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martes, 20 de julio de 2010

Lecturas del Miércoles XVI Tiempo Ordinario. Ciclo C. 21 de julio 2010

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Jeremías (1, 1. 4-10)

Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. En tiempo de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones”.

Yo le contesté: “Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho”.

El Señor me dijo: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”, palabra del Señor.

El Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me dijo:

“Desde hoy pongo mis palabras en tu boca y te doy autoridad sobre pueblos y reyes, para que arranques y derribes, para qué destruyas y deshagas, para que edifiques y plantes”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 70

Señor, tú eres mi esperanza.



Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo.



Señor, tú eres mi esperanza.



Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.



Señor, tú eres mi esperanza.



Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.



Señor, tú eres mi esperanza.



Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo.



Señor, tú eres mi esperanza.



Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.

Aleluya.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 1-9)

Gloria a ti, Señor.



Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron.

Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas.

Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta.

El que tenga oídos, que oiga”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



REFLEXION:

Este relato lleno de significado nos presenta a Jesús como maestro que enseña a la multitud que se había congregado, se constata fácilmente que la barca sirve de pulpito natural y que la playa proporciona una buena acústica. La parábola describe la siembra de semillas, caen en cuatro lugares diferentes de tierra, con los resultados consiguientes. La parábola se interesa en la suerte reservada a la semilla en los cuatro terrenos diferentes, las escenas están dispuestas de manera progresiva y optimista, para desembocar en la visión de la fructificación extraordinaria de la semilla.

El tema de la cosecha imagen de los últimos tiempos, es tradicional en Israel, lo nuevo es la insistencia en las laboriosas siembras que las preparan. Jesús, pues suaviza ligeramente el matiz escatológico de la venida del Reino, subrayando mas bien las condiciones difíciles de su realización. Proclama la venida del reino, pero insiste en la lentitud de su instauración y en la dificultad de su maduración. Jesús plantea el problema de los fracasos y de las resistencias que se oponen a su mensaje; ceguera de los escribas, entusiasmo superficial de las masas, desconfianza de sus parientes, etc. Pretende dar un sentido a esta incomprensión y lo descubre en la oposición entre el trabajo casi infructuoso del sembrador y la rica cosecha que se recogerá, en su tiempo oportuno, Jesús piensa en su misión difícil y la analiza a la luz del juicio que se acerca, concretamente este juicio se produce a través de la inteligencia que los discípulos parecen mostrar. La semilla finalmente dará el fruto abundante que Jesús espera, cuando sus discípulos acepten su Palabra.

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