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miércoles, 31 de octubre de 2012

Ordinario de la Misa: XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Jueves 1 de noviembre, 2012. Solemnidad de Todos los Santos

Ordinario de la Misa: XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Jueves 1 de noviembre, 2012 Solemnidad de Todos los Santos Del Señor es la tierra y lo que ella tiene Vengan a mí todos los que están fatigados Antífona de Entrada Alegrémonos en el Señor al celebrar la solemnidad de Todos los Santos, por la cual se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios. Se dice Gloria. Oración Colecta Oremos: Dios omnipotente y eterno, que otorgas a tu Iglesia la alegría de celebrar, en esta solemnidad, los méritos y la gloria de todos los santos, concede a tu pueblo, por intercesión de todos estos hermanos nuestros, la abundancia de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén. Primera Lectura Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (7, 2-4. 9-14) Yo, Juan, vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar. Les dijo: “¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios!” Y pude oír el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de Israel. Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”. Entonces uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” Yo le respondí: “Señor mío, tú eres quien lo sabe”. Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero”. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo Responsorial Salmo 23 Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor. Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor. ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor. Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor. Segunda Lectura Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-3) Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él. Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como él. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Aclamación antes del Evangelio Aleluya, aleluya. Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor. Aleluya. Evangelio † Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: Se celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que ella no se redujera sólo a lo que hemos solido llamar “mundo católico”, sino a un mundo verdaderamente «católico», o sea, verdaderamente «universal», que es lo que etimológicamente significa la palabra. ¿No queremos celebrar en este día a todos los santos que están ya ante Dios? ¿Pues cómo vamos a limitarnos a pensar en «catálogo romano de los santos», de los «canonizados» por la Iglesia católica romana, en esa práctica llevada a cabo sólo desde el siglo XI, de «inscribir» oficialmente a los santos de esa Iglesia en ese libro? ¿Será que quienes figuran oficialmente inscritos durante 9 siglos en esta sola Iglesia son «todos los santos» que están delante de Dios, o tal vez serán sólo una insignificante minoría entre todos ellos? Es decir: pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas» para hacer honor a su nombre: la festividad de «todos los santos». Por tanto, hay que hacer un esfuerzo por entenderla con una real universalidad. Ésta es una fiesta «ecuménica»: agrupa a todos los santos. Es más que ecuménica, porque no contempla sólo a los santos cristianos, sino a «todos», todos los que son santos a los ojos de Dios. Ello quiere decir, obviamente, que también incluye a los santos no cristianos a los santos de otras religiones (debería ser una fiesta inter-religiosa), e incluso a los santos sin pertenencia a ninguna religión, los «santos paganos», los santos anónimos, incluso los «santos ateos». Una fiesta pues, que podría hacernos reflexionar sobre dos aspectos: el de la santidad misma (¿qué es, en qué consiste, qué «confesionalidad» tiene esa santidad?), y el del «Dios de todos los santos». Porque muchas personas todavía piensan -sin querer, desde luego- en «un Dios muy católico». Para algunos Dios sería incluso «católico, apostólico y romano». O sea, nuestro. El Dios de nosotros, se quiere decir, un Dios como nosotros de hecho. Pudiera ser que, también un poco hecho «a imagen y semejanza» nuestra. La actitud universalista, la amplitud del corazón y de la mente hacia la universalidad, a la acogida de todos sin etiquetas particularistas, siempre nos cuestiona la imagen de Dios. Dios no puede ser sólo nuestro Dios, el nuestro, el que piensa como nosotros e intervendría en la historia siempre de acuerdo con nuestros intereses. Dios, si es verdaderamente Dios, ha de ser el dios de todos los santos, el Dios de todos los nombres, el Dios de todas las utopías, el Dios de todas las religiones (incluida la religión de los que con sinceridad y sabiendo lo que hacen optan con buena conciencia por dejar a un lado “las religiones”, aunque no «la religión verdadera» de la que por ejemplo habla Santiago en su carta, 1,27). Dios es «católico» pero en el sentido original de la palabra. Está más allá de toda religión concreta. Está «con todo el que ama y practica la justicia, sea de la religión que sea», como dijo Pedro en casa de Cornelio (Hch 10). Hoy nos parece todo esto tan natural, pero hace apenas 50 años -los que hace que se celebró el Concilio- que estamos pensando de esta manera. En las vísperas del Concilio, el famoso teólogo dominico Garrigou-Lagrange (avanzado, progresista, y por ello perseguido) escribía con la mentalidad común del ambiente católico: «Las virtudes morales cristianas son infusas y esencialmente distintas, por su objeto formal, de las más excelsas virtudes morales adquiridas que describen los más famosos filósofos… Hay diferencia infinita entre la templanza aristotélica, regulada solamente por la recta razón, y la templanza cristiana, regulada por la fe divina y la prudencia sobrenatural» (Perfection chrétienne et contemplation, Paris 1923, p. 64). Danielou, por su parte, afirmaba: «Existe el heroismo no cristiano, pero no existe una santidad no cristiana. No debemos confundir los valores. No hay santos fuera del cristianismo, pues la santidad es esencialmente un don de Dios, una participación en Su vida, mientras que elheroismo pertenece al plano de las realidades humanas» (Le mystère du salut des nations, Seuil, Paris 1946, p. 75). Todas las grandes figuras de la humanidad, personajes como Sócrates o como Gandhi. sólo podrían considerarse héroes, no santos; no quedarían incluidos hoy en esta fiesta, porque los santos serían sólo cristianos, ¡y católicos! Ésta es una de las tantas «rupturas» que realizó el Concilio. La primera lectura bíblica de esta fiesta litúrgica, del Apocalipsis, aun estando redactada en ese lenguaje no sólo poético, sino ultra-metafórico, lo viene a decir claramente: la muchedumbre incontable que estaba delante de Dios era «de toda lengua, pueblo, raza y nación». En aquel entonces, hablar de «las naciones» implicaba en ello a las religiones, porque cada pueblo-raza-nación era considerado que tenía su propia religión. A Juan le parece contemplar reunidos, en aquella apoteosis, no sólo a los de su propia religión, sino a todos los pueblos, vale decir: a todas las religiones. Si corregimos así nuestra visión, estaremos más cerca de «ver a Dios tal como es» (segunda lectura), tal como podremos verle allá de los velos carnales del chauvinismo cultural o el tribalismo religioso -que no son muy distintos. Obviamente, esos «ciento cuarenta y cuatro mil» (doce al cuadrado, o sea, «los Doce», o «las Doce ‘tribus’ de Israel», pero elevadas al cuadrado, es decir, totalmente superadas, llevadas fuera de sí hasta disolverse entre «toda lengua, pueblo, raza y nación»), esos ciento cuarenta y cuatro mil, o los entendemos como un símbolo macroecuméncio, o nos retrotraerían al tribalismo religioso. Las bienaventuranzas comparten la misma visión «macro-ecuménica»: valen para todos los seres humanos. El Dios que en ellas aparece no es «confesional», de una religión, no es «religiosamente tribal». No exige ningún ritual de ninguna religión. Sino el rito de la simple religión humana: la pobreza, la opción por los pobres, la transparencia de corazón, el hambre y sed de justicia, el luchar por la paz, la persecución como efecto de la lucha por la Causa del Reino. Esa «religión humana básica fundamental» es la que Jesús proclama como «código de santidad universal», para todos los santos, los de casa y los de fuera, los del mundo «católico«. Si a propósito de la festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad; en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación de nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios. Para la aplicación más parenética de este precedente comentario exegético, recomendamos como la mejor referencia el capítulo V de la Constitución Dogmática de la Iglesia “Lumen Gentum”, del Vaticano II, con su “Universal llamado a la santidad”. Antes del Concilio se reconocía que había una especie de «profesionales de la santidad», que se dedicaban a ello, como los monjes y los religiosos/as, que se decía que vivían en el «estado de perfección»; a los demás, los laicos/as o seglares como que se les consideraba de alguna manera dispensados. Para la revisión de vida - Entendidos en un lenguaje «civil», no religiosista, simplemente humano, los «santos», son todas las buenas personas, la «buena gente», los «hombres buenos»... y todavía más, los héroes, los próceres, los mártires, los testigos... conocidos o desconocidos. Esas personas que hacen presente en la historia las cumbres éticas de nuestra propia humanidad, que hacen respirable el aire de nuestra historia humana. «Si otros lo han sido... ¿por qué no puedo serlo yo?» Se dice Credo. Oración de los Fieles Celebrante: Animados por el ejemplo de todos los santos que ya gozan de la bienaventuranza eterna, digamos juntos: Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que los cristianos vivamos nuestra fe con ilusión, y dejemos que la gracia nos transforme. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que los gobernantes de las naciones, con espíritu de justicia, promuevan la paz en el nuevo milenio. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que en nuestra sociedad se reconozca y valore lo sencillo, lo humilde y lo cotidiano, y se tenga en cuenta a todos los ciudadanos. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que nuestros hermanos y hermanas, que trabajan por el bien de los pobres y necesitados, sepan que el Reino ya les pertenece. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que el ejemplo de los santos nos estimule a permanecer siempre unidos al Señor. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Para que todos nosotros, en comunión con los santos, alabemos a Dios en espíritu y en verdad. Oremos. Que seamos santos como Tú eres Santo, Señor. Celebrante: Sólo Tú eres Santo, Señor, y de Ti procede todo bien, por eso te pedimos que acojas nuestras oraciones, nos des tu gracia para que vivamos en el amor, y nos ayudes a ser dignos hijos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Oración sobre las Ofrendas Acepta, Señor, el sacrificio de alabanza que vamos a ofrecerte al celebrar hoy la fiesta de todos aquellos que gozan ya de tu vida inmortal, y concédenos experimentar siempre su protección y su ayuda en nuestro camino hacia ti. Por Jesucristo, nuestro. Señor. Amén. Prefacio propio La gloria de la Iglesia,nuestra Madre. El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de Todos los Santos, asamblea de Ia Jerusalén celestial que eternamente te alaba. Hacia ella, peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de nuestros hermanos; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. Por eso, unidos a los santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos, diciendo: Santo, Santo, Santo... Antífona de la Comunión Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Oración después de la Comunión Oremos: Dios nuestro, fuente única de toda santidad y admirable en todos tus santos, haz que este sacramento nos encienda en el fuego de tu amor y nos prepare para la alegría de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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