= Viernes 19 de Noviembre, 2010
El Señor es mi protector
Feria de la 33a. semana del Tiempo Ordinario
Mi alegría es cumplir tus mandamientos
Antífona de Entrada
El Señor es mi protector; él me libró de las manos de mis enemigos y me salvó, porque me ama.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y que tu Iglesia pueda servirte con tranquilidad y alegría.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del
Apocalipsis del apóstol
san Juan (10, 8-11)
Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía:
“Ve a tomar el librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y la tierra”.
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. El me dijo: “Tómalo y cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas”.
Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: “Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 118
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Más me gozo cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría, ellos son también mis consejeros.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. ¡Qué dulces al paladar son tus promesas! Más que la miel en la boca.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hondamente suspiro, Señor, por guardar tus mandamientos.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (19, 45-48)
Gloria a ti, Señor.
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles:
“Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Jesús desmantela todo el tráfico económico, político y religioso presente en el Templo, con el fin de restablecer la función original que tiene la casa de Dios: la oración, el encuentro personal y comunitario con Dios. La función del Templo se orientaba más a la venta de animales para ser ofrecidos en sacrificio y al cambio de monedas, de lo cual se derivó toda clase de abusos y conflictos entre los vendedores y cambistas, obstaculizando así las relaciones entre Dios y el pueblo, especialmente con el pueblo pobre. Jesús purifica el Templo y lo hace lugar para su enseñanza, para expresar con palabras y acciones el verdadero rostro de Dios, oculto hasta el momento por las leyes, los sacrificios y el mercado religioso. Jesús denuncia las injusticias realizadas en nombre de Dios y enseña el verdadero culto que se le debe dar: un culto que tiene como fundamento la misericordia y la justicia. Muchas veces hemos convertido nuestra fe en un mercado, en el que buscamos los medios más efectivos para agraciar a Dios y satisfacer nuestra propia conciencia, separando la fe de nuestra vida y de la vida de la comunidad, olvidando el servicio y el amor a los más necesitados.
Oración sobre las Ofrendas
Que este pan y este vino que tú mismo nos das para ofrecértelos nos ayuden, Señor, convertidos en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo, a conseguir el premio de la
felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común VIII
Jesús, buen samaritano
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor. Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho; y entonaré un himno de alabanza al Dios Altísimo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te pedimos, Padre misericordioso, que por este sacramento con que ahora nos fortaleces, nos hagas algún día, participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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