OFICIO DIVINO-TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
5 de junio
De la solemnidad.
OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. (SOLEMNIDAD)
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Aleluya. A Cristo, el Señor, que asciende al cielo, venid, adorémosle. Aleluya.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ¿Y DEJAS, PASTOR SANTO?
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dónde volverán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos?
Quien gustó tu dulzura
¿qué no tendrá por llanto y amargura?
Y a este mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado,
Estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
Ay, nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que asciende sobre las nubes. Aleluya.
Salmo 67 I - ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR
Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.
¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.
Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que asciende sobre las nubes. Aleluya.
Ant. 2. Subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados. Aleluya.
Salmo 67 II
El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
«Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.
Mientras reposabais en los apriscos,
las alas de la paloma se cubrieron de plata,
el oro destellaba en su plumaje.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío.»
Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?
Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: «Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo,
y los perros la lamerán con sus lenguas.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados. Aleluya.
Ant. 3. Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario. Aleluya.
Salmo 67 III
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.
Al frente marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio las muchachas van tocando panderos.
«En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel.»
Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
¡Oh Dios!, despliega tu poder,
tu poder, ¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.
Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los toros,
a los Novillos de los pueblos.
Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.»
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.
¡Dios sea bendito!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario. Aleluya.
V. El Señor les abrió su entendimiento. Aleluya.
R. Para que entendiesen las Escrituras. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-24
SUBIENDO A LA ALTURA, LLEVÓ CONSIGO A LOS CAUTIVOS LIBERADOS
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo. Por eso dice: «Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.» ¿Qué quiere decir «subió» sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Él mismo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren y actuando a la medida de cada parte, se procura su propio crecimiento para construcción de sí mismo en el amor.
Esto, pues, es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como lo hacen los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza, los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.
Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús. Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos de placer, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
RESPONSORIO Cf. Ef 4, 8 (Sal 67, 19); Sal 46, 6
R. Cristo, subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados * y dio dones a los hombres. Aleluya.
V. Dios ascendió entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
R. y dio dones a los hombres. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón Mai 98, Sobre la ascensión del Señor, 1-2: PLS 2, 494-495 )
NADIE HA SUBIDO AL CIELO SINO AQUEL QUE HA BAJADO DEL CIELO
Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón.
Oigamos lo que nos dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues, del mismo modo que él subió sin alejarse por ello de nosotros, así también nosotros estamos ya con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que se nos promete.
Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también: Tuve hambre y me disteis de comer.
¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo nosotros, estando aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él, por la divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él.
Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba con nosotros, pues que afirma: Nadie ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.
Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos Identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.
En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros.
Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.
RESPONSORIO Hch 1, 3. 9. 4
R. Cristo se les apareció después de su pasión a lo largo de cuarenta días, y les fue instruyendo acerca del reino de Dios; * y se elevó en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a su vista. Aleluya.
V. Estando una vez comiendo con ellos a la mesa, les mandó que no saliesen de Jerusalén, sino que esperasen ahí la promesa del Padre.
R. Y se elevó en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a su vista. Aleluya.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Aleluya. A Cristo, el Señor, que asciende al cielo, venid, adorémosle. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: CONTIGO SUBE EL MUNDO CUANDO SUBES.
Contigo sube el mundo cuando subes,
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
Cuanto la lengua a proferir no alcanza
tu cuerpo nos lo dice, ¡Oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
Cuanto el amor humano sueña y quiere,
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
Lo que fue, lo que existe, lo que viene,
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
Cautivos de tu vuelo y exaltados
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza,
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Hombres de Galilea, ¿que hacéis ahí mirando el cielo? Ese Jesús, que ha sido llevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto subir allá. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Hombres de Galilea, ¿que hacéis ahí mirando el cielo? Ese Jesús, que ha sido llevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto subir allá. Aleluya.
Ant. 2. Ensalzad al Rey de reyes, y cantad un himno a dios. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Ensalzad al Rey de reyes, y cantad un himno a dios. Aleluya.
Ant. 3. Se elevó en presencia de ellos, y una nube, en el cielo, lo ocultó a su vista. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Se elevó en presencia de ellos, y una nube, en el cielo, lo ocultó a su vista. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 10, 12-14
Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta «hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies». Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en la gloria a los que ha santificado.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, subiendo a la altura. Aleluya, aleluya.
R. Cristo, subiendo a la altura. Aleluya, aleluya.
V. Llevó consigo a los cautivos liberados.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, subiendo a la altura. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Aleluya.
PRECES
Invoquemos, alegres, al Rey de la gloria, que elevado sobre la tierra atrae a todos hacia sí, y aclamémoslo, diciendo:
Cristo, tú eres el rey de la gloria.
Señor Jesús, rey de la gloria, que, después de ofrecerte como oblación por nuestros pecados, subiste victorioso hacia tu Padre, para sentarte a su diestra,
lleva para siempre a la perfección a los que tú mismo has santificado.
Sacerdote eterno y ministro de la nueva alianza, que vives intercediendo continuamente por nosotros,
salva al pueblo que pone en ti su esperanza.
Tú que, después de tu pasión, te manifestaste resucitado a tus discípulos y te dejaste ver de ellos durante cuarenta días,
dígnate robustecer la debilidad de nuestra fe.
Tú que en el día de hoy prometiste dar a los apóstoles el Espíritu Santo, para que fueran tus testigos hasta los confines del mundo,
fortifica, con la fuerza de este mismo Espíritu, el testimonio que nosotros debemos dar de ti ante el mundo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre, repitiendo la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: AL SEÑOR CONFESAMOS, ¡ALELUYA!
Al Señor confesamos, ¡aleluya!
En la hora de tercia a la mañana
se llenaron los suyos de esperanza,
y lejos de la noche y de la duda
salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya!
Han marcado sus pies nuestros caminos,
marcó su nombre el nombre de los siglos,
y en la tierra su voz cual voz ninguna
convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya!
Y ahora celebramos al Viviente,
a Jesús victorioso de la muerte;
acéptanos, oh Cristo, cual liturgia
de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA
Ant. Oh Dios, ensalzaste tu majestad sobre los cielos. Aleluya.
Salmo 119. DESEO DE LA PAZ.
En mi aflicción llamé al Señor,
y El me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero,
afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Oh Dios, ensalzaste tu majestad sobre los cielos. Aleluya.
LECTURA BREVE Cf. Ap 1, 17c-18
Ví al Hijo del hombre y me dijo: «Yo soy el primero y el último, el que vive. Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del hades.»
V. No se turbe vuestro corazón. Aleluya.
R. Pues voy al Padre. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VERBO DE DIOS, EL SOL DE MEDIODÍA
Verbo de Dios, el sol de mediodía,
amable mensajero de tu rostro,
fecunda nuestra tierra y la hermosea
como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma
del infinito amor jamás gastado;
y de ese mar sin fondo ni ribera
la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga,
que emerges victorioso del trabajo,
reina dichoso tú que nos esperas
mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA
Ant. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo. Aleluya.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO.
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 8, 1b-3a
Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Él es el ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, que fue fabricada por el Señor y no por hombre alguno. Todo sumo sacerdote es instituido para ofrecer oblaciones y sacrificios.
V. El Señor puso en el cielo su trono. Aleluya.
R. Su soberanía gobierna el universo. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: REINA EL SEÑOR ALLÍ DONDE NINGUNO
Reina el Señor allí donde ninguno
ciñe corona que haya dado el mundo;
reina el Señor allí donde la vida
sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo,
que en sus hombros cargó nuestro madero;
vive el muerto en la cruz, el sepultado
y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte
hasta bajar a tumba de rebeldes;
fingía que era suya nuestra pena,
y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza,
y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado,
nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA
Ant. Levantando las manos, les dio su bendición y fue elevándose al cielo. Aleluya.
Salmo 8 - MAJESTAD DEL SEÑOR Y DIGNIDAD DEL HOMBRE.
Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO 18 A - ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 18 B - HIMNO A DIOS, AUTOR DE LA LEY
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante;
los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos;
la voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos;
más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
Aunque tu siervo vigila
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Levantando las manos, les dio su bendición y fue elevándose al cielo. Aleluya.
LECTURA BREVE Col 3, 1-2
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
V. Ensalzad al Rey de reyes. Aleluya.
R. Cantad un himno a Dios. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: RETORNA VICTORIOSO.
Retorna victorioso
la cruz en mano enhiesta como un cetro,
como la llave que abre el paraíso;
y a su lado retornan los cautivos
vuelto en gozo las lágrimas y el duelo:
¡Jesús entra en el cielo!
Vuelve el Esposo santo;
el hijo más hermoso de la tierra
regresa coronado de su viaje,
y la Iglesia, la Esposa de su sangre,
lo acompaña radiante de belleza:
¡Jesús entra en el cielo!
Alzad vuestra esperanza,
porque ha quedado el áncora clavada;
si la tormenta agita el oleaje,
no se agite la fe del navegante,
que en la ribera Cristo nos amarra:
¡Jesús entra en el cielo!
El Padre Dios se goza
porque descansa el Hijo en su regazo
al retorno triunfal de la pelea;
goce la Iglesia, goce en su Cabeza,
y alabe por los siglos a su Amado:
¡Jesús entra en el cielo!. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Aleluya.
Salmo 109, 1-5, 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Aleluya.
Ant. 2. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Aleluya.
Salmo 46 - ENTRONIZACIÓN DEL DIOS DE ISRAEL.
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
El nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
El nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Aleluya.
Ant. 3. Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él. Aleluya.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por eso, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Ya ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su glorificación por él. Aleluya.
LECTURA BREVE 1Pe 3, 18. 21b-22
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Subo a mi Padre y a vuestro Padre. Aleluya, aleluya.
R. Subo a mi Padre y a vuestro Padre. Aleluya, aleluya.
V. A mi Dios y a vuestro Dios.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Subo a mi Padre y a vuestro Padre. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Oh Rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo: No nos dejes huérfanos, envía hacia nosotros la promesa del Padre, el Espíritu de verdad. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Oh Rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo: No nos dejes huérfanos, envía hacia nosotros la promesa del Padre, el Espíritu de verdad. Aleluya.
PRECES
Aclamemos, alegres, a Jesucristo, que se ha sentado hoy a la derecha del Padre, y digámosle:
Cristo, tú eres el rey de la gloria.
Rey de la gloria, que has querido glorificar por medio de tu cuerpo la fragilidad de nuestra carne, elevándola hasta la gloria del cielo,
purifícanos de toda mancha y devuélvenos nuestra antigua dignidad.
Tú que por amor descendiste hasta nosotros,
haz que también nosotros por amor subamos hasta ti.
Tú que prometiste atraer a todos hacia ti,
no permitas que nosotros seamos apartados de la unidad de tu cuerpo.
Tú que nos has precedido al cielo en tu ascensión gloriosa,
haz que te sigamos ahí con nuestro corazón y nuestra mente.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Ya que te esperamos como Dios, juez de todos los hombres,
haz que un día podamos contemplarte en tu gloria y majestad, junto con nuestros hermanos difuntos.
Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre, repitiendo la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa ascensión de tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que él es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde él nos precedió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: EL CORAZÓN SE DILATA
El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.
Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.
Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.
SALMODIA
Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
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sábado, 4 de junio de 2011
Evangelio del Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 05 de junio 2011.
Evangelio del Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 05 de junio 2011.
† Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).
Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.
Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.
Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.
Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.
Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.
Este señorío universal es el fundamento para la existencia de la realidad eclesial. El encuentro con Jesús Resucitado establece la Iglesia en el momento de la irrupción gratuita y definitiva de Aquel que ha sido entronizado a la derecha del Padre. De esta forma se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Enmanuel, el Dios con nosotros.
Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.
El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.
Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios.
† Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).
Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.
Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.
Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.
Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.
Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.
Este señorío universal es el fundamento para la existencia de la realidad eclesial. El encuentro con Jesús Resucitado establece la Iglesia en el momento de la irrupción gratuita y definitiva de Aquel que ha sido entronizado a la derecha del Padre. De esta forma se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Enmanuel, el Dios con nosotros.
Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.
El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.
Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios.
viernes, 3 de junio de 2011
Ordinario de la Misa: Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 06 de junio 2011
Domingo 05 de Junio, 2011
Solemnidad de la Ascensión del Señor
Jornada mundial de las comunicaciones sociales
Humíllense, ante la mano de Dios
Dios es el rey del universe
Antífona de Entrada
Hombres de Galilea, ¿qué hacéis allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús, que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse. Aleluya.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Llena, Señor, nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa ascensión de tu Hijo, ya que su triunfo es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros, que somos su cuerpo.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de
los Hechos de los
Apóstoles (1, 1-11)
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.
Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
“Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 46
Entre voces de júbilo,
Dios asciende a su
trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo.
Entre voces de júbilo,
Dios asciende a su
trono. Aleluya.
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos.
Entre voces de júbilo, Dios
asciende a su trono. Aleluya.
Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo.
Entre voces de júbilo, Dios
asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los efesios (1, 17-23)
Hermanos: Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo.
Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.
Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.
Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, Aleluya.
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del Santo Evangelio
según San Mateo (28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra.
La carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .
El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).
Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.
Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.
Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.
Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.
Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.
Este señorío universal es el fundamento para la existencia de la realidad eclesial. El encuentro con Jesús Resucitado establece la Iglesia en el momento de la irrupción gratuita y definitiva de Aquel que ha sido entronizado a la derecha del Padre. De esta forma se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Enmanuel, el Dios con nosotros.
Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.
El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.
Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios.
Para la revisión de vida
-Que el Dios del señor Jesucristo os dé espíritu de sabiduría e ilumine los ojos de vuestro corazón par que comprendáis cuál es la esperanza...: pedir insistentemente ese espíritu de sabiduría, y la luz que ilumine los "ojos del corazón", para "comprender la esperanza"...
-Superar todo resabio de espiritualismo y toda falta de fe; combinar adecuadamente en mi vida el cielo y la tierra, el idealismo y el realismo, la utopía y el compromiso, la escatología y la historia...
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, Jesús está en la presencia de Dios, su Padre, e intercede por nosotros. Por eso digamos confiadamente:
Te lo pedimos, Señor.
Para que la iglesia, viviendo el mandamiento del amor, sea signo de esperanza en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Papa y los obispos transmitan la alegría de la Pascua y muestren a todos la salvación de Dios.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que los misioneros laicos y los consagrados que anuncian el Evangelio encuentren en Cristo, que está a la derecha del Padre, la fuerza que necesitan.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que nuestra fe nos ayude a sobreponernos ante las dificultades y problemas.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Espíritu del Señor esté con los enfermos que pronto morirán, los conforte
y les dé fe en la vida eterna.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que la celebración del misterio de la Pascua de Cristo nos anime a anunciar el Evangelio con alegría y coraje.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Celebrante:
Señor Jesucristo, que en el seno de la Trinidad haces presente a todos los hombres, escucha nuestras oraciones y haz que un día gocemos contigo de la gloria. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio que vamos a ofrecerte en acción de gracias por la ascensión de tu Hijo, y concédenos que esta Eucaristía eleve nuestro espíritu a los bienes del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de la Ascensión I
El misterio de la Ascensión
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a lo más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales.
No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Dios todopoderoso, que ya desde este mundo nos haces participar de tu vida divina, aviva en nosotros el deseo de la patria eterna, donde nos aguarda Cristo, Hijo tuyo y hermano nuestro. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Solemnidad de la Ascensión del Señor
Jornada mundial de las comunicaciones sociales
Humíllense, ante la mano de Dios
Dios es el rey del universe
Antífona de Entrada
Hombres de Galilea, ¿qué hacéis allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús, que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse. Aleluya.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Llena, Señor, nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa ascensión de tu Hijo, ya que su triunfo es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros, que somos su cuerpo.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de
los Hechos de los
Apóstoles (1, 1-11)
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.
Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
“Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 46
Entre voces de júbilo,
Dios asciende a su
trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo.
Entre voces de júbilo,
Dios asciende a su
trono. Aleluya.
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos.
Entre voces de júbilo, Dios
asciende a su trono. Aleluya.
Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo.
Entre voces de júbilo, Dios
asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los efesios (1, 17-23)
Hermanos: Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo.
Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.
Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.
Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, Aleluya.
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del Santo Evangelio
según San Mateo (28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?» (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como «emperador» y «rey» de toda la tierra.
La carta a los cristianos de Éfeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que «abre su llamamiento» (1,18) .
El evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv. 16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv. 18-20).
Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.
Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.
Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.
Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos». Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.
Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a «cielo y tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «plena autoridad» (v. 18), «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.
Este señorío universal es el fundamento para la existencia de la realidad eclesial. El encuentro con Jesús Resucitado establece la Iglesia en el momento de la irrupción gratuita y definitiva de Aquel que ha sido entronizado a la derecha del Padre. De esta forma se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Enmanuel, el Dios con nosotros.
Este «relato de vocación» de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de «todo su poder». Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3,15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la «enseñanza». No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de «guardar todo lo que les mandé». De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.
El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes». Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.
Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este «manifiesto» final del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios.
Para la revisión de vida
-Que el Dios del señor Jesucristo os dé espíritu de sabiduría e ilumine los ojos de vuestro corazón par que comprendáis cuál es la esperanza...: pedir insistentemente ese espíritu de sabiduría, y la luz que ilumine los "ojos del corazón", para "comprender la esperanza"...
-Superar todo resabio de espiritualismo y toda falta de fe; combinar adecuadamente en mi vida el cielo y la tierra, el idealismo y el realismo, la utopía y el compromiso, la escatología y la historia...
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, Jesús está en la presencia de Dios, su Padre, e intercede por nosotros. Por eso digamos confiadamente:
Te lo pedimos, Señor.
Para que la iglesia, viviendo el mandamiento del amor, sea signo de esperanza en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Papa y los obispos transmitan la alegría de la Pascua y muestren a todos la salvación de Dios.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que los misioneros laicos y los consagrados que anuncian el Evangelio encuentren en Cristo, que está a la derecha del Padre, la fuerza que necesitan.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que nuestra fe nos ayude a sobreponernos ante las dificultades y problemas.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Espíritu del Señor esté con los enfermos que pronto morirán, los conforte
y les dé fe en la vida eterna.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que la celebración del misterio de la Pascua de Cristo nos anime a anunciar el Evangelio con alegría y coraje.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Celebrante:
Señor Jesucristo, que en el seno de la Trinidad haces presente a todos los hombres, escucha nuestras oraciones y haz que un día gocemos contigo de la gloria. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio que vamos a ofrecerte en acción de gracias por la ascensión de tu Hijo, y concédenos que esta Eucaristía eleve nuestro espíritu a los bienes del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de la Ascensión I
El misterio de la Ascensión
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a lo más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales.
No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Dios todopoderoso, que ya desde este mundo nos haces participar de tu vida divina, aviva en nosotros el deseo de la patria eterna, donde nos aguarda Cristo, Hijo tuyo y hermano nuestro. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Lectio Divina; Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 06 de junio 2011
Lectio: Domingo de la Ascensión del Señor (A)
Lectio:
Domingo, 5 Junio, 2011
Id por todo el mundo...
Misión universal
Mateo 28,16-20
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Una clave de lectura:
El texto nos ofrece las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Es como si fuese un testamento, su última voluntad para la comunidad, aquello que más le preocupaba. A lo largo de la lectura, intentamos prestar atención a lo siguiente: "¿Sobre qué aspectos insiste más Jesús en sus últimas palabras?"
b) División del texto:
Mt 28,16: Indicación geo-gráfica: vuelta a Galilea
Mt 28,17: Aparición de Jesús y reacción de los discípulos
Mt 28,18-20a: Las últimas órdenes de Jesús
Mt 28,20b: La gran promesa, fuente de toda esperanza.
c) El texto:
16: Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17: Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron.
18-20a: Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
20b: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la reflexión personal.
a) ¿Cuál es el punto que más te ha llamado la atención y que más te ha tocado el corazón?
b) ¿Cuáles son las informaciones cronológicas y geográficas que ofrece el texto?
c) ¿Cuál es la actitud de los discípulos? ¿Cuál es el contenido de las palabras de Jesús a los discípulos?
d) ¿En qué consiste "todo poder en el cielo y en la tierra " que ha sido dado a Jesús?
e) ¿Qué significa "hacerse discípula-discípulo" de Jesús?
f) En este contexto ¿cuál es el significado del bautismo "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?"
g) ¿Qué evocación del AT se transparenta en la promesa "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo?"
5. Una clave de lectura
para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.
a) El contexto del Evangelio de Mateo
* El Evangelio de Mateo, escrito hacia el año 85, se dirige a una comunidad de judíos convertidos que vivían en Siria-Palestina. Estaban pasando una profunda crisis de identidad en relación a su pasado. Después de haber aceptado a Jesús como el Mesías esperado, continuaban acudiendo a la sinagoga y observando la ley y las antiguas tradiciones. Mantenían además una cierta afinidad con los fariseos y, tras la revuelta de los judíos de Palestina contra Roma (65 al 72), ellos y los fariseos eran los dos únicos grupos judíos que habían sobrevivido a la represión romana.
* A partir de los años 80, estos hermanos judíos, fariseos y cristianos, únicos supervivientes, comenzaron a luchar entre ellos por la posesión de las promesas del AT. Todos pretendían ser los herederos. Poco a poco, creció la tensión entre ellos y comenzaron a excomulgarse mutuamente. Los cristianos no podían ya acudir a la sinagoga y quedaron desconectados de su propio pasado. Cada grupo comenzó a organizarse a su propio modo: los fariseos en la sinagoga; los cristianos en la Iglesia. Ello agravò el problema de la identidad de las comunidades de judíos cristianos, ya que suscitaba problemas muy serios que requerían una respuesta urgente: "La herencia de las promesas del AT... ¿de quién es: de la sinagoga o de la Iglesia? ¿Con quién está Dios? ¿Cuál es verdaderamente el pueblo de Dios?"
* Entonces Mateo escribe su Evangelio para ayudar a estas comunidades a superar la crisis y a encontrar una respuesta a sus problemas. Su Evangelio es fundamentalmente un Evangelio de revelación que pretende mostrar que Jesús es el verdadero Mesías, el nuevo Moisés, en el que culmina toda la historia del Antiguo Testamento con sus promesas. Es también el Evangelio de la consolación para todos aquéllos que se sentían excluidos y perseguidos por sus propios hermanos judíos. Mateo quiere consolarles y ayudarles a superar el trauma de la ruptura. Es el Evangelio de la nueva práctica, ya que indica el camino por el que se llega a una nueva justicia, mayor que la de los fariseos. Es el Evangelio de la apertura, pues indica que la Buena Noticia de Dios que Jesús nos trae no puede permanecer escondida, sino que debe ser puesta sobre el candelero, para que ilumine la vida de todos los pueblos.
b) Comentario del texto de Mateo 28,16-20
* Mateo 28,16: Volviendo a Galilea: Todo comenzó en Galilea (Mt 4,12). Fue allí donde los discípulos oyeron la primera llamada (Mt 4,15) y allí Jesús prometió reunirlos de nuevo, después de la resurrección (Mt 26,31). En Lucas, Jesús prohíbe a los suyos que salgan de Jerusalén (Hch 1,4). En Mateo, la orden consiste en salir de Jerusalén y retornar a Galilea (Mt 28,7.10). Cada evangelista tiene su modo particular de presentar la persona de Jesús y su proyecto. Para Lucas, tras la resurrección de Jesús, el anuncio de la Buena Noticia debe comenzar en Jerusalén para poder llegar desde allí a todos los confines de la tierra (Hch 1,8). Para Mateo, el anuncio comienza en la Galilea de los paganos (Mt 4,15) para prefigurar así el paso de los judíos hacia los paganos.
Los discípulos debían ir hacia la montaña que Jesús les había mostrado. La montaña evoca el Monte Sinai, donde se había llevado a cabo la primera Alianza y donde Moisés recibió las tablas de la Ley de Dios (Ex 19 a 24; 34,1-35). Evoca la montaña de Dios, donde el profeta Elías se retiró para redescubrir el sentido de su misión (1Re 19,1-18). Evoca también la montaña de la Transfiguración, donde Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, aparecieron junto a Jesús, confirmando así que Él era el Mesías prometido (Mt 17,1-8).
* Mateo 28,17: Algunos dudaban: los primeros cristianos tuvieron mucha dificultad a la hora de creer en la Resurrección. Los evangelistas insisten en contarnos que dudaron mucho y que fueron incrédulos frente a la Resurrección de Jesús (Mc 16,11.13.14; Lc 24,11.21.25.36.41; Jn 20,25). La fe en la Resurrección fue fruto de un proceso lento y difícil, pero acabó por imponerse como la más grande certeza de los cristianos (1Cor 15,3-34).
* Mateo 28,18: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: La forma pasiva del verbo indica que Jesús recibió su autoridad del Padre. Pero ¿en qué consiste esta autoridad? En el Apocalipsis, el Cordero (Jesús resucitado) recibe de la mano de Dios el libro con los siete sellos (Ap 5,7) y se convierte en el Señor de la historia, el que debe asumir la ejecución del proyecto de Dios, descrito en el libro sellado, y como tal debe ser adorado por todas las criaturas (Ap 5,11-14). Con su autoridad y con su poder vence al Dragón, que es el poder del mal (Ap 12,1-9), y captura a la Bestia y al falso profeta, símbolos del Imperio romano (Ap 19,20). En el Credo de la Misa decimos que Jesús subió al cielo y se sienta a la derecha de Dios Padre, convirtiéndose así en el Juez devivos y muertos.
* Mateo 28,19-20a: Las últimas palabras de Jesús: tres órdenes a los discípulos: Revestido de la suprema autoridad, Jesús trasmite tres órdenes a los discípulos y a todos nosotros: (i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes; (ii); bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (iii) y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes: Ser discípulo no significa lo mismo que ser alumno. Un discípulo se relaciona con un maestro. Un alumno se relaciona con un profesor. El discípulo vive junto al maestro 24 horas al día; el alumno recibe lecciones del profesor durante algunas horas, y vuelve a su casa. El discipulado supone comunidad. Ser alumno supone solamente estar en un aula para las clases. En aquel tiempo, el discipulado se solía expresar con la frase Seguir al maestro. En la Regla del Carmelo se dice: Vivir en obsequio de Jesucristo. Para los primeros cristianos, Seguir a Jesús significaba tres cosas relacionadas entre sí:
- Imitar el ejemplo del Maestro: Jesús era el modelo que se debía imitar y recrear en la vida del discípulo y de la discípula (Jn 13,13-15). La convivencia diaria permitía una continua revisión. En esta Escuela de Jesús se enseñaba solo una materia: ¡el Reino! Y este Reino se reconocía en la vida y en la práctica de Jesús.
- Participar en el destino del Maestro: El que quería seguir a Jesús, debía comprometerse con Él: "estar con Él en las tentaciones" (Lc 22,28), e incluso en la persecución (Jn 15,20; Mt 10,24-25). Debía estar por tanto dispuesto a cargar con la cruz y a morir con Él (Mc 8,34-35; Jn 11,16).
- Poseer en sí mismo la vida de Jesús: Después de la Pascua, se añade una tercera dimensión: "Vivo, pero no soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mí" (Gal 2,20). Los primeros cristianos intentaron identificarse profundamente con Jesús. Se trata de la dimensión mística del seguimiento de Jesús, fruto de la acción del Espíritu.
ii) Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: La Trinidad es a la vez la fuente, el destino y el camino. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del Padre que nos ha sido revelado por Jesús, se compromete a vivir como un hermano en la fraternidad. Y si Dios es Padre, nosotros somos todos hermanos y hermanas entre nosotros. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del Hijo que es Jesús, se compromete a imitar Jesús y a seguirlo hasta la cruz para poder resucitar con Él. Y el poder que Jesús recibió del Padre es un poder creador que vence la muerte. Y el que ha sido bautizado en el nombre del Espíritu Santo que nos ha sido dado por Jesús en el día de Pentecostés, se compromete a interiorizar la fraternidad y el seguimiento de Jesús, dejándose llevar por el Espíritu que permanece vivo en la comunidad.
Iii) Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado: Para nosotros, cristianos, Jesús es la Nueva Ley de Dios, proclamada desde lo alto de la montaña. Jesús ha sido elegido por el Padre como el nuevo Moisés, cuya palabra es Ley para nosotros: "Escuchadlo" (Mt 17,15). El Espíritu mandado por Él nos recordará todo lo que Él nos ha enseñado (Jn 14,26; 16,13). La observancia de la nueva Ley del amor se equilibra con la gratuidad de la presencia de Jesús en medio de nosotros, hasta el final de los tiempos.
* Mateo 28,20b: yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo: Cuando Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto, recibió de Dios una certeza, la única certeza que ofrece una total garantía: "Ve, ¡Yo estaré contigo!" (Ex 3,12). Y esta misma certeza les fue dada a los profetas y a otras personas enviadas por Dios para desarrollar una misión importante en el proyecto de Dios (Jer 1,8; Jue 6,16). María recibió la misma certeza cuando el ángel le dijo: "El Señor está contigo" (Lc 1,28). Jesús, en persona, es la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es Emmanuel, Dios con nosotros (Mt 1,23). Él estará con sus discípulos, con todos nosotros, hasta el final de los tiempos. Aquí se manifiesta la autoridad de Jesús. Él controla el tiempo y la historia. Él es el primero y el último (Ap 1,17). Antes del primero no existía nada y después del último no vendrá nada. Esta certeza es un apoyo para las personas, alimenta su fe, sostiene la esperanza y genera amor y donación de sí mismos.
c) Iluminando las palabras de Jesús: La misión universal de la comunidad
Abraham fue llamado a ser fuente de bendición, no sólo para sus propios descendientes, sino para todas las familias de la tierra (Gn 12,3). El pueblo de la esclavitud fue llamado, no sólo a restaurar las tribus de Jacob, sino también para ser luz de las naciones (Is 49,6; 42,6). El profeta Amós dijo que Dios no sólo liberó a Israel de Egipto, sino también a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir (Am 9,7). Dios, por tanto, se ocupa y se preocupa, tanto de los israelitas como de los filisteos y de los arameos (¡que eran los mayores enemigos del pueblo de Israel!). El profeta Elías pensaba que era el único defensor de Dios (Re 19,10.14), pero tuvo que escuchar que además de él... ¡había otros siete mil! (1 Re 18,18). El profeta Jonás quería que Yahvé fuese Dios solo de Israel, pero tuvo que reconocer que Él es el Dios de todos los pueblos, incluso de los habitantes de Nínive, los más acérrimos enemigos de Israel (Jon 4,1-11). En el Nuevo Testamento, el discípulo Juan quería que Jesús fuese sólo del pequeño grupo, de la comunidad, pero el mismo Jesús le corrigió y le dijo: ¡Quien no está contra nosotros, está con nosotros! (Mc 9,38-40).
Al final del primer siglo después de Cristo, las dificultades y las persecuciones probablemente llevaron a las comunidades cristianas a perder algo de su fuerza misionera y a cerrarse en sí mismas, como si fueran las únicas que defendían los valores del Reino. Pero el Evangelio de Mateo, fiel a una larga tradición de apertura hacia todos los pueblos, les hizo saber que las comunidades no pueden cerrarse en sí mismas. No pueden pretender para ellas el monopolio de la acción de Dios en el mundo. Dios no es propiedad de las comunidades, sino que las comunidades son propiedad de Yahvé (Ex 19,5). En medio de la humanidad que lucha y resiste contra la opresión, las comunidades deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33). Deben hacer que resuene en el mundo entero, entre todas las naciones, la Buena Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios está presente en medio de nosotros! Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se empeña en liberar a todos aquellos que gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su misión. Si la sal pierde su sabor... ¿para qué servirá? "¡No sirve ni para la tierra ni para el estercolero!" (Lc 14,35).
6. Salmo 150
Alabanza universal
¡Aleluya!
Alabad a Dios en su santuario,
alabadlo en su poderoso firmamento,
alabadlo por sus grandes hazañas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo con el toque de cuerno,
alabadlo con arpa y con cítara,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con cuerdas y flautas,
alabadlo con címbalos sonoros,
alabadlo con címbalos y aclamaciones.
¡Todo cuanto respira alabe a Yahvé!
¡Aleluya!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
www.ocarm.org
Lectio:
Domingo, 5 Junio, 2011
Id por todo el mundo...
Misión universal
Mateo 28,16-20
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Una clave de lectura:
El texto nos ofrece las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Es como si fuese un testamento, su última voluntad para la comunidad, aquello que más le preocupaba. A lo largo de la lectura, intentamos prestar atención a lo siguiente: "¿Sobre qué aspectos insiste más Jesús en sus últimas palabras?"
b) División del texto:
Mt 28,16: Indicación geo-gráfica: vuelta a Galilea
Mt 28,17: Aparición de Jesús y reacción de los discípulos
Mt 28,18-20a: Las últimas órdenes de Jesús
Mt 28,20b: La gran promesa, fuente de toda esperanza.
c) El texto:
16: Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17: Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron.
18-20a: Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
20b: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la reflexión personal.
a) ¿Cuál es el punto que más te ha llamado la atención y que más te ha tocado el corazón?
b) ¿Cuáles son las informaciones cronológicas y geográficas que ofrece el texto?
c) ¿Cuál es la actitud de los discípulos? ¿Cuál es el contenido de las palabras de Jesús a los discípulos?
d) ¿En qué consiste "todo poder en el cielo y en la tierra " que ha sido dado a Jesús?
e) ¿Qué significa "hacerse discípula-discípulo" de Jesús?
f) En este contexto ¿cuál es el significado del bautismo "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?"
g) ¿Qué evocación del AT se transparenta en la promesa "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo?"
5. Una clave de lectura
para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.
a) El contexto del Evangelio de Mateo
* El Evangelio de Mateo, escrito hacia el año 85, se dirige a una comunidad de judíos convertidos que vivían en Siria-Palestina. Estaban pasando una profunda crisis de identidad en relación a su pasado. Después de haber aceptado a Jesús como el Mesías esperado, continuaban acudiendo a la sinagoga y observando la ley y las antiguas tradiciones. Mantenían además una cierta afinidad con los fariseos y, tras la revuelta de los judíos de Palestina contra Roma (65 al 72), ellos y los fariseos eran los dos únicos grupos judíos que habían sobrevivido a la represión romana.
* A partir de los años 80, estos hermanos judíos, fariseos y cristianos, únicos supervivientes, comenzaron a luchar entre ellos por la posesión de las promesas del AT. Todos pretendían ser los herederos. Poco a poco, creció la tensión entre ellos y comenzaron a excomulgarse mutuamente. Los cristianos no podían ya acudir a la sinagoga y quedaron desconectados de su propio pasado. Cada grupo comenzó a organizarse a su propio modo: los fariseos en la sinagoga; los cristianos en la Iglesia. Ello agravò el problema de la identidad de las comunidades de judíos cristianos, ya que suscitaba problemas muy serios que requerían una respuesta urgente: "La herencia de las promesas del AT... ¿de quién es: de la sinagoga o de la Iglesia? ¿Con quién está Dios? ¿Cuál es verdaderamente el pueblo de Dios?"
* Entonces Mateo escribe su Evangelio para ayudar a estas comunidades a superar la crisis y a encontrar una respuesta a sus problemas. Su Evangelio es fundamentalmente un Evangelio de revelación que pretende mostrar que Jesús es el verdadero Mesías, el nuevo Moisés, en el que culmina toda la historia del Antiguo Testamento con sus promesas. Es también el Evangelio de la consolación para todos aquéllos que se sentían excluidos y perseguidos por sus propios hermanos judíos. Mateo quiere consolarles y ayudarles a superar el trauma de la ruptura. Es el Evangelio de la nueva práctica, ya que indica el camino por el que se llega a una nueva justicia, mayor que la de los fariseos. Es el Evangelio de la apertura, pues indica que la Buena Noticia de Dios que Jesús nos trae no puede permanecer escondida, sino que debe ser puesta sobre el candelero, para que ilumine la vida de todos los pueblos.
b) Comentario del texto de Mateo 28,16-20
* Mateo 28,16: Volviendo a Galilea: Todo comenzó en Galilea (Mt 4,12). Fue allí donde los discípulos oyeron la primera llamada (Mt 4,15) y allí Jesús prometió reunirlos de nuevo, después de la resurrección (Mt 26,31). En Lucas, Jesús prohíbe a los suyos que salgan de Jerusalén (Hch 1,4). En Mateo, la orden consiste en salir de Jerusalén y retornar a Galilea (Mt 28,7.10). Cada evangelista tiene su modo particular de presentar la persona de Jesús y su proyecto. Para Lucas, tras la resurrección de Jesús, el anuncio de la Buena Noticia debe comenzar en Jerusalén para poder llegar desde allí a todos los confines de la tierra (Hch 1,8). Para Mateo, el anuncio comienza en la Galilea de los paganos (Mt 4,15) para prefigurar así el paso de los judíos hacia los paganos.
Los discípulos debían ir hacia la montaña que Jesús les había mostrado. La montaña evoca el Monte Sinai, donde se había llevado a cabo la primera Alianza y donde Moisés recibió las tablas de la Ley de Dios (Ex 19 a 24; 34,1-35). Evoca la montaña de Dios, donde el profeta Elías se retiró para redescubrir el sentido de su misión (1Re 19,1-18). Evoca también la montaña de la Transfiguración, donde Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, aparecieron junto a Jesús, confirmando así que Él era el Mesías prometido (Mt 17,1-8).
* Mateo 28,17: Algunos dudaban: los primeros cristianos tuvieron mucha dificultad a la hora de creer en la Resurrección. Los evangelistas insisten en contarnos que dudaron mucho y que fueron incrédulos frente a la Resurrección de Jesús (Mc 16,11.13.14; Lc 24,11.21.25.36.41; Jn 20,25). La fe en la Resurrección fue fruto de un proceso lento y difícil, pero acabó por imponerse como la más grande certeza de los cristianos (1Cor 15,3-34).
* Mateo 28,18: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: La forma pasiva del verbo indica que Jesús recibió su autoridad del Padre. Pero ¿en qué consiste esta autoridad? En el Apocalipsis, el Cordero (Jesús resucitado) recibe de la mano de Dios el libro con los siete sellos (Ap 5,7) y se convierte en el Señor de la historia, el que debe asumir la ejecución del proyecto de Dios, descrito en el libro sellado, y como tal debe ser adorado por todas las criaturas (Ap 5,11-14). Con su autoridad y con su poder vence al Dragón, que es el poder del mal (Ap 12,1-9), y captura a la Bestia y al falso profeta, símbolos del Imperio romano (Ap 19,20). En el Credo de la Misa decimos que Jesús subió al cielo y se sienta a la derecha de Dios Padre, convirtiéndose así en el Juez devivos y muertos.
* Mateo 28,19-20a: Las últimas palabras de Jesús: tres órdenes a los discípulos: Revestido de la suprema autoridad, Jesús trasmite tres órdenes a los discípulos y a todos nosotros: (i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes; (ii); bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (iii) y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes: Ser discípulo no significa lo mismo que ser alumno. Un discípulo se relaciona con un maestro. Un alumno se relaciona con un profesor. El discípulo vive junto al maestro 24 horas al día; el alumno recibe lecciones del profesor durante algunas horas, y vuelve a su casa. El discipulado supone comunidad. Ser alumno supone solamente estar en un aula para las clases. En aquel tiempo, el discipulado se solía expresar con la frase Seguir al maestro. En la Regla del Carmelo se dice: Vivir en obsequio de Jesucristo. Para los primeros cristianos, Seguir a Jesús significaba tres cosas relacionadas entre sí:
- Imitar el ejemplo del Maestro: Jesús era el modelo que se debía imitar y recrear en la vida del discípulo y de la discípula (Jn 13,13-15). La convivencia diaria permitía una continua revisión. En esta Escuela de Jesús se enseñaba solo una materia: ¡el Reino! Y este Reino se reconocía en la vida y en la práctica de Jesús.
- Participar en el destino del Maestro: El que quería seguir a Jesús, debía comprometerse con Él: "estar con Él en las tentaciones" (Lc 22,28), e incluso en la persecución (Jn 15,20; Mt 10,24-25). Debía estar por tanto dispuesto a cargar con la cruz y a morir con Él (Mc 8,34-35; Jn 11,16).
- Poseer en sí mismo la vida de Jesús: Después de la Pascua, se añade una tercera dimensión: "Vivo, pero no soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mí" (Gal 2,20). Los primeros cristianos intentaron identificarse profundamente con Jesús. Se trata de la dimensión mística del seguimiento de Jesús, fruto de la acción del Espíritu.
ii) Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: La Trinidad es a la vez la fuente, el destino y el camino. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del Padre que nos ha sido revelado por Jesús, se compromete a vivir como un hermano en la fraternidad. Y si Dios es Padre, nosotros somos todos hermanos y hermanas entre nosotros. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del Hijo que es Jesús, se compromete a imitar Jesús y a seguirlo hasta la cruz para poder resucitar con Él. Y el poder que Jesús recibió del Padre es un poder creador que vence la muerte. Y el que ha sido bautizado en el nombre del Espíritu Santo que nos ha sido dado por Jesús en el día de Pentecostés, se compromete a interiorizar la fraternidad y el seguimiento de Jesús, dejándose llevar por el Espíritu que permanece vivo en la comunidad.
Iii) Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado: Para nosotros, cristianos, Jesús es la Nueva Ley de Dios, proclamada desde lo alto de la montaña. Jesús ha sido elegido por el Padre como el nuevo Moisés, cuya palabra es Ley para nosotros: "Escuchadlo" (Mt 17,15). El Espíritu mandado por Él nos recordará todo lo que Él nos ha enseñado (Jn 14,26; 16,13). La observancia de la nueva Ley del amor se equilibra con la gratuidad de la presencia de Jesús en medio de nosotros, hasta el final de los tiempos.
* Mateo 28,20b: yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo: Cuando Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto, recibió de Dios una certeza, la única certeza que ofrece una total garantía: "Ve, ¡Yo estaré contigo!" (Ex 3,12). Y esta misma certeza les fue dada a los profetas y a otras personas enviadas por Dios para desarrollar una misión importante en el proyecto de Dios (Jer 1,8; Jue 6,16). María recibió la misma certeza cuando el ángel le dijo: "El Señor está contigo" (Lc 1,28). Jesús, en persona, es la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es Emmanuel, Dios con nosotros (Mt 1,23). Él estará con sus discípulos, con todos nosotros, hasta el final de los tiempos. Aquí se manifiesta la autoridad de Jesús. Él controla el tiempo y la historia. Él es el primero y el último (Ap 1,17). Antes del primero no existía nada y después del último no vendrá nada. Esta certeza es un apoyo para las personas, alimenta su fe, sostiene la esperanza y genera amor y donación de sí mismos.
c) Iluminando las palabras de Jesús: La misión universal de la comunidad
Abraham fue llamado a ser fuente de bendición, no sólo para sus propios descendientes, sino para todas las familias de la tierra (Gn 12,3). El pueblo de la esclavitud fue llamado, no sólo a restaurar las tribus de Jacob, sino también para ser luz de las naciones (Is 49,6; 42,6). El profeta Amós dijo que Dios no sólo liberó a Israel de Egipto, sino también a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir (Am 9,7). Dios, por tanto, se ocupa y se preocupa, tanto de los israelitas como de los filisteos y de los arameos (¡que eran los mayores enemigos del pueblo de Israel!). El profeta Elías pensaba que era el único defensor de Dios (Re 19,10.14), pero tuvo que escuchar que además de él... ¡había otros siete mil! (1 Re 18,18). El profeta Jonás quería que Yahvé fuese Dios solo de Israel, pero tuvo que reconocer que Él es el Dios de todos los pueblos, incluso de los habitantes de Nínive, los más acérrimos enemigos de Israel (Jon 4,1-11). En el Nuevo Testamento, el discípulo Juan quería que Jesús fuese sólo del pequeño grupo, de la comunidad, pero el mismo Jesús le corrigió y le dijo: ¡Quien no está contra nosotros, está con nosotros! (Mc 9,38-40).
Al final del primer siglo después de Cristo, las dificultades y las persecuciones probablemente llevaron a las comunidades cristianas a perder algo de su fuerza misionera y a cerrarse en sí mismas, como si fueran las únicas que defendían los valores del Reino. Pero el Evangelio de Mateo, fiel a una larga tradición de apertura hacia todos los pueblos, les hizo saber que las comunidades no pueden cerrarse en sí mismas. No pueden pretender para ellas el monopolio de la acción de Dios en el mundo. Dios no es propiedad de las comunidades, sino que las comunidades son propiedad de Yahvé (Ex 19,5). En medio de la humanidad que lucha y resiste contra la opresión, las comunidades deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33). Deben hacer que resuene en el mundo entero, entre todas las naciones, la Buena Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios está presente en medio de nosotros! Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se empeña en liberar a todos aquellos que gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su misión. Si la sal pierde su sabor... ¿para qué servirá? "¡No sirve ni para la tierra ni para el estercolero!" (Lc 14,35).
6. Salmo 150
Alabanza universal
¡Aleluya!
Alabad a Dios en su santuario,
alabadlo en su poderoso firmamento,
alabadlo por sus grandes hazañas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo con el toque de cuerno,
alabadlo con arpa y con cítara,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con cuerdas y flautas,
alabadlo con címbalos sonoros,
alabadlo con címbalos y aclamaciones.
¡Todo cuanto respira alabe a Yahvé!
¡Aleluya!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
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Meditacion: Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 06 de junio 2011
Meditación: Ascensión del Señor; ciclo A
«Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado.» (Mateo 28, 16-20).
1º. Jesús, te has ido a la derecha del Padre, en el Cielo.
Así culminas la obra de la Redención, abriéndonos las puertas de tu Reino.
«Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con él eternamente» (CEC.- 666).
Pero ahora, ¿qué voy a hacer si Tú no estás, si no te veo, si no te oigo?
Y me respondes: «Yo os envío al que mi Padre ha prometido.»
En diez días, el día de Pentecostés, vas a enviar al Espíritu Santo; y los apóstoles, hoy aún titubeantes, se van a lanzar a predicar en tu nombre la «conversión para perdón de los pecados a todas las gentes.»
2º. «La liturgia pone ante nuestros ojos, una vez más, el último de los misterios de la vida de Jesucristo entre los hombres: su Ascensión a los cielos. Desde el Nacimiento en Belén, han ocurrido muchas cosas: lo hemos encontrado en la cuna, adorado por pastores y por reyes; lo hemos contemplado en los largos años de trabajo silencioso, en Nazaret; lo hemos acompañado a través de las tierras de Palestina, predicando a los hombres el Reino de Dios y haciendo el bien a todos. Y más tarde, en los días de su Pasión, hemos sufrido al presenciar cómo lo acusaban, con qué saña lo maltrataban, con cuánto odio lo crucificaban.
Al dolor, siguió la alegría luminosa de la Resurrección. ¡Qué fundamento más claro y más firme para nuestra fe! Ya no deberíamos dudar. Pero quizá, como los Apóstoles, somos todavía débiles y en este día de la Ascensión, preguntamos a Cristo: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»; ¿es ahora cuando desaparecerán, definitivamente, todas nuestras perplejidades, y todas nuestras miserias?
El Señor nos responde subiendo a los cielos. También como los Apóstoles, permanecemos entre admirados y tristes al ver que nos deja. No es fácil, en realidad, acostumbrarse a la ausencia física de Jesús. Me conmueve recordar que, en un alarde de amor se ha ido y se ha quedado; se ha ido al Cielo y se nos entrega como alimento en la Hostia Santa. Echamos de menos, sin embargo, su palabra humana, su forma de actuar, de mirar, de son reír, de hacer el bien. Querríamos volver a mirarle de cerca, cuando se sienta al lado del pozo cansado por el duro camino, cuando llora por Lázaro, cuando ora largamente, cuando se compadece de la muchedumbre.
Siempre me ha parecido lógico y me ha llenado de alegría que la Santísimo Humanidad de Jesucristo suba a la gloria del Padre, pero pienso también que esta tristeza, peculiar del día de la Ascensión, es una muestra del amor que sentimos por Jesús, Señor Nuestro. El, siendo perfecto Dios, se hizo hombre, perfecto hombre, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Y se separa de nosotros, para ir al cielo. ¿Cómo no echarlo en falta?
Si sabemos contemplar el misterio de Cristo, si nos esforzamos en verlo con los ojos limpios, nos daremos cuenta de que es posible también ahora acercarnos íntimamente a Jesús, en cuerpo y alma. Cristo nos ha marcado claramente el camino: por el Pan y por la Palabra, alimentándonos con la Eucaristía y conociendo y cumpliendo lo que vino a enseñarnos, a la vez que conversamos con Él en la oración» (Es Cristo que pasa, 117-118).
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
«Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado.» (Mateo 28, 16-20).
1º. Jesús, te has ido a la derecha del Padre, en el Cielo.
Así culminas la obra de la Redención, abriéndonos las puertas de tu Reino.
«Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con él eternamente» (CEC.- 666).
Pero ahora, ¿qué voy a hacer si Tú no estás, si no te veo, si no te oigo?
Y me respondes: «Yo os envío al que mi Padre ha prometido.»
En diez días, el día de Pentecostés, vas a enviar al Espíritu Santo; y los apóstoles, hoy aún titubeantes, se van a lanzar a predicar en tu nombre la «conversión para perdón de los pecados a todas las gentes.»
2º. «La liturgia pone ante nuestros ojos, una vez más, el último de los misterios de la vida de Jesucristo entre los hombres: su Ascensión a los cielos. Desde el Nacimiento en Belén, han ocurrido muchas cosas: lo hemos encontrado en la cuna, adorado por pastores y por reyes; lo hemos contemplado en los largos años de trabajo silencioso, en Nazaret; lo hemos acompañado a través de las tierras de Palestina, predicando a los hombres el Reino de Dios y haciendo el bien a todos. Y más tarde, en los días de su Pasión, hemos sufrido al presenciar cómo lo acusaban, con qué saña lo maltrataban, con cuánto odio lo crucificaban.
Al dolor, siguió la alegría luminosa de la Resurrección. ¡Qué fundamento más claro y más firme para nuestra fe! Ya no deberíamos dudar. Pero quizá, como los Apóstoles, somos todavía débiles y en este día de la Ascensión, preguntamos a Cristo: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»; ¿es ahora cuando desaparecerán, definitivamente, todas nuestras perplejidades, y todas nuestras miserias?
El Señor nos responde subiendo a los cielos. También como los Apóstoles, permanecemos entre admirados y tristes al ver que nos deja. No es fácil, en realidad, acostumbrarse a la ausencia física de Jesús. Me conmueve recordar que, en un alarde de amor se ha ido y se ha quedado; se ha ido al Cielo y se nos entrega como alimento en la Hostia Santa. Echamos de menos, sin embargo, su palabra humana, su forma de actuar, de mirar, de son reír, de hacer el bien. Querríamos volver a mirarle de cerca, cuando se sienta al lado del pozo cansado por el duro camino, cuando llora por Lázaro, cuando ora largamente, cuando se compadece de la muchedumbre.
Siempre me ha parecido lógico y me ha llenado de alegría que la Santísimo Humanidad de Jesucristo suba a la gloria del Padre, pero pienso también que esta tristeza, peculiar del día de la Ascensión, es una muestra del amor que sentimos por Jesús, Señor Nuestro. El, siendo perfecto Dios, se hizo hombre, perfecto hombre, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Y se separa de nosotros, para ir al cielo. ¿Cómo no echarlo en falta?
Si sabemos contemplar el misterio de Cristo, si nos esforzamos en verlo con los ojos limpios, nos daremos cuenta de que es posible también ahora acercarnos íntimamente a Jesús, en cuerpo y alma. Cristo nos ha marcado claramente el camino: por el Pan y por la Palabra, alimentándonos con la Eucaristía y conociendo y cumpliendo lo que vino a enseñarnos, a la vez que conversamos con Él en la oración» (Es Cristo que pasa, 117-118).
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
Santoral del 06 de junio. San Bonifacio
San Bonifacio
Llamado el "apóstol de Alemania", nació en Crediton, Devonshire. Pertenecía a una buena familia y ya manifestó a muy temprana edad y en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Empezó sus estudios teológicos en los monasterios de Exeter y Nutcell, y profesó a los treinta años.
En 715 realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en su lengua, su propia lengua anglo-sajona, muy similar a la lengua frisona, pero sus esfuerzos resultaron vanos a causa de la guerra que enfrentaba a Carlos Martel y a Radbol, rey de los frisones.
En 718, Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia, y regresa a Roma para informar de todo ello al Papa. En esta ocasión el Papa le nombra obispo y Bonifacio retorna a Alemania con plenos poderes. Bautiza a miles de paganos y se implica en los problemas de numerosos cristianos que habían perdido el contacto con la jerarquía de la Iglesia católica.
En 738 acude a Roma nuevamente donde, el sucesor de Gregorio II, Gregorio III le nombra arzobispo y delegado Papal. Continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742, con uno de sus principales discípulos, Sturm, funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg, ambos creados por Bonifacio, se interesó con gran celo en el desarrollo de esta abadía que llegó a ser el centro principal para la formación de los monjes. El financiamiento inicial de la abadía fue asignado por Pipino el Breve, el hijo de Carlos Martel. El apoyo de los Mayordomos de palacio y, más tarde, de los primeros Pipinides y reyes carolingios, fue crucial para Bonifacio que logró mantener el equilibrio entre su ayuda y la del papado, así como la de los gobernadores de Agilolfing de Baviera. En 746 obispo de Maguncia.
Cuando regresa de su misión en Baviera, Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg, Erfurt y Buraburg. Nombra a sus discípulos obispos y consigue que éstos tengan una cierta independencia con respecto al poder carolingio. Organiza unos sínodos provinciales en la Iglesia franca y aunque sus relaciones con el rey de los francos son a veces azarosas, corona a Pipino el Breve en Soissons, en 751 consagrándole en marzo del año siguiente. Continúa ocupándose de los asuntos internos de su país de origen, y envía, en 746, una larga carta de reprimenda al rey Aethelbald de Mercie, en la que muestra su disconformidad por las costumbres sexuales que le parecen un mal ejemplo para los pueblos no cristianizados todavía.
Nunca renunció, en su interior, a convertir a los frisones. En 750, nombra a su discípulo, Gregorio, abad de la abadía de San Martín de Utrecht, enseñándole y ayudándole en la administración de la diócesis, la menos cristianizada de su vasto campo de apostolado. Pasa un largo tiempo en Frisia y, en 754, bautiza a un gran número de habitantes de esta región que, en su mayoría, es todavía, pagana.
El 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es asesinado en Flandes, cerca de la ribera de Borré Becque, entre Kassel y Hazebrouck, al este de Saint-Omer, a unos cuarenta kilómetros de Dunkerque. El hecho de que ciertos escritos históricos actuales sitúen el lugar de su muerte en Dokkum, en Frisia (Países Bajos) nace de la falsificación de un antiguo texto escrito por un monje de Utrecht del siglo XIII que cambió el nombre original de Dockynchirica (Dunkerque) por el de Dockinga, nombre primitivo de Dokkum. El departamento de Dokkum que no existía en 754, se menciona siempre como el lugar en el que murió Bonifacio, pese a que, hoy en día, un gran número de historiadores medievalistas refutan esta afirmación.
Se encuentran, recogidos por Serrarius, 1605 in-4, Sermones y Cartas de Bonifacio, que fueron reeditadas por Giles, en Londres, en 1844. Su discípulo, Willibal, escribió su Vida en latín.
sus ultimas palabras fueron "animo en Cristo" Sus principales atributos son: el hábito de obispo, la mitra y un libro cruzado por una espada. En ocasiones se le representa bautizando a los conversos, con un pie encima de un roble abatido que simboliza el sometimiento de la religión pagana.
A Bonifacio se le atribuye la invención del árbol de Navidad. Según la leyenda, cortó un fresno decorado, consagrado a los dioses de los germanos; y lo cambió por un pino, cambiándole su significado por completo.
Llamado el "apóstol de Alemania", nació en Crediton, Devonshire. Pertenecía a una buena familia y ya manifestó a muy temprana edad y en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Empezó sus estudios teológicos en los monasterios de Exeter y Nutcell, y profesó a los treinta años.
En 715 realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en su lengua, su propia lengua anglo-sajona, muy similar a la lengua frisona, pero sus esfuerzos resultaron vanos a causa de la guerra que enfrentaba a Carlos Martel y a Radbol, rey de los frisones.
En 718, Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia, y regresa a Roma para informar de todo ello al Papa. En esta ocasión el Papa le nombra obispo y Bonifacio retorna a Alemania con plenos poderes. Bautiza a miles de paganos y se implica en los problemas de numerosos cristianos que habían perdido el contacto con la jerarquía de la Iglesia católica.
En 738 acude a Roma nuevamente donde, el sucesor de Gregorio II, Gregorio III le nombra arzobispo y delegado Papal. Continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742, con uno de sus principales discípulos, Sturm, funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg, ambos creados por Bonifacio, se interesó con gran celo en el desarrollo de esta abadía que llegó a ser el centro principal para la formación de los monjes. El financiamiento inicial de la abadía fue asignado por Pipino el Breve, el hijo de Carlos Martel. El apoyo de los Mayordomos de palacio y, más tarde, de los primeros Pipinides y reyes carolingios, fue crucial para Bonifacio que logró mantener el equilibrio entre su ayuda y la del papado, así como la de los gobernadores de Agilolfing de Baviera. En 746 obispo de Maguncia.
Cuando regresa de su misión en Baviera, Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg, Erfurt y Buraburg. Nombra a sus discípulos obispos y consigue que éstos tengan una cierta independencia con respecto al poder carolingio. Organiza unos sínodos provinciales en la Iglesia franca y aunque sus relaciones con el rey de los francos son a veces azarosas, corona a Pipino el Breve en Soissons, en 751 consagrándole en marzo del año siguiente. Continúa ocupándose de los asuntos internos de su país de origen, y envía, en 746, una larga carta de reprimenda al rey Aethelbald de Mercie, en la que muestra su disconformidad por las costumbres sexuales que le parecen un mal ejemplo para los pueblos no cristianizados todavía.
Nunca renunció, en su interior, a convertir a los frisones. En 750, nombra a su discípulo, Gregorio, abad de la abadía de San Martín de Utrecht, enseñándole y ayudándole en la administración de la diócesis, la menos cristianizada de su vasto campo de apostolado. Pasa un largo tiempo en Frisia y, en 754, bautiza a un gran número de habitantes de esta región que, en su mayoría, es todavía, pagana.
El 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es asesinado en Flandes, cerca de la ribera de Borré Becque, entre Kassel y Hazebrouck, al este de Saint-Omer, a unos cuarenta kilómetros de Dunkerque. El hecho de que ciertos escritos históricos actuales sitúen el lugar de su muerte en Dokkum, en Frisia (Países Bajos) nace de la falsificación de un antiguo texto escrito por un monje de Utrecht del siglo XIII que cambió el nombre original de Dockynchirica (Dunkerque) por el de Dockinga, nombre primitivo de Dokkum. El departamento de Dokkum que no existía en 754, se menciona siempre como el lugar en el que murió Bonifacio, pese a que, hoy en día, un gran número de historiadores medievalistas refutan esta afirmación.
Se encuentran, recogidos por Serrarius, 1605 in-4, Sermones y Cartas de Bonifacio, que fueron reeditadas por Giles, en Londres, en 1844. Su discípulo, Willibal, escribió su Vida en latín.
sus ultimas palabras fueron "animo en Cristo" Sus principales atributos son: el hábito de obispo, la mitra y un libro cruzado por una espada. En ocasiones se le representa bautizando a los conversos, con un pie encima de un roble abatido que simboliza el sometimiento de la religión pagana.
A Bonifacio se le atribuye la invención del árbol de Navidad. Según la leyenda, cortó un fresno decorado, consagrado a los dioses de los germanos; y lo cambió por un pino, cambiándole su significado por completo.
Calendario Litúrgico: Domingo VII Semana de Pascua. Ciclo A. 06 de junio 2011
5 0 VII DOMINGO DE PASCUA. LA ASCENSIÓN DEL
SEÑOR, Solemnidad
Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, cuando cuarenta días
después de la Resurrección fue elevado al cielo en presencia de los discípulos,
sentándose a la derecha del Padre, hasta que venga en su gloria a juzgar a vivos
y muertos (elog. del Martirologio Romano).
Misa de la Solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. pr., embolismos props.
en las PP. EE. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I, pág. 154.
- Hch 1, 1-11. Lo vieron levantarse.
- Sal 46. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
- Ef 1, 17-23. Lo sentó a su derecha en el cielo.
- Mt 28, 16-20. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Sentado a la derecha del Padre. La fiesta de hoy forma parte del
misterio pascual de Cristo. Jesús ha cumplido su misión; se vuelve
al Padre y se queda entre nosotros. Es ausencia y presencia a la
vez. Cristo resucitado da sus últimas recomendaciones a sus discípulos
(1 lect.) y los envia a ser testigos y anunciadores del Evangelio
(Ev.). Cristo está sentado a la derecha del Padre (2 lect.).
JORNADA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES
SOCIALES (pontificia): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada
y en la hom., intención en la orac. univ., colecta.
El Cirio Pascual sigue junto al altar o junto al ambón hasta el Domingo
de Pentecostés, inclusive.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum.
Martirologio: elog. pr. de la Solemnidad de la Ascensión
del Señor, pág. 44 y elogs. del día 6 de junio, pág. 351.
SEÑOR, Solemnidad
Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, cuando cuarenta días
después de la Resurrección fue elevado al cielo en presencia de los discípulos,
sentándose a la derecha del Padre, hasta que venga en su gloria a juzgar a vivos
y muertos (elog. del Martirologio Romano).
Misa de la Solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. pr., embolismos props.
en las PP. EE. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I, pág. 154.
- Hch 1, 1-11. Lo vieron levantarse.
- Sal 46. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
- Ef 1, 17-23. Lo sentó a su derecha en el cielo.
- Mt 28, 16-20. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Sentado a la derecha del Padre. La fiesta de hoy forma parte del
misterio pascual de Cristo. Jesús ha cumplido su misión; se vuelve
al Padre y se queda entre nosotros. Es ausencia y presencia a la
vez. Cristo resucitado da sus últimas recomendaciones a sus discípulos
(1 lect.) y los envia a ser testigos y anunciadores del Evangelio
(Ev.). Cristo está sentado a la derecha del Padre (2 lect.).
JORNADA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES
SOCIALES (pontificia): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada
y en la hom., intención en la orac. univ., colecta.
El Cirio Pascual sigue junto al altar o junto al ambón hasta el Domingo
de Pentecostés, inclusive.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum.
Martirologio: elog. pr. de la Solemnidad de la Ascensión
del Señor, pág. 44 y elogs. del día 6 de junio, pág. 351.
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