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jueves, 3 de febrero de 2011

Lecturas del Viernes IV Semana. Tiempo Ordinario. Ciclo A. 4 de febrero 2011

Lecturas del Viernes IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 4 de febrero 2011.

Primera Lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (13, 1-8)

Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel.
Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.
Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio, Dios los habrá de
juzgar.
Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?
Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 26

El Señor es mi luz
y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz
y mi salvación.
Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
Porque el Señor me procuró un refugio en los tiempos aciagos; me esconderá en lo oculto de su tienda y él me pondrá a salvo.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
El corazón me dice que te busque y buscándote estoy. No me abandones ni me dejes solo, mi Dios y salvador.
El Señor es mi luz
y mi salvación.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 14-29)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y
sus poderes actuaban en Jesús.
Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”.
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven:
“Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Marcos coloca como centro de este relato a Herodes Antipas y, sobre todo, a Juan el Bautista. Herodes se encuentra perplejo por los comentarios que rondan por la región acerca de Jesús de Nazaret, relacionándolo con Juan resucitado. Asimismo, la gente pensaba que en Jesús se hacía presente el espíritu profético tradicional; lo relacionaban según sus propios criterios, ideales o expectativas, con lo cual se expresaba su confusión y su falta de fe. Por otro lado, el martirio de Juan es la manifestación plena de la acción violenta a la que pueden llegar los poderosos para silenciar la denuncia y la exigencia de justicia de los profetas. Juan fue capaz de enfrentar sin miedo a Herodes, de criticar su matrimonio con la esposa de su hermano Filipo, cosa que la ley prohibía totalmente (ver Lv 18,16), y por ello es asesinado, por ser justo y fiel a la verdad de Dios; su muerte traza el camino que habrá de recorrer Jesús; es lo que le espera al Maestro, a los discípulos y a todos aquellos que asumen como opción de vida la lucha diaria por la construcción del Reino de Dios.

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