Meditación: Miércoles XI Semana Tiempo ordinario: 15 de junio 2011. Año impar
«Guardaos bien de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los Cielos.
Por tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.» (Mateo 6, 1-6, 16-18)
1º. Jesús, hoy me recuerdas la importancia de hacer las cosas con rectitud de intención: por darte una alegría, porque así me lo pides, porque me necesitas, por lealtad.
¿De qué me sirve rezar y mortificarme mucho si, al final, lo estaba haciendo para que me aplaudiesen los hombres?
El que me tienes que aplaudir eres Tú; por eso, he de hacerlo todo por Ti.
Hay otra falta de rectitud de intención más sutil, pero igualmente desastrosa: hacer las cosas porque me llenan, porque tengo ganas, porque me satisfacen.
Aunque a veces me llene el rezar, asistir a ceremonias religiosas o medios de formación espiritual, no es ése el motivo que me ha de mover, sino el buscarte a Ti, el hacer tu voluntad.
Me vean o no me vean los demás, me llene especialmente o se me haga cuesta arriba, la oración, la mortificación y las buenas obras las tengo que hacer por amor a Ti, para amarte más.
Porque, entre otras cosas, no puedo esperar a amarte primero para empezar a vivir cristianamente, sino que he de empezar rezando, mortificándome y trabajando por Ti, para amarte cada vez mas.
2º. «Si no eres hombre de oración, no creo en la rectitud de tus intenciones cuando dices que trabajas por Cristo» (Camino.-109).
Jesús, aunque haga muchas cosas por los demás, trabaje mucho y bien, e incluso hable a los demás de Ti, de nada valdría si no hiciera oración.
En la oración te ofrezco todo lo que hago y te pregunto cada día qué es lo que esperas de mí.
Además, la oración es un buen momento para rectificar mi intención diciéndote: perdóname, Jesús, por todas las ocasiones en las que me he buscado a mí mismo, y ayúdame a hacerlo todo por Ti.
Jesús, Tú quieres que viva mi fe en comunión con los demás cristianos, especialmente en la Misa.
Pero además quieres que haga oración personal, a solas contigo, «cerrada la puerta».
«La participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según señala el Apóstol» (S. C.-12).
Jesús, si hago cada día mi rato de oración, con ganas o sin ganas, a solas -cerrada la puerta- buscándote en lo oculto de mi corazón, Tú me recompensarás con una vida llena de paz y de alegría, aun en medio de las dificultades normales o extraordinarias que me pueda encontrar.
Y además me recompensarás con la vida eterna.
Un propósito: concretar mi rato de oración a una hora fija, y luchar por hacerla con puntualidad.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
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