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viernes, 11 de febrero de 2011

Homilías. Domingo VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 13 de febrero 2011

1.- LA PLENITUD DE LA LEY ES EL AMOR
Por Gabriel González del Estal
1.- No he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Cristo no solo no desprecia la ley, sino que quiere que la cumplamos en plenitud. Cristo ama la ley, pero no es legalista. Sabe que le ley tiene letra y espíritu; atenerse exclusivamente a la letra de la ley puede matar el espíritu de la ley. El ejemplo del cumplimiento del sábado y de la curación de un enfermo en sábado es claramente significativo. Si por cumplir el mandato legal del descanso del sábado no atendemos a un enfermo, hemos pecado gravemente contra el espíritu de la ley del descanso del sábado. Cumplir la ley ateniéndonos al espíritu de la ley, antes que a la letra de la ley, es cumplir la ley en su plenitud. Sabemos que el mandamiento de Cristo, sobre el que se sostienen todos los demás mandamientos, es el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. En este sentido dice San Agustín con mucha sabiduría: “la raíz de todas las obras buenas es siempre la caridad. Lo que distingue a las obras buenas de las obras malas es la caridad” (comentarios a la Carta de San Juan). En este sentido debemos entender su famosa y no siempre bien entendida frase: “ama y haz lo que quieras”. Lo que creas que debes hacer, hazlo con amor y estará bien hecho. San Pablo, en su famoso himno al amor de 1 Cor 13, lo dijo aún más claro: ya puedo yo hacer todas las cosas buenas que quiera, que si no las hago con amor no me sirven de nada (muy resumido). Cristo no nos dice que no cumplamos la ley, sino que la cumplamos en plenitud, es decir, con amor.
2.- Si no sois mejor que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Fijémonos en que esta frase de Jesús está dicha inmediatamente después de las palabras del mismo Jesús ensalzando la bondad del cumplimiento de la ley. Por eso, el que Jesús diga ahora que para entrar en el Reino de los cielos hay que ser mejor que los letrados y fariseos es, por lo menos, chocante. ¿Quién cumplía la ley literalmente mejor que los fariseos? Lo que nos confirma una vez más lo que decíamos antes: que el cumplimiento de la ley sólo salva si la cumplimos por amor y con amor. Y, según el mismo Jesús, los letrados y fariseos no cumplían la ley por amor, sino por motivos egoístas e interesados. “¿Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas…?” Una vez más decimos: la plenitud de la ley no está en el cumplimiento literal de la ley, sino en ser fieles al espíritu de la ley. La letra mata y el espíritu vivifica.
3.- Habéis oído que se dijo…, pero yo os digo… Y pone el ejemplo de cuatro de los mandamientos que todo judío sabía de memoria: no matar, no cometer adulterio, las leyes sobre el divorcio y sobre el juramento. Jesús no niega la validez de estas leyes, pero dice que para cumplir estas leyes hay que ir mucho más allá de lo que las mismas leyes dicen literalmente. El mandamiento de “no matar” sólo se cumple en plenitud, es decir, con amor, cuando amamos al prójimo, incluso al que nos ha ofendido, y le perdonamos de corazón. El mandamiento “no cometerás adulterio” no se refiere únicamente al hecho físico, sino al deseo psicológico. El mandamiento “el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”, interpretado sólo literalmente deja a la mujer en inferioridad legal frente al hombre; la plenitud de esta ley exige que sea el amor el que regule las relaciones entre los esposos. El mandamiento “no jurarás en falso” es, por supuesto, verdadero, pero la plenitud de esta ley exige ir más allá de lo que dice la letra, exige que mi palabra y la palabra del otro sean palabras fieles y fiables en sí mismas y, en consecuencia, que sea suficiente decir “sí” o “no” para cerrar un pleito o un negocio. En definitiva, que el cumplimiento de la letra de la ley, en sí misma, no nos salva; lo que nos salva es cumplir la ley en su plenitud, es decir, que la ley sea siempre expresión de mi amor a Dios y al prójimo. Eso es cumplir la ley en su plenitud, como el mismo Cristo hizo y como nos recomendó que hiciéramos nosotros.
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2.- JESÚS LO QUIERE TODO Y DE VERDAD
Por Antonio García-Moreno
1.- SI QUIERES... Libres, capaces de hacer el bien o de hacer el mal. Tenemos ante nosotros, de forma continua, dos caminos: uno que nos aleja de Dios, otro que nos acerca a Él. Uno, es verdad, fácil de recorrer, cómodo de andar, atractivo a nuestros ojos. El otro empinado, duro y estrecho, poco apetecible a nuestro espíritu de sibaritas. Pero ya sabemos por la fe, y por la experiencia muchas veces, que al término del camino ancho nos aguarda la tristeza, el fracaso, la angustia, la muerte. En cambio, después de recorrer el camino duro encontramos la paz, la alegría, la esperanza, la vida.
"Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja". Sí, Dios ha querido ser justo con nosotros, quiere darnos lo que merezcamos... Y al mismo tiempo, como haciendo trampa y llevado de su misericordia, ha prometido ayudarnos, venir a nuestro lado cuando le llamemos con fe y confianza, ha prometido darnos su gracia, sin dejar por eso de premiar el éxito final que con su ayuda y nuestro pobre esfuerzo consigamos
Dios es inmensamente sabio, infinitamente poderoso. Él es capaz de hacer libre al hombre, de darle una voluntad apta para la lucha, para querer, para decidirse por una cosa o por otra. Querer, intentar, poner los medios. Y es esa voluntariedad, esa intención lo que determina la bondad o la maldad de nuestros actos. Tanto es así que si intentando, de buena fe, hacer algo bueno, resulta algo malo, Dios mirará a lo que intentamos y no a lo que hicimos.
Pero no pensemos que entonces no hay por qué conseguir nada efectivo, bastando con intentarlo. Dios sabe cuándo realmente queremos y cuándo sólo deseamos sin más algo por lo que no ponemos afán y esfuerzo. Es decir, que Dios sabe de verdad cuál es nuestra intención. Y hasta qué punto estamos actuando con sinceridad o con engaño. A Dios no se le puede despistar como despistamos a los hombres. "Los ojos de Dios ven las acciones, Él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos".
2.- EXIGENCIAS DE CRISTO.- Hay quien ha considerado a Jesucristo como un revolucionario, un inconformista que echó por tierra los fundamentos de la sociedad de su tiempo. Pero en el fondo, al pensar así, lo que se intenta es justificar la propia postura de los que se empeñan, con razón o sin ella -no se trata de juzgar a nadie-, en derrocar el poder constituido. Ante aquellos que, ya en su tiempo, pensaban así de su misión, el Señor advierte con claridad y firmeza que Él no ha venido a derogar la Ley, sino a darle cumplimiento. Debido a esa actitud, respeta y reconoce la autoridad constituida, aunque la critique con energía en algunas ocasiones, porque no cumplían lo que ellos mismos mandaban, o porque se servían del poder para su provecho personal. Por eso les dice que hagan lo que ellos dicen, pero no lo que hacen.
Jesús, además sienta un principio que es interesantísimo y fundamental a la hora de la verdad: dar importancia incluso a los preceptos menos importantes, el valorar en definitiva las cosas pequeñas. Esto nos recuerda lo que en otra ocasión nos dice, al hablarnos de los siervos que entran en el Reino por haber sido fieles en lo poco, que por eso precisamente entran en el gozo de su Señor. Es como la fórmula de la aprobación divina para el hombre justo. Desde el punto de vista práctico es un hecho evidente que el que cuida los detalles, no descuida lo más grave. También es cierto que el resultado final es la suma de los pequeños esfuerzos de cada momento. Si en cada instante se hace bien lo que hay que hacer, al final la obra será perfecta. Por otra parte, lo que depende realmente de nosotros es lo pequeño, ya que nuestra vida transcurre por cauces sencillos y habituales. Por esto es ahí donde tenemos que luchar, ahí donde hay que demostrar el amor de Dios, ahí donde ha de cuajar nuestro afán de entrega.
Otro punto a destacar en este pasaje es el de la exigencia radical que el Señor ordena en la práctica de la virtud de la castidad. En la Ley se mandaba no cometer adulterio. Jesús va más allá y advierte que quien miró con malos ojos a una mujer, ya ha cometido adulterio en su interior. El interior del hombre, lo que hay en su más recóndita intimidad, eso es lo que cuenta a los ojos de Dios, la intención y el deseo consentido. Jesús que se nos entrega del todo y nos promete el todo, también lo quiere todo y de verdad. No se conforma con las apariencias, con un formalismo sin vida ni vibración.
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3.- NOS HEMOS CONVERTIDO EN “NUEVOS FARISEOS”
Por Pedro Juan Díaz
1.- Estamos en un fin de semana muy “romántico”. Muchas asociaciones y grupos de amigos, organizan cenas para celebrar el día de los enamorados, que será mañana lunes y aprovechan hoy que es domingo. También nosotros, estamos celebrando el amor, el de Dios por las personas, especialmente por los más pobres. Porque digo yo que no es muy “romántico” celebrar nuestro amor y no hacer nada para que las personas no sigan muriendo de hambre en pleno siglo XXI.
Y es que el amor es el motor del mundo, siempre y cuando nos lo creamos y lo pongamos en práctica. El amor es el que nos ayudará a tomar las mejores decisiones en nuestra vida, el amor de verdad, no un enamoramiento pasajero. Esa era y sigue siendo la propuesta del Evangelio, la propuesta de Jesús. Hoy seguimos escuchando a Jesús en la montaña, después del mensaje de las bienaventuranzas, después de invitarnos a ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Ahora Jesús actualiza los diez mandamientos, recuperando su verdadero sentido, el de servir de cauce para formar un pueblo libre y dominado por el amor. Ese era el proyecto de Dios para su pueblo, Israel.
2.- Pero los hombres hemos convertido los mandamientos en una losa en la que no se ve el amor por ninguna parte. Nos hemos convertido en “nuevos fariseos”, con leyes y normas que en lugar de ayudarnos a crecer y a vivir felices, nos alejan del proyecto de Dios de construir un mundo de hermanos, una gran familia de hijos e hijas de Dios. Jesús quiere dar cumplimiento verdadero a esa ley, quiere desvelar su verdadero significado. Todos los mandamientos están traspasados por el amor. No se trata solo de no matar, ni robar, como mucha gente dice cuando viene al confesionario. Se trata de tratar a las personas con respeto, con amor, como hermanos. Se trata de no consentir que haya gente que siga muriendo de hambre ante nuestras narices. Se trata, en el fondo, de la opción que se nos plantea en la primera lectura, una vieja opción, una lucha antigua, de toda la vida: la lucha entre el bien y el mal. “Ante ti están puestos fuego y agua –dice la primera lectura--, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. ¿Cómo vencer esa lucha si no dejamos que el amor sea el motor de nuestras vidas? ¿Cómo no caer en la tentación del egoísmo, del materialismo, del tener, del poder, si hemos cubierto la ley del amor con un montón de normas “para ser buenos” que no nos ayudan a serlo? ¿Estamos justificados si hoy damos una limosna para Manos Unidas “y ya está”?
3.- Yo no sé ustedess, pero yo cada vez que leo el Evangelio descubro a un Jesús que quería quitar de en medio todas las “capas” que ocultaban el verdadero amor de Dios por todas las personas, y muchas de esas capas las encontró “entre los suyos”, entre los grupos religiosos de la época, que fueron los que propiciaron su muerte. El discurso de Jesús en la montaña (que podemos leer con calma en casa buscando el capítulo 5 del Evangelio de Mateo), es una llamada a vivir el proyecto de Dios aquí y ahora, hoy, en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros trabajos, entre nuestros amigos y conocidos. Es importante abrir el corazón para que entre Él, para que entre el amor, para que sea el AMOR con mayúsculas el que nos ayude a optar entre el bien y el mal, como propone la Palabra de Dios, a optar entre el individualismo o la comunidad, entre el egoísmo o el compartir, entre la indiferencia o la fraternidad, entre ser “fariseos” o ser “cristianos”, seguidores de Cristo Jesús, el maestro, el servidor, el amigo de los pobres, el que nunca nos fallará.
4.- Si nuestra opción es por Jesús y su proyecto de amor, entonces podremos venir cada domingo a la Eucaristía y celebrar el amor que Dios nos tiene, sin olvidarnos de aquellos hermanos nuestros que necesitan nuestra ayuda, que pasan hambre (consecuencia de esta crisis que sufrimos, y que quizás hemos provocado por no saber elegir entre el bien y el mal), hermanos y hermanas nuestros que están cerca de nosotros, en nuestro edificio, en caritas, en la calle, durmiendo en los portales, buscando entre las basuras; y tampoco nos podemos olvidar de los que están lejos, de aquellos a los que podemos llegar con nuestras “manos unidas”, con nuestra fraternidad y nuestra solidaridad. Hoy los traemos a la Mesa común gracias a Manos Unidas. “Su mañana es hoy” dice el lema de la campaña. Hagámoslo posible. Renovemos nuestra fe en el Dios del amor que tiene un proyecto de felicidad para todas las personas, y no lo ocultemos debajo de tanto fariseísmo.

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