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jueves, 1 de noviembre de 2012
Ordinario de la Misa: XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes 2 de Noviembre, 2012. Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Ordinario de la Misa: XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes 2 de Noviembre, 2012
Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Espero ver la bondad del Señor
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor
Antífona de Entrada
Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios llevará con él a los que mueren en Jesús. Y así como todos han muerto en Adán, así también todos revivirán en Cristo.
Oración Colecta
Oremos:
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de Job
(19, 1. 23-27)
En aquellos días, Job tomó la palabra y dijo:
“Ojalá que mis palabras se escribieran; ojalá que se grabaran en láminas de bronce o con punzón de hierro se esculpieran en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se levantará a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi piel y con mi carne veré a mi Dios; yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos lo contemplarán. Esta es la firme esperanza que tengo”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Señor, acuérdate de mí con ese mismo amor y esa ternura.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Alivia mi angustiado corazón y haz que lleguen mis penas a su fin. Contempla mi miseria y mis trabajos y perdóname todas mis ofensas.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Protégeme, Señor, mi vida salva, que jamás quede yo decepcionado de haberte entregado mi confianza; la rectitud e inocencia me defiendan, pues en ti tengo puesta mi esperanza.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los filipenses
(3, 20-21)
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del Santo Evangelio
según San Marcos
(15, 33-39; 16, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:
“Eloí, Eloí,¿lemá sabactaní?” (que significa:Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
“Miren, esta llamando a Elías”.
Uno corrió a empapar una esponja de vinagre la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”. Pero Jesús dando un fuerte grito, expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:
“De veras este hombre era Hijo de Dios”.
Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo.
Pero él les dijo:
“No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hoy, día de los Fieles Difuntos, iluminamos nuestra muerte desde el Cristo crucificado. El evangelio destaca la profunda unidad entre el Jesús crucificado y el Cristo glorioso ya que la resurrección de Jesús sólo es comprensible a la luz de su vida, pasión y muerte. Otro tanto podemos decir de la fe cristiana en la resurrección de los muertos, que igualmente está en profunda unidad con lo que cada persona fue en vida. De este modo se destaca la unidad fundamental entre lo que acontece en la vida y lo que se espera después de la muerte. En su narración de la vida misionera de Jesús, el Evangelio de Marcos coloca la expresión “Hijo de Dios” al inicio (Mc 1,1) y al final (Mc 15,39) para darnos a entender de qué manera esa experiencia espiritual configuró toda la existencia de Jesús y cómo podemos convertirla en el eje de todos nuestros valores. – Jesús nos enseña qué significa vivir como hijos de un mismo Padre y cómo superar el individualismo, para crecer en la capacidad de comunión con los hermanos. Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender cómo esa dimensión de comunión filial con Dios nos exige convertirnos a los valores del evangelio (Mc 1,14-15) y trascender los valores del mundo presente.
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan pacífico o intocable como parecería. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como en un frigorífico guardado en el subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente. No es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un compuesto de cuerpo y alma, que el alma la ha creado dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la separación de cuerpo y alma, y que en el momento de la muerte Dios nos hace un juicio particular y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos que son estas dos figuras. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera consigo mismo. Pero sería necesario hacerlo. La teología está asumiendo este desafío.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, oremos confiadamente a Dios, que resucitó a su Hijo al tercer día y pidámosle por los vivos y difuntos, para que todos gocemos un día de su felicidad eterna. Digamos con fe:
Te rogamos, óyenos.
Para que Jesús, que con su resurrección dio vida al mundo entero, conceda a todos los difuntos gozar de la luz y de la vida verdadera.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que los cristianos seamos en medio del mundo testigos de la vida y de la felicidad que Jesús nos ofrece, y ayudemos a nuestros hermanos a creer en Él.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que los enfermos, especialmente los que están terminando sus días en esta vida, experimenten la fortaleza de Dios, la cercanía de sus hermanos y la confianza plena en la vida eterna.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que el Señor, en su misericordia, perdone los pecados de los que han muerto.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que nuestros familiares y amigos difuntos, disfrutando ya del Reino de la vida, intercedan por los que aún peregrinamos entre las luces y sombras de la fe.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que la esperanza guíe nuestros pasos a lo largo de nuestros días y para que un día disfrutemos de la armonía y el amor que reinan en la casa del Padre.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Celebrante:
Recibe, Señor, nuestra humilde oración y, ya que confiamos en tu misericordia y tu poder, haz que vivamos abandonados en tus manos de Padre y que un día podamos cantar, junto a María y a los santos, la gloria de tu nombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos en este sacramento de amor que nos une a Cristo, tu Hijo, y recibe a nuestros hermanos difuntos en la gloria de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Difuntos I
No se nos quita la vida, se nos
cambia por otra mejor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
En el cual resplandece la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Pues, para quienes creemos en ti, Señor, la vida se transforma, no se acaba; y disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Por este memorial de la muerte y resurrección de Cristo que hemos celebrado, concede, Señor, a nuestros hermanos difuntos, gozar de la paz eterna de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org
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