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martes, 15 de noviembre de 2011

Evangelio del Miércoles XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de noviembre, 2011

Evangelio del Miércoles XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de noviembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 19,11-28
Gloria a ti, Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: "Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo."
Sus conciudadanos, que le aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres un hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses."
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
A los discípulos se les exhorta una vez más a la vigilancia en espera de la manifestación del Señor, y se les insta a que produzcan fruto con los dones que libre y generosamente se les ha confiado. La parábola pretende corregir la impresión de la gente de que el Reino de Dios se manifestaría de un momento a otro. Esto incrementa la necesidad de una actitud vigilante, añadiendo la dimensión de tener que comportarse de acuerdo a aquello que se les ha confiado.
Podemos reflexionar sobre con qué actitud administramos nuestros dones: Si de un modo obediente, haciendo que lo recibido se multiplique; o si de un modo temeroso, o incluso egoísta. Ambas actitudes plantean la cuestión no solamente en términos personales, sino también en términos colectivos, ya que, al habérsenos confiado estos dones, hemos sido elegidos para anunciar el Reino a los demás. Por tanto, si nuestros talentos se multiplican, lo harán para nosotros y para los demás, principalmente para los preferidos de Dios, y si guardamos esos talentos de forma mezquina, nadie se beneficiará con ellos, ni siquiera nosotros mismos.

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