HOSPITALIDAD
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LA OPCIÓN DE MARÍA
Por Pedro Juan Díaz
1.- Marta y María son dos personajes paradigmáticos de nuestra fe. Siempre los hemos presentado de manera opuesta, la acción frente a la contemplación. Pero quizás debamos descubrir aquello que les hace complementarse, más que oponerse la una a la otra. Es cierto que una de las normas de la hospitalidad judía era recibir bien al visitante, ofrecerle agua para los pies, manchados del polvo del camino, algo de comida y, si era necesario, también un lugar donde descansar. Marta cumple todas esas normas con su servicio inquieto y afanado. Y es precisamente tanto afán el que no le hace darse cuenta de QUIEN es el que visita su casa.
María, por su parte, se da cuenta de que el que ha venido no es cualquier persona, sino su querido Jesús, su Amigo, el Enviado de Dios. Estoy seguro de que si Jesucristo visitara nuestra casa, nos desviviríamos por atenderle y no faltaría ningún detalle, como Marta. Pero no sé si seríamos capaces de descubrir lo que descubrió María. ¿Qué otra cosa podía hacer sino escucharle, estar a sus pies? ¿Cómo es posible entretener la existencia en otras cosas cuando ha llegado Él, que no sólo es lo más importante, sino lo único importante? ¿Os imagináis que Jesús viniera a nuestra casa, recibiera todos nuestros servicios y se fuera sin que le hubiéramos escuchado ni un segundo?
2.- Pues bien, Jesús visita nuestra casa cada vez que leemos su Palabra, cada vez que abrimos nuestro corazón a la oración. ¿Leemos la Palabra de Dios con frecuencia? Si así lo hacemos, la Palabra va “erosionando” las durezas de nuestro corazón y se va convirtiendo poco a poco en la FUENTE de nuestra vida, hasta dejar a Dios que tome la iniciativa y nos guíe por sus caminos. ¿Seremos capaces de hacer como Abraham en la primera lectura, invitarle a que pase con nosotros? ¿Seremos capaces de dejar que sea la Palabra de Dios la que oriente nuestras vidas?
3.- Vivir de la Palabra de Dios, la opción de María, es la opción esencial del que es y quiere ser discípulo de Jesús, viviendo a la escucha de la Palabra. Reconocer a Jesús como la PALABRA que “se hizo carne y habitó entre nosotros” y vino a decirnos lo que Dios quiere de nosotros es esencial para reconocernos discípulos de Aquel que es nuestro Maestro. “Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”, le dice Abraham a Dios. No queremos que el Señor pase de largo, por eso elegimos la opción de María, sentarnos a escuchar. Y después de escuchar, sabremos cómo servir mejor a nuestros hermanos y hermanas que habitan este mundo y que necesitan signos, señales, referencias de fe y de vida al estilo de Jesús.
4.- Al participar en la Eucaristía, el Señor nos sienta a su Mesa y nos ofrece su Palabra para que, al volver a la vida, tengamos las claves necesarias para ser sus discípulos, sus testigos “en el corazón del mundo”. La Eucaristía es la Mesa de la Palabra y también la Mesa del Pan, la Mesa de Jesús hecho alimento para nuestro caminar cotidiano.
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