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martes, 17 de agosto de 2010

Lecturas del MIércoles XX Semana Tiempo ordinario. Ciclo C. 18 de agosto 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (34, 1-11)
En aquellos días, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel y diles: ‘Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar a las ovejas? Pero ustedes se toman la leche de ellas, se visten con su lana, sacrifican las ovejas mejor alimentadas y no apacientan al rebaño. No fortalecen a las ovejas débiles, no curan a las enfermas ni cuidan a las que están heridas. No hacen volver a las descarriadas ni buscan a las perdidas, sino que las dominan con crueldad y violencia.
Mis ovejas se han dispersado por falta de pastor y se han convertido en presa de todos los animales salvajes. Mi rebaño anda errante por todas partes, por los montes y las colinas; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra y no hay nadie que se preocupe de él, nadie que lo busque’.
Por eso, pastores, escuchen la palabra del Señor: ‘Mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha convertido en presa de todos los animales salvajes por falta de pastor, pues mis pastores no se preocupan por mi rebaño; se apacientan a sí mismos y no apacientan a mi rebaño’.
Por eso, pastores, escuchen la palabra del Señor: ‘Lo juro por mi vida: Me voy a enfrentar a los pastores para reclamarles mis ovejas y destituirlos de su cargo. Los pastores ya no volverán a apacentarse a sí mismos.
Les arrancaré mis ovejas de la boca y no se las volverán a comer’. Esto dice el Señor:
‘Yo mismo buscaré a mis ovejas y las cuidaré’ ”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.

El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.

El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.

El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Aclamación
antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (20, 1-16)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’
Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador:
‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’.
Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’.
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

Esta parábola de Jesús hace resaltar ya desde el comienzo la regia y soberana actitud del dueño de la viña. Dios es misericordioso porque puede serlo, porque todo le pertenece.
Reconocer esa soberanía generosa de Dios es el primer paso. Sin embargo el autor presenta a los jornaleros contratados como con cierta exigencia, al menos de tipo laboral, para con el amo. El desarrollo ulterior de la parábola dejará en claro la imposibilidad de comprender a Dios cuando se le va con "exigencias" del tipo que sean. Solamente una actitud de contemplación es la que podría introducirnos en el núcleo del asunto.
Todo el acento de la parábola recae sobre estos obreros de la hora undécima, los que no tienen nada que exigir, los que llegan tarde y se acogen al amparo de cualquiera que les pueda echar una mano. Aquí tenemos la interpretación de la parábola. No se trata de la idea del llamamiento o de la vocación, no se trata del juicio o de la retribución después de la muerte, ni siquiera de la igualdad de los hombres ante Dios soberano; sino que lo que se pretende afirmar es la bondad soberana de Dios que acoge, por Jesucristo, a los que han llegado tarde al reino de Dios, es decir a todos nosotros.
Situada en el contexto religioso del tiempo de Jesús esta parábola presenta un fuerte carácter polémico. Para el judío, el pagano no tiene posibilidad de salvación. Está condenado por ser pagano. Jesús indica, por el contrario, que esos son precisamente los sujetos del reino. No es de extrañar que "murmuraran", que se opusieran a esta concepción de las relaciones del hombre con Dios. El que está seguro de sí mismo, el que tiene la certeza de poseer algo entre manos y abriga la solapada intención de "comprar" el cielo no ha entendido de qué se trata en el evangelio.
En el tiempo en que se escribe el evangelio de Mt afluían a la Iglesia numerosos paganos convertidos con gran escándalo de parte de la mentalidad judía. Esta situación solamente puede ser comprendida por un corazón que haya hecho él mismo la prueba de su propio experiencia de pecado. Quien se sabe pecador quiere que la gracia de la muerte de Cristo caiga bien profundamente sobre todos. Ante una situación así ¿quién puede hablar de grupos y privilegios?

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