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sábado, 16 de octubre de 2010

Lecturas y Oraciones del Domingo XXIXI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 17 de octubre 2010

Domingo 17 de Octubre, 2010
Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Los ojos del Señor están puestos en sus hijos
El auxilio me viene del Señor
Antífona de Entrada
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; atiéndeme y escucha mis palabras. Cuídame como a la niña de tus ojos y cúbreme bajo la sombra de tus alas.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, haz que nuestra voluntad sea siempre dócil a la tuya y que te sirvamos con un corazón sincero.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del Exodo
(17, 8-13)
Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: “Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano”.
Josué cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.
Como Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los amalecitas y acabó con ellos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 120
El auxilio me viene del Señor.
La mirada dirijo hacia la altura de donde ha de venirme todo auxilio. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El auxilio me viene del Señor.
No dejará que des un paso en falso, pues es tu guardián y nunca duerme. No, jamás se dormirá o descuidará el guardián de Israel.
El auxilio me viene del Señor.
El Señor te protege y te da sombra, está siempre a tu lado. No te hará daño el sol durante el día ni la luna, de noche.
El auxilio me viene del Señor.
Te guardará el Señor en los peligros y cuidará tu vida; protegerá tus ires y venires, ahora y para siempre.
El auxilio me viene del Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pablo a
Timoteo (3, 14—4, 2)
Querido hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena.
En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, te pido encarecidamente, por su advenimiento y por su Reino, que anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (18, 1-8)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’ ”.
Dicho esto, Jesús comentó:
“Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.
No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad y sobre todo lo que mueve todo, fe sincera.
Tal y como lo describe la primera Lectura, Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo ingenuo se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de insistir ante Dios.
En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella.
Orar siempre y sin desfallecer. Y esto porque la oración en el hombre de fe equivale a la respiración que nos conserva vivos. Sin la oración el hombre fácilmente es presa del pecado y muere para Dios. Por eso incluso nuestra vida ordinaria debe convertirse en una continua alabanza del Nombre de Dios. Y hemos de ser constantes en la oración, a pesar de que sabemos que Dios sabe lo que necesitamos aún antes de que se lo pidamos. Pidámosle su Espíritu Santo; roguémosle que nos perdone y nos justifique para que seamos dignos hijos suyos. Ojalá y nos mantengamos firmes en la fe para que podamos permanecer de pie cuando venga el Hijo del hombre, encontrándonos en vela y oración trabajando por su Reino.

El Señor nos convoca y nosotros hacemos caso a su llamado reuniéndonos en la Acción Litúrgica para celebrar la Eucaristía, Memorial de su Pascua. ¿En verdad venimos con fe? Este momento es el momento culminante de la oración del cristiano. Hasta aquí nos han traído nuestras esperanzas e ilusiones; y desde aquí ha de partir nuestro trabajo para lograr un mundo renovado en Cristo, en su amor, en su paz. Ojalá y no vengamos sólo para pedirle que llene nuestras manos de bienes materiales, o de poder terreno; sino para pedirle que nos conceda la Sabiduría necesaria para utilizar los bienes temporales sin olvidar los del cielo. Roguémosle especialmente que nos haga justos, para que libres de nuestros pecados podamos manifestarnos, con toda claridad, como hijos de Dios.

Igual que todas las personas, los cristianos seguimos insertos en el mundo cumpliendo con nuestros deberes diarios, poniendo el mejor de nuestros esfuerzos para darle su verdadera dimensión a la vida terrena. Sin embargo, sabiendo que pisamos la tierra y que trabajamos responsablemente en ella, no nos olvidemos de tener la mirada puesta en el Cielo. Así, no sólo nos preocuparemos por llevar a nuestro mundo a su plena realización, sino que, guiados por nuestra fe en Cristo e impulsados por la presencia de su Espíritu Santo en nosotros, nos esforzaremos decididamente por hacer realidad entre nosotros, ya desde esta vida, el Reino de Dios para que llegue a nosotros con toda su fuerza. Esto requiere de nosotros una continua conversión para caminar, no conforme a los criterios mundanos, sino conforme a los criterios de Dios. Aunado a la conversión debe estar en nosotros el espíritu de comunión , que nos ayude a permanecer firmemente anclados en el amor a Cristo y en el amor fraterno, aceptando libre, pero responsablemente, todas sus consecuencias. Y, finalmente, hemos de vivir la solidaridad con nuestro prójimo, tanto haciendo nuestros sus dolores, esperanzas y sufrimientos para remediarlos, como convirtiéndonos en colaboradores, junto con todos los hombres de buena voluntad, en la construcción de un mundo más fraterno, más maduro en la paz y más solidario en la justicia social.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de esperar la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo, trabajando a favor de su Evangelio para que su Reino esté en nosotros, y se manifieste desde nosotros con signos de justicia, de amor y de paz.
Para la revisión de vida
Como la viuda del evangelio, ¿soy una persona perseverante, convencida, que sabe lo que quiere y no vacila, que quiere lo que debe querer y en ello se realiza?
¿Sería yo capaz de pasar una situación difícil... sin pedirle a Dios que intervenga, aceptando lo que sé de que Dios no es un tapa-agujeros para mis debilidades o de las dificultades que se me presentan en la vida?
“A Dios rogando y con el mazo dando”: ¿es lo que hago yo?




Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Sabiendo que Dios se complace en los que con sencillez y humildad lo llaman Padre, oremos juntos diciendo:
Padre, escúchanos.
Para que la Iglesia viva en constante oración.
Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.
Para que los fieles y pastores del Pueblo de Dios anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida.
Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.
Para que el mensaje de Jesús sea la norma de vida de los hombres del tercer milenio.
Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.
Para que todos los que sufren o están en peligro invoquen a Dios y sientan su ayuda.
Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.
Para que los padres y los educadores de los niños y de los adolescentes les transmitan con convicción los valores auténticos.
Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.
Para que, imitando a Jesús que se retiraba a orar, sepamos buscar momentos de intimidad con Dios, y dejemos que Él nos dé fuerza para vivir con ilusión nuestra fe. Oremos al Señor.
Padre, escúchanos.

Celebrante:
Padre, escucha nuestros ruegos y ayúdanos a permanecer con los brazos levantados hacia Ti y con la mirada puesta en la meta: Jesucristo. Que vive y reina
por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Santifica, Señor, estos dones tuyos que con sincera voluntad te presentamos, y por medio de esta Eucaristía, dígnate purificarnos y renovarnos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IX
La acción del Espíritu
en la Iglesia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque de tal manera gobiernas a tu Iglesia, que en todo lugar y en cada momento, le proporcionas lo que más conviene.
No cesas, en efecto, de asistirla con la fuerza del Espíritu Santo, para que, confiada siempre a ti en el amor, ni abandone la plegaria en la tribulación, ni deje de darte gracias en el gozo, por Cristo nuestro Señor.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría.
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Los ojos del Señor están puestos en sus hijos, en los que esperan en su misericordia, para librarlos de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que esta celebración eucarística nos comunique, Señor, nuevas fuerzas para cumplir tu voluntad en esta vida y nos confirme en la esperanza de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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