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lunes, 27 de septiembre de 2010

Lecturas del Martes XXVI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 28 de septiembre 2010

Primera Lectura
Lectura del libro de Job
(3, 1-3. 11. 16. 12-15. 17. 20-23)
Job abrió sus labios y maldijo el día de su nacimiento, diciendo: “¡Maldito el día en que nací, la noche en que se dijo: ‘Ha sido concebido un varón’! ¿Por qué no morí en el seno de mi madre? ¿Por qué no perecí al salir de sus entrañas o no fui como un aborto que se entierra, una creatura que no llegó a ver la luz? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me amamantaron? Ahora dormiría tranquilo y descansaría en paz, con los reyes de la tierra, que se construyen mausoleos, o con los nobles, que amontonan oro y plata en sus palacios. Allí ya no perturban los malvados y forzosamente reposan los inquietos.
¿Para qué dieron la luz de la vida a un miserable, aquel que la pasa en amargura; al que ansía la muerte, que no llega, y la busca como un tesoro escondido; al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir la sepultura; al hombre que no encuentra su camino, porque Dios le ha cerrado las salidas?”
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 87
Señor, presta oído a mi clamor.
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia. Que llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor.
Señor, presta oído a mi clamor.
Porque mi alma está llena de desdichas y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan entre los que bajan a la tumba, soy como un inválido.
Señor, presta oído a mi clamor.
Tengo ya mi lugar entre los muertos, igual que los cadáveres que yacen en las tumbas, de los cuales, Señor, ya no te acuerdas, porque fueron arrancados de tu mano.
Señor, presta oído a mi clamor.
Me has colocado en el fondo de la tumba, en las tinieblas del abismo. Tu cólera pesa sobre mí, y estrellas contra mí todas tus olas.
Señor, presta oído a mi clamor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesucristo vino a servir y a dar su vida por la salvación de todos.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (9, 51-56)
Gloria a ti, Señor.
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén.
Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”
Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.





Reflexión:
La ida (subida) a Jerusalén es una constante en el evangelio de Lucas. Jerusalén es el lugar donde Jesús consumará su misión, lugar en que han de morir los grandes profetas. Jesús, obediente a la voluntad del Padre, decide caminar hacia esta ciudad a pesar de las dificultades y oposiciones. Envía a dos mensajeros que entraron a Samaria a pedir alojamiento. Jesús se encontraba en la región de Galilea y le tocaba pasar por tierras samaritanas para llegar a Judea donde estaba ubicada Jerusalén. Los samaritanos no eran nada amigables con los judíos por razones históricas, y por eso, no quisieron recibir a Jesús, y más cuando se enteraron que se dirigía hacia Jerusalén. Santiago y Juan, a quienes el mismo Jesús apodó como “los hijos del trueno” (Mc 3, 17), querían enviar fuego/rayo del cielo, haciendo alusión al profeta Elías cuando pidió en dos ocasiones que bajara fuego del cielo para acabar con sus enemigos (2 Re 1, 10). Pero Jesús les reprende como signo de que no quiere la violencia para cumplir su misión. La invitación de Jesús es a que asumamos decididamente nuestra misión y que nuestro testimonio de vida sea coherente con nuestra opción.

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