontecimiento central de nuestra fe. Con su vida, muerte y resurrección, Cristo nos liberó del pecado y nos ganó la salvación. Porque Cristo resucitó, nos dice San Pablo, también nosotros resucitaremos. Pero hoy yo quiero fijarme en un aspecto más pastoral que teológico sobre el tema de la Resurrección, insistiendo en que la verdad teológica de la Resurrección de Jesús no debe ser para nosotros una simple verdad teórica, una teoría religiosa que aceptamos y en la que creemos, sino que esta verdad teológica debe condicionar y marcar todo nuestro diario vivir aquí en la tierra. Los que creemos en la Resurrección debemos orientar nuestro comportamiento diario de acuerdo con esta verdad que profesamos. Nuestra fe en la resurrección, o da verdaderos frutos de conversión o es una fe muerta. Cristo les dice a sus discípulos que prediquen la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Es decir, que Cristo quiere que sus discípulos vayan por el mundo diciendo que a todas las personas que se conviertan Dios les perdona todos sus pecados y les regala la salvación. Los frutos de la resurrección de Jesús son la salvación y el perdón de nuestros pecados, pero para obtener estos frutos es necesario que nosotros nos convirtamos al Señor. Esta debe ser nuestra reflexión y nuestro propósito hoy: convertirnos al Señor y dejar que los frutos de la Resurrección lleguen hasta nosotros. El que no se convierte está impidiendo que los frutos de la resurrección de Jesús lleguen hasta él, está haciendo estéril e inútil para él la resurrección de Jesús.
2.- Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. El apóstol Pedro dice a la gente que, aunque ellos pecaron “matando al autor de la vida”, Dios quiere perdonarlos, porque su pecado fue fruto de su ignorancia, más que de su maldad. La única condición que Dios les pone para perdonarles los pecados es que se arrepientan de su pecado y se conviertan. Yo creo que esto que dijo entonces Pedro a los judíos nos lo podría decir también hoy a cada uno de nosotros. Muchos de nuestros pecados se deben más a nuestra ignorancia, que a la maldad de nuestro corazón. Queremos ser felices, pero buscamos la felicidad por caminos equivocados, huyendo del dolor, del sacrificio y del esfuerzo. Nuestras ambiciones y nuestras flaquezas nos confunden. Cristo nos dice que la verdadera felicidad sólo se consigue haciendo el bien, aunque para hacer el bien tengamos que sufrir. Arrepintámonos de nuestros pecados de cobardía, de egoísmo rastrero, de búsqueda de un placer inmediato y perjudicial, de huida de toda clase de esfuerzo y de sacrificio. Porque entonces y ahora sigue siendo verdad cristiana que para alcanzar la resurrección tenemos que superar momentos de crucifixión.
3.- Si alguno peca, tenemos a uno que aboga ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. También San Juan nos dice que Dios, nuestro Padre, siempre está dispuesto a perdonarnos. Para eso Cristo vivió, murió y resucitó, para “hacerse víctima de reconciliación por nuestros pecados”. ¡Fuera escrúpulos, miedos y temores! Lo único que tenemos que hacer nosotros –que no es poco- es convertirnos, es decir, cumplir los mandamientos del Señor. Porque, si decimos que conocemos a Dios, pero no cumplimos sus mandamientos, somos unos mentirosos. Conocimiento de Dios, sin conversión a Dios, es siempre una mentira. Si queremos que los frutos de la Resurrección de Jesús lleguen a nosotros debemos estar dispuestos a andar el mismo camino de Cristo: un camino de lucha contra el mal, de búsqueda de la justicia, de la verdad y del amor. Eso es creer en la Resurrección: guardar los mandamientos del Señor. Si hacemos esto, vivamos tranquilos y en paz. Cristo estará siempre intercediendo por nosotros. Así lo dice el apóstol San Juan.
3.- SOMOS TESTIGOS DE UNA EXPERIENCIA
Por Pedro Juan Díaz
1.- La Pascua es el tiempo por excelencia de los cristianos, porque es el tiempo de la resurrección, el acontecimiento principal de nuestra fe. Pero es algo más que un acontecimiento. La resurrección ha de ser, por encima de todo, una experiencia, algo que nosotros hemos vivido y experimentado en nuestro corazón y de lo que damos testimonio. De lo contrario, no transmitiremos nada. Podemos preguntarnos: ¿por qué, 20 siglos después del acontecimiento de la resurrección, se sigue hablando de él y anunciándolo? Porque no fue solo un acontecimiento sin más. Los evangelios de la Pascua nos cuentan cómo los discípulos fueron teniendo la experiencia de encontrarse con Jesús resucitado, y como la fueron transmitiendo con su testimonio de vida.
2.- Hoy, en el evangelio, Jesús se presenta resucitado a los discípulos, incluidos los de Emaús, que estaban contando su experiencia de encuentro con Él. Les saluda con la paz y les muestra las manos y los pies, donde están las señales de los clavos, para que vean que es el mismo al que crucificaron. Los discípulos reaccionan con miedo, por la sorpresa, y dudan de que sea Jesús. Pero cuando ven sus manos y sus pies se llenan de alegría, aunque siguen atónitos. Jesús come con ellos, como solía hacer, y les abre el entendimiento para que comprendan que Él es el Mesías y que en Él se han cumplido las escrituras, donde estaba escrita su pasión y su resurrección. Finalmente, los envía a predicar y a dar testimonio de su encuentro con Él, resucitado.
3.- La experiencia de haberse encontrado con el Resucitado es la base de la fe de los discípulos y de todos los creyentes de todos los tiempos, incluidos nosotros. Una vez producido el encuentro, el Resucitado nos envía a dar testimonio, a que seamos testigos suyos en el mundo. Los cristianos somos testigos de una experiencia. Sin experiencia, no puede haber testimonio, porque no hay nada que comunicar. Sin encuentro con el resucitado, no hay discipulado verdadero, ni fe auténtica.
4.- En la primera lectura tenemos un ejemplo de este testimonio en Pedro, que cuenta como Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos, al mismo Jesús al que el pueblo entregó a la muerte. Pedro dice: “matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, Y NOSOTROS SOMOS TESTIGOS”. No cuenta una historia que le han contado, o algo que quede bonito. Cuenta algo que él ha experimentado y ha vivido, porque se ha encontrado con Jesús resucitado.
5.- ¿Y nosotros? ¿Cuál es nuestro testimonio? ¿Qué es lo que contamos? En cada Eucaristía nos encontramos con Jesús resucitado, que ahuyenta nuestras dudas y nuestros miedos, y nos transmite su paz y su alegría. Jesús resucitado nos habla al corazón a través de su Palabra, proclamada en asamblea, y nos da a comer su Cuerpo y su Sangre, para que tengamos Vida en abundancia. De esta manera, nos convertimos en TESTIGOS suyos, capaces de decir a todo el mundo que ha resucitado. Un testimonio de palabra pero, sobre todo, un testimonio con nuestra vida, una vida nueva, también resucitada, una vida al estilo de Jesús, como Él nos enseñó. Una vida de hermanos, así reconocían a los primeros cristianos, decían de ellos: “Mirad como se aman”. Ese ha de ser nuestro testimonio.
6.- El Señor Resucitado sigue viniendo a encontrarse con nosotros en cada Eucaristía. Le reconocemos al partir el pan, como los discípulos de Emaús, que también cuentan su experiencia de encuentro con Él. Le pedimos que nos convierta en testigos de su Vida nueva, que nos envíe su Espíritu y nos abra el entendimiento para comprender las escrituras. Al terminar la Eucaristía, somos enviados con una misión muy concreta: ser testigos de una experiencia.