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martes, 16 de noviembre de 2010

Lecturas y Oraciones Miércoles XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 17 de noviembre 2010

= Miercoles 17 de Noviembre, 2010
Santa Isabel de Hungría
Memoria
Alabemos al Señor con alegría
Antífona de Entrada
Venid, benditos de mi Padre, dice el Señor, porque estuve enfermo y me visitasteis. Yo os aseguro que cuanto hicisteis con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo habéis hecho.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que concediste a santa Isabel de Hungría el don de reconocer y venerar a Cristo en los pobres, concédenos, por su intercesión, servir siempre con amor incansable a los necesitados y afligidos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del
Apocalipsis del apóstol
san Juan (4, 1-11)
Yo, Juan, tuve una visión:
Vi una puerta abierta en el cielo, y la voz que había oído antes, semejante al sonido de una trompeta, me habló y me dijo: “Sube hacia acá y te enseñaré lo que va a suceder después”.
Entonces fui arrebatado en espíritu y vi un trono puesto en el cielo, y alguien estaba sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba con destellos rojos, como una piedra preciosa transparente, y un resplandor como de esmeralda rodeaba el trono.
Alrededor de este trono vi otros veinticuatro tronos, y en los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos con túnicas blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salían relámpagos y truenos poderosos. Siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios, ardían frente al trono, y delante de él había una especie de mar transparente, como de cristal. En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente se parecía a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía cara de hombre, y el cuarto parecía un águila en vuelo.
Los cuatro seres vivientes tenían seis alas cada uno y estaban llenos de ojos por donde quiera. Y no se cansaban de repetir día y noche: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir”.
Y cada vez que los seres vivientes alababan, bendecían y glorificaban al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postraban delante del que está sentado en el trono, adoraban al que vive por los siglos de los siglos, y depositaban sus coronas ante el trono, diciendo:
“Señor y Dios nuestro, tú mereces recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado todas las cosas: tú has querido que ellas existieran y fueron creadas”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 150
Alabemos al Señor con alegría.
Alabemos al Señor en su templo, alabemos al Señor en su augusto firmamento. Alabémoslo por sus obras magníficas, alabémoslo por su inmensa grandeza.
Alabemos al Señor con alegría.
Alabémoslo tocando trompetas, alabémoslo con arpas y cítaras. Alabémoslo con tambores y danzas, alabémoslo con cuerdas y flautas.
Alabemos al Señor con alegría.
Alabémoslo con platillos sonoros, alabémoslo con platillos vibrantes. Que todo ser viviente alabe al Señor.
Alabemos al Señor con alegría.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (19, 11-28)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta parábola:
“Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: ‘Inviertan este dinero mientras regreso’.
Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran:
‘No queremos que éste sea nuestro rey’.
Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.
Se presentó el primero y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas’.
El le contestó: ‘Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades’.
Se presentó el segundo y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas’.
Y el señor le respondió: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades’.
Se presentó el tercero y le dijo:
‘Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado’.
El señor le contestó:
‘Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?’
Después les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. El les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará.
En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ ”.
Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Jesús va de camino a Jerusalén, a la ciudad santa, donde tendrá lugar el acontecimiento central de la historia de la salvación: su muerte y su resurrección. Esta parábola que Jesús relata a sus seguidores tiene como fin tumbar las expectativas mesiánicas de los que esperaban la irrupción e instauración del reino de Dios por medio de la fuerza y del poder de las armas. Jesús enseña una esperanza distinta, la cual no viene de la fuerza humana, sino que es propia de la voluntad de Dios: la muerte y la resurrección de Jesús. Jesús es el Mesías esperado, es el prometido por Dios, pero no como rey destructor o continuador de un sistema religioso y político que genera muerte; Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, aquel hombre que con sus palabras y acciones salva a la humanidad, que con su entrega generosa y solidaria en la cruz otorga vida plena. La instauración del reino de Dios se inicia con la muerte y resurrección de Jesús y continúa con la entrega y el servicio generoso que cada uno de nosotros realiza, desde nuestras capacidades y dones, en favor de una nueva sociedad, fundamentada en los valores y principios del Evangelio.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y haz que el memorial del amor infinito de tu Hijo, que estamos celebrando, aumente en nosotros, a ejemplo de tus santos, nuestra generosidad contigo y con el prójimo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de los Santos I
La gloria de los santos
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre santo. Porque tu gloria resplandece en cada uno de los santos, ya que, al coronar sus méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos proporcionas ejemplo; ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos haces participar de sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes, lleguemos victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la corona inmortal de la gloria. Por Cristo nuestro Señor.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, y con la multitud de los santos, te cantamos un himno de alabanza, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Nadie tiene mayor amor por sus amigos que el que da la vida por ellos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, que este sacramento de tu amor que hemos recibido, nos dé fuerza para imitar el ejemplo de santa Isabel de Hungría, que se consagró a ti de todo corazón y se prodigó sin descanso por el bien de tu pueblo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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