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domingo, 29 de agosto de 2010

Lecturas del Lunes XXII Semana Tiempo ordinario. Ciclo C. 30 de agosto 2010

Primera Lectura
I Corintios 2: 1 - 5
1 Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios,
2 pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado.
3 Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso.
4 Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder
5 para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.

Palabra de Dios
Te Alabamos Señor

Salmo 119: 97 - 102

97 ¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
98 Más sabio me haces que mis enemigos por tu mandamiento, que por siempre es mío.
99 Tengo más prudencia que todos mis maestros, porque mi meditación son tus dictámenes.
100 Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus ordenanzas.
101 Retraigo mis pasos de toda mala senda para guardar tu palabra.
102 De tus juicios no me aparto, porque me instruyes tú.


Evangelio
Lucas 4: 16 - 30
Gloria a Ti Señor

16 Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
19 y proclamar un año de gracia del Señor.
20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.
21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»
22 Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
23 El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.»
24 Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»
25 «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;
26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»
28 Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Palabra de Dios
Gloria a Ti Señor Jesús

Reflexión:
El evangelio de hoy nos presenta un relato programático en el ministerio de Jesús.
El Maestro viene del desierto, está comenzando su ministerio público y va a su tierra, entre su paisanos irrumpe en la sinagoga, lee e interpreta la escritura, allí, en la sinagoga de Nazaret se encuentra con su realidad cercana, pobres, desterrados, viudas, huérfanos enfermos. Una colonia de desdichados a quienes les anuncia un verdadero Jubileo.
La predicación de Jesús está inspirada en un pasaje del profeta Isaías y es complementada con dos ejemplos de la profecía popular de Elías y Eliseo, los pioneros de la profecía rural. Con estas inspiraciones, Jesús deja claras sus opciones, lo que no gusta ni a sus paisanos, que no lo comprenden al ser él uno de ellos mismos; ni a las autoridades locales que consideran atrevido el haber interpretado la escritura santa.
Hoy, nosotros no podemos menos que asumir algunos criterios que deja claro el texto para nuestra labor misionera, ya sea en la familia, en el trabajo o en la Iglesia: primero, es fundamental conocer la realidad local para ubicar el anuncio; segundo el anuncio de buenas noticias ha de tener destinatario precisos: los más pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos; Tercero, superar el discurso para hacer realidad el anuncio con las acciones; y cuarto asumir con valentía las consecuencias de este programa profético.

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