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lunes, 20 de febrero de 2012
Evangelio del Martes VII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 21 de Febrero, 2012
Evangelio del Martes VII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 21 de Febrero, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (9, 30-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante.
Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Todos los seres humanos queremos tener el control de todo y de todos. El evangelio de hoy nos muestra cómo estos pensamientos que exaltan las ideologías de turno bajo la promesa del éxito, de la riqueza y del poder ilimitado son exclusivamente fantasías peligrosas que, con facilidad, se transforman en pesadillas de horror, miseria y sufrimiento. La conciencia humana sólo madura cuando alcanza el amor universal y desinteresado, es decir, la capacidad de servir incondicionalmente. El servicio prestado como cumplimiento de un deber moral o laboral es una tenue expresión de vocación más honda de la humanidad. El servicio prestado por amor, aun en las más extremas condiciones de carencia o de limitación, es expresión de esa madurez humana a la que Dios nos llama. Para servir no necesitamos el poder, entendido como riqueza, prestigio o control sobre los demás. Para servir necesitamos la escuela de sabiduría con la que Jesús nos forma como sus discípulos, amigos y hermanos. Jesús es plenamente consciente de que la misión que él mismo se ha propuesto realizar por amor a Dios desbordará los límites de su existencia y deberá continuarse por todas las personas que lo siguen con la fuerza del Espíritu de amor.
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