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miércoles, 7 de marzo de 2012

Ordinario de la Misa: Jueves II Semana de Cuaresma. Ciclo B. 08 de Marzo, 2012

Ordinario de la Misa: Jueves II Semana de Cuaresma. Ciclo B. 08 de Marzo, 2012 Dichoso el hombre que confía en el Señor Feria de la 2a. semana de Cuaresma Señor, condúceme por el camino recto Antífona de Entrada Ponme a prueba, Dios mío, y conocerás mi corazón; mira si es que voy por mal camino y condúceme tú por el camino recto. Oración Colecta Oremos: Dios nuestro, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido, orienta hacia ti nuestros corazones y enciéndelos en el fuego de tu Espíritu, para que permanezcamos firmes en la fe y seamos diligentes en el amor fraterno. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén. Primera Lectura Lectura del libro del profeta Jeremías (17, 5-10) Esto dice el Señor: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable. Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos. El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar. ¿Quién lo podrá entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón, para dar a cada uno según sus acciones,según el fruto de sus obras”. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo Responsorial Salmo 1 Dichoso el hombre que confía en el Señor. Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos. Dichoso el hombre que confía en el Señor. Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito. Dichoso el hombre que confía en el Señor. En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo. Dichoso el hombre que confía en el Señor. Aclamación antes del Evangelio Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Evangelio † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (16, 19-31) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él. Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’. El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: El abismo entre ricos y pobres es cada vez más grande. Mientras un puñado de hombres, los más ricos y poderosos de la tierra, viven en la opulencia, millones de seres humanos se debaten entre el hambre y la miseria. Esta parábola de Jesús -el rico epulón y Lázaro es quizá la más dura, profética y subversiva. Refleja la realidad de los tiempos de Jesús en que muchos terratenientes y aristócratas (herodianos y saduceos) de Jerusalén y de Palestina vivían y se enriquecían a costa de los campesinos, pescadores, pastores y labriegos, que cada vez eran más pobres a causa de las cargas de impuestos que, tanto el templo como el imperio romano, les imponían. En el proyecto de Jesús, el Reino, esta realidad es insostenible. La equidad, la justicia social, la solidaridad y la comunión de bienes son valores fundamentales que sostienen su proyecto. El rico, que se obstina en su poder y en sus riquezas, no puede “entrar en el Reino”, ya que ha hecho del dinero y del prestigio su propio reino, mantenido por la codicia, la ambición y el egoísmo. Nuestros pueblos tendrán que seguir trabajando para que el proyecto de igualdad del Reino de Dios se haga realidad en la humanidad. Oración sobre las Ofrendas Por este sacrificio eucarístico, santifica, Señor, nuestras privaciones cuaresmales, para que a las prácticas externas corresponda una verdadera conversión interior. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Prefacio de Cuaresma III Los frutos de la penitencia El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido que en nuestras privaciones voluntarias encontremos un motivo para bendecirte, ya que nos ayudan a refrenar nuestras pasiones desordenadas y, al darnos ocasión de compartir nuestros bienes con los necesitados, nos hacen imitadores de tu generosidad. Por eso, con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos diciendo: Santo, Santo, Santo... Antífona de la Comunión Dichoso el que, con vida intachable, hace la voluntad del Señor. Oración después de la Comunión Oremos: Que la gracia que hemos recibido en este sacramento permanezca, Señor, en nosotros y aumente por nuestras buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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