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viernes, 9 de julio de 2010

Domingo XV Tiempo Ordinario. Ciclo C. 11 de Julio 2010. Texto para Homilía (1)

EL MANDAMIENTO DEL AMOR AL PRÓJIMO
Por Gabriel González del Estal
1.- La palabra “prójimo” se deriva directamente del la palabra latina “proximus”, que se refiere a lo inmediato, lo más cercano. En este sentido, el mandamiento del amor al prójimo se referiría al amor a las personas que están cerca de nosotros, se trate de una proximidad geográfica, o social. Parece ser que para muchos de los judíos amar al prójimo era, sobre todo, amar a los judíos. Jesús de Nazaret, en su mandamiento del amor al prójimo, rompe las barreras étnicas y geográficas y nos manda amar a todas las personas, incluso a nuestros enemigos. Este sentido de la palabra “prójimo” está clara y bellamente expresado en la parábola del samaritano. Los samaritanos no sólo no se consideraban judíos, sino que eran enemigos de los judíos. Sin embargo, el samaritano que se encontró en el camino a un judío herido de gravedad le atendió generosa y delicadamente, cosa que no habían hecho ni el sacerdote, ni el levita que habían encontrado antes al herido en el camino de Jerusalén a Jericó. El levita y el sacerdote sí eran judíos. ¿Quién se portó realmente como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? La respuesta del letrado define muy bien lo que Jesús de Nazaret entendía por la palabra “prójimo”: el que practicó la misericordia con él. Para Cristo amar al prójimo es atenderle misericordiosamente, sea un prójimo cercano o amigo, lejano o hasta enemigo. El mandamiento del amor al prójimo es un mandamiento universal, que no conoce barreras, ni fronteras, ni límites.
2.- Pero yo creo que el sentido primero de la palabra “prójimo” también es muy digna de ser tenida en cuenta. Porque las personas que están más cerca de nosotros, con las que convivimos, deben ser las primeras receptoras de nuestro amor. Por poner un ejemplo, no podemos decir que amamos mucho al prójimo porque nos preocupamos muchísimo de los que mueren en Afganistán, si después no sabemos amar a los que viven en nuestra propia casa, o en nuestra empresa, o al vecino de al lado. El amor de cada día, el que debemos manifestar continuamente, es el amor que manifestamos a los más cercanos, a los más “próximos”. Este amor es, por lo demás, el más difícil de practicar, porque es el que nos compromete durante la mayor parte del tiempo de nuestra vida. En muchos casos es incluso el único amor eficaz que podemos y debemos realizar.
3.- El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo. Los preceptos que nos manda el Señor, nos dice el libro del Deuteronomio, son preceptos que podemos conocer y que podemos cumplir. No son preceptos difíciles de conocer o inalcanzables. Basta con que sepamos escuchar a nuestro corazón, que seamos consecuentes con lo que el buen pensar y el buen sentir nos aconsejan. Lo que hay que tener siempre es una voluntad decidida de hacer el bien, aunque para eso tengamos que sacrificar algunos intereses personales o de grupo. La persona que es buena de verdad busca siempre, por encima de todo, hacer el bien a las personas, sembrar paz, amor, justicia y verdad. Para esto no hace falta estudiar mucho o tener muchos títulos; basta con escuchar a nuestro propio corazón, escuchar la voz de Dios en nuestra alma.
4.- Cristo Jesús es imagen de Dios invisible. San Pablo les dice a los fieles de Colosas que a Dios no pueden verle, porque es invisible, pero que pueden ver a Cristo Jesús, la imagen visible del Dios invisible. Esta es la ventaja que tenemos todos los que creemos en Cristo, que sabemos cuál es el comportamiento humano que agrada a Dios: el que más se parezca al comportamiento de su hijo Cristo Jesús. No es necesario que seamos doctores en teología para saber que agradamos al Dios invisible siempre que agradamos a Cristo, imagen visible del Dios invisible.

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