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lunes, 9 de abril de 2012

Evangelio del Martes de la Octava de Pascua. Ciclo B. 10 de Abril, 2012

Evangelio del Martes de la Octava de Pascua. Ciclo B. 10 de Abril, 2012 † Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 11-18) Gloria a ti, Señor. El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”. Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”. María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: El relato que leemos hoy nos enseña la nueva relación que se instaura entre Dios y el ser humano ahora que Jesús ha resucitado. María Magdalena continúa creyendo que Jesús irremediablemente ha muerto y por tal razón busca y solicita con preocupación su cadáver; María, igual que los otros seguidores del Maestro, ha dado por finalizado un proyecto de vida alternativo, pues el líder ha sido asesinado por las autoridades del momento. Es necesaria entonces la intervención de Jesús para que María vuelva a creer, para que nuevamente se encienda con fuerza la llama de la fe (Cfr. v.16). Magdalena reconoce a la persona que le está hablando gracias a su fe; sin embargo, la relación con su Señor desde ahora no puede ser la misma de antes (“¡Déjame!”); se descarta el contacto físico, espacial y temporal, y se da inicio a un vínculo de mayor intimidad, que es expresado por el evangelista a través de las apariciones que suceden en la pascua, las cuales tienen como elemento común la permanencia mutua: yo permanezco en ustedes y ustedes en mí. Es importante revisar en nuestra experiencia de fe si la resurrección nos está permitiendo vincularnos con mayor profundidad y compromiso en la vivencia del Reino. Fuente: http//servicioskoinonia.org

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