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jueves, 30 de diciembre de 2010

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Viernes día VII de la Infraoctava de Navidad. Ciclo A. 31 de diciembre 2010

= Viernes 31de Diciembre, 2010
Dios envió al mundo a su Hijo único
Día VII dentro de la Octava de Navidad
Jesús es la luz verdadera
Antífona de Entrada
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. La insignia del poder está sobre sus hombros y se le llamará Ángel del Gran Consejo.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que todo esfuerzo del hombre por ir a tu encuentro tenga su origen y su plenitud en el nacimiento de tu Hijo, concédenos contarnos siempre entre el número de los que siguen a Cristo, en quien está la salvación de todo el género humano.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Juan (2, 18-21)
Hijos míos: Esta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora.
De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros.
Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95
Alégrense los cielos y la tierra.
Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día.
Alégrense los cielos y la tierra.
Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.
Alégrense los cielos y la tierra.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
Alégrense los cielos y la tierra.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 1-18)
Gloria a ti, Señor.
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. El era la vida, y la vida era la luz de los hombres.La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Jesús nace y es la luz verdadera, el esperado, el que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo y demostrando que el amor de Dios es grande para con la humanidad. Vino para darles el poder de hacerse Hijos de Dios a aquéllos que creen en su nombre, que reclaman igualdad y dignidad, que propugnan un orden social en donde no se excluya a nadie. Jesús nos revela al Padre de misericordia que se hace historia, que se encarna en el mundo para dar vida, para redignificar, para reivindicar a aquéllos que sufren por la sociedad y que tanto lo han esperado. Jesús es el Verbo, la Palabra, la Vida, la Luz, el Hijo unigénito que está en estrecha relación con el Padre, que lo comunica a través de sus palabras y de sus obras. Jesús nos pone en comunión con el Padre, nos hace ser conscientes de que somos hijos suyos creados a su imagen y semejanza, con igualdad y dignidad. Y que por ser hijos en el Hijo somos también hermanos entre nosotros. ¿Estamos actuando hoy como verdaderos hijos de Dios? ¿Estamos correspondiendo con el mismo amor a nuestro Padre? ¿Somos verdaderos hermanos en busca de la igualdad entre todos?


No se dice Credo.
Oración sobre las Ofrendas
Señor y Dios nuestro, que infundes en nosotros los sentimientos de la verdadera adoración y nos impulsas a vivir en plena concordia con nuestros prójimos, concédenos poder tributarte con estas ofrendas el culto que te es debido y estrechar los lazos de caridad con nuestros hermanos, por la participación en este sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Navidad III
Intercambio efectuado en la
Encarnación del Verbo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por
Cristo nuestro Señor.
Por él, hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva, ya que al asumir tu Hijo nuestra fragilidad humana, no sólo quedó nuestra carne mortal honrada para siempre, sino que, por esta unión admirable, nos hizo también participes de su eternidad.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria.
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Dios envió al mundo a su Hijo único, para darnos vida por medio de él.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que tu pueblo, Señor, al que jamás has dejado de tu mano, experimente tu ayuda presente y futura a fin de que, disfrutando de los bienes terrenos necesarios, pueda buscar con mayor confianza los bienes eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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