= Martes 09 de Noviembre, 2010
Dedicación de la Basílica de Letrán
Fiesta
Un río alegra a la ciudad de Dios
Escucha, Señor, nuestra oración
Antífona de Entrada
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de donde estaba al lado de Dios, engalanada como una novia que se adorna para su esposo.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, tú que edificas con piedras vivas y escogidas el templo eterno de tu gloria, derrama sobre tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, para que tu pueblo fiel llegue un día a transformarse en la Jerusalén celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (47, 1-2. 8-9. 12)
En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del templo. Por debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo miraba hacia el oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado derecho.
Aquel hombre me dijo:
“Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por donde quiera que el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas,
de medicina”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 45
Un río alegra
a la ciudad de Dios.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes.
Un río alegra
a la ciudad de Dios.
Un río alegra a la ciudad de Dios, su morada el Altísimo hace santa. Teniendo a Dios, Jerusalén no teme, porque Dios la protege desde el alba.
Un río alegra
a la ciudad de Dios.
Con nosotros está Dios, el Señor; es el Dios de Israel nuestra defensa. Vengan a ver las cosas sorprendentes que ha hecho el Señor sobre la tierra.
Un río alegra
a la ciudad de Dios.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
He elegido y santificado este lugar, dice el Señor, para que siempre habite ahí mi nombre.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (2, 13-22)
Gloria a ti, Señor.
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”
Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿Y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
En el episodio de la expulsión de los vendedores del Templo se observan dos centros de interés, aparentemente contrapuestos.
Primero se presenta el celo de Jesús por la dignidad de "la casa de su Padre". Puede verse, por tanto, una valoración positiva de la realidad sagrada del Templo. Pero a continuación se constata una especie de indiferencia de Jesús para con este mismo Templo.
Habla de su destrucción y de su futura sustitución a través de la destrucción y resurrección de su propio cuerpo.
Evidentemente, en plena preparación de la Pascua y de acuerdo con la intención del evangelista Juan, nos interesa más la segunda perspectiva. Con el gesto simbólico de la purificación del Templo de Jerusalén y con palabras lo suficientemente explícitas, Jesús anuncia el cambio radical que introducirá su muerte y su resurrección en el régimen cultual de la humanidad. Más intencionadamente que los demás evangelistas, Juan subraya la alusión a la resurrección al emplear no el término "edificar", sino el término "levantar" (egeirein), directamente relacionado con los términos neotestamentarios que designan la resurrección de Cristo. A partir de la resurrección, ya no existen lugares privilegiados de la presencia de Dios entre los hombres. La Humanidad de Cristo, presente en todas partes mediante el Espíritu, es el nuevo y definitivo Templo. En cualquier lugar donde se anuncie el escándalo de la cruz (cf. 2 lectura) y se acoja en la fe, está el Templo de Dios. Y el verdadera culto no necesita espacios materiales, sino que se da en cualquier parte donde los hombres vivan la fe y la caridad.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, sabiendo que somos piedras vivas de la Iglesia, templo consagrado por Dios, y que el Espíritu Santo habita en nosotros, oremos junto a todos los cristianos, diciendo:
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por la Iglesia del nuevo milenio: para que el Señor la conserve firme ante las dificultades, cercana para todos los hombres y haga de ella la casa común donde todos vivamos como hermanos.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por la Iglesia de Roma cuyo pastor es el Papa, sucesor de Pedro: para que presida desde el primado de la caridad a todas las comunidades cristianas del mundo.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por todos los cristianos: para que sepamos amar y construir la Iglesia de Cristo viviendo con espíritu de comunión, fomentando el diálogo, la amistad y el respeto a las legítimas diferencias.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por la paz entre los pueblos, en los hogares y en las relaciones interpersonales: para que los hombres aprendamos a amarnos mutuamente y a adelantar ya aquí la Jerusalén celestial.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por los que se han apartado de la comunión de la Iglesia, por los que buscan la verdad fuera de ella, por los que la critican o se sienten abandonados de su solicitud: para que el Espíritu de la verdad los atraiga a su seno y encuentren comprensión, perdón, ayuda y amistad.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Por todos los que hemos sido incorporados a la Iglesia por el baño del Bautismo: para que, trabajando por nuestra santidad, seamos solidarios con nuestros hermanos y amándonos sin egoísmos construyamos juntos la única Iglesia de Cristo.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Celebrante:
Señor y Dios nuestro, que quisiste habitar en el corazón de los hombres y nos permites congregarnos para alabarte en templos consagrados a Ti; escucha nuestras súplicas y danos tu Espíritu para que nunca nos apartemos de Ti, antes bien hagamos de nuestras vidas moradas donde Tú habites y donde constantemente se te alabe y glorifique.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, nuestras ofrendas y concede a tu pueblo, unido en la plegaria, ser fortalecido por tus sacramentos y obtener lo que pide en sus oraciones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
La Iglesia, esposa de Cristo y
templo del Espíritu Santo.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque en toda casa consagrada a la oración te has dignado quedarte con nosotros, para hacernos tú mismo templos del Espíritu Santo, que brillen, sostenidos por tu gracia, con el esplendor de una vida santa.
Y, porque con tu acción constante, santificas a la Iglesia, esposa de Cristo, simbolizada por estos edificios materiales, a fin de que, llena de gozo por la multitud de sus hijos, sea presentada a ti en la gloria de tu Reino.
Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Nosotros somos piedras vivas, que sirven para construir el templo espiritual, el pueblo sacerdotal que pertenece a Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que has querido darnos en tu Iglesia un signo temporal de la Jerusalén celeste, concédenos, por esta comunión, ser transformados aquí en templos de tu gracia y entrar un día en el Reino de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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