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martes, 1 de febrero de 2011

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Miércoles IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 2 de febrero 2011

= Miercoles 02 de Febrero, 2011
La Presentación del Señor
Fiesta
El Señor es el rey de la gloria
Haz brillar tu luz sobre nosotros
Antífona de Entrada
Recordaremos, Señor, los dones de tu amor en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y te alaben, porque es infinita tu misericordia.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, mira a tus fieles reunidos hoy para celebrar la presentación en el templo de tu Hijo Jesucristo, y concédenos que podamos presentarnos ante ti plenamente renovados en el espíritu.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Malaquías (3, 1-4)
Esto dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. El preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos.
Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (2, 14-18)
Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.
Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 23
El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse de par en par, agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria!
El Señor es el rey de la gloria.
¿Y quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor, poderoso en la batalla.
El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse de par en par, agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria!
El Señor es el rey de la gloria.
Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria.
El Señor es el rey de la gloria.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (2, 22-40)
Gloria a ti, Señor.
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley:
Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad.No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El interés de Lucas al relatar la presentación de Jesús en el Templo es expresar la novedad de Dios; es manifestar el profundo significado de la vida y misión de ese pequeño niño. Tal novedad lleva a plenitud las esperanzas mesiánicas de la tradición judía plasmadas en el Antiguo Testamento; por ello Simeón y Ana bendicen y agradecen a Dios, pues han sido testigos de la salvación de Dios a través de la presencia de Jesús; sin embargo, la plenitud de la salvación está mediada por un camino de entrega y sufrimiento, de cruz y de muerte: el camino de la vida de Jesús. La novedad de Jesús como Mesías es presentada por el mismo Simeón, quien, movido por el Espíritu Santo, comprende que dicha salvación rompe los límites del pueblo judío y se extiende por toda la creación, promueve la vida y rescata a todos los seres humanos de la muerte. Es preciso preguntarnos, como creyentes en Jesús, si estamos asumiendo realmente la novedad de Dios, quien actúa y salva en los más débiles; si nos identificamos con el camino del Señor, caracterizado por la fidelidad y la entrega incondicional de la vida.
No se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, oremos a Dios que en Jesucristo nos muestra el camino de la salvación, y pidámosle por todos los hombres y sus necesidades espirituales y materiales.
Digamos:
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que la luz de la verdad de Cristo ilumine a todas las naciones del Tercer Milenio y para que todos los que buscan a Dios lo reconozcan en la vida de la Iglesia y en la caridad de los cristianos.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que el Papa Benedicto XVI, los obispos, los sacerdotes y los diáconos, salgan al encuentro del Señor y dejen que su Espíritu los ilumine y sostenga en su actividad pastoral.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que los religiosos y religiosas y todos los que han consagrado su vida al Señor lo sigan con fidelidad y alegría.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que el Señor purifique el corazón de todos los gobernantes y poderosos de este mundo, para que se respete el derecho sagrado a la vida, desde su concepción.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que Jesús manifieste su compasión a los que sufren y les dé su fortaleza y para que entren en la presencia del Señor todos los difuntos rescatados por la Sangre de Cristo.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.
Para que sepamos perseverar en la presencia del Señor y para que su gracia y sabiduría guíen nuestros pasos.
Oremos al Señor.
Haz brillar tu luz
sobre nosotros.

Celebrante:
Oh Dios, que aniquilaste al que tenía el poder de la muerte y que en Cristo manifestaste tu amor salvador y la luz de tu verdad a todos los hombres; escucha nuestras súplicas y haz que vivamos en la claridad de tu presencia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Que te sea agradable, Señor, el sacrificio de tu Hijo único, el Cordero sin mancha que tú quieres que la Iglesia te ofrezca por la salvación del
mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio propio
El misterio de la Presentación
del Señor.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, porque al ser presentado hoy en el templo tu eterno Hijo, fue proclamado por el Espíritu Santo gloria de Israel y luz de las naciones.
Por eso, nosotros, al venir hoy llenos de júbilo al encuentro del salvador, te alabamos con los ángeles, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Mis ojos han visto a tu salvador, a quien has puesto ante la vista de todos los pueblos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que colmaste las esperanzas del anciano Simeón de no morir antes de ver al Mesías, completa en nosotros la obra de tu gracia por medio de esta comunión, para que sepamos buscar siempre a Cristo en esta vida y podamos llegar a contemplarlo en la eternidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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