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viernes, 1 de julio de 2011

Evangelio del Sábado XIII Semana T. O. Ciclo A. 02 de junio 2011

Evangelio del Sábado XIII Semana T. O. Ciclo A. 02 de junio 2011

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 41-51)
Gloria a ti, Señor.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén,sin que sus padres lo supieran.Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”.
El les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El evangelio de hoy es una verdadera joya literaria con un sentido profundo: Se reivindica la completa libertad de acción de vida de Jesús y se muestra a María como la mujer toda ella corazón. Aunque en su mente no entiende muchas cosas, ella ama, espera y cree. Se muestra, de hecho, abierta al acontecer de Dios en su vida y se deja sorprender por la vida de su hijo. Esto habla de su fina sensibilidad y de su capacidad de ubicación con respecto al proyecto de Jesús: Ser la primera discípula. La invitación de este pasaje evangélico es sencilla, pero exigente: Recuperar la capacidad de sorpresa, de admiración ante la voluntad divina. Esto, lejos de ser una irrupción de Dios, es un aceptar inteligente que exige un reconocer la limitación ante el misterio y una respuesta sincera a la propuesta de sus muchos caminos. De la pregunta humana, hecha por entender los designios divinos, viene la respuesta elocuente de Dios que habla y se revela en las situaciones y contradicciones de la vida.

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