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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Jueves día VI de la Octava de Navidad. Ciclo A. 30 de diciembre 2010

= Jueves 30 de Diciembre, 2010
Alaben al Señor, todos los pueblos
Día VI dentro de la Octava de Navidad
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos
Antífona de Entrada
Cuando un profundo silencio envolvía todas las cosas y la noche estaba a la mitad de su camino, tu Palabra omnipotente, Señor, descendió de los cielos, desde tu trono real.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne mortal, nos libre de la antigua esclavitud a la que nos sometió el pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Juan (2, 12-17)
Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio.
Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.
No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo.
El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95
Alaben al Señor,
todos los pueblos.
Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre.
Alaben al Señor,
todos los pueblos.
Ofrézcanle en sus atrios sacrificios. Caigamos en su templo de rodillas. Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
Alaben al Señor,
todos los pueblos.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.
Alaben al Señor,
todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan, naciones, y adoren al Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (2, 36-40)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Ana es una mujer excluida por ser mujer, por ser viuda y por ser anciana; y como Simeón había perseverado muchos años esperando al Salvador para conocerlo antes de morir. Ella sabe leer los signos de los tiempos descubriendo la acción de Dios en la historia, en la realidad cotidiana. Jesús es el Mesías esperado, el anhelado por muchos que están en condiciones de pobreza, para que surja un orden social. La palabra de Dios se ha hecho carne para satisfacer la esperanza de un pueblo oprimido por dimensiones políticas, económicas, culturales y religiosas. Al final del relato termina el viaje que José y María habían emprendido a las tierras de Judea, y regresan a Nazaret de Galilea. Es en este último contexto, en un hogar sencillo, pobre y callado, donde Jesús crecía y se fortalecía en sabiduría y donde el favor de Dios lo acompañaba. ¿Estoy descubriendo la acción de Dios en los signos de los tiempos? ¿En qué rostros estoy reconociendo la llegada de Jesús? ¿Con qué hechos concretos le estoy recibiendo?, y ¿cuáles son mis compromisos reales para con los que esperan liberación de toda clase de muerte, de injusticia y desigualdad?

No se dice Credo.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo y concédenos que, las realidades que creemos por la fe, las consigamos por este sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Navidad II
Restauración universal por la
encarnación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
El cual, en el misterio santo que hoy celebramos, se hizo presente entre nosotros sin dejar la gloria del Padre; siendo invisible en su naturaleza divina, se hizo visible al asumir la nuestra y, engendrado antes de todo tiempo, comenzó a existir en el tiempo para reintegrar en la unidad a la creación entera, reconstruyendo en su persona cuanto en el mundo yacía derrumbado y para llamar de nuevo al hombre caído al Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
De su plenitud hemos recibido todos, gracia por gracia.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor Dios, que nos unes a ti por la participación de este sacramento, concédenos obtener toda su eficacia para que así, la recepción de este don tuyo, nos haga más dignos de seguirlo recibiendo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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