Buscar este blog

viernes, 17 de septiembre de 2010

Lecturas del Sábado XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 18 de septiembre 2010

Primera Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (15, 35-37. 42-49)
Hermanos: Hay algunos que preguntan: “¿Cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo van a tener?” Es que no se han puesto a pensar que el grano que se siembra tiene que morir, para que nazca la planta. Lo que se siembra no es la planta que va a brotar, sino solamente la semilla, por ejemplo, de trigo o de cualquier otra cosa.
Lo mismo sucede en la resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible y resucita incorruptible; se siembra un cuerpo miserable y resucita glorioso; se siembra débil y resucita fuerte; se siembra un cuerpo puramente humano y resucita un cuerpo vivificado por el Espíritu divino.
Pues si existe un cuerpo puramente humano, también existe un cuerpo vivificado por el Espíritu. En efecto, la Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es Espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.
El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 55
Caminaré en la presencia
del Señor.
Yo sé bien que el Señor está conmigo; por eso en Dios, cuya promesa alabo, sin temor me confío. ¿Qué hombre ha de poder causarme daño?
Caminaré en la presencia
del Señor.
Te debo, Señor, las promesas que te hice, te las cumpliré con acción de gracias, porque libraste mi vida de la muerte, mis pies de la caída, para que camine en la presencia de Dios, mientras tengo la luz de la vida.
Caminaré en la presencia
del Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (8, 4-15)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola:
“Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír,
que oiga”.
Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esta parábola?” Y él les respondió:
“A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, sólo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
La parábola significa esto: la semilla es la palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan.
Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto.
Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

En este día, el evangelio hace alusión a una parábola: la del sembrador que salió a sembrar la semilla. La semilla que cae en la tierra (pedregosa, con espinos, fértil) es la Palabra de Dios, como bien lo explica Jesús a sus discípulos. Esa Palabra es la que va iluminando nuestro caminar como cristianos, y es esa misma Palabra a la que estamos llamados sembrar en cada persona con quienes compartimos en nuestro vivir diario. Jesús revela a los suyos los misterios del reino porque en definitiva ellos serán los encargados de continuar su misión. Los demás no entienden lo que la parábola quiere decir, inclusive, los mismos discípulos tampoco logran captar el mensaje, y por eso, Jesús se ve en la obligación de decirles lo que significa. Los que tienen la plena disposición para escuchar la Palabra se relacionan con la tierra fértil, que se caracterizan por ser generosos y perseverantes en su respuesta a esa Palabra. Preguntémonos: ¿estamos siendo de verdad tierra fértil para que esa Palabra crezca y germine para la vida eterna? O más bien, ¿nuestra tierra tiene piedras y espinos que no deja crecer (en mí y en los demás) la Palabra del Señor que han sembrado?

No hay comentarios: