= Domingo 27 de Marzo, 2011
Tercer Domingo de Cuaresma
Señor, que no seamos sordos a tu voz
Acerquémonos a Dios, llenos de júbilo
Antífona de Entrada
Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios misericordioso, fuente de toda bondad, que nos has propuesto como remedio del pecado el ayuno, la oración y las obras de misericordia, mira con piedad a quienes reconocemos nuestras miserias y estamos agobiados por nuestras culpas, y reconfórtanos con tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del Exodo
(17, 3-7)
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.
Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
“¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 94
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(5, 1-2. 5-8)
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en la cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Señor, tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (4, 5-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”(Porque los judíos no tratan a los samaritanos).
Jesús le dijo:
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.
La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?”
Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. El le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. El les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?”
Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra.
Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
-Situación.-La primera línea del mensaje bíblico -la historia de la salvación en sus etapas fundamentales- tiene este tercer domingo, en todos los ciclos, a Moisés como protagonista. Este año con el episodio del agua de la roca del Horeb, tras la revuelta del pueblo cansado y sediento.
Pero lo que más caracteriza este domingo tercero, sobre todo en este ciclo A, es el comienzo de los tres evangelios de Juan con temática bautismal: agua, luz y vida (samaritana, ciego y Lázaro), que tradicionalmente han servido para motivar y valorar el camino bautismal de los catecúmenos o también de la comunidad cristiana en su recorrido cuaresmal hacia la Pascua.
Son evangelios de claro contenido cristológico, con su revelación progresiva hacia el "yo soy". Vale la pena que los tres domingos, empezando por el de hoy, se lean enteros los pasajes de Juan, lenta y expresivamente: no está mal que se nos recuerde a los predicadores, que el texto del evangelio, proclamado en la celebración, es más importante que nuestra explicación homilética del mismo.
-Un pueblo cansado que tiene sed. Es todo un símbolo de la historia humana y de la de cada uno de nosotros, el cansancio de este pueblo y su sed. Entre Egipto y la Tierra Prometida está el desierto. Ya quedan un poco lejos el entusiasmo primero y los proyectos optimistas. Hay dificultades en el camino y peligros y fatiga. Falta agua para las personas y los animales. El pueblo murmura y llega a dudar de todo: "¿está o no está el Señor en medio de nosotros?" Sí, está con ellos: y les da agua de la roca de Horeb. Toda una historia condensada: sed y desesperanza. Y la respuesta de Dios: su presencia y su cercanía. Y agua para el camino.
-La respuesta a la sed de una mujer. Jesús se hace el encontradizo con aquella mujer de Samaría: no en el Templo o en la Escuela, sino en el camino diario, junto al pozo, allí donde la mujer va a sacar agua para su casa. También aquí el encuentro es todo un símbolo: la humanidad que tiene sed, aunque no sabe tal vez qué aguas le convienen y le darían la verdadera felicidad. Y el Señor, el Enviado de Dios, que es el que tiene la respuesta verdadera y el agua que quita efectivamente la sed.
La sed de la samaritana es búsqueda (ha tenido cinco maridos) e insatisfacción. En esta sed se puede ver reflejado el itinerario de sed de la humanidad. Exquisita la pedagogía de Jesús, conduciendo la conversación desde el agua material hasta la espiritual: "el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna". La revelación progresiva del mismo Cristo: "yo soy", el Mesías, el que habla contigo. El que beba del agua que yo le daré... Es una respuesta -"yo soy"- que los domingos próximos escucharemos en otras claves: la luz, la vida...
-Agua para nuestro camino hacia la Pascua. Si se nos proclama la historia de Israel, o la de la samaritana, es para que nosotros nos dejemos interpelar por Dios desde nuestra historia concreta y personal.
También nosotros tenemos sed. Es una experiencia que todos conocemos y que entendemos fácilmente también en su sentido espiritual. Sed de verdad, de felicidad, de amor, de plenitud, de vida. Es bueno que sintamos sed. Y que la homilía tome pie de esta sed.
-El que no tiene sed, no busca fuentes de agua. El que lo sabe todo no pregunta. El que se cree un santo, no pide perdón. El que se siente rico, no pide nada. El que tiene todo eso, ¿para qué necesita la Pascua y la conversión cuaresmal?). Suscitar la idea de la sed, ayudar a que todos se sientan reflejados en la historia de ese pueblo fatigado por el desierto y de esa mujer insatisfecha de la vida, es buena pedagogía para hacer ver también cómo Cristo, en nuestro camino de Pascua, es la Respuesta de Dios. El "yo soy" aplicado a nosotros. Nuestra sed nos la quiere saciar Dios por medio de Jesús: es el Agua para nuestro camino cuaresmal a la Pascua; el Agua verdadera, no la superficial o más inmediata (los valores fáciles de este mundo), sino el Agua profunda (la verdad de Dios, amor verdadero, la felicidad plena). En Juan se identifica también esta Agua que nos da Cristo con su Espíritu.
Pablo nos ha recordado los dones que nos ha hecho Dios: sobre todo su amor: "la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". Esa sí que es el agua verdadera: el amor, el Espíritu de Dios, y el que Cristo haya dado su vida por nosotros, en su Pascua. Caben otras aplicaciones: a)invitación a dar también nosotros de beber al sediento (cf. el "examen" final según Mt 25.): ¿qué hacemos con el que vemos que tiene sed? No hace falta mirar al Tercer Mundo, porque a nuestro lado hay muchos que la sienten y angustiosamente. Como Cristo pide de beber, junto al pozo, y muere en la cruz gritando también "tengo sed", hay muchos que encontramos en el camino en la misma actitud. b)Es bueno aludir también a la Vigilia Pascual, hacia la que caminamos en Cuaresma: también entonces el agua va a jugar un papel simbólico importante, con la experiencia o renovación del Bautismo. c)La Eucaristía es, cada vez, nuestro encuentro con Cristo. En ella es donde Cristo, sentado a la vera de nuestro camino, nos da el agua de su Palabra iluminadora y nos hace el don de su Cuerpo y Sangre, el alimento y la bebida para nuestra vida.
Para la revisión de vida
- Jesús dice a la samaritana que «los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad», es decir, con el corazón, desde lo profundo, y con las obras de la justicia y del amor, no tanto con ritos o prácticas de «la religión verdadera» (Jerusalén o Garitzín). Mi religión... ¿está todavía muy pendiente de lo superficialmente «religioso», o apunta hacia la profundidad de la «religación», de una «religión más allá de la religión formal»? ¿Qué tipo de culto le doy yo a Dios? ¿«En espíritu y en verdad»? ¿Veo el templo como un valor absoluto, o reconozco que Dios habita, sobre todo, en los pobres, en la justicia y el amor?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Acudamos a Dios que nos da la gracia de creer en su poder y que nos salva. Digamos juntos:
Te rogamos, óyenos.
Para que Jesús, que derramó su sangre por nuestra salvación, haga que la Iglesia dé la vida que recibe de Él a todos los que buscan a Dios.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que los fieles y pastores de la Iglesia escuchemos juntos la Palabra de Dios, nos abramos a su novedad y la transmitamos sin temor ni egoísmos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que nuestros gobernantes no endurezcan su corazón ante la miseria, el pecado social de la injusticia y la pobreza, y busquen caminos de desarrollo para todos los hombres y mujeres que habitan nuestro suelo.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que Jesús sacie la sed de felicidad de las familias divididas, las que viven situaciones irregulares, las que padecen la infidelidad, y les dé cuanto necesitan. Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que las mujeres marginadas, los niños explotados, los ancianos abandonados, experimenten la fuerza y el consuelo de Jesús que no los deja solos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que cuantos vivimos el gozo de nuestra salvación tengamos un corazón agradecido y vivamos al servicio de nuestros hermanos más necesitados.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Celebrante:
Dios y Padre nuestro, escucha nuestros ruegos, haz que escuchemos tu voz, acojamos tu salvación y vivamos el mandamiento del amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Que esta Eucaristía, Señor, nos obtenga a quienes imploramos tu perdón, la gracia de saber perdonar a nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio La Samaritana
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor cuando pidió de beber a la samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino.
Por eso, Señor, te damos gracias y proclamamos tu grandeza cantando con los ángeles.
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
El que beba del agua que yo le daré, dice el Señor, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una fuente que salta hasta la vida eterna.
Oración
después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has alimentado, ya desde esta vida, con el pan del cielo, prenda de nuestra salvación, concédenos, Señor, manifestar en todos nuestros actos el misterio de tu Eucaristía.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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