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jueves, 23 de febrero de 2012

HOMILIAS: I DOMINGO DE CUARESMA. 27 DE FEBRERO, 2012.

HOMILIAS: I DOMINGO DE CUARESMA. 27 DE FEBRERO, 2012. 1.- LLAMADA A LA CONVERSIÓN Y A LA FE Por José María Martín OSA 1.- Dios está a nuestro favor. En la primera lectura del libro del Génesis se hace una reflexión sobre la alianza. Noé se convierte en el padre de la humanidad con el mismo derecho que Adán: por eso Dios establece con él una alianza, lo mismo que lo había hecho con el primer hombre y le bendice de la misma manera que al antepasado primigenio. El signo de la alianza no es un mito acerca del origen del arco iris, sino una reflexión simbólica y poética acerca de la naturaleza. El arco iris, formado por los rayos del sol que atraviesan la bóveda celeste durante la lluvia, anuncia a los hombres el fin de la tormenta o la borrasca (símbolo de la ira divina) y la reaparición del sol (imagen de la misericordia de Dios). Todo esto son signos simbólicos del pacto de paz por parte de Dios de cara a toda la creación viviente. Tras la tormenta, todo se serena, el aire es más limpio y transparente. Se respira hondo y huele a tierra nueva. Parece como si todo comenzase otra vez. Como si nada hubiera ocurrido. Dios perdona, Dios bendice, y el alma siente una paz alegre y reposada. 2.- Dios salva. La Carta de Pedro recuerda que lo que ocurrió con Noé es un símbolo del Bautismo, que nos salva igual que el Arca salvó a Noé y a su familia. Del mismo modo que las demás alianzas selladas por Dios en la tradición sacerdotal, la iniciativa viene de Yahvé y solo Él se compromete; es una muestra de su bondad; tiene una repercusión cósmica y universal, del mismo modo que las alianzas con Adán, con Abraham y con Moisés. Cada una de estas alianzas está marcada por un signo: la bendición de Adán, la circuncisión de Abraham, la economía sabática de Moisés y el arco iris de Noé. 3.- Dios no nos deja solos en la tentación. El mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en el bautismo, es el que lo conduce al desierto para que sea tentado. Marcos no se entretiene en darnos a conocer un número preciso de tentaciones y de victorias de Jesús en el desierto, pues entiende que se trata del comienzo de una lucha, de lo que se ocupará a lo largo de todo su evangelio. Fue tentado también en el Huerto de los Olivos y en la Cruz, pero venció. Las tentaciones en el desierto expresan la lucha decisiva de Jesús contra los poderes del mal. En este pasaje hay un contraste muy marcado: Jesús durante estos cuarenta días es tentado por Satanás; pero vive pacíficamente entre alimañas y servido por los ángeles. Es posible que se refleje aquí, antes de comenzar la vida pública, aquella situación originaria del Éxodo, en el que, durante cuarenta años, Israel fue sometido a todas las tentaciones y a la vez fue objeto de los beneficios de Dios. Así es también nuestra vida: somos tentados, pero nunca va a faltarnos la ayuda y la gracia de Dios para seguir luchando. 4.- “Convertíos y creed en el Evangelio”. El contenido del mensaje de Jesús se expresa programáticamente en estas palabras. Pasó el tiempo de la espera, se acerca el reinado de Dios; los que deseen participar de los bienes del reino, han de convertirse y creer la Buena Noticia. El advenimiento del reinado de Dios pone al hombre ante la decisión, pues ha de cambiar de mente y de corazón; que esto es hacer penitencia. Sin embargo se trata de un anuncio gozoso, de una buena noticia. La respuesta del hombre ha de ser un cambio gozoso, una salida al encuentro de Dios, que viene en Jesucristo, a liberarnos. 2.- LOS ÁNGELES SIGUEN PRESENTES Por Antonio García-Moreno 1.- EL ARCO IRIS.- El diluvio había desolado la tierra. Las aguas cayeron sin parar un momento. Poco a poco el nivel de los ríos y de los mares creció hasta borrar los perfiles geográficos de la tierra. Dios se había arrepentido de crear al hombre. La maldad humana había llegado a tal extremo, que el corazón del Creador se había llenado de tristeza. Pero Noé era bueno y Dios se fijó en él, y a él le confía la tragedia que se avecinaba: "Veo llegado el fin de toda la carne, porque la tierra está toda llena de iniquidad por causa de los hombres. He aquí que voy a exterminarlos a todos ellos juntamente con la tierra". Y la palabra de Dios se cumple, y todo animal viviente, todo hombre y toda planta se ahogan bajo las aguas del diluvio. Pero al final aquello pasó y nuevamente pacta Dios con el hombre. Ahora será Noé el que recibirá el perdón y la promesa. Una vez más, Dios se nos presenta incapaz de aniquilar para siempre al hombre sobre la tierra... Corazón de Dios, siempre dispuesto al perdón. Corazón de Dios, incapacitado para el rencor y para el odio. Haz que en medio de este mundo que se colma, también hoy, de pecados, haya muchos hombres como Noé, hombres justos y buenos que te ganen el corazón hasta conseguir tu perdón y tu paz. Una señal que indicará la benevolencia entrañable de Yahveh, un signo que recordará a los hombres la infinita misericordia del Señor, un símbolo cósmico que encerrará en sí el profundo amor de Dios para con los hombres. Y sobre los cielos, atravesando las nubes, el arco iris se extiende luminoso, ornando con su suave policromía de sol irisado el aire húmedo de la atmósfera. Dios promete a Noé no exterminar al hombre. Pacta con él una alianza de paz, comprometiéndose a no anegar nunca más la tierra con el torrente de sus aguas. Bajo palabra de Dios, el diluvio no volverá a inundar más a la tierra. Gracias, Señor, por tu misericordia, por tu promesa, por tu perdón. Y que, cuando el clamor de los pecados del hombre malo llegue a Ti, te fijes en los hombres que son justos y buenos en tu presencia, y no descargues la fuerza de tu brazo airado sobre este nuestro pobre y viejo, caduco mundo. Que nunca se repita una matanza a nivel cósmico, que esas amenazas de horrendas guerras bacteriológicas o atómicas se queden sólo en nubes grises de tormenta. Y que sobre ellas, finalmente, tu arco iris de paz y de perdón brille con su colorido suave de uno al otro confín de nuestro mar y en nuestra tierra. 2.- SECUNDAR AL ESPÍRITU.- Dice el Evangelio que el Espíritu Santo "empujó" a Jesús hacia el desierto. Otros traducen el original griego por "impulsó". De todas formas lo que hay que destacar es que el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad, actúa en el principio de la vida pública de Cristo, lo mismo que actuó en la Encarnación del Hijo de Dios y actuará más tarde en Pentecostés, cuando la Iglesia empiece su decisiva singladura. Y lo mismo que María secundó con docilidad la acción del Espíritu con un "fíat", un hágase, sin condiciones, así se dejó llevar Jesús en el comienzo de su ministerio, y la Iglesia en los principios de su historia. El Espíritu Santo habita en nuestro interior, haciendo de nuestro cuerpo un templo sagrado. Él difunde en nuestros corazones el amor y la fe que nos hace exclamar llenos de esperanza: Abba, Padre. También nos impulsa a querer a todos los hombres como hermanos, nos empuja con mociones internas, con buenos propósitos, con nobles sugerencias... Ojalá seamos dóciles a sus entrañables llamadas y secundemos su acción con una entrega generosa y firme. Jesús se retira al desierto, al monte llamado de la Cuarentena. Región de vegetación escasa y tierra pedregosa, terreno desértico propio para alimañas. Lugar de silencio y de austeridad donde el Señor se prepara con el ayuno y la oración, para la más grande empresa jamás soñada, la salvación definitiva, íntegra y eterna del hombre. Su conducta, lo mismo que sus palabras, son una enseñanza que nos interpela a quienes le tenemos como Maestro, una llamada clara y urgente para que también nosotros vivamos estos cuarenta días de la Cuaresma en un clima de penitencia y de oración. Busquemos un rato cada día para retirarnos a la soledad íntima de nuestra alma, y escuchemos en silencio las palabras de Dios. Mortifiquemos también nuestros sentidos, cumpliendo con buen espíritu las prácticas penitenciales que la Iglesia nos señala. Dice el texto sagrado que después de aquellos días, los ángeles le servían. Aquí, lo mismo que en Getsemaní, los ángeles asisten al Señor. Son sus grandes colaboradores. Toda la vida de Jesús está caracterizada por la intervención angélica, sobre todo en los momentos difíciles, como son los de la infancia y los que precedieron y siguieron a la muerte de Jesús. Lo mismo ocurría en los primeros momentos de la Iglesia, según nos narran los Hechos de los Apóstoles. Hoy también los ángeles siguen presentes entre nosotros actuando en silencio y con eficacia. Contemos siempre con su asistencia, de modo particular en los momentos de dificultad, seguros de que no nos fallarán. 3.- EN EL DESIERTO, NUESTRA FE SE AUTENTIFICA Por Pedro Juan Díaz 1.- La primera parada de este tiempo de Cuaresma es el desierto. Es un lugar simbólico para nosotros, aunque para Jesús fue muy real. “Desierto” significa para nosotros lugar de retiro, de reflexión, de vernos interiormente y, fundamentalmente, de encontrarnos con Dios. Ese es nuestro objetivo, en esta Cuaresma y siempre. Queremos convertirnos, “volvernos a Dios”, encontrarnos con Él, para que nuestra fe se actualice y se haga más auténtica. Y en ese proceso estamos dentro de estos cuarenta días de “desierto” que la liturgia nos propone, para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. 2.- En dos versículos muy cortos, Marcos nos cuenta como fue la experiencia de Jesús en el desierto. No nos detalla las tentaciones (como hacen los otros evangelistas), sino que va al grano. Aparecen los ángeles, que sirven a Jesús, que le ayudan a sobrellevar esta situación. Aparece Satanás, poniendo a prueba a Jesús, para hacerlo dudar y que desista de su propósito de anunciar el Reino de Dios. Aparece Jesús, llevado por el Espíritu al desierto, dócil a Él, que se deja someter a esta prueba para purificar sus intenciones, para clarificar cual va a ser su Mesianismo. Y finalmente, aparece el protagonista principal: el Espíritu. El “causante” de toda esta situación. 3.- Jesús sufre las tentaciones de Satanás durante cuarenta días y en un lugar hostil, sin ninguna comodidad y viviendo entre las alimañas (animales feroces). Jesús es probado en todo, como cualquier ser humano, pero no cede ante la tentación, sino que es capaz de vencer al pecado. El Espíritu lleva a Jesús al desierto, pero no le deja solo. El Espíritu sostiene a Jesús en la tentación y también lo hará a lo largo de toda su vida, fortaleciéndole en su misión. Por eso para nosotros el desierto es lugar de reflexión y también de prueba, donde nos miramos interiormente y descubrimos nuestras debilidades, nuestras tentaciones, pero también descubrimos a Dios que nos sostiene y nos alienta para que salgamos adelante. 4.- En el desierto, nuestra fe se autentifica, se hace más fuerte, porque reconocemos a Dios que está a nuestro lado. Jesús, después de superar la prueba del desierto, “se marchó a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios; decía: se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. Esa era su misión, para eso había venido, para decirnos que nos “volvamos a Dios”, que está más cerca de lo que nosotros nos imaginamos. 5.- Hace mucho tiempo, Dios se comprometió con las personas haciendo una alianza, un pacto. Y a Noé le dio una señal: “pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra”. El pacto consistía en que Dios cuidaría siempre de nosotros, a cambio de que nosotros cuidáramos de este mundo y de las personas que viven en él. Dios ha sido siempre fiel a este pacto, pero de nosotros no se puede decir lo mismo. Por eso necesitamos hacer “desierto” en nuestra vida, para volver a recuperar nuestra relación con Dios, para convertirnos y quitar de nuestro corazón todo aquello que nos impida cumplir ese pacto, esa alianza. 6.- Cuidar de este mundo y de las personas que lo habitamos es un gran compromiso. El proyecto del Reino de Dios también lo era para Jesús. Pero Jesús nos enseñó que sin compromiso, nuestra fe no es auténtica, que no podemos ser cristianos si ignoramos a las personas que viven a nuestro alrededor, si ignoramos lo que pasa en este mundo nuestro, que muchas veces es una calamidad, pero no tenemos otro. Esa es la gran tentación de nuestro mundo de hoy: vivir la fe de manera acomodada, sin ningún compromiso y sin ninguna acción que me saque de mi comodidad, que me complique la vida. La tentación que sufrimos hoy es que nos olvidemos de ese pacto que Dios hizo con nosotros. Pero cada vez que sale el sol y Dios saca su arcoíris, nos lo está recordando. 7.- El compromiso de Jesús con las personas terminó en Cruz. San Pedro nos dice en la segunda lectura que “Cristo murió por los pecados una vez para siempre… para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida”. El día de nuestro bautismo nos unimos a este mismo destino de Jesús. Las mismas aguas que destruyeron la tierra, nos purifican a nosotros y nos recuerdan que tenemos una responsabilidad con el mundo en el que vivimos y con las personas que lo habitan, especialmente con aquellas que viven “crucificadas” por cualquier motivo. 8.- La Cuaresma es un camino en el que cada día nos vamos acercando más a Dios, nos volvemos a Él, nos convertimos a Él. Nuestra fe se purifica en el desierto, se hace más auténtica. Hoy la palabra de Dios nos recuerda que no hay fe auténtica sin compromiso a favor de las personas y de nuestro mundo. Aprovechemos la Eucaristía de este primer domingo de Cuaresma para ponernos en actitud de conversión. Jesús, muerto y resucitado, nos llama a un pacto nuevo, una alianza nueva. Él nos ha obtenido la salvación, la vida para siempre. Nosotros, agradecidos, celebramos la Eucaristía cada domingo y anunciamos con nuestra vida que Dios está vivo y que ama profundamente a nuestro mundo y a las personas que en él vivimos. Porque hace salir el sol cada día y pone su arcoíris para recordarnos su cercanía.

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