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domingo, 5 de junio de 2011

Meditación: Lunes VII Semana de Pascua. Ciclo A. 06 de junio 2011

Meditación: Lunes de la semana 7 de Pascua

«Dicen sus discípulos: Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les dijo: ¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora, y ya llegó, en que os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. Os he dicho esto para que tengáis paz en mí En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: yo he vencido al mundo.» (Juan 16, 29-33)
1º. Jesús, a mí también me puedes hacer este reproche: ¿de verdad crees?
Entonces, ¿por qué me abandonas?
«Llega la hora en que me dejaréis solo.»
Jesús, no quiero dejarte solo, no quiero vivir al margen de Ti, de lo que me pides, de lo que necesitas de mí.
Lo que ocurre es que me olvido, que voy un poco a la mía, e incluso a veces -por pura fragilidad- te doy la espalda.
Jesús, Tú no estás solo porque el Padre esta contigo; sin embargo prefieres que no te abandone.
Si te dejo, sufres.
Pero ¿acaso puedes sufrir, siendo Dios?
Sí, puedes sufrir aun siendo Dios.
Pero no sufres como al que le falta algo o tiene alguna necesidad.
Sufres, en cambio, al ver que a mí me falta algo y no sé cómo conseguir lo que necesito.
Sufres al ver que no sé corresponder al amor que me tienes; sufres como sufre la madre que ve que su hijo es egoísta y no se da cuenta de lo mucho que ella le ama.
En definitiva, Jesús, sufres porque me quieres, y sabes que mi egoísmo me impide ser realmente feliz.
«Cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado; si él ama, es para que nosotros le amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí». (San Bernardo).
Jesús, que nunca más te abandone por el pecado, que no te deje solo por mi indiferencia, por mi falta de presencia de Dios a lo largo del día.
La mejor manera de no dejarte solo es acompañarte cada día haciendo unos minutos de oración.
Entonces, si en esos ratos de intimidad contigo me doy cuenta de que te había olvidado un poco, puedo pedirte perdón, y también ayuda para no volver a abandonarte más.
2º. «Vamos a no engañarnos... -Dios no es una sombra, un ser lejano, que nos crea y luego nos abandona; no es un amo que se va y ya no vuelve. Aunque no lo percibamos con nuestros sentidos, su existencia es mucho más verdadera que la de todas las realidades que tocamos y vemos. Dios está aquí, con nosotros, presente, vivo: nos ve, nos oye, nos dirige, y contempla nuestras menores acciones, nuestras intenciones más escondidas.
Creemos esto..., pero ¡vivimos como si Dios no existiera! Porque no tenemos para Él ni un pensamiento, ni una palabra; porque no le obedecemos, ni tratamos de dominar nuestras pasiones; porque no le expresamos amor, ni le desagraviamos...
-¿Vamos a seguir viviendo con una fe muerta?» (Surco.-658).
Jesús, quiero vivir «en cristiano» las veinticuatro horas del día; quiero vivir como lo que soy: hijo de Dios.
Para ello, he de tenerte presente en las cosas que hago, y preguntarme muchas veces: ¿estoy haciendo lo que debo hacer y como lo debo hacer? ¿Estás contento, Señor, de mi trabajo, de mi aprovechamiento del tiempo, de mi trato con los demás?
«Os he dicho esto para que tengáis paz en mí»
Jesús, cuando me comporto pensando en agradarte, me llenas de paz y de alegría.
Este es el gran fruto de tener una fe viva: de vivir en tu presencia, pensar en Ti, intentar obedecerte, pedirte perdón, darte amor.
La fe no es sólo para creerla; es, sobre todo, para vivirla.
«En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: yo he vencido al mundo.»
Jesús, no me quitas las dificultades normales y extraordinarias de esta tierra: que me cueste estudiar, ayudar a los demás, sonreír al que me cae mal; y todas aquellas desgracias que a veces permites: enfermedades, reveses, desengaños, etc. ...
Pero me pides que confíe en Ti: que cada día en la oración te pida lo que necesite, y que abandone confiadamente mis problemas en tus manos.
Así, contigo y por Ti, yo también venceré siempre.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

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