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martes, 17 de agosto de 2010

Lecturas del Martes XX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 17 de agosto 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (28, 1-10)
En aquellos días, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, dile al príncipe de Tiro:
‘El Señor Dios dice esto:
Tu corazón se ha ensoberbecido y has dicho: Soy Dios, estoy sentado en el trono de Dios, en medio de los mares; pero eres hombre y no Dios, y te crees tan sabio como Dios; pretendes ser más inteligente que Daniel y conocer todos los secretos; con tu sabiduría y habilidad te has hecho rico, has amontonado oro y plata en tus tesoros; con astucia de comerciante has aumentado tus riquezas y te has ensoberbecido por tu fortuna’ ”.
Por eso dice el Señor: “Porque te has creído tan sabio como Dios, por eso mandaré contra ti a los más feroces de los pueblos extranjeros, que desenvainarán su espada contra tu esplendor y tu sabiduría y acabarán con tu grandeza. Ellos te matarán y el mar será tu sepultura.
¿Ante la mano misma de tus verdugos te atreverás a afirmar todavía que eres Dios, cuando no eres más que un hombre? Morirás como un pagano a manos de extranjeros, porque así lo digo yo, el Señor Dios”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Deuteronomio 32
El Señor da la muerte y la vida.
El Señor pensó: “Voy a dispersarlos y a borrar su memoria entre los hombres. Pero no, porque temo la presunción del enemigo y la mala interpretación del adversario.

El Señor da la muerte y la vida.
Pues diría el enemigo que su mano había vencido y que no era el Señor el que lo había hecho, porque son una nación que ha perdido el juicio”.

El Señor da la muerte y la vida.
¿Cómo puede uno perseguir a mil y dos poner en fuga a diez mil? ¿No es porque su Dios los ha vendido, porque el Señor los ha entregado?

El Señor da la muerte y la vida.
El día de su destrucción se acerca y su suerte se apresura, porque el Señor defenderá a su pueblo y tendrá compasión de sus siervos.

El Señor da la muerte y la vida.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (19, 23-30)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”.
Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron: “Entonces ¿quién podrá salvarse?” Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible”.
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:
“Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión;

Los discípulos se quedaron sorprendidos por las exigencias de Jesús. Ellos al fin y al cabo dejaban pocas posesiones y estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero, lo que Jesús pedía a los ricos era una renuncia a la riqueza, que se consideraba una bendición de Dios. Los discípulos esperaban una seguridad futura en el Reino que ellos creían se inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús les recuerda que al optar por el Reino ya han abandonado las seguridades de este mundo (familia, dinero, prestigio, clase social) y se confían plenamente a las manos de Dios.
Pedro, entonces, se adelanta y pregunta por las seguridades que les van a corresponder a los discípulos. Jesús lo ubica en la perspectiva correcta. Pedro no puede esperar las seguridades que ofrece este mundo sino que debe luchar por el mundo nuevo. En este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres humanos, con entrañas de misericordia, y darán a cada persona lo justo. Y sobre todo, los seres humanos disfrutarán de una existencia plena.
Con frecuencia nos recriminamos a nosotros mismos porque pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y no tendrán recompensa alguna. Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo nuevo en el que lo importante no es la seguridad que proporcionan las cosas, sino la existencia plena a la que tiene derecho todos los hijos de Dios.

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