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miércoles, 4 de agosto de 2010

Lecturas del Jueves XVIII Tiempo Ordinario. Ciclo C. 5 de agosto 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Jeremías (31, 31-34)
“Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto.Ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos.
Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole:
‘Conoce al Señor’, porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Crea en mí, Señor,
un corazón puro.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Crea en mí, Señor,
un corazón puro.
Devuélveme tu salvación, que regocija, mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores.
Crea en mí, Señor,
un corazón puro.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
Crea en mí, Señor,
un corazón puro.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella,dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (16, 13-23)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó:
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesús le dijo entonces:
“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo:
“¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En el Evangelio, encontramos a Jesús con los discípulos, planteándoles un interrogante de fondo ¿Quién dice la gente que soy yo? Naturalmente que las respuestas son diversas, como las experiencias que el pueblo ha tenido con Jesús, así unos lo asocian con Juan el Bautista, otros con Elías, otros con Jeremías. Lo que ha y de común en las respuestas es un profundo deseo de profetismo popular, que sea buena noticia para los pobres, y estas concepciones de Jesús están profundamente arraigadas en el alma del pueblo.
La particularización de la pregunta “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” pone a los discípulos en una encrucijada. Ellos que han sido testigos de la trayectoria misionera del maestro y destinatarios de todas sus enseñanzas, no pueden tener la misma respuesta, tal vez por eso sólo Pedro se arriesga de responder lúcidamente. La respuesta de Pedro constituye un buen signo para Jesús, quien ve en el grupo mucha más madures que al comienzo, por eso decide confiarles mas detalles de su plan y por supuesto de las consecuencias. Ante ello el mismo Pedro reaccionará inmaduramente, no como Dios, sino como los hombres.
Es vital hoy reconocer que Dios ha decidido amarnos, ha decido confiarnos su proyecto, ha puesto en nuestras mentes y nuestros corazones la semilla de divinidad necesaria para hacer más humano el mundo en el que vivimos, sin embargo, no pocas veces solemos alejarnos del plan de Dios y traicionar su confianza: Podemos decir que nos cuesta pensar como Dios, respetar amorosamente la dignidad de todos, y terminamos imponiendo nuestros limitados criterios en el ordenamiento del mundo.

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