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lunes, 20 de febrero de 2012
¸HOMILIAS: MIERCOLES DE CENIZA. TIEMPO DE CUARESMA. CICLO B. 22 DE FEBRERO, 2012
¸HOMILIAS: MIERCOLES DE CENIZA. TIEMPO DE CUARESMA. CICLO B. 22 DE FEBRERO, 2012
1.- ACTUALIZAR NUESTRA FE
Por Pedro Juan Díaz
1.- Con esta celebración de la ceniza comenzamos, un año más, el tiempo de la Cuaresma, que nos prepara para celebrar con intensidad la muerte y resurrección de Jesús en la Pascua. Este tiempo, junto con el de la Navidad, son los momentos fuertes del año litúrgico para los cristianos. La Cuaresma es un tiempo para resituarnos, para parar y revisar cómo estamos viviendo, para actualizar nuestra fe, dándole autenticidad y sinceridad. Porque la fe es una búsqueda constante, es un camino diario para hacer que nuestro corazón y nuestra vida se parezcan lo más posible al corazón y a la vida de Jesús de Nazaret.
2.- Precisamente de corazón y de cambio de vida habla la primera lectura, del profeta Joel, un “clásico” de todos los miércoles de ceniza, que nos invita a “rasgar los corazones y no las vestiduras”. Es curioso, porque siempre que aparece la palabra “conversión”, a su lado aparece la palabra “corazón”. Estas palabras del profeta Joel hacen preguntarse al pueblo de Israel, y también a nosotros hoy, en qué debe cambiar nuestra vida, qué actitudes o modos de vivir nuestra fe debemos actualizar y autentificar. Porque no se trata tanto de “quedar bien” delante de las demás personas, sino de hacerlo delante de Dios. Y Dios nos mira y nos habla al corazón.
3.- Precisamente en el Evangelio, lo primero que nos dice Jesús es: ¡Cuidado! No viváis vuestra fe “de cara a la galería”, para que os vean, porque así no encontraréis a Dios. Dios está “en lo secreto”, “en lo escondido”, en la verdad y en el corazón, en la sinceridad y en la autenticidad de nuestras acciones y compromisos. Y así nos lo va repitiendo el Evangelio con estas tres acciones tan cuaresmales: limosna, oración y ayuno. ¿Cómo poder vivirlas de manera auténtica en la situación actual?
4.- Jesús le da un sentido nuevo a la limosna. Nos propone repartir, en lugar de acaparar. Nos invita a descubrirle en los más necesitados. Esta situación de crisis que estamos viviendo nos recuerda valores como la austeridad, la sobriedad, la solidaridad… No se trata de dar por dar, sino que ese dar nos haga vivir de otra manera, no mirando tanto los beneficios económicos, sino el bien de las personas.
5.- Jesús le da un sentido nuevo a la oración. Se trata de tener un trato íntimo y confiado con Dios, sin demasiadas palabrerías que nos hagan decir lo que nosotros queremos, y no escuchar lo que Él nos tiene que decir. Que sea habitual en nosotros que hablemos con Dios, y que busquemos momentos y tiempos para escuchar, para leer la Palabra de Dios, para el silencio y la reflexión, para que Él nos pueda hablar al corazón y nos diga lo que espera de nosotros. De lo contrario, nuestra oración no será oración, sino un “hablar solos” que no nos llevará a ninguna parte.
6.- Finalmente, Jesús le da un sentido nuevo al ayuno. En una sociedad tan consumista como la nuestra, no nos podemos conformar con dejar de fumar durante la cuaresma, o prescindir de algunos caprichos. Eso sólo repercute en nosotros, pero ¿qué pasa con los demás? ¿Qué pasa con los que no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca? Si hemos orado bien, la oración nos llevará a acoger a Dios que nos invita a prescindir de tantas cosas innecesarias y vivir más solidariamente con los que menos tienen. Que nuestro ayuno y nuestra privación repercuta en el bien de las personas que más lo necesitan.
7.- Cada día de estos 40 días de cuaresma tendremos que hacer el esfuerzo de acercarnos más a Dios, para vivir con más sinceridad nuestra fe, y con más sencillez nuestra vida. No perdamos la tensión por el Reino, no dejemos que sea una Cuaresma más, que no nos haya tocado el corazón y lo haya vuelto a Dios (eso es la conversión que nos pide este tiempo). Volvámonos a Dios, recibamos la ceniza con el compromiso de actualizar nuestra fe a los tiempos de hoy y vivirla ayudando a los que más lo necesitan.
2.- “BENDITO SEAS, SEÑOR, BENDITO SEAS”
Por Antonio García-Moreno
1.- PERDONA A TU PUEBLO, SEÑOR.- La primera lectura es del profeta Joel que contempla, profundamente apenado, como el pueblo sufre el castigo divino por sus pecados. Ante esa tragedia, exhorta a los sacerdotes que intercedan ante Dios. Con ello se inicia el tiempo de la Cuaresma, el tiempo de la conversión y la penitencia. Cuarenta días de desierto, donde buscar a Dios y purificar el alma, tan manchada y tan inclinada hacia el mal. Son días para reconocer nuestros pecados y pedir perdón por ellos.
"Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: Perdona, Señor, perdona a tu pueblo..." (Joel 2, 17). En la liturgia, especialmente en la Cuaresma, los Sacerdotes de Dios interceden por los hombres y, al mismo tiempo ruegan a los hombres que estén a buenas con el Señor, dándoles a conocer su infinita misericordia y su justicia implacable. Piden perdón por los pecados personales y por los de todo el pueblo, desagraviando con el propio sacrificio tanto desamor como se tiene con quien es el Amor. No obstante, también cada uno ha de confesar y perdón de los propios pecados en el Sacramento de la Reconciliación, desagraviando además por las propias y las que otros infieren a Dios. Unidos a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, hagamos penitencia con serena y gozosa esperanza.
Perdona, Señor, perdona a quien, detrás de un disfraz, hace poco danzaba y retozaba entre risas y borracheras, y ahora calla, abatido y hambriento, vacío y dolorido... Dios mío, Tú ya nos conoces, incluso sabías al crearnos que te traicionaríamos, que te olvidaríamos, que te despreciaríamos. Si, Señor, Tú sabías del barro que estamos hechos. Y, sin embargo, nos amaste, nos diste la vida, nos llamaste, nos perdonaste tantas veces...
Gracia, Padre mío, por ser tan pródigo en tu perdón, tan derrochador de amores y misericordia. Bendito seas, Señor, bendito seas. Y sigue así, sigue enamorado de este pobre hombre que quiere y no puede, o que puede pero no quiere. Yo mismo no me comprendo. Solo estoy seguro de una cosa, de que me amas hasta los celos... Quién te amara así, quién jamás te hubiera ofendido...
2.- LIMOSNA, ORACIÓN Y AYUNO.- Son tres prácticas ancestrales, mediante las que el hombre trata de relacionarse con Dios. Limosna al necesitado, persuadido de que toda criatura humana es hijo de Dios, obra de sus manos, semejanza e imagen suya. Lo dijo Cristo: Tuve hambre y me diste de comer... La limosna enriquece más al que la da que a quien la recibe. Con ella adquirimos lo que no tiene precio, el amor de Dios y la salvación eterna. Sí, mejor es dar que recibir. Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma de este año, entre otras cosas, no llama a tener “una atención constante para realizar junto con los hermanos la caridad y las buenas obras”
En cuanto a la oración, dice también el Papa, que para vivir bien la cuaresma es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios, conectar con Dios, escucharle y hablarle”. Agradecerle y suplicarle, en un encuentro personal y frecuente... Pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá, buscad y hallaréis. Gracias, Dios mío, Padre lleno de ternura y compasión, de sabiduría y de poder...
En cuanto al ayuno es una manera por la que el hombre se olvida de sí, renunciando a algo a favor de los demás. Es tiempo, por tanto de pensar en Dios, renunciar al alimento corporal, para acercarse al alimento del alma...Y todo ello, limosna, oración y ayuno, hecho de cara a Dios, fuera de la vista de los hombres, en el silencio y la penumbra, en la intimidad, a solas con Dios. Y el Padre que ve lo escondido nos recompensará. Amén.
3.- VOLVER A DIOS Y AL HERMANO
Por José María Martín OSA
1.- Camino hacia la Pascua. La Cuaresma es un tiempo propicio de conversión, de poner nuestra mirada en Dios y en el hermano. No tiene sentido por sí misma, es un camino hacia la Pascua. El evangelio de este miércoles de ceniza presenta el tríptico de las tras acciones y actitudes básicas de la conversión: la limosna y el servicio a los pobres, la oración y la unión con Dios, el ayuno y la renuncia a la búsqueda del bienestar. Y, al mismo tiempo, hace una llamada a realizar todas esas cosas no para ser honrados por los hombres, sino como camino de fidelidad a Dios. Las tres prácticas básicas de la piedad judía eran la ayuda al necesitado (llamada a veces "justicia" y a veces "limosna"), la oración y el ayuno. Jesús las asume y las considera también prácticas básicas que todos deben realizar. Mas añade un elemento fundamental: todo el mundo debe cumplirlas, pero de manera que sean acciones que broten del corazón y no ostentación pública de piedad con la simple finalidad de ser considerado una persona recta y fiel. Jesús da un toque específico a cada práctica. ¿Cómo y cuándo será mi oración? ¿De qué cosas ayunaré este año? ¿Qué gesto de amor haré en favor de mis hermanos, en especial de los más necesitados?
2.- Orar es comunicación con Dios. La oración se refería a la plegaria que a unas determinadas horas del día todo buen judío tenia que hacer, se hallase donde se hallase (como hacen actualmente los musulmanes). Si no se exageraba, orar así no era ciertamente ostentación: era costumbre y práctica común. Pero Jesús prefiere que, aun así, el que ore lo haga en un sitio reservado y no a la vista de todo el mundo, porque entonces la oración será más auténtica. Sin oración no hay experiencia de Dios. Entendemos con frecuencia la oración como “pedir” ayuda al Señor cuando estamos en apuros. Orar es, sobre todo, escuchar a Dios, que nos habla a través de su Palabra, de las personas y de los acontecimientos (los signos de los tiempos)
3.- ¿Cómo entender el ayuno hoy? El ayuno era entendido como un signo de penitencia y de luto, como un reconocimiento de la distancia entre el hombre pecador y Dios, e incluía "desfigurarse la cara" para subrayar el duelo y el arrepentimiento. Jesús prefiere que sus discípulos se ahorren estos signos externos. Así, el ayuno, la privación de alimento sin que nadie lo sepa, será una manera de decirle a Dios el propio sentimiento de distancia y el deseo de llegar a El. Ayunar no es hacer un ejercicio de autocontrol para demostrar el autodominio de uno mismo o para tener satisfecho a Dios. Esto será útil sólo si nos hace amar más a Dios y a nuestro prójimo. Recordemos la Escritura: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que está desnudo, y no cerrarte a tu propia carne”. No se trata sólo de privarse de comer carne, también podemos ayunar de televisión, de tabaco, de fútbol, de ordenador. ¿Para qué? Para ser más libres y dedicar nuestro tiempo al que más nos necesita.
4.- La caridad bien entendida. La ayuda al necesitado tiene el problema de la pura y simple ostentación: el rico que muestra su "caridad" y "buen corazón" humillando en definitiva al pobre. Jesús lo critica sin contemplaciones. Dar limosna puede ser relativamente fácil. Quizá tranquilicemos nuestra conciencia, pero esto no es suficiente si no nos mueve el espíritu de caridad que nos hace ser solidarios con el sufrimiento de nuestro prójimo. No basta con dar dinero, también tiempo o cariño o esperanza... Que el signo penitencial de la ceniza sea expresión de nuestro deseo de acercarnos al Señor y a los hermanos. Emprendamos con ánimo la escalada cuaresmal que conduce a la Pascua liberadora.
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