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sábado, 5 de febrero de 2011

Bendición Apostólica de su Santidad Benedicto XVI

http://www.portalsangabriel.com/videos/30/bendicion-apostolica-de-s-s-benedicto-xvi

Moniciones a las Lecturas y Oración de los Fieles. Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

V Domingo del Tiempo Ordinario
6 de febrero de 2011
MONICIÓN DE ENTRADA
Les deseamos nuestra más cordial bienvenida a la Eucaristía de este Quinto Domingo del Tiempo Ordinario. Jesús de Nazaret nos hace, en este día, una invitación clara a la transmisión de su Palabra. Nos emplaza a que llevemos su luz a todos aquellos que están lejos de la luz, y viven en la tiniebla. Y nos dice, además, que si Él es la luz que guía nuestras vidas, nosotros debemos ser luz para todo aquel que está en la oscuridad. Añade una buena receta: que seamos, además, sal, para que nuestra fe, llena de sabor, atraiga a todos. Pudiera ser que nuestra forma de transmitir haga el mensaje algo soso y sin atractivo. Tal vez, hoy más que nunca debemos preguntarnos si realmente sabemos atraer a nuestros hermanos a la luz de Cristo. Nos ponemos de pie para recibir al Celebrante, cantando.

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- En la primera lectura el Profeta Isaías avanza el futuro mensaje de Cristo. Ser luz del mundo es compartir con los hermanos, no oprimir, no perseguir. Siendo así, lo dice el profeta, Dios estará con nosotros. Es una gran promesa. Escuchemos
2.- San Pablo, en la segunda lectura que corresponde a su primera carta dirigida a los fieles de Corinto, condensa su doctrina sobre que Dios actúa por medio de nuestra debilidad y que el poder de la fe, sin duda, hace milagros. Escuchemos
3.- El Evangelio de San Mateo nos dice que por mandato de Cristo todos los discípulos tienen una misión primordial y universal, dar sentido a la vida de todos mediante el amor y las buenas obras. Hemos de ser luz del mundo. Tengámoslo en cuenta y escuchemos con mucha atención. De pie para escuchar la proclamación del Santo Evangelio.




V Domingo del Tiempo Ordinario
6 de febrero de 2011
La oración de los fieles
CELEBRANTE
Estamos llamados a ser luz del mundo. Una luz que refleje la única Luz. Pidamos al Padre que nos haga dóciles a su voz para así llevemos su Luz a los demás hombres: Pidámosle al Padre diciéndole:
SEÑOR, QUE TU LUZ NOS ILUMINE.
1.- Por el Papa, los obispos, sacerdotes y laicos, para que nuestra vida sea conforme a los testigos de la Luz y así el mundo crea en Cristo verdadera Luz del mundo.
OREMOS AL SEÑOR
MONITOR
2.- Por los que ostentan el poder político y económico para que todo su esfuerzo sea en beneficio de los más necesitados.
OREMOS AL SEÑOR
3.- Por todos los que andan a oscuras para que brille para ellos la luz de Cristo a través de su Iglesia.
OREMOS AL SEÑOR
4.- Por los enfermos y necesitados para que Dios inspire en su Iglesia hombres y mujeres dispuestos a llevar a Cristo a todos ellos.
OREMOS AL SEÑOR
5.- Por los niños no nacidos para que puedan ver la luz y siguiendo las enseñanzas de la Iglesia descubran a Cristo Luz y guía hacia el Padre.
OREMOS AL SEÑOR
6.-Por la Obra Por Cristo…Mas, Mas, Mas, para que esta sea una verdadera luz, que ilumine a todos los hermanos que se acercan a ella y sea una verdadero faro que ilumine a tantos hermanos necesitados.
OREMOS AL SEÑOR
7.- Por todos nosotros que hemos sido llamados a ser luz en este mundo por aquel que es la Luz para que seamos dóciles y dejemos a Cristo ser luz en nosotros.
OREMOS AL SEÑOR
CELEBRANTE
Padre, acoge con generosidad estas súplicas que desde la humildad tu pueblo te presenta.
Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor.
Amen

Homilías. Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

1.- LA SAL Y LA LUZ DE LA CARIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Cuando partas tu pan con el hambriento, brillará tu luz en las tinieblas. Me ha parecido interesantísimo el comentario que hace hoy el profeta Isaías a las palabras de Cristo en el evangelio. Los siglos que separan la existencia del profeta Isaías de la existencia de Cristo no impiden ver en este texto del profeta una maravillosa aplicación a lo que Cristo recomienda a sus discípulos. Cristo nos dice que seamos luz y que seamos sal para iluminar y para dar sabor cristiano a la vida de los demás. El profeta nos dice que sólo seremos luz para los demás si encendemos en nuestro corazón el fuego de la caridad. Lo dice con palabras tan bellas que es mejor repetirlas que interpretarlas. “Cuando partas tu pan con el hambriento, hospedes a los pobres sin techo, vistas al desnudo y no te cierres a tu propia carne, entonces romperá tu luz como la aurora, te abrirá camino la justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá, gritarás y te dirá ‘aquí estoy’”. Este texto del profeta, como sabemos, es un texto referido al ayuno. El ayuno que no te abre al prójimo es un ayuno estéril. El ayuno aquí no se refiere sólo a privarse de comida, sino a desterrar la opresión, la maledicencia y la violencia. Lo que nos dice hoy el profeta Isaías es tan válido para nosotros, los cristianos del siglo XXI, como lo era para los judíos de los siglos séptimo y octavo, antes de Cristo. El rostro de Dios se manifiesta más en la misericordia que en el cumplimiento de normas, leyes y ritos. Al final de nuestra vida no nos van a juzgar por las bellas palabras que hayamos dicho, ni por los muchos rosarios que hayamos rezado –es solo un ejemplo-; al final de nuestras vidas nos juzgarán por el amor, por nuestro amor a Dios manifestado en nuestro amor al prójimo. Este es el mandamiento de Jesús. Si nuestra vida está dirigida por el amor al prójimo desembocará necesariamente en Dios. Si nuestra luz ha brillado a lo largo de nuestra vida en acciones de caridad y justicia, Dios, al final, nos mirará complacido y nos dirá “aquí estoy”.
2.- Si la sal se vuelve sosa, no sirve más que para tirarla fuera. La sal física no se puede volver nunca sosa; es químicamente imposible. Pero la sal de la vida, la que debe dar sabor, y saber, y sabiduría, a nuestra vida, sí puede perder fuerza y terminar disolviéndose en la apatía y la vulgaridad. Entonces sólo vale para tirarla fuera. Eso es lo peor que puede pasarle a nuestro cristianismo personal y social: que se haga anodino, y convencional, y ropaje puramente externo. Entonces puede ser tirado fuera, porque puede ser sustituido fácilmente por otros credos y costumbres sociales igualmente convencionales. Y es que si nuestro cristianismo no tiene fuerza interior, no es una gran luz del alma, se quedará sólo en eso, en gestos externos y en costumbres sociales y convencionales. Más pronto que tarde, terminará en la insignificancia y en la nada. Igualmente, si nuestra luz sólo alumbra debajo del celemín, los demás, el mundo, no verán, ni se sentirán iluminados por nuestra luz.
3.- Mi palabra y mi predicación no fueron sino en la manifestación y el poder del Espíritu. San Pablo les dice a los primeros cristianos de Corinto que no les atrajo él a la fe en Cristo con palabras sabias y cultas, sino que el verdadero artífice de la evangelización fue el poder del Espíritu que residía en él. Por eso, les dice, debe quedaros claro que vuestra fe no debe apoyarse en la sabiduría humana, sino en la gracia y el poder de Dios que habite en vosotros. Si creemos que vamos a convertir y a evangelizar al mundo con razones científicas estamos muy equivocados. No será la luz de nuestra razón científica la que convertirá al mundo, sino la luz de nuestro amor y de nuestra caridad. Las razones cultas de nuestros teólogos influyen menos en la conversión al cristianismo, que el ejemplo de caridad y amor que nos han dado la Madre Teresa de Calcuta y el misionero Vicente Ferrer.
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2.- BUENAS OBRAS QUE SE CONVIERTEN EN LUZ
Por Pedro Juan Díaz
1.- La “sal” y la “luz” son dos imágenes muy claras de lo que Jesús quiere ayudarnos a vivir como discípulos. Estas dos parábolas son continuación del mensaje de las bienaventuranzas que escuchábamos la semana pasada. Digamos que son un efecto de acoger ese mensaje de felicidad que Jesús nos propone. Nos convertimos en discípulos, somos fermento de una humanidad nueva y mejorada. Ponemos el “buen sabor” y la “luz” de Jesús en nuestros actos de cada día. En definitiva, vivimos el amor de Jesús y al estilo de Jesús.
A los niños de la catequesis que van a hacer la primera Comunión este año les hemos regalado un tarro de sal en el día que han hecho la renovación de sus promesas bautismales, como símbolo de ese “buen sabor” de Jesús que ellos se comprometen a poner, desde su pequeña madurez, en todo lo que hagan. Nosotros, como adultos, cada vez que rezamos el Credo también renovamos nuestra fe, y asumimos el mismo compromiso que estos niños, pero con un nivel de madurez mayor, o por lo menos eso se supone.
2.- ¿Cómo ser sal y luz en los tiempos que corren? Creo que si estamos más atentos a la Palabra de Dios descubriremos muchas pistas para ello. Por ejemplo, hoy la primera lectura del profeta Isaías es un ejemplo muy claro. Habla Isaías de “parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo… sacia el estómago del indigente”. Estos gestos de amor al prójimo, especialmente al más pobre y necesitado, harán posible lo que Isaías dice a continuación: “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.
Los niños de la catequesis aprenden que todos los mandamientos se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Son dos mandamientos inseparables. Y eso es lo que viene a decir también la palabra de Dios de hoy. Ser sal y luz es posible en la medida que nuestro amor a Dios se concreta en el amor al prójimo, y especialmente al prójimo más necesitado, más pobre. Es por esto por lo que destacó fundamentalmente la vida de Jesús, por su cercanía a los pobres, los enfermos, los excluidos, los pecadores… El Evangelio es y será siempre una invitación a vivir y a amar al estilo de Jesús.
3.- Jesús, después de estas dos imágenes, termina diciendo: “alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Esas “buenas obras” se convierten en luz que posibilita a otras personas descubrir el amor y la cercanía de Dios. Son signos de una nueva evangelización que no se hará con palabras, sino con gestos, con gestos de amor, con los gestos y maneras de Jesús, que siguen siendo válidos y actuales, y de los que necesitamos seguir aprendiendo. Y sólo podemos aprenderlos si nos acercamos a la Palabra de Dios con un corazón de discípulo.
4.- Cada domingo nos acercamos a la Eucaristía, Dios nos habla al corazón, parte el pan para nosotros, se nos da en alimento. La Eucaristía que celebramos se convierte en un reto y es el de acercar ese amor de Dios a los más pobres y eso no lo va a hacer nadie por nosotros. Jesús nos invita a ser sal y luz, a amar como él nos amó, a implicarnos activamente en la vida de los pobres, para descubrir el verdadero sentido de las bienaventuranzas, para descubrir el gran proyecto de amor que Dios tiene para nosotros y que nos ha mostrado en su hijo Jesús. Proclamemos juntos nuestra fe, renovemos nuestro compromiso con los más pobres, acojamos con alegría la invitación a ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
3.- ILUMINAR Y DAR SABOR AL MUNDO
Por José María Martín OSA
1- Sal de la tierra y luz del mundo. Hay comparaciones en el evangelio que son muy expresivas y están cargadas de sentido. Son muy buenas para entender a Jesús y saber lo que es el Reino de Dios. Está claro que Jesús predicaba el Reino de Dios con un lenguaje expresivo y, al mismo tiempo, al alcance del pueblo. ¿Quién no entiende lo que es la sal y la luz? Pues, eso tenemos que ser los cristianos en medio de la sociedad. Nos damos cuenta que el valor de la luz y de la sal están en función de algo, son o sirven para algo. Tienen un marcado sentido funcional y social. Calientan, alumbran, sazonan y preservan de la corrupción. La fe no es sólo para salvarse uno, sino que entraña siempre una misión para los demás, como la luz y la sal. La luz ilumina las tinieblas, nos marca el camino. La sal se usa para conservar y mantener sanos los alimentos. Como apóstoles del tercer milenio, nos corresponde a nosotros conservar y mantener viva y encendida la conciencia de la presencia de Jesucristo. La sal condimenta y da sabor a la comida. Siguiendo a Cristo, debemos cambiar y mejorar el "sabor" de la historia humana. Con nuestra fe, esperanza y amor, con nuestra fortaleza y perseverancia, debemos humanizar el mundo en que vivimos.
2.- El justo brilla en las tinieblas. El Salmo 111 nos recuerda el valor del testimonio de vida como medio ideal para iluminar el mundo. Una llama pequeña vence la dureza de la noche. Lo innegable es que, en demasiadas ocasiones, la zona oscura la hemos ocupado los cristianos y el espectáculo de la corrupción lo hemos prodigado con gran generosidad. No es evidente que hayamos entendido cómo y cuándo se es luz y sal. Pero las dudas las disipa hoy Isaías con unas frases que son un auténtico detonante, que parecen, por su vigor y su tono incisivo y directo, palabras tomadas de la propaganda de cualquier movimiento reivindicativo antisistema: "Parte tu pan con el hambriento... Cuando destierres de ti el gesto amenazador y la maledicencia... brillará tu luz en las tinieblas" (Is 58, 6-10). Ser luz es sólo esto: compartir el pan, y el techo y el vestido. Ser sal es desterrar la opresión, el gesto amenazante y la maledicencia. No se puede decir más en menos. Y, naturalmente, es hacer todo esto por Dios. ¿Vivimos los cristianos codo a codo con los hombres sus diarios problemas y participamos activamente de ese entramado de gozo y dolor que es la vida de todo ser humano? Evidentemente almacenamos, cerramos, poseemos, despreciamos e imponemos. Luego no somos luz ni sal. Hemos estado lejos, en muchas ocasiones, de ser luz y sal, porque la luz y la sal deben estar en la fábrica, en el despacho, en la oficina, en el tajo, en la tienda. La luz y la sal tienen que estar en la deporte, en el paseo, en el problema concreto, en la cuenta corriente, en el sistema fiscal justo, en la política honestamente concebida y realizada, en la política que busca el bien común por encima del sillón y del escaño. La luz y la sal están en el trato sencillo y amable, en las manos que se tienden con comprensión, sin imposición y sin esperar nada a cambio.
3.- La luz y la sal no pueden reducirse para el cristiano sólo el culto. No es luz y sal el hombre rezador aislado de sus semejantes. El hombre que ha compaginado, extrañamente, el llamar a Dios Padre y no tener a los hombres por auténticos hermanos. Algo ha pasado con los cristianos cuando hemos sido capaces de que otras manos y otras ideologías nos hayan arrebatado la antorcha y quieran iluminar el mundo con unas ideas que hace veinte siglos dijo Cristo con la mayor sencillez y con la máxima autenticidad, porque las rubricó con su propia sangre. Algo ha pasado cuando la sal la ponen, en demasiadas ocasiones, hombres que no parten de Cristo, ni pretenden llevar la humanidad hacia Dios. Nadie nos hubiera arrebatado la antorcha ni hubiera derramado en el mundo la sal con más eficacia que nosotros. En realidad, más que llevar la antorcha, debemos ser nosotros la antorcha que ilumina el mundo con nuestras obras. Esto fue lo que ocurrió en esta anécdota real relatada por la propia Madre Teresa de Calcuta
“Nunca olvidaré la primera vez que llegué a Bourke a visitar a las hermanas. Fuimos a las afueras de Bourke. Allí había una gran reserva donde los aborígenes vivían en esas pequeñas chozas hechas de hojalata, cartones viejos y demás. Entré en uno de esos pequeños cuchitriles. Lo llamo casa, pero en realidad era sólo una habitación y dentro de la habitación estaba todo. Le dije al hombre que vivía allí "Por favor, deje que le haga la cama, que lave su ropa, que limpie su cuarto". Él no cesaba de decir: "estoy bien, estoy bien", "pero estará mejor si me deja hacerlo", le dije. Por fin me lo permitió. Me lo permitió de tal modo que, al final, sacó del bolsillo un sobre viejo, que contenía un sobre y otro más. Empezó a abrir uno tras otro y dentro había una pequeña fotografía de su padre, que me dio para que la viera. Miré la foto, le miré a él, y le dije "Usted se parece mucho a su padre". Rebosaba de alegría de que yo pudiera ver el parecido de su padre en su rostro. Bendije la foto y se la entregué, y otra vez un sobre, un segundo sobre y un tercer sobre, y la foto volvió de nuevo al bolsillo, cerca de su corazón. Después de limpiar la habitación en una esquina encontré una gran lámpara llena de polvo, y le dije: "¿No enciende esta lámpara, esta lámpara tan bonita?". El contestó: "¿Para quién?, hace meses y meses que nadie ha venido a verme. ¿Para quién la voy a encender?". Entonces le dije: "¿La encendería si las Hermanas vinieran a verle?". Y el respondió "Sí". Las hermanas comenzaron a ir a verle sólo durante 5 o 10 minutos al día, pero empezaron a encender esa lámpara. Después de un tiempo, él se fue acostumbrando a encenderla. Poco a poco, poco a poco, las Hermanas dejaron de ir. Pero al pasar por la mañana le veían. Después me olvidé de esto, pero al cabo de dos años, el mandó que me dijeran: "Díganle a Madre, mi amiga, que la Luz que ella encendió en mi vida, sigue ardiendo"
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Oficio Divino. Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, II Vísperas y Completas. Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

OFICIO DIVINO-TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA V
De la feria. Salterio I
OFICIO DE LECTURA (6:00)-LAUDES (7:00)-TERCIA (9:00)-SEXTA (12:00)-NONA (15:00)-VISPERAS (19:00) Y COMPLETAS (22:00)

6 de febrero 2011.
OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA

Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.

Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.

Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.

El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.

Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.

Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.

Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.

Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.

De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.

PRIMERA LECTURA
Comienza la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 1-17

SALUDO Y ACCIÓN DE GRACIAS. DISCORDIAS ENTRE LOS CORINTIOS

Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad divina, y el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, a vosotros, asamblea santa, con todos cuantos invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, en todo lugar, entre vosotros y entre nosotros: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y de Jesucristo, el Señor.

Doy sin cesar gracias a mi Dios por vosotros por la gracia divina que os ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, por vuestra unión con él, habéis quedado colmados de toda riqueza: de toda clase de dones sobrenaturales de elocuencia y de conocimiento de Dios, según la firmeza y solidez que entre vosotros ha alcanzado el mensaje evangélico de Cristo. De este modo, no sois inferiores a los demás en ningún don, vosotros, que esperáis vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro.

Él os fortalecerá hasta el fin, de modo que os encontréis libres de culpa en el día de Jesucristo, nuestro Señor. Fiel es Dios, por quien habéis sido convocados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.

Os exhorto, hermanos, por el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, a que tengáis todos unión y concordia. No haya disensiones entre vosotros. Formad un solo grupo, unido por las mismas convicciones y sentimientos. Me he enterado, hermanos, por los de la casa de Cloe, que hay discordias entre vosotros. Quiero decir: Que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo»; «Pues yo de Apolo»; «Pues yo de Cefas»; «Pues yo de Cristo.»

¿Es que está dividido Cristo? ¿Ha sido acaso Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido acaso bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de vosotros, fuera de Crispo y de Gayo. Así nadie podrá decir que habéis sido bautizados en mi nombre.

Bueno, sí. Bauticé también a la familia de Estéfana; por lo demás, no sé si bauticé a ningún otro. Cristo, en efecto, no me envió a bautizar, sino a evangelizar; y no con sabiduría de palabras, a fin de no quitar eficacia a la cruz de Cristo.

RESPONSORIO Cf. 1Co 1, 7. 8. 9

R. Esperamos vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro; * él nos fortalecerá hasta él fin.
V. Fiel es Dios, por quien hemos sido convocados a la unión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro.
R. Él nos fortalecerá hasta el fin.

SEGUNDA LECTURA
De las Confesiones de san Agustín, obispo
(Libro 1, 1, 1--2, 2; 5, 5: CSEL 33, 1-5)

NUESTRO CORAZÓN NO HALLA SOSIEGO HASTA QUE DESCANSA EN TI

Eres grande, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti.

Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra. ¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer si nadie les predica?

Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y, al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por el ministerio de tu predicador.

Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo para que venga a mí. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que hay algo en mí, Señor Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo que existe pueda abarcarte?

¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mí, si, por el hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no estuviera en ti, origen, camino y término de todo? También esto, Señor, es verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes venir a mí? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde ellos venga a mí el Señor, que ha dicho: Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?

¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?

¡Ay de mí! Dime, Señor Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro: muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo.

RESPONSORIO Sal 72, 25-26; 34, 3

R. ¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra? * Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.
V. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
R. Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA

Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.

Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.

Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.

Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.

Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.

SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.

Ant. 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.

Ant. 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.

Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.

LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12

¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vosotros sois la luz del mundo; alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vosotros sois la luz del mundo; alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.

PRECES

Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:

Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.

Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.

Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.

Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.

Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.

Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.

Ant. 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.

Salmo 117 II

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.

Ant. 3. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.

Salmo 117 III

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.

LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

LECTURA BREVE Ga 6, 8

Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor.

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE Ga 6, 9-10

No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.

V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Ant. 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vosotros, mis discípulos, sois la sal de la tierra y la luz del mundo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vosotros, mis discípulos, sois la sal de la tierra y la luz del mundo.

PRECES

Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

Venga a nosotros tu reino, Señor.

Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.

Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE

Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

Evangelio del Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

Evangelio del Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011.

† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (5, 13-16)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.Ustedes son la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras, de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo --empresa que únicamente se logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos.
Jesús habla a la muchedumbre desde una montaña. Acaba de proclamar un estilo de vida tan nuevo como chocante. Y lo ha hecho con autoridad divina. El es el mesías, el salvador. Por él vivimos la nueva y definitiva alianza con Dios.
En esta perspectiva, quien dice "sí" con su vida a estas enseñanzas es sal y luz. Dos imágenes de lo que Dios quiere del cristiano en el mundo. La sal da valor y sabor a lo que toca. Para ello tiene que dejar el salero y disolverse en los alimentos. La luz también es para otro. Con ella se ve, se puede caminar. Ocultarla no tiene sentido.
Así el cristiano, portador del don de Dios, no puede limitarse a gozarlo y vivirlo sólo él. Debe alumbrar y dar sabor al mundo. No por vanagloria o haciendo alarde de lo que posee, sino para que los demás, viéndolo, den gloria al Padre. El ejemplo más claro es el mismo Jesús, que siempre actuó poniendo su poder y enseñanzas al servicio de la gloria del Padre.
Estas dos pequeñas parábolas, con preocupación eclesial, dirigidas a los que han escuchado las bienaventuranzas, señalan, pues, el valor de las obras en favor de los hombres... Los discípulos harán de la tierra entera una ofrenda o acción de gracias a Dios. La dificultad de que la sal químicamente no pueda perder su sabor (esta impropiedad de la imagen), pone de relieve la gravedad de lo que sucede, si los discípulos descuidan las obras: un aviso explícito para los que por la fe queremos hacer la obra de Dios.

Para la revisión de vida
- ¿Cuáles de los métodos que hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?
- ¿Era grande el valor que los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?
- ¿Por qué la expresión "negar el pan y la sal"?
- ¿Qué puede querer decir Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser "sal de la tierra"?
- ¿Qué decir de la luz?

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. Ornamentos Verde. 6 de febrero 2011

= Domingo 06 de Febrero, 2011
Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Danos tu luz y tu verdad
Antífona de Entrada
Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a estos hijos tuyos, que han puesto en tu gracia toda su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (58, 7-10)
Esto dice el Señor: “Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.
Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha.
Entonces clamarás al Señor y él te responderá; lo llamarás, y él te dirá: ‘Aquí estoy’.
Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 111
El justo brilla como una luz
en las tinieblas.
Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla. Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán.
El justo brilla como una luz
en las tinieblas.
El justo no vacilará; vivirá su recuerdo para siempre. No temerá malas noticias, porque en el Señor vive confiadamente.
El justo brilla como una luz
en las tinieblas.
Firme está y sin temor su corazón. Al pobre da limosna, obra siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria.
El justo brilla como una luz
en las tinieblas.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (2, 1-5)
Hermanos: cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.
Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (5, 13-16)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.Ustedes son la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las diferentes prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar el fruto de una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita.
En relación con lo anterior, Pablo expresa a los corintios que el misterio de Dios anunciado por él no se fundamenta en la sabiduría humana, sino en el mismo Señor crucificado, lo cual significa que es Dios quien ha actuado en Pablo y en la comunidad. Es relevante que Pablo se refiera a la cruz de Cristo como el elemento esencial de su predicación. Con ello quiere hacer presente el verdadero rostro de Dios que se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables de la sociedad. De ahí que el anuncio de la Palabra transformadora de Dios no pertenezca al mundo de la sabiduría humana, sino a la fuerza salvífica del Espíritu de Dios; es decir, que la fe y su debido comportamiento moral, sintetizado en la justicia y en la misericordia, sea una iniciativa exclusiva de Dios, una acción liberadora que penetra en el corazón del ser humano y que lo empuja a actuar de una manera coherente con la Palabra escuchada. Por tanto, el anuncio del misterio de Dios realizado por Pablo a la comunidad griega de Corinto es su propia experiencia de Cristo; lo que realmente anuncia es la vivencia de ese mensaje.
El evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras, de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo --empresa que únicamente se logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos.
Jesús habla a la muchedumbre desde una montaña. Acaba de proclamar un estilo de vida tan nuevo como chocante. Y lo ha hecho con autoridad divina. El es el mesías, el salvador. Por él vivimos la nueva y definitiva alianza con Dios.
En esta perspectiva, quien dice "sí" con su vida a estas enseñanzas es sal y luz. Dos imágenes de lo que Dios quiere del cristiano en el mundo. La sal da valor y sabor a lo que toca. Para ello tiene que dejar el salero y disolverse en los alimentos. La luz también es para otro. Con ella se ve, se puede caminar. Ocultarla no tiene sentido.
Así el cristiano, portador del don de Dios, no puede limitarse a gozarlo y vivirlo sólo él. Debe alumbrar y dar sabor al mundo. No por vanagloria o haciendo alarde de lo que posee, sino para que los demás, viéndolo, den gloria al Padre. El ejemplo más claro es el mismo Jesús, que siempre actuó poniendo su poder y enseñanzas al servicio de la gloria del Padre.
Estas dos pequeñas parábolas, con preocupación eclesial, dirigidas a los que han escuchado las bienaventuranzas, señalan, pues, el valor de las obras en favor de los hombres... Los discípulos harán de la tierra entera una ofrenda o acción de gracias a Dios. La dificultad de que la sal químicamente no pueda perder su sabor (esta impropiedad de la imagen), pone de relieve la gravedad de lo que sucede, si los discípulos descuidan las obras: un aviso explícito para los que por la fe queremos hacer la obra de Dios.

Para la revisión de vida
- ¿Cuáles de los métodos que hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?
- ¿Era grande el valor que los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?
- ¿Por qué la expresión "negar el pan y la sal"?
- ¿Qué puede querer decir Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser "sal de la tierra"?
- ¿Qué decir de la luz?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos: el Señor nos invita a compartir nuestros bienes espirituales y materiales, a ser sal de la tierra y luz del mundo. Sabiendo que Él escucha al que le suplica con confianza, invoquémosle diciendo:
Danos tu luz y tu verdad.
Para que la Iglesia sea luz que ilumine a todos los pueblos, para que nunca se desentienda de las preocupaciones de los hombres y les transmita la esperanza, la alegría y la paz.
Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.
Para que los gobernantes de los países ricos busquen caminos de ayuda a los pueblos más necesitados, promuevan el desarrollo internacional y la defensa de la vida. Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.
Para que cuantos sufren en el exilio, los que tienen hambre de pan y de paz, los que son tratados injustamente, descubran a Jesús crucificado y experimenten su ayuda y consuelo.
Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.
Para que la tecnología no descuide nunca los valores humanos que conducen a la realización de los hombres, a la fraternidad, al diálogo a la acogida y al respeto.
Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.
Para que los misioneros y cuantos trabajan por la justicia sientan la fuerza de Jesús que les fascina, sostiene y envía a anunciar el Evangelio.
Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.
Para que en esta eucaristía descubramos el verdadero sabor de la cosas de Dios y lo manifestemos en nuestras relaciones interpersonales.
Oremos.
Danos tu luz y tu verdad.

Celebrante:
Oh Dios que nos invitas a brillar en el mundo viviendo tu evangelio acoge nuestras oraciones, y haz que con nuestra vida te llevemos a los hermanos.
Por Jesucristo nuestro señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical V
La creación alaba al Señor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; y formaste al hombre a tu imagen y semejanza: porque lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara.
Por Cristo nuestro Señor. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por su pueblo; porque da de beber al que tiene sed y les da de comer a los hambrientos.

Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo, que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Lectio Divina. Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

Lectio: 5º Domingo del Tiempo Ordinario
Lectio:
Domingo, 6 Febrero, 2011
Sal de la tierra y luz del mundo
Escuchar las palabras de Jesús,
partiendo de la experiencia de hoy
Mateo 5,13-16
1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura de las dos parábolas:
Hace dos domingos que habíamos meditado las bienaventuranzas, que constituyen el principio del Sermón de la Montaña y que describen las ocho puertas de entrada en el Reino de Dios, para una vida en comunidad (Mt 5,1-12). En este domingo meditamos la parte siguiente, que presenta (Mt 5,13-16) dos parábolas muy conocidas, la de la luz y la de la sal, con las que Jesús describe la misión de la comunidad. La comunidad debe ser sal de la tierra y luz del mundo. La sal no existe para sí, sino para dar sabor al alimento. La luz no existe para sí, sino para iluminar el camino. Nosotros, nuestra comunidad, no existimos para nosotros mismos, sino para los otros, para Dios.
Casi todas las veces que Jesús quiere comunicar un mensaje importante, recurre a una parábola o comparación, sacado de la vida de cada día. En general, no explica las parábolas, porque tratan de cosas que todos conocen por experiencia. Una parábola es una provocación. Jesús provoca a los oyentes para que usen su propia experiencia personal para entender el mensaje que Él quiere comunicar. En el caso del Evangelio de este domingo, Jesús quiere que cada uno de nosotros analicemos la experiencia que se tiene de la sal y de la luz para entender la misión de nosotros los cristianos. ¿Habrá alguno en este mundo que no sepa qué cosa es la sal o la luz? Jesús parte de cosas muy comunes y universales para comunicar su mensaje.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:
Mateo 5,13: La parábola de la sal
Mateo 5,14-15: La parábola de la luz
Mateo 5,16: Aplicación de la parábola de la luz
c) El texto:
13 «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
14 «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. 15 Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.

i) ¿Cuál es la parte que más te ha llamado la atención? ¿Por qué?
ii) En primer lugar, antes de tratar de entender el significado de las palabras de Jesús sobre la sal, intenta reflexionar dentro de ti sobre la experiencia que tú tienes de la sal en tu vida y trata de descubrir esto: “Según mi opinión ¿para que sirve la sal?”
iii) Partiendo después de esta experiencia personal sobre la sal, trata de descubrir el significado de las palabras de Jesús para tu vida y para la vida de la comunidad y de la Iglesia. ¿Estoy siendo sal? ¿Está siendo sal nuestra comunidad? ¿Está siendo sal la Iglesia?
iv) Para ti ¿qué significa la luz en tu vida? ¿Cuál es tu experiencia de la luz?
v) ¿Cuál es el significado de la parábola de la luz partiendo de la aplicación que Jesús mismo hace de la parábola?
5. Para los que desean profundizar más en el tema
a) Contexto del discurso de Jesús:
Contexto literario. Los cuatro versículos del evangelio de este domingo (Mt 5,13-16) se encuentran entre las ocho bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y la explicación de cómo hace falta entender la Ley transmitida por Moisés (Mt 5,17-19). Después viene la nueva lectura que Jesús hace de los mandamientos de la Ley de Dios (Mt 5,20-48). Jesús pide considerar la finalidad de la ley que según Él se contiene en estas palabras: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48) ¡Jesús nos pide imitar a Dios! A la raíz de esta nueva enseñanza de Jesús, se encuentra la nueva experiencia que Él tiene del Padre. Observando así la ley, seremos Sal de la tierra y Luz del mundo.
Contexto histórico. Muchos judíos convertidos continuaban siendo fieles a la observancia de la ley, como hacían desde la infancia. Pero ahora, habiendo aceptado a Jesús como Mesías, y siendo fieles al mismo tiempo a las enseñanzas recibidas de sus padres y de los rabinos, ellos estaban colocándose fuera de su pasado hebreo, eran expulsados de las sinagogas por los antiguos maestros y hasta por sus padres (Mt 10,21-22). Y hasta en la propia comunidad cristiana, sentían decir por los paganos convertidos, que la Ley de Moisés estaba superada y que no era necesario observarla. Se encontraban entre dos fuegos. De un lado, los antiguos maestros y compañeros que los excomulgaban. Por otro lado los nuevos compañeros que les criticaban. Todo esto causaba en ellos tensiones e inseguridades. La apertura de unos criticaba la cerrazón de los otros y viceversa.
Este conflicto generó una crisis que llevó a encerrarse cada uno en sus posiciones. Algunos querían seguir adelante, otros querían colocar la luz bajo la mesa. Y muchos se preguntaban: “Pero en definitiva ¿Cuál es nuestra misión?”. Las parábolas de la sal y de la luz nos ayudan a reflexionar sobre la misión.
b) Comentario del texto:
Mateo 5,13: La parábola de la sal
Usando imágenes de la vida cotidiana, con palabras sencillas y directas, Jesús hace saber cuál es la misión y la razón de ser de la Comunidad: ¡ser sal! En aquel tiempo, con el caldo que se hacía, la gente y los animales tenían necesidad de tomar mucha sal. La sal se expendía por los vendedores en grandes bloques y estos bloques se colocaban en la plaza para poder ser consumados por la gente. La sal que quedaba caía a tierra, no servía ya para nada y era pisado por todos. Jesús evoca este uso para aclarar a los discípulos la misión que deben realizar. Sin sal no se podía vivir, pero lo que restaba de la sal no servía para nada.
Mateo 5,14-16: La parábola de la luz
La comparación es obvia. Nadie enciende un candelabro para colocarlo bajo un celemín. Una ciudad puesta en lo alto de un monte no consigue permanecer oculta. La comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe tener miedo de mostrar el bien que hace. No lo hace para ser vista, pero lo que hace, puede y debe ser visto. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Así debe ser una comunidad: no puede encerrase en sí misma.
c) Ampliar la visión de las Bienaventuranzas:
I. Las Bienaventuranzas en el contexto de las comunidades de la época
Entre los judíos convertidos existían dos tendencias. Algunos pensaban que no era necesario observar las leyes del Antiguo Testamento, porque somos salvos por la fe en Jesús y no por la observancia de la ley (Rom 3,21-26). Otros pensaban que ellos, siendo judíos, debían seguir observando las leyes del Antiguo Testamento (Act 15,1-2). En cada una de estas dos tendencias existían grupos más radicales. Ante este conflicto, Mateo intenta un equilibrio para unir los dos extremos. La comunidad debe ser un espacio donde este equilibrio se pueda conseguir y pueda ser vivido. La comunidad debe ser centro de irradiación de este vivir y mostrar a todos el verdadero significado y objetivo de la Ley de Dios. La comunidad no quiere abolir la ley, sino que quiere llevarla a cumplimiento (Mt 5,17). Las comunidades no pueden andar contra las leyes, ni pueden encerrarse en sí mismas en la observancia de la ley. Como Jesús, deben dar un paso y mostrar en la práctica el objetivo que la ley quiere conseguir, o sea la práctica perfecta del amor. Viviendo así serán “Sal de la Tierra y Luz del Mundo”
II. Las varias tendencias en las comunidades de los primeros cristianos
* Los fariseos no reconocían en Jesús el Mesías y aceptaban sólo el Antiguo Testamento. En las comunidades existían personas que simpatizaban con la línea de los fariseos. (Act 15,5).
* Algunos judíos convertidos aceptaban a Jesús como Mesías, pero no aceptaban la libertad de Espíritu con el que las comunidades vivían la presencia de Jesús resucitado (Act 15,1).
* Otros, lo mismo judíos que paganos convertidos, pensaban que con Jesús había llegado el final del Antiguo Testamento y que, por tanto, no era necesario conservar, ni leer los libros del Antiguo Testamento. De ahora en adelante, ¡sólo Jesús y la vida en el Espíritu! Santiago critica esta tendencia (Ac 15,21).
* Otros cristianos que vivían tan plenamente la vida en la comunidad en la libertad de Espíritu, que no tenían ya en cuenta ni la vida de Jesús de Nazaret, ni el Antiguo Testamento. Querían sólo el ¡Cristo del Espíritu! Decían: “¡Jesús es anatema!” (1Cor 12,3).
* La gran preocupación del evangelio de Mateo es demostrar que estas tres unidades: (1) Antiguo Testamento (2) Jesús de Nazaret y (3) la vida en el Espíritu, no pueden estar separadas. Las tres forman parte del mismo y único proyecto de Dios y nos comunican la certeza central de la fe: El Dios de Abrahán y de Sara está presente en las comunidades gracias a la fe en Jesús de Nazaret.
6. Oración: Salmo 27
Yahvé es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Yahvé, el refugio de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Cuando me asaltan los malhechores
ávidos de mi carne,
ellos, adversarios y enemigos,
tropiezan y sucumben.

Aunque acampe un ejército contra mí,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
sigo confiando.

Una cosa pido a Yahvé,
es lo que ando buscando:
morar en la Casa de Yahvé
todos los días de mi vida,
admirar la belleza de Yahvé
contemplando su templo.

Me dará cobijo en su cabaña
el día de la desgracia;
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me encumbrará en una roca.
Entonces levantará mi cabeza
ante el enemigo que me hostiga;
y yo ofreceré en su tienda
sacrificios de victoria.
Cantaré, tocaré para Yahvé.

Escucha, Yahvé, el clamor de mi voz,
¡ten piedad de mí, respóndeme!
Digo para mis adentros:
«Busca su rostro».
Sí, Yahvé, tu rostro busco:
no me ocultes tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
Yahvé me acogerá.

Señálame, Yahvé, tu camino,
guíame por senda llana,
pues tengo enemigos.

No me entregues al ardor de mis rivales,
pues se alzan contra mí testigos falsos,
testigos violentos además.
Creo que gozaré
de la bondad de Yahvé
en el país de la vida.
Espera en Yahvé, sé fuerte,
ten ánimo, espera en Yahvé.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Hablar con Dios. Meditación del Domingo V Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de febrero 2011

Meditación del día de Hablar con Dios
Quinto Domingo
ciclo a
SER LUZ CON EL EJEMPLO
— Los cristianos debemos ser sal y luz en medio del mundo. El ejemplo ha de ir por delante.
— Ejemplaridad en la vida familiar, profesional, etc.
— Ejemplares en la caridad y en la templanza. Para nada sirve la sal insípida.
I. En el Evangelio de la Misa de este domingo1 nos habla el Señor de nuestra responsabilidad ante el mundo: Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo. Y nos lo dice a cada uno, a quienes queremos ser sus discípulos.
La sal da sabor a los alimentos, los hace agradables, preserva de la corrupción y era un símbolo de la sabiduría divina. En el Antiguo Testamento se prescribía que todo lo que se ofreciera a Dios llevase la sal2, significando la voluntad del oferente de que fuera agradable. La luz es la primera obra de Dios en la creación3, y es símbolo del mismo Señor, del Cielo y de la Vida. Las tinieblas, por el contrario, significan la muerte, el infierno, el desorden y el mal.
Los discípulos de Cristo son la sal de la tierra: dan un sentido más alto a todos los valores humanos, evitan la corrupción, traen con sus palabras la sabiduría a los hombres. Son también luz del mundo, que orienta y señala el camino en medio de la oscuridad. Cuando viven según su fe, con su comportamiento irreprochable y sencillo, brillan como luceros en el mundo4, en medio del trabajo y de sus quehaceres, en su vida corriente. En cambio, ¡cómo se nota cuando el cristiano no actúa en la familia, en la sociedad, en la vida pública de los pueblos! Cuando el cristiano no lleva la doctrina de Cristo allí donde se desarrolla su vida, los mismos valores humanos se vuelven insípidos, sin trascendencia alguna, y muchas veces se corrompen.
Cuando miramos a nuestro alrededor nos parece como si, en muchas ocasiones, los hombres hubieran perdido la sal y la luz de Cristo. «La vida civil se encuentra marcada por las consecuencias de las ideologías secularizadas, que van, desde la negación de Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción; desde el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia prolífica y unida, los de la vida recién concebida y la tutela moral de la juventud, a un “nihilismo” que desarma la voluntad para afrontar problemas cruciales como los de los nuevos pobres, emigrantes, minorías étnicas y religiosas, recto uso de los medios de información, mientras arma las manos del terrorismo»5. Hay muchos males que se derivan de «la defección de bautizados y creyentes de las razones profundas de su fe y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza el equilibrio a personas y comunidades»6. Se ha llegado a esta situación –en la que es preciso evangelizar de nuevo a Europa y al mundo7– por el cúmulo de omisiones de tantos cristianos que no han sido sal y luz, como el Señor les pedía.
Cristo nos dejó su doctrina y su vida para que los hombres encuentren sentido a su existencia y hallen la felicidad y la salvación. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo del celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa, nos sigue diciendo el Señor en el Evangelio de la Misa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Y para eso es necesario, en primer lugar, el ejemplo de una vida recta, la limpieza de conducta, el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas en la vida sencilla de todos los días. La luz, el buen ejemplo, ha de ir por delante.
II. Frente a esa marea de materialismo y de sensualidad que ahoga a los hombres, el Señor «quiere que de nuestras almas salga otra oleada –blanca y poderosa, como la diestra del Señor–, que anegue, con su pureza, la podredumbre de todo materialismo y neutralice la corrupción, que ha inundado el Orbe: a eso vienen –y a más– los hijos de Dios»8, a llevar a Cristo a tantos que conviven con nosotros, a que Dios no sea un extraño en la sociedad.
Transformaremos de verdad el mundo –comenzando por ese mundo quizá pequeño en el que se lleva a cabo nuestra actividad y en el que se despiertan nuestras ilusiones– si la enseñanza comienza con el testimonio de la vida personal: si somos ejemplares, competentes y honrados en el trabajo profesional; en la familia, dedicando a los hijos, a los padres, el tiempo que necesitan; si nos ven alegres, también en medio de la contradicción y del dolor; si somos cordiales..., «creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso»9 y se sentirán atraídos a la vida que muestran nuestras acciones. El ejemplo prepara la tierra en la que fructificará la palabra. Sin nada que no sea propio de cristianos corrientes, podemos mostrar lo que significa seguir de verdad al Señor en el quehacer cotidiano, como hicieron los primeros cristianos. San Pablo lo urgía así a los fieles de Éfeso: os conjuro a que os portéis de una manera digna de la vocación a la que habéis sido llamados10.
Nos han de conocer como hombres y mujeres leales, sencillos, veraces, alegres, trabajadores, optimistas; nos hemos de comportar como personas que cumplen con rectitud sus deberes y que saben actuar en todo momento como hijos de Dios, que no se dejan arrastrar por cualquier corriente. La vida del cristiano constituirá entonces una señal por la que conocerán el espíritu de Cristo. Por eso, debemos preguntarnos con frecuencia en nuestra oración personal si nuestros compañeros de trabajo, nuestros familiares y amigos, al presenciar nuestras acciones, se ven movidos a glorificar a Dios, porque ven en ellas la luz de Cristo: será un buen signo de que hay luz en nosotros y no oscuridad, amor a Dios y no tibieza. «Él –nos dice el Papa Juan Pablo II– tiene necesidad de vosotros... De algún modo le prestáis vuestro rostro, vuestro corazón, toda vuestra persona, convencidos, entregados al bien de los demás, servidores fieles del Evangelio. Entonces será Jesús mismo el que quede bien; pero si fueseis flojos y viles, oscureceríais su auténtica identidad y no le haríais honor»11. No perdamos nunca de vista esta realidad: los demás han de ver a Cristo en nuestro sencillo y sereno comportamiento diario: en el trabajo, en el descanso, al recibir buenas o malas noticias, cuando hablamos o permanecemos en silencio... Y para esto es necesario seguir muy de cerca al Maestro.
III. En la Primera lectura12, el Profeta Isaías enumera una serie de obras de misericordia, que darán al cristiano la posibilidad de manifestar la caridad de su corazón, y que consisten en amar a los demás como nos ama el Señor13: compartir el pan y el techo, vestir al desnudo, desterrar los gestos amenazadores y las maledicencias. Entonces –canta el Salmo responsorial– romperá tu luz como la aurora (...), brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía14. La caridad ejercida a nuestro alrededor, en las circunstancias más diferentes, será un testimonio que atraerá a muchos a la fe de Cristo, pues Él mismo dijo: En esto conocerán que sois mis discípulos15. Las mismas normas corrientes de la convivencia, que para muchas personas se quedan en algo exterior y solo las practican porque hacen más fácil el trato social, para los cristianos deben ser fruto también de la caridad –de su unión con Dios, que llena de contenido sobrenatural esos gestos–, manifestación externa de aprecio y de interés. «Ahora adivino –escribe Santa Teresa de Lisieux– que la verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos del prójimo, en no extrañar sus debilidades, en edificarse con sus menores virtudes; pero he aprendido especialmente que la caridad no debe quedar encerrada en el fondo del corazón, pues no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Me parece que esta antorcha representa la caridad que debe iluminar y alegrar no solo a aquellos que más quiero, sino a todos los que están en la casa»16, a toda la familia, a cada uno de los que comparten nuestro trabajo... Caridad que se manifestará en muchos casos a través de las formas usuales de la educación y de la cortesía.
Otro aspecto importante, en el que los cristianos hemos de ser esa sal y luz de la que nos habla el Señor, es la templanza y la sobriedad. Nuestra época «se caracteriza por la búsqueda del bienestar material a cualquier coste, y por el correspondiente olvido –mejor sería decir miedo, auténtico pavor– de todo lo que pueda causar sufrimiento. Con esta perspectiva, palabras como Dios, pecado, cruz, mortificación, vida eterna..., resultan incomprensibles para gran cantidad de personas, que desconocen su significado y su contenido»17. Por ello, es particularmente urgente dar testimonio generoso de templanza y de sobriedad, que manifiestan el señorío de los hijos de Dios, utilizando los bienes «según las necesidades y deberes, con la moderación del que los usa, y no del que los valora demasiado y se ve arrastrado por ellos»18.
Le pedimos hoy a la Virgen que sepamos ser sal, que impide la corrupción de las personas y de la sociedad, y luz, que no solo alumbra sino que calienta, con la vida y con la palabra; que estemos siempre encendidos en el amor, no apagados; que nuestra conducta refleje con claridad el rostro amable de Jesucristo. Con la confianza que Ella nos inspira, pidamos en la intimidad de nuestro corazón: Señor Dios nuestro, tú que hiciste de tantos santos una lámpara que a la vez ilumina y da calor en medio de los hombres, concédenos caminar con ese encendimiento de espíritu, como hijos de la luz19.
1 Mt 5, 13-16. — 2 Cfr. Lev 2, 13. — 3 Gen 1, 1-5.— 4 Cfr. Flp 2, 15. — 5 JUAN PABLO II, Discurso 9-XI-1982. — 6 Ibídem. — 7 ÍDEM, Discurso 11-X-1985. — 8 SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 23. — 9 Cfr. SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre San Mateo, 15, 9. — 10 Ef 4, 1. — 11 JUAN PABLO II, Homilía, 29-V-1983. — 12 Is 58, 7-10. — 13 Cfr. Jn 15, 12. — 14 Cfr. Sal 3, 4-5. — 15 Cfr. Jn 13, 35. — 16 SANTA TERESA DE LISIEUX, Historia de un alma, IX, 24. — 17 A. DEL PORTILLO, Carta 25-XII-1985, n. 4. — 18 SAN AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia católica, 1, 21. — 19 Cfr. Oración colecta de San Bernardo Abad.

Extraído de www.hablarcondios.org / www.franciscofcarvajal.org.
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