Evangelio del Sábado II Semana de Cuaresma. Ciclo A. 26 de marzo 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15, 1-3. 11-32)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta.
Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.
Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como
a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Reflexionando sobre esta parábola en una comunidad de base, una señora preguntó: “¿Dónde estaba la madre del muchacho?”. Y otra contestó: “Rezando para que el hijo volviera sano y salvo”. En esta parábola es donde mejor presenta Jesús al Dios Padre-Madre. Tiene dos hijos diferentes y los ama inmensamente a los dos. No quiere elegir entre ellos. Son ellos quienes deben creer en tanto amor y gratuidad y recibirse mutuamente como hermanos. Ambos deben aprender del Padre-Madre que el amor no hace cálculos mezquinos, sino que crece en la gratuidad y en la aceptación de los otros tal como son. El hijo mayor refleja a los fariseos, mezquinos y calculadores. El hijo menor a los pecadores que Jesús está recibiendo en su comunidad. Los fariseos lo critican y se niegan a entrar a la fiesta del Reino para no juntarse con ellos. No creen en la capacidad de los demás de arrepentirse y volver a amar. En el fondo han dejado de creer en la capacidad de amar que tiene el Padre-Madre revelado por Jesús. ¿A cuál de los tres personajes de la parábola nos parecemos nosotros?
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