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jueves, 1 de noviembre de 2012

Evangelio XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes, 2 de Noviembre, 2012.

Evangelio XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes, 2 de Noviembre, 2012. Santo del día: Los Fieles Difuntos † Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (15, 33-39; 16, 1-6) Gloria a ti, Señor. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: “Eloí, Eloí,¿lemá sabactaní?” (que significa:Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Miren, esta llamando a Elías”. Uno corrió a empapar una esponja de vinagre la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”. Pero Jesús dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios”. Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: Hoy, día de los Fieles Difuntos, iluminamos nuestra muerte desde el Cristo crucificado. El evangelio destaca la profunda unidad entre el Jesús crucificado y el Cristo glorioso ya que la resurrección de Jesús sólo es comprensible a la luz de su vida, pasión y muerte. Otro tanto podemos decir de la fe cristiana en la resurrección de los muertos, que igualmente está en profunda unidad con lo que cada persona fue en vida. De este modo se destaca la unidad fundamental entre lo que acontece en la vida y lo que se espera después de la muerte. En su narración de la vida misionera de Jesús, el Evangelio de Marcos coloca la expresión “Hijo de Dios” al inicio (Mc 1,1) y al final (Mc 15,39) para darnos a entender de qué manera esa experiencia espiritual configuró toda la existencia de Jesús y cómo podemos convertirla en el eje de todos nuestros valores. – Jesús nos enseña qué significa vivir como hijos de un mismo Padre y cómo superar el individualismo, para crecer en la capacidad de comunión con los hermanos. Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender cómo esa dimensión de comunión filial con Dios nos exige convertirnos a los valores del evangelio (Mc 1,14-15) y trascender los valores del mundo presente. El tema de la «vida eterna» no es un tema tan pacífico o intocable como parecería. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como en un frigorífico guardado en el subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente. No es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un compuesto de cuerpo y alma, que el alma la ha creado dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la separación de cuerpo y alma, y que en el momento de la muerte Dios nos hace un juicio particular y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos que son estas dos figuras. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera consigo mismo. Pero sería necesario hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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